Fundada en 1537, la Infantería de Marina celebra durante este año su 475 aniversario. Por este motivo la Cátedra ha decidido hacerle un homenaje dedicándole una serie a este noble cuerpo de la Armada que tiene su origen en la disposición de la Secretaría de Guerra de Felipe II, según la cual se vinculaban permanentemente a la Real Armada algunos Tercios de Infantería Española que, con el nombre genérico de Infantería de Armada, combatieron por tierra y mar basados en las Escuadras de Galeras y Galeones.
Las primeras entregas están dedicadas a los granaderos, una de las unidades más famosas.
Entrada enviada por Pedro Fondevila Silva.
Orígenes
Granadero se llamaba, según una definición de finales del siglo XVIII, al “soldado que sirve para lanzar granadas”. Sin embargo, al finalizar la centuria el granadero se había convertido en un soldado de “preferencia”, es decir en un soldado elegido por una serie de características, perteneciente a la compañía de “confianza” del batallón.
Pero, antes de continuar con la historia de los granaderos, es necesario comenzar por la aparición y evolución del arma que da nombre a estos soldados: la granada.
La granada
Con la aparición de la pólvora y de la artillería surgen otros elementos explosivos, inicialmente de tipo defensivo, que se lanzan con la mano o con aparatos sencillos. De estos ingenios explosivos pronto destacará la “granada” o “alcancía”, formada por un recipiente de metal, barro, cristal, etc., relleno de pólvora y provisto de una “espoleta” para su detonación.
Al inventarse el “mortero”, que lanzaba proyectiles explosivos, se denominó a estos con el nombre de “bombas”, reservándose el de “granada”, llamada así por la similitud de forma y tamaño con el fruto de su mismo nombre, a los proyectiles lanzados con la mano. Con el paso del tiempo, ambos términos se confundieron, y hoy hay que apellidar “de mano” a la granada lanzada por el soldado. Algo parecido sucedió con los distintivos del granadero (la granada) y del artillero (la bomba, aunque inicialmente fue el de dos cañones cruzados sobre una pirámide de balas), lo que ha dado lugar a equívocos.
Suele considerarse el principio del siglo XV como la fecha de la aparición de artefactos explosivos o incendiarios arrojados con el brazo, y 1536 como la de aparición, en Francia, de la palabra “grenade” para denominar a los artificios explosivos; sin embargo, habrá que esperar a la segunda mitad del siglo XVII para que aparezca la voz granadero como designación de un tipo de soldado especialista en el ataque con granadas.
La imagen de la figura, una xilografía de Brechtel datada en 1561, representa a un granadero de la época dando fuego, con la cuerda-mecha, a un artificio que, dado las llamas y el humo que desprende, hay que considerarlo como una granada incendiaria, las cuales, además del uso que su nombre indica, podían emplearse, modificando los componentes de la carga inflamable, para iluminar el campo y descubrir al enemigo.
Los granaderos
Son varios los países europeos que reclaman la paternidad de la creación de las unidades de granaderos. Por lo que respecta a España, no hay duda sobre que seguíamos el modelo francés en el momento de la aparición de los granaderos en Francia, por lo que aceptaremos a esta nación como impulsora de la creación, en España, de las compañías de este tipo de soldados.
Según dicen los franceses, en 1667 en los sitios de las plazas fuertes y para desalojar a los sitiados del “camino cubierto”, se eligieron, por regimiento, cuatro hombres robustos y valientes, armados con hacha, sable y un saco o bolsa para doce granadas llamada “granadera”. Aparecen así algunos de los elementos distintivos de los granaderos: hacha, hachuela o hacheta y la bolsa granadera.

La ilustración representa a unos granaderos atacando un camino cubierto. Son de destacar las bolsas granaderas y el humo de las espoletas de mixto de las granadas.
En 1670 los granaderos forman compañía independiente y en 1672 se agrega una de estas a cada batallón. Además de las armas citadas, se dota a cada granadero con un fusil (arma de fuego provista de una llave de fuego de chispa, en lugar de la llave de fuego con cuerda-mecha que utilizaban los mosquetes y arcabuces), y una bayoneta con mango de madera para poder fijarla en el cañón.
La ilustración que encabeza esta entrada representa un soldado de la Infantería de Galeras de la época de Carlos II. Viste casaca de mangas cortas y grandes vueltas, que dejan ver las mangas de la camisa; calzones greguescos de paño amarillo (muy en boga en ese tiempo); medias rojas; zapatos de vaqueta y corbata de bocadillo. Se cubre con un chambergo blanco, adornado con pluma roja y lleva guantes de ante. El color de la casaca (rojo) y el de las vueltas y solapas (azul) es imaginativo. Usa pelo a lo “nazareno”, con grandes bigotes y “mosca”. Cruzan su pecho dos talabartes de cuero; de uno cuelga la espada de lazo y patilla; del otro las cargas de pólvora (los doce apóstoles) para su arma. Como está preparado para la función en tierra, porta mosquete (más pesado y de mayor calibre que el arcabuz que se empleaba a bordo, por lo que necesitaba una horquilla de apoyo), en el cual podemos distinguir la llave de “serpentín” y el largo disparador. Con la mano derecha sostiene la horquilla del mosquete y la cuerda mecha que, una vez encendida, se colocaba en el serpentín. Dado que hemos querido representar a un granadero, en el dibujo se ve, asomado bajo el guante derecho, la bolsa granadera.
España, en decadencia, sin el impulso y vigor que nos llevó a crear los tercios, adopta la moda francesa. Siguiendo esa línea, Carlos II rubrica la Real Orden de 26 de abril de 1685, que dice así:
“Teniéndose no sólo por útil, sino necesaria, la introducción de compañías de granaderos en mis ejércitos como se estilan en los de otros príncipes, a que da justo motivo la forma con que se sirven de ellas los enemigos, para poderles hacer oposición y ofensa con igualdad de armas en las operaciones; he resuelto que, en cada uno de los ejércitos de Cataluña, Flandes y Milán, se formen cuatro compañías, de a cincuenta hombres cada una soldados y reformados con sus oficiales, escogiéndose los que fueren más a propósito para este manejo y armándolas con fusiles y bayonetas que se puedan fijar en ellos, de manera que después de haber disparado les sirvan como chuzos o medias picas; y cuando se ofrezca empleen estas compañías en partidas, interpresas y en ocupar pasos y desfiladeros, como lo pidiese la ocasión o la necesidad, y que en los puestos, guardias y puertas de las plazas haya siempre granadas para lo que ocurriere, entregándolas como las demás armas al capitán y sargento que mudaren a los que salen.”
“Y para alentarlos a este servicio, en lugar de ventaja se les podría doblar la ración del pan, por remuneración y alivio de la fatiga que tuvieren en las correrías y otras facciones que se les recrescen, como en salir mezclados en mangas o con caballería o con tropillas pequeñas cuando sea menester; para lo cual son más a propósito los fusileros, sea con el saquillo de las granadas o sin ellas, que los que llevan armas más pesadas y de cuerda, de manera que en estas operaciones se logre la conveniencia de observarse lo mismo que usaren los enemigos y hallen siempre con iguales prevenciones o la oposición o la ofensa.”
“Y respecto de que no sólo conviene que los granaderos estén armados de fusiles, sino que, como se ha estilado en otros tiempos, lo usen también los cabos de escuadra y algunos soldados reformados con llaves de chispa y mecha respecto que en ataques, en partidas y otras faenas con días de mucho agua suelen ser inútiles las mechas, será bien se vuelva a introducir esta disposición en la forma que pareciere más propicia y conveniente al servicio.”
La Real Orden anterior fija la creación, en España, de los granaderos como Instituto, pues, en cuanto a soldados que en su momento lanzaron granadas, los hubo desde que se inventó el ingenio, como lo prueban las numerosas noticias, sobre este asunto, de la época de las guerras de Flandes. Aparecen, también, en la disposición algunas de las características que van a caracterizar a los granaderos: la selección, la distinción, el armamento. Sobre estos puntos se tratará más adelante.
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Muy bueno, creo que es de un gran interés el saber de la participación de gente especializada en el ejército que batalló en Flandes con la concreta misión que tenían los «granaderos».
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