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Posts Tagged ‘S. XIX’

Es difícil encontrar ilustraciones de antiguas naves realizadas por sus contemporáneos. Aunque en este blog ya hemos hecho alusión a algunas, como las de Monleón, esta semana traemos otra importante colección de dibujos llevados a cabo por un oficial portugués, Antonio Pinto Basto, que dio la vuelta al mundo por orden ministerial, por lo que pudo ver cómo eran estas embarcaciones, en especial las asiáticas, que son a las que más tiempo dedicó. En una época convulsa, finales del siglo XIX y principios del XX, dibujó buques europeos y americanos fondeados en puertos extranjeros, costas, faros y litorales, así como escenas típicas en algunos lugares remotos, especialmente del lejano oriente. Todas las que utilizamos para ilustrar la entrada son obra suya.

Port Said 1881

La obra.

La monografía es un diario que narra los viajes realizados desde 1879 hasta 1946, y está publicado en 8 volúmenes profusamente ilustrados con más de 100 acuarelas.

El autor

Antonio Pinto Basto (Lisboa 1862-1946) había sido ayudante de campo de los dos últimos reyes de Portugal (Carlos I y Manuel II). Su nombre completo era António Aloísio Jervis de Atouguia Ferreira Pinto Basto. Su padre se dedicó al comercio marítimo y contaba con sus propios barcos. Su abuelo, Vizconde de Athouguia, fue Ministro de Asuntos Marinos.

Antonio Pinto Basto

Desde pequeño Basto tuvo pasión por el mar. Entró en la Escuela Naval Portuguesa con 18 años y en diciembre de 1881 se graduó con honores, siendo el primero de su clase. Dos años más tarde se convirtió en ayudante del rey Carlos I de Portugal. A principios del siglo XX, el Comandante Pinto Basto fue nombrado Capitán del yate real. Fue también comandante de las cañoneras Mandovi y Zaire y del crucero San Gabriel, con el que hizo su primer viaje alrededor del mundo (1909-1911) como su capitán.

Navío Africa

El crucero San Gabriel fue el primer buque de guerra portugués moderno que pasó por el Estrecho de Magallanes y llegó a los países del continente americano. Después continuó su viaje alrededor del mundo, visitando Asia y África, así como puertos en Japón, China, Macao, Hong Kong, Manila, Timor, las Indias Orientales Holandesas, Singapur, Ceilán, Goa, Mozambique, Sudáfrica, Angola, Santo Tomé y Príncipe, Freetown en Sierra Leona y Guinea portuguesa. Se detuvo en las islas de Cabo Verde antes de regresar finalmente a Lisboa en 1911.

Una parte de la tripulación del barco portugués

Mientras hacía el viaje por el mundo, en Portugal la monarquía fue derrocada (1910) y el capitán Pinto Basto, cuando llegó a Lisboa, tuvo que alzar la bandera republicana en su barco. Pero como era fiel a sus principios realistas y le unía una importante amistad con la familia real, solicitó su retiro de la Armada. Posteriormente fue nombrado gerente de la línea de vapor portuguesa Companhia Nacional de Navegacao, cargo que conservó el resto de su vida activa.

Navío Víctor Manuel utilizado como contenedor en Hong Kong

Su valor para la Historia Naval y Marítima

Este diario tiene una valor patrimonial excepcional para Portugal, porque recoge acontecimientos sociales y políticos vividos por el protagonista, pero consideramos que además se puede sumar otro, de especial relevancia para la Historia y el Patrimonio Marítimo, que en sus ilustraciones recoge los tipos de embarcaciones más importantes del momento y las dibuja, viéndolas desde su propio barco. Las naves asiáticas como los juncos, los dhows, las de pesca javanesas o las japonesas son muy relevantes, como también los son los navíos portugueses, ingleses, alemanes y estadounidenses que pinta.

Para concluir

No es fácil hallar un diario de viaje manuscrito como este. Su autor fue un capitán de la marina portuguesa, amigo de los dos últimos reyes de Portugal, a los que con mucha frecuencia acompañó en sus desplazamientos por mar. Una de sus características más destacables es que está ilustrado con magníficas acuarelas de temática marítima y naval. Son, por ese motivo, un testimonio de la evolución y también de la diversidad mundial de las naves que surcaban los océanos en épocas convulsas como el último cuarto del siglo XIX y la primera mitad del XX. Además, este diario recoge relatos de primera mano de los acontecimientos sociales y políticos que su autor vivió en Portugal en esa época. Su colección de paisajes marinos en acuarela es bien conocida y de interés tanto histórico como artístico.

Ha sido publicado varias veces, una de ellas en los inicios del siglo XX y otra en 1954 con un estudio biográfico de Luiz Teixeira, en Porto, en la Litografia Nacional. Una parte de sus escritos también salieron en Lisboa, a cargo de Edições Culturais da Marinha en el año 1990. El original está depositado en la Biblioteca Nacional de Portugal.

ANEXO: Los 8 viajes

En el diario se recogen ocho viajes, todos llevados a cabo entre fines del siglo XIX y la primera mitad del XX. Muy resumidamente son:

  • El primer viaje (1879-1892) se inicia a bordo del bergantín Real, en 1880, para a trasladar los restos mortales de Vasco da Gama.
  • El segundo (1892-1896) incluye el relato del primer viaje del rey Carlos a las cortes europeas.
  • En el tercero (1896-1902) iba el rey Carlos a Londres para asistir al funeral de la reina Victoria y también se dirigió a Francia (1902).
  • El cuarto viaje (1902-1905) se llevó a cabo por el Mediterráneo, iban como ilustres pasajeros lusos la reina Amelia, el príncipe Luis y el infante Manuel.
Corbeta acorazada inglesa HMS Bacchante. En ella viajaron como guardiamarinas los príncipes Jorge y Alberto
  • Quinto viaje (1905-1910), describe los desplazamientos oficiales reales y el inicio del derrotero del crucero S. Gabriel en diciembre de 1909.
La nave en la que hizo el viaje, el crucero San Gabriel
  • Sexto viaje (1910-1923), recoge la continuación del viaje iniciado, que termina el 20 de abril de 1991. Incluye relatos de la costa de África al servicio de la Empresa Nacional de Navegação, a partir de 1912, y episodios navales de la 1ª Guerra Mundial, como el apresamiento de navíos alemanes por parte del gobierno inglés en 1916.
  • Séptimo (1923-1931), continuación de relatos con familiares y amigos, como la celebración de centenario de la fábrica «Vista Alegre» (fundada por José Ferreira Pinto Basto en 1824) y textos sobre la instabilidad política en Portugal, como la Revuelta de febrero de 1927.
  • Octavo viaje (1931-1946), que incluye relatos de su vida personal y familiar, así como de sus actividades empresariales; incluyendo numerosas referencias a la situación social y política de su país.

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Esta semana vamos a conocer a un importante personaje nórdico nacido en las islas Åland, que vivió entre los siglos XIX y XX. Su amor por el mar y por la navegación le llevaron a convertirse en un importante empresario, a pesar de que sus orígenes fueron muy humildes. Fue escalando poco a poco, desempeñando las tareas menos apetecibles que hay que llevar a cabo en un barco hasta convertirse en propietario de más de cincuenta de ellos, casi todos a vela.

Localización de las islas Åland. Fuente

Su vida

Gustaf Erikson (1872-1947) procedía de un entorno humilde en las islas Åland (hoy en Finlandia). Asistió a la escuela durante pocos años y muy pronto se hizo a la mar. Comenzó como vigilante de cabina, luego se convirtió en cocinero y posteriormente en marinero. Estudió en escuelas de navegación en Maarianhamina, Oulu y Vaasa, hasta llegar a convertirse en segundo oficial a la edad de 20 años y siete años más tarde fue ya capitán de barco.

Inmediatamente después fue nombrado comandante del Southern Belle Bark, y en 1909 de la fragata Albania, que en ese momento era el velero de madera más grande de Finlandia. Erikson acabó comprando esa fragata con la que había llegado hasta América y también hasta el sur de África.

Gustav Erikson. Fuente

Pasó casi tres décadas en el mar, y ya en el año 1913 regresó a las islas Åland, donde se instaló para fundar una compañía.

Sus navieras

Fue propietario de un total de 66 barcos mercantes, de los que 46 iban a vela. Esta cifra, elevada para la época, lo convirtió en el dueño de la compañía de veleros más grande del mundo en su época. Ya en 1936, para proteger financieramente las operaciones de su empresa, por las circunstancias económicas y los naufragios, Erikson creó una compañía naviera separada para cada uno de sus barcos, siendo el único accionista de éstas, que llegaron a ser 25.

Erikson en su despacho

Sus naves surcaron los mares del mundo incluso en las décadas de 1920, 1930 y 1940, cuando los barcos de vapor y de motor ya se habían apoderado de la mayoría de los viajes por mar. Cuando Erikson murió, después de la Segunda Guerra Mundial, los veleros también estaban desapareciendo del tráfico marítimo. 

Los archivos

La naviera generó un fondo comercial que se remonta desde su fundación en 1913 hasta la muerte de Eriksson en 1947. Estos documentos describen actividades de alcance mundial. También muestran claramente que él mismo dirigió las operaciones de todos los barcos.

El Museo Marítimo de Åland ha recibido parte de los archivos de la naviera y gracias a ellos podemos ver sus magníficas ilustraciones, y los interesados podrán descubrir cuántos productos se transportaron, los lugares de destino y las personas que hicieron posible este comercio.

Para acabar

Erikson se hizo conocido por su flota de veleros en un momento en que los barcos de vapor y de motor ya se habían introducido en la mayor parte del tráfico marítimo. Tras su muerte los veleros también fueron desaparecieron paulatinamente.

Se ha llegado a decir que colocó a Finlandia en el mapa del mundo, ya que Erikson se encargó de que la difusión de información sobre la nueva república de Finlandia y su región autónoma de Åland llegaran a todos los sitios donde sus naves desembarcaban. 

Más información

CARTER, Roberto. Windjammers de guerra: Los últimos días de una gran flota de vela. Señales, 2020, 133, p. 30-37.

FLETCHER, Daina. The last windjammers: grain races round Cape Horn. [An international touring show presenting the story of the world’s last fleet of square-rigged trading ships]. Signals, 1998, 45.

KAHRE, Georg & GREENHILL, Basil. The last tall ships: Gustaf Erikson and the Åland sailing fleets, 1872-1947. New York: Conway Maritime Press, 1977.

KOIVISTOINEN, Eino. Gustaf Erikson: purjelaivojen kuningas. W. Söderström, 1981.

WILKINSON, Clive & VÁSQUEZ, M. Report on the Imaging of Sources of Historic Ice, Meteorological and Oceanographic Data in the SouthernOcean–Åland Maritime Museum. Mariehamn, Finland, Recovery of Logbooks and International Marine Data RECLAIM Project – 2017.

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Ha habido muchos inventos para facilitar la navegación. Algunos alcanzaron el éxito, como la brújula o el sextante. Otros no se tuvieron en cuenta. Entre los segundos está un objeto diseñado por un médico inglés en el siglo XIX para pronosticar tormentas, con el objetivo de que los pilotos supieran con cierta antelación que iba a ocurrir este tipo de acontecimiento atmosférico y poder tomar medidas.

El pronosticador de tormentas es un curioso invento que nos traslada a la época victoriana, momento de grandes invenciones y de personas tremendamente interesadas en la naciente investigación científica, que tan buenos resultados daría en el siglo siguiente.

George Merryweather, un médico que ejercía en Whitby (Inglaterra), era conocido por sus inventos, dedicados a mejorar la vida de sus conciudadanos. Aunque legó alguno más, esta vez nos vamos a centrar en uno vinculado con la navegación, ya que su idea era pronosticar las tormentas, de cara a evitar naufragios y pérdida de vidas por esta causa. Para construirlo, su ingenio victoriano tomó prestadas las virtudes de un animal que en ese momento era muy usado en medicina, la sanguijuela.

Las sanguijuelas en la medicina

Desde época muy antigua se sabe que se aplicaban sanguijuelas en numerosas zonas del cuerpo. Éstas chupaban la sangre del paciente, en la creencia de que podrían curar numerosas enfermedades. Pensaban que sacaban del cuerpo los vapores del demonio, aunque en realidad la parte positiva era que podía reducir hematomas, inflamaciones y tumefacciones.

Dibujo de una sanguijuela

Sin embargo, el efecto no siempre era el que se esperaba. Las complicaciones más graves son las anemias severas producidas por hemorragia. La mayor utilización de sanguijuelas fue a mediados del siglo XIX, sobre todo en Francia e Inglaterra, precisamente en la época en la que vivió Merryweather. De hecho, desde 1825 hasta 1840 se importaron más de 50 millones de sanguijuelas anualmente. Con el avance de la medicina científica su uso fue decayendo y a partir de la década de 1960 va resurgiendo nuevamente su uso.

El pronosticador de tormentas

El aparato a primera vista parece un juguete de caballitos, pero no lo es. En el centro había una campana rodeada de 12 botellas y otros tantos martillos. Cada martillo estaba sujeto con alambre a un trozo de hueso de ballena que se colocaba sin apretar en el cuello de una de las botellas. En cada una de ellas se había introducido una sanguijuela en un medio líquido. Su autor partía de que los cambios en la presión atmosférica que ocurren antes de una tormenta, llevarían a las sanguijuelas al cuello de la botella y una vez allí rozarían los trozos de hueso de ballena, lo que haría sonar la campana en la parte superior del dispositivo. Si eran varios los toques se avecinaba una tormenta. 

Fotografía del pronosticador de tormentas (copia)

Para ser justos con el doctor, éste había probado su invento durante casi un año, había anotado cuidadosamente los resultados, publicados en su libro y mandado varias misivas al presidente de la Sociedad Filosófica y Literaria de Whitby, Henry Belcher, anunciando que se iba a producir una tormenta, de cara a demostrar su fiabilidad. 

Esquema del funcionamiento del aparato diseñado por Merryweather

Para acabar

La fe en su invento era tal que Merryweather diseñó el mismo aparato en seis versiones distintas para adaptarlas a las capacidades económicas de distintos ciudadanos, creyendo que se usaría ampliamente en buques a lo largo de todos los mares. Lo llevó a la Gran Exposición de 1851 y allí aventuró su uso mundial. Sin embargo, ni siquiera el gobierno inglés estuvo dispuesto a comprarlo y acabó siendo un invento más. En 1951 se hizo una réplica y se depositó en el Museo de Whitby, en honor de su vecino.

Copia del aparato diseñado para pronosticar tormentas expuesto en el Museo de Whitby (Gran Bretaña)

Más información

ANDERSON, Katharine. Predicting the weather: Victorians and the science of meteorology. University of Chicago Press, 2005.

FROST, Natasha. El ascenso y la caída de las sanguijuelas que podían predecir el clima. Atlas Oscura, 2017.

MERRIAM, George. An essay explanatory of the Tempest Prognosticator in the building of the Great Exhibition for the Works of Industry of All Nations. London: J. Churchill, 1851.

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Esta semana vamos a conocer la historia de dos grandes compañías trasatlánticas, que compitieron durante los siglos XIX y principios del XX por ser las mejores para trasladar pasajeros desde la vieja Europa al nuevo continente. Una de ellas la White Star es la que fletó el Titanic, la otra es la naviera Cunard.

La Banda Azul

Ambas habían ganado en numerosas ocasiones la Banda Azul (Blue Riband) desde fines del siglo XIX hasta los inicios del XX, que era el premio anual otorgado al barco que hiciera el trayecto más rápido cruzando el océano Atlántico. Luchaban por un mercado en auge que suponía una enorme cantidad de ingresos, proporcionando transporte entre los dos continentes.

RMS Campania, que ganó la Banda Azul en 1893. Autor: Dave. Fuente

La naviera Cunard

Cunard había sido fundada en 1839, era el principal proveedor de transporte transatlántico de pasajeros. Sus barcos, como el RMS Lusitania y el RMS Mauretania, podían cruzar el Océano en sólo seis días. Previamente se había ocupado de trasladar emigrantes, pero ésto fue cambiando a medida que la estructura de la sociedad variaba a ambos lados del Atlántico. Especialmente a partir de 1910, la compañía quiso ampliar su público, dirigiéndose a los más ricos de la sociedad, intentando además atraer a nuevos pasajeros de la clase media emergente. En consecuencia, ajustó su publicidad en anuncios, folletos, películas promocionales y diseños de barcos. Los pasajeros de primera clase y la nueva turista (de tercera clase) fueron el foco al que iban dirigidos los medios, pensados para influir en las decisiones de estos pasajeros potenciales y también para asegurarles un viaje seguro y cómodo en un entorno apropiado para sus necesidades, gustos y expectativas.

White Star Line

Fue fundada en 1845 en Liverpool. La White Star Line utilizaba el sufijo «ic» para la denominación de muchos de sus barcos, como se puede apreciar en los nombres de las naves como Britannic, Titanic y el propio Olympic (que daba nombre a esa clase de cruceros). Igualmente, en esa necesidad de distinguirse, pintó la parte de arriba de sus chimeneas de color negro y la de abajo en un color ocre característico, lo que permitía distinguir sus buques de los de la competencia. De hecho, su famoso Titanic está inmortalizado en múltiples carteles con esas características.

Se unen para lograr sobrevivir

A finales de los años 20 del siglo XX ya habían entrado en el mercado otras compañías alemanas, italianas y francesas, construyendo grandes transatlánticos que limitaron mucho las ganancias de estas dos antiguas navieras. Tras decenios de competencia y al límite de desaparecer, terminaron uniéndose en una sola, la Cunard White Star Limited, en 1934, para adaptarse así a las nuevas circunstancias surgidas.

Unos años más tarde, Cunard acabó comprando las acciones de White Star Line y eliminó el nombre de ésta de la empresa, pasando a ser sólo Cunard. Hoy sigue ofreciendo cruceros.

Queen Victoria, de la compañía Cunard, actualmente en uso para la realización de cruceros

Más información

BUTLER, Daniel Allen. The Age of Cunard: A transatlantic history 1839-2003. ProStar Publications, 2004.

CHALKITI, Kalotina & SIGALA, Marianna. Profiling Samuel Cunard: An assessment of his contributions to the contemporary cruise sector. Journal of Hospitality & Tourism Education, 2006, 18, 3, p. 5-14.

CLAMPIN, David. Cunard across the Atlantic, an ‘impeccable British service’. Selling the Britishness of shipping lines, c. 1893 to c. 1969Explorations in Globalization and Glocalization: Marketing History through the Ages, 2017.

HYDE, Francis E. Cunard and the North Atlantic, 1840–1973. Londres: Macmillan, 1975.

KEELING, Drew. Shipping companies and transatlantic migration costs: the case of cunard, 1880-1914. En Economic History Society’s 2008 annual conference at the University of Nottingham, March. 2008.

MCCUTCHEON, Janette. White Star Line: A Photographic History. Amberley Publishing Limited, 2008.

MCCUTCHEON, Janette. Cunard: A Photographic History. Amberley Publishing Limited, 2013.

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La «flota de piedra» surgió en plena guerra de Secesión en Estados Unidos (1861-65). Consistía en una flota de barcos, balleneros en su mayoría y ya bastante envejecidos, cargados con piedras y enviados hacia el sur por la armada unionista para bloquear el puerto de Charleston (Carolina del Sur). Lo hicieron pensando en cerrarles a los confederados la posibilidad de conseguir suministros por vía marítima.

Esta flota, adquirida previamente, se dividió para poder ocupar tanto la zona norte como la del sur. Por ello, una parte fue hundida frente a la actual «Isle of Palms» y la otra cerca de la isla Morris.

Contamos con varios testimonios de lo ocurrido, ya que un periódico, The Harper’s Weekly publicó las notas de uno de los marinos allí presentes. El capitán Davis mandó hundir 24 balleneros en el puerto de Charleston a partir del 19 de diciembre de 1861. Una segunda flota, compuesta por unos 20 barcos fue hundida en 1862, cerca de la isla Sullivan. La operación se llevó a cabo bajo la dirección del oficial Samuel F. DuPont. Uno de los generales confederados, R.E. Lee, calificó la medida como «una expresión abortada de la malicia y la venganza» del Norte.

Una vista de la ciudad de Charleston publicada en The Harper’s Weekly

Hemos extraído la información más sustancial de la descripción del testigo, adaptando parte de los textos para una mejor comprensión. Es un magnífico testimonio de como ocurrió todo:

«A las cuatro y media de la tarde del 19 de diciembre, con la marea casi llena, volvimos a cruzar la barra y pasamos una pinza hasta la barca Theodosia, de New London, que iba a ser la primera víctima, y ​​la remolcamos a través de la barra hasta el lado izquierdo del canal. Cuando la tuvimos en una buena posición, el capitán Stevens, a través de una trompeta parlante, ordenó al capitán que «soltara el cabo» para hundirla. La vieja corteza temblorosa avanzó lentamente hacia el lugar exacto que fijamos, luego golpeó el fondo y su ancla cayó por última vez en el agua. La cadena tintineó alegremente voceando su último recorrido y el viejo casco se instaló en su propia tumba«. 

Dibujo publicado en el Herald que representa el hundimiento de uno de los barcos de la flota de piedra

«En un momento, los botes balleneros bajaron y se colocaron al costado, y los oficiales y la tripulación se fueron alejando. No los esperamos, sino que salimos apresuradamente para remolcar a otro antes de que oscureciera. El primer barco tocó fondo cuando se puso el sol. ¡Pobre de mí! que una embarcación, gastada al servicio de su dueño, se vendiera y llegara a tan innoble fin«.

«El Rebecca Simms fue remolcado y anclado al otro lado del canal y el agua pronto llenó su bodega, y se hundió lenta y dignamente, meciéndose incómoda, sin duda, mientras el agua entraba, pero bajando con cada cuerda y cada palo en su lugar, como un valiente cae en la batalla, con su arnés puesto«.

Grabado que representa el puerto de Charleston en el siglo XIX

«El Capitán Davis pidió que se remolcaran y hundieran todos los barcos que pudieran después de que la luna se elevara lo suficiente como para que pudiéramos ver la luz. A las ocho en punto estábamos de nuevo en el trabajo. Remolcamos y hundimos cuatro más antes de que la marea hiciera imposible que los barcos cargados se colocaran en posición, y luego salimos corriendo nuevamente«.

Al día siguiente escribe de nuevo:

«Con frecuencia he oído acerca de los mástiles que pasan junto a la borda en los barcos en el mar en un vendaval de viento, pero nunca vi que se realizara la acción hasta hoy. Ciertamente vale la pena presenciarlo, donde no tiene el acompañamiento de un vendaval aullante, un mar salvaje de montaña y un barco gimiendo, goteando en cada articulación debajo de usted. En esas circunstancias, los mástiles cortados pueden proporcionar una sensación de alivio, pero nada de gratificación o placer«. 

Fuerte Walker o Welles, en Charleston. Fuente: The Harper’s Weekly

«La mayoría de los barcos hundidos se habían inclinado hacia un lado y los mástiles formaban un ángulo sobre sus costados. Los tirantes y obenques del lado de la intemperie fueron cortados por el hacha afilada del ballenero, y los mástiles altos, balanceándose por un instante, cayeron juntos con un fuerte estrépito, los palos se partieron como tubos quebradizos cerca de la cubierta y golpearon el agua como una avalancha, convirtiéndola en espuma y lanzando el rocío al aire. Durante una o dos horas, este estruendo se escuchó por todos lados, y uno tras otro los barcos se convirtieron en un mero casco sobre las aguas. Todos fueron desmantelados excepto el Robin Hood, que se salvó para otro propósito«.

Canales existentes antes de que se hundiera la flota de piedra a la entrada al puerto de Charleston. Fuente: The Harper’s Weekly

«La escena que se presentó en el puerto cuando se realizó el trabajo fue novedosa: había cascos desarmados, en todas las posiciones posibles, tendidos al otro lado del canal, unos a babor, otros a estribor. Algunos estaban bajo el agua a proa, otros a popa. El mar barrió a varios de ellos; otros se pararon sobre sus quillas y arrojaron agua por los costados, mientras las fuertes marejadas los levantaban y los dejaban caer pesadamente sobre la arena de nuevo«.

Para acabar

Muchos de sus antiguos ocupantes fueron los que allí hundieron sus naves. Lo hicieron voluntariamente, pero con mucha pena, ya que en ellas habían pasado años. No era el fin que hubieran querido para estas embarcaciones, pero allí acabaron, depositadas en las arenas del fondo del puerto, como testigos mudos de la llamada «flota de piedra».

Vista del puerto de Charleston en 1863. Fuente: Library of Congress

Lo que posteriormente ocurrió es que, a pesar del aparente bloqueo, muchos barcos sureños lograron saltárselo y pudieron navegar libremente para vender y comprar productos en países del Caribe, con objeto de abastecer su ciudad de origen. A pesar de este fallido intento, el norte terminó ganando la guerra y los Estados Unidos de América siguieron siendo un solo país.

Más información

Lista de barcos hundidos

MALLOY, Mary. The Old Sailor’s Lament: Recontextualizing Melville’s Reflections on the Sinking of» The Stone Fleet«. The New England Quarterly, 1991, 64, 4, p. 633-642.

SPIREK, James D. The Archaeology of Civil War Naval Operations in Charleston Harbor, 1861-1865. Legacy, 2012, 16, 2, p. 4.

SMITH, Steven D. Christopher Amer RetiresLegacy, 2012.

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Esta semana, con ocasión de la conmemoración del Día de los Difuntos traemos una historia real que tuvo lugar en el siglo XIX y que se vincula con uno de los oficiales más brillantes de la Armada de todos los tiempos, comparable a Jorge Juan y a otros muchos que, además de valientes y leales, fueron sabios.

Representación de Gabriel Ciscar en la Universidad de Zaragoza, en el salón de matemáticos ilustres

Se trata del entierro y traslado de los restos mortales de Gabriel Ciscar y Ciscar, el intelectual reconocido en todas las academias científicas europeas y también respetado oficial de la Armada española. En una entrada anterior ya contamos una parte de su historia, por lo que aquí vamos a ver los sucesivos traslados fallidos que tuvo tras morir el 12 de agosto de 1829 en Gibraltar, exiliado por un torpe rey que no lo quiso, y del que paradójicamente tuvieron que protegerlo las tropas inglesas.

Gabriel Ciscar y Ciuscar

Habían pasado 25 años de su muerte hasta que se fundó el Panteón de Marinos Ilustres, situado en San Carlos, Cádiz (visita virtual a este Panteón). Muchos de los jefes y oficiales tuvieron claro desde el primer momento que los restos de Ciscar debían descansar en él. Sin embargo estaba enterrado en Gibraltar, por lo que el traslado debían autorizarlo las autoridades del Peñón.

Fachada principal del Panteón de Marinos Ilustres

Primer intento

Así, en 1855 se pidió al gobernador inglés de la plaza de Gibraltar la autorización correspondiente para exhumar y trasladar los restos a España, para depositarlos en el Panteón. Sin embargo, una serie de dificultades para asignar el buque que lo llevaría dejaron en suspenso la idea.

Segundo intento

Cuatro años más tarde, se volvió a intentar y esta vez se hicieron averiguaciones sobre el lugar en el que se hallaba la tumba. Una vez localizados los restos se extrajeron y se pusieron en una caja de plomo y luego en otra de caoba. La guerra con el sultanato de Marruecos retrasó el traslado de nuevo, aunque ya estaba localizado su lugar de enterramiento y protegidos los restos mortales.

Vista lateral del Panteón

Por fin se traslada

Ya en 1860 tuvo lugar un tercer intento. El cónsul mandó grabar una lápida ante el temor de que se perdiera el rastro y en abril se encargó a la corbeta Villa de Bilbao y al vapor Piles que recogieran los restos, para llevar a cabo el traslado. Incomprensiblemente surgió el desacuerdo entre el gobernador de la plaza y el obispo, ya que ambos querían encabezar la comitiva. El cónsul medió y tras varios desencuentros se consiguió.

Mausoleo de Gabriel Ciscar

En 1865 sobre el ataúd se colocó una lapida de mármol. Un periódico inglés, que recogió la noticia, publicó una frase que bien puede servir de epitafio a este gran personaje español: «Su vida fue la del justo, su muerte la del sabio»

Más información

CERVERA PERY, José Ramón. El Panteón de marinos ilustres (templo para la devoción y el recuerdo). Revista General de Marina, 2007, 253, 8, p. 329-340.

FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo. Disquisiciones Náuticas. Madrid: Imprenta, Estereotipia y Galvanoplastia de Aribau y Cª, 1876-1881.

FERNÁNDEZ-TURÉGANO, Carlos Pérez. Don Gabriel Ciscar y Ciscar: Biografía institucional de un marino ilustradoRevista de Historia Naval, 2020, 38, 150, p. 91-116.

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