Feeds:
Entradas
Comentarios

Posts Tagged ‘América’

Un pueblo prehispánico, los muiscas, que habitó en el territorio de la actual Colombia entre los años 600 y 1600, nos ha dejado una importante herencia patrimonial que revela sus conocimientos acerca de la navegación lacustre, así como su interés por los cauces de agua y el medio natural que los rodea.

Vivieron en asentamientos dispersos situados en los valles de las altas llanuras andinas. Eran agricultores y pescadores, pero también grandes artesanos, entre los que destacan los orfebres y las tejedoras. Sus productos eran objeto de intercambio con otros pueblos cercanos.

Una muestra de la orfebrería muisca: cuentas en forma de pez para un collar

Adoraban al sol y tenían una reverencia especial por los objetos y lugares sagrados como rocas, cuevas, ríos y lagunas. En estos sitios, considerados portales a otros mundos, dejaban ofrendas votivas (tunjos). Para llegar al centro de los lagos, especialmente cuando eran lo suficientemente grandes, construían pequeñas embarcaciones rituales, algunas de las cuales llegaron a hacer en miniatura para convertirlas en ofrendas. Este importante legado artístico, ligado con su magnífico trabajo de orfebrería, ha permitido que sobrevivieran dos extraordinarias embarcaciones en miniatura fabricadas con una aleación de oro.

Ceremonias de «investidura»

Entre los muiscas se llevaban a cabo multitud de ceremonias en lagunas y otros cauces de agua. De ellas la más conocida, porque contamos con relatos de los primeros cronistas españoles que llegaron allí, es la de la laguna de Guatavita. Esta tenía lugar para confirmar el nombramiento de un nuevo cacique, que primero era cubierto de polvo de oro y luego se subía a una embarcación, junto a otros notables, y eran llevados al centro de la laguna. Allí saltaba a las aguas, en un acto de limpieza y renovación ritual. Durante la ceremonia, sus súbditos también lanzaban al lago objetos de oro y esmeraldas.

Laguna de Guatavita (Colombia)

Esta historia supuso para los españoles recién llegados una confirmación de algo que habían oído, la existencia de una ciudad de oro, el Dorado. Así, con el paso del tiempo, se ha asimilado la ceremonia muisca con esta leyenda. Sin embargo, para este pueblo prehispánico, el oro no se usaba como moneda, sino como un medio artístico con el que crear exquisitas joyas, así como pectorales, tocados, aretes y narigueras. 

La balsa de Guatavita

En el siglo XX se encontró una pequeña joya de orfebrería muisca, con forma de balsa, en la que iban varios tripulantes. Se trata de una ofrenda votiva, posiblemente vinculada con la investidura de un nuevo cacique. Presenta una escena tridimensional bastante compleja, que está llena de detalles. Mide tan solo 19,5 cm de largo por 10,1 de ancho y 10,2 de alto. Pesa menos de 260 gramos.

Sobre el centro de la balsa se encuentra un personaje de gran importancia y tamaño destacado: el cacique, que lleva muchos adornos, como diadema y nariguera, y está rodeado por otros diez de menor tamaño. Algunos portan poporos (instrumento ritual), los del frente llevan dos máscaras de jaguar y en sus manos tienen unas maracas de chamán. Es posible que los más pequeños, que están al borde de la balsa, sean los remeros.

El ritual en la laguna de Guatavita sobre la ceremonia de investidura del sucesor del cacicazgo, conocida como ceremonia de El Dorado, aparece contado en las crónicas españolas. La descripción más conocida es la de Juan Rodríguez Freyle, que añadimos detrás de la bibliografía, a modo de anexo.

Cómo se hizo

La balsa se fundió en una sola pieza utilizando la técnica de la cera perdida en un molde de arcilla. Primero se hizo el molde en cera, luego se llenó de metal y, una vez solidificado, fue vaciado en una sola operación, sin partes o soldaduras. El metal es una aleación de oro, plata nativa y cobre. Es difícil determinar la época de su fabricación, que puede estar entre los siglos XIII y XVI.

Dónde se encontró

Se encontró, junto con otros objetos, en la cueva de una montaña en Pasca, al sur del territorio muisca. Estaba dentro de un recipiente de cerámica con forma de un hombre sentado, con los codos apoyados en las rodillas y la mano en la barbilla.

Recipiente de cerámica que contenía la balsa de Guatavita, junto a otras ofrendas

Como parte de la misma ofrenda se hallaron, además de la balsa, varias piezas: un recipiente y un poporo, un fragmento del cráneo de un felino y otro objeto de orfebrería. Este tenía una figura semejante al cacique de la balsa, junto a dos personajes de menor tamaño, que llevan los gorros con aletas rectangulares que entre los muiscas se usaban como marcadores de prestigio.

Este objeto formaba parte de la ofrenda en la que iba la balsa de Guatavita

Actualmente se conserva en el Museo del Oro del Banco de la República, en Bogotá (Colombia).

La balsa de Siecha

Previa a ella se había hallado, en el siglo XIX, otra balsa similar en la laguna de Siecha, también en Colombia. Esta era circular, medía 17 cm de diámetro y 7 de altura, y tenía un peso de 270 gramos. El cacique iba acompañado de 9 personajes y los adornos eran diferentes.

Desgraciadamente esta balsa circular se quemó en un incendio, con lo que actualmente sólo contamos con la de Guatavita.

Para acabar

Esta pequeña balsa de oro con once tripulantes, una joya de la cultura muisca, se ha convertido hoy en un símbolo de Colombia. Forma parte, además, del Patrimonio Marítimo de toda la humanidad.

Más información

Balsa muisca. Banrepcultural. 2023.

ESPINOZA, M. y GÓMEZ, L.E. Guatavita, un encantamiento de agua, oro, tierra y vientos. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 2000.

FREEMAN, Agustín. La balsa de oro. Buenos Aires: Ed. Molino, 1946.

GIRALDO DE PUECH, Mª de la Luz & CALVI, Gian. Así éramos los Muiscas. Bogotá: Banco de la República, Fundación de Investigaciones Arqueológicas, 1986. [Cuento infantil].

LANGEBAEK, Carl Henrik. Los muiscas. Bogotá: Ed. Debate, 2019.

LLERAS PÉREZ, Roberto. La trágica historia de la otra balsa muisca: objetos en el pasado, símbolos en el presente. Boletín de Historia y Antigüedades, 2009, 96, 845, p. 353-368.

MONTOYA MARÍN, Jhon Adrián, et al. El camino del Guatavita: El dibujo contemporáneo como herramienta para rescatar y enaltecer el patrimonio cultural del pueblo muisca. Trabajo Fin de Grado presentado en la Universidad de Granada, 2021.

QUINTERO GUZMÁN, Juan Pablo. El ritual en la laguna de Guatavita, Cundinamarca, Colombia. Aproximación arqueológica a una sitio de ofrenda muiscaLos centros políticos ceremoniales o las ciudades. Conceptualizando las dinámicas del poder, la jerarquía y el manejo del espacio en la América Prehispánica. Congreso Internacional de Americanistas, 2012. Lima: Amaruquipus editores, 2012, p. 109-130.

SCHRIMP, R., et al. Balsa muisca  (años 700 – 1600 d. C.) del Museo del Oro. Bogotá: Banco de la República, 1990.

SERNA, Mercedes. Los mitos de los tayronas, los chibchas o muiscas y sus analogías con los europeos o asiáticos. Mito, palabra e historia en la tradición literaria latinoamericana, 2013, p. 57-69.

Anexo: Descripción adaptada de la crónica que narra el ceremonial de la laguna de Guatavita.

“Era costumbre entre estos naturales, que el que había de ser sucesor y heredero del señorío o cacicazgo de su tío, a quien heredaba, había de ayunar…, metido en una cueva…, y que en todo este tiempo no había de tener parte con mujeres, ni comer carne, sal, ni ají, y otras cosas que les vedaban…

Y cumplido este ayuno tomaban posesión del cacicazgo o señorío, y la primera jornada que habían de hacer era ir a la gran laguna de Guatavita. La ceremonia se hacía una gran balsa de juncos, adornada; con cuatro braseros encendidos para quemar mucho moque y trementina con otros muchos y diversos perfumes. Estaba a este tiempo toda la laguna en redondo, con ser muy grande y hondable, de tal manera que puede navegar en ella un navío de alto bordo; la cual es toda coronada de infinidad de indios e indias, con mucha plumería, chagualas y coronas de oro, con infinitos fuegos a la redonda, y luego que en la balsa comenzaba el sahumerio, lo encendían en tierra, de tal manera, que el humo impedía la luz del día.

A este tiempo desnudaban al heredero y lo untaban con una tierra pegajosa y le espolvoreaban con oro en polvo y molido, de tal manera que iba cubierto todo de este metal. Metíanle en la balsa, en la cual iba parado, y a los pies le ponían un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios. Entraban con él en la balsa cuatro caciques, los más principales, sus sujetos muy aderezados de plumería, coronas de oro, brazales y chagualas y orejeras de oro, también desnudos y cada cual llevaba su ofrecimiento. En partiendo la balsa de tierra comenzaban los instrumentos, cornetas, fotutos y otros instrumentos, y con esto una gran vocería que atronaba montes y valles, y duraba hasta que la balsa llegaba al medio de la laguna, de donde, con una bandera, se hacía señal para el silencio.

Hacía el indio dorado su ofrecimiento, echando todo el oro que llevaba a los pies en el medio de la laguna, y los demás caciques que iban con él y le acompañaban, hacían lo propio; lo cual acabado, abatían la bandera, que en todo el tiempo que gastaban en el ofrecimiento la tenían levantada, y partiendo la balsa a tierra comenzaba la grita, gaitas y fotutos con muy largos corros de bailes y danzas a su modo; con esta ceremonia recibían al nuevo electo por señor y príncipe” (Adaptado de Rodríguez Freyle, El Carnero, escrito en el año 1636. La edición utilizada es la que lleva notas explicativas del Dr. Miguel Aguilera. Medellín: Bedout, 1973, p. 65-66). [Existe una edición digitalizada publicada en Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1979. La crónica de esta leyenda aparece en p. 18 y 19].

Read Full Post »

Cuando los europeos llegaron a América se generaron mucho mitos, y algunos hacían referencia a lugares geográficos recién descubiertos. Con el paso de los decenios muchos quedaron olvidados, pero otros pervivieron, tanto en la mente de los pobladores como en la cartografía. Uno de ellos, reflejado en las cartas náuticas, es la idea de que California era una isla, que se remonta a los primeros tiempos, cuando los navegantes del viejo continente llegaron a la costa oeste de América del Norte. Otro era que en la parte septentrional de esta «isla» había un paso que comunicaba dos océanos: el Pacífico y el Atlántico. Estas ideas erróneas persistieron durante muchos años y sólo fueron desmentidas décadas más tarde.

Localización de California en el mapa actual. Fuente Google Maps

Su descubrimiento

Situada en el inmenso océano Pacífico, cuando los españoles llegaron allí en 1533 supusieron que era una isla enorme. No es nada raro, ya que tiene alrededor de medio millón de km2, un inmenso territorio difícil de valorar inicialmente. Pensaron, recordando Las Sergas de Esplandián, que estaban en los dominios de la reina Calafia, en el que vivían mujeres de extraordinaria fuerza, gran belleza, coraje y espíritu apasionado. También lo llamaron «isla de mujeres» o «ziguatan», término del que luego saldría el nombre de una localidad costera de la zona, Ziguatanejo. En esa época la distinción entre realidad y ficción, especialmente en un mundo recién descubierto, lleno de novedades, impresionantes paisajes y seres fabulosos, era mínima.

Parte del texto donde se nombra a la reina Calafia en la obra de Rodríguez de Montalvo, de la edición de 1588, p. 276

Aunque el mito de las amazonas tiene raíces griegas, es posible que las lecturas clásicas del autor de las Sergas, Rodríguez de Montalvo, se mezclaran con las primeras noticias de los viajes de Colón, dando origen a su novela.

Detalle del mapa de Meurs en el que se dibuja California como una isla. Fuente

Una vez que se pudo probar que era una península, durante varios decenios se siguió incluyendo en la cartografía como una isla, lo que prueba que los nuevos descubrimientos geográficos no siempre eran conocidos, ni se difundían rápidamente.

California, cartografiada como una isla, en el mapa de Visscher (1658). Fuente

Vínculo con el estrecho de Anian

Igualmente, existía la creencia de que en el norte de la supuesta isla de California había un paso, el estrecho de Anian, que daba entrada al Atlántico. Muchos navegantes, desde el siglo XVI, bordearon la costa pacífica californiana en busca de esta comunicación entre los dos mayores océanos del mundo.

Representación cartográfica de esa antigua creencia de que California era una isla y que el estrecho (Eretum) de Anian estaba situado en su parte septentrional. Fuente

La realidad, tal y como la entendemos hoy, es que hay un paso, pero mucho más arriba, a 48º al norte, de lo que algunos afirmaban. Tampoco comunica el Pacífico con el Atlántico, sino con el Océano Ártico, y se denomina estrecho de Bering.

Localización del estrecho de Bering. Fuente: Google Maps

Para acabar

La persistencia de estos mitos en la cultura popular, así como su representación en mapas y cartas náuticas, evidencia cómo las ideas erróneas perduran en el tiempo.

En el caso de California, es más que probable que la introducción del personaje de Calafia fuera un elemento circunstancial. La literatura caballeresca, llena de acción y personajes ficticios, acabó impregnando la mente de muchos de los navegantes que la habían leído u oído acerca de sus protagonistas. Eran descripciones de lugares exóticos que podían asemejarse a los nuevos espacios hallados. Estos nombres, primeros ficticios, posteriormente fueron asignados a lugares geográficos reales, quedando para siempre fijados a sitios concretos. Así, los conquistadores inspirados en este texto caballeresco, denominaron a dos impresionantes lugares del Nuevo Mundo: el río Amazonas y California.

Portada del libro de Brown (1954) sobre los nombres del territorio californiano. Fuente

Más información

BLASCO IBÁÑEZ, Vicente. La reina Calafia. Prometeo, 1923. [Novela]

CUTTER, Donald C. Sources of the Name «California». Arizona and the West. Journal of the Southwest, 1961, 3, 3, p. 233-244.

GIRÁLDEZ, Susan C. Las sergas de Esplandián, Granada, Constantinopla y América: la novela caballeresca como portavoz de la modernidad. Semiótica y modernidad. Actas del V Congreso internacional de la Asociación Española de Semiótica. La Coruña, 1994, p. 183-196.

LUIS JIMÉNEZ, Isidro, et al. Las amazonas, California, Rodríguez de Montalvo y las crónicas americanasPhilobiblion: Revista de Literaturas Hispánicas, 2015, 1.

MILLÁN GONZÁLEZ, Silvia Caterina. Geografías del mito de las Amazonas en las Sergas de Esplandián: tras los pasos de CalafiaHistorias Fingidas, 2017, 5, p. 73-107.

POLK, Dora B. The Island of California. A History of a Myth. Spokane: The Arthur H. Clark Company, 1991.

PISU, Alessio. La isla de California y la reina Calafia: dos espejismos amadisianos en el Nuevo Mundo. Anales de Literatura Hispanoamericana, 2022, 51, p. 135-147.

RODRÍGUEZ DE MONTALVO, Garci. Las sergas de Esplandián. El ramo que de los quatro libros de Amadis de Gaula sale llamado las Sergas del muy esforçado cauallero Esplandian, hijo del excelente rey Amadis de Gaula. Alcalá de Henares: Vda. y herederos de Juan Gracián, 1588. [La 1ª edición es de 1510, publicado en Sevilla por Jacobo de Cromberger, aunque hay autores que lo sitúan unos años antes].

SCRUGGS, Charles. Queen Calafia’s Paradise: California and the Italian American Novel. Western American Literature, 2010, 45, 2, p. 217-218.

VENEGAS, Miguel. Noticia de la California y de su conquista temporal, y espiritual hasta el tiempo presente (etc.). Madrid: Imp. Vda. Manuel Fernández, 1757.

WAGNER, Claudio. Los mitos en tiempos de la conquista españolaEstudios Filológicos, 2022, 70, p. 213-226.

Read Full Post »

Hay un tipo de pez que se representa en muchas ocasiones, se esculpe, se dibuja o se graba, y su presencia lleva asociada un profundo significado místico. Pertenece a una de las culturas más antiguas de América del Sur. Vamos a conocerlo.

El pez gato

Llamado pez gato, bagre o life, tiene una cabeza semicircular rematada en varios apéndices y un cuerpo sinuoso, algunas veces manchado, que termina en una cola trapezoidal. Se desarrolló en el continente americano, tanto en costas como en ríos y lagos. Incluso ha habido veces que se ha confundido con una serpiente, precisamente por su morfología (la forma de la cabeza y sus apéndices, las manchas en el cuerpo y su desplazamiento ondulante, lo asemejan a la “boa de costa”).

Dibujo de un pez life. Fuente

El movimiento ondulatorio del life a la hora de desplazarse, generando una figura en “S”, es un símbolo relacionado con el agua, muy frecuente en la iconografía usada por el pueblo moche.

El animal vive en aguas estancadas y pequeñas oquedades, y tiene afinidad por la oscuridad y el mundo nocturno. Se desplaza en dirección al nacimiento de las aguas que, en la costa norte del Perú, se encuentran hacia el este (Cordillera de los Andes). El life abunda en el solsticio de verano, coincidiendo con la época de las lluvias y de las avenidas del agua pluvial, aunque se le puede observar en otros momentos del año. Evita la luz solar, para lo cual se oculta en las oquedades de las acequias y de las aguas estancadas durante el día. Por el contrario, durante la noche tiene gran movilidad, se desplaza en forma vigorosa a contra corriente y también es el momento en el que se alimenta.

Fotografía de pez life en la que se pueden apreciar los bigotes característicos

Su representación en la cultura material mochica

Es un elemento frecuente en la iconografía mochica (siglos II – IX d.C.) en la costa norte del Perú. Por ejemplo, en los muros de las huacas (lugares sagrados indígenas) del Complejo Arqueológico El Brujo (valle de Chicama) aparece con mucha frecuencia. Unas veces se puede apreciar como tal y en otras ocasiones aparece estilizado. También se puede ver en la Huaca de la Luna, así como en estructuras funerarias, entre ellas en la tumba del Cerro La Mina.

Representación esquemática de peces life de la Huaca del Brujo. Fuente

El life está representado también en numerosos recipientes de cerámica mochica, en ornamentos metálicos como narigueras, textiles, así como en objetos de madera y concha de uso ceremonial, que proceden de contextos funerarios de la elite. Para ellos este tipo de pez tenía unos valores simbólicos elevados.

Para acabar

La manera de desplazarse del pez life se asimila con el movimiento de ir y venir de las aguas, símbolo de fertilidad y renacimiento. Además, como durante el día apenas se mueve y hace su vida por la noche, lo vinculan con el mundo de ultratumba. Ambas son poderosas representaciones básicas en las creencias moches. Así, vida, muerte y renacimiento se asocian con esta figura de naturaleza marina.

Dibujo del brazo de la dama de Cao, en el que se pueden ver peces life esquemáticos. Fuente

Más información

FRANCO JORDÁN, Régulo. Aproximaciones al significado de las representaciones murales mochica de la fachada principal y el patio superior de la huaca Cao Viejo, complejo El Brujo, costa norte del PerúQuingnam, 2016, 2, p. 7-52.

FRANCO JORDÁN, Régulo; GÁLVEZ MORA, César y VÁSQUEZ SÁNCHEZ, Segundo. Graffiti mochicas en la huaca Cao Viejo, complejo El BrujoBulletin de l’Institut français d’études andines, 2001, 30, 2, p. 359-395.

GÁLVEZ MORA, César A. y RUNCIO, María Andrea. El Life (Trichomycterus sp.) y su importancia en la iconografía mochicaArchaeobios, 2009, 3, p. 55-87.

RAMOS MUÑOZ, Sarai. Las huacas moches y sus relieves pintados. Tejiendo imágenes. Homenaje a Victòria Solanilla Demestre. Lincoln (Nebraska): Zea Books, 2023.

VEGA, Ronny y BALTODANO, Víctor. Procesos gnoseológicos que conforman los conocimientos de las diversas expresiones de los pueblos ancestrales Moche y Chimú. Revista Ciencia y Tecnología, 2017, 13, 1, p. 57-69.

WIERSEMA, Juliet. Moche Architectural Vessels: Small Structures, Big Implications. Andean Past, 2012, 10, 1, p. 7.


Read Full Post »

Fue un importante y antiguo lago situado en la costa este del Pacífico, entre los Estados Unidos y México. Hoy es un desierto, pero todavía son visibles los restos geológicos y arqueológicos de lo que antaño fue. 

Localización del antiguo lago Cahuilla. Fuente: Gobalet, 2000

La formación del lago

Se formó cuando la cuenca salida del río Colorado varió de dirección y, en lugar de dirigirse hacia el antiguo mar de Cortés (hoy golfo de California), cambió su rumbo a la izquierda, hacia una cuenca que tenía una gran profundidad, de casi 80 metros. En su máxima extensión llegó a tener 180 km de largo y 50 km de ancho. Su cuenca contaba con una superficie de unos 5.500 km2 y un perímetro de más de 400 km de costa. Según las pruebas de radiocarbono realizadas en huesos de pescado allí hallados, el lago Cahuilla existía desde antes del año 1200.

Recibe su nombre del pueblo aborigen que allí vivía. En él pescaban y recogían plantas acuáticas como el carrizo, los juncos o la espadaña (imagen inferior).

En sus inicios se formó un lago interno con agua salobre, mezcla de la del río con la del mar, pero con el tiempo casi todo era de agua dulce. El caudal fluvial en ciertas épocas descargaba al lago y en otras al golfo de California, por lo que el nivel lacustre subía o bajaba indistintamente. El flujo de agua variaba mucho, según la cantidad y duración de las avenidas. Con el paso del tiempo, el fondo del lago se fue elevando por la acumulación de sedimentos, hasta que el agua terminó saliendo hacia el golfo. Estas condiciones continuaron durante siglos, lo que es fácil de apreciar al ver todavía conchas de moluscos de agua dulce, tanto en el suelo como en las incrustaciones en los sedimentos arcillosos.

Casi todos los restos biológicos encontrados son del pez charalito elegante (Gila elegans), en la imagen inferior de la izquierda, y el matalote jorobado (Xyrauchen texanus), a la derecha. Otros que también vivían en el lago eran la lisa, Mugil cephalus y Elops affinis.

Gruposhumanos que habitaban en sus orillas

En sus costas se encontraban grupos que vivían de la pesca y captura de moluscos, pero cuando el lago se secó ya no pudieron sobrevivir y solo quedaron sus vestigios. Aparte de la tribu que le dio nombre, también estaba poblada por los kumiai y los cucapás.

Retrato de un cucapá. Fuente

Estos pueblos construían unas trampas para peces de roca que estaban formadas por paredes semi-circulares hechas con piedras, con forma de «v» o de «u». Estos artefactos, en algunos casos, ocupaban superficies de varios centenares de metros cuadrados. Se han hallado restos materiales de esta técnica en las orillas de la costa antigua, pero todavía no están muy claros ni su uso, ni su estructura completa (en la imagen inferior izquierda se puede ver a un investigador descubriendo una de ellas). Los pescadores las situaban en las zonas del lago que se mantenían con agua, por lo que poco a poco, y al ritmo en el que este se secaba, fueron desapareciendo.

Los cucapás usaron este tipo de trampas en otros lugares ribereños, haciendo uso de tallos de plantas como el carrizo (similar a las de la imagen superior de la derecha). Con la marea alta, al subir las aguas y con ellas los peces, éstos entraban por las puertas y podían ser atrapados, cerrándolas con redes o cercos del mismo material.

Se desecó

Sin embargo, en una época indeterminada el río dejó de aportar agua y poco a poco el lago se fue secando. No tenemos, por ahora, fechas de cuándo pasó a ser sólo una cuenca seca.

En 1905, por un error humano en la construcción de unos diques, una crecida del río Colorado desvió su curso hacia el valle antes ocupado por el Cahuilla, formando el lago Salton (Salton Sea) que cubre aproximadamente la sexta parte de la cuenca original. Durante las décadas siguientes el lago aumentó de tamaño por los aportes de agua procedentes de las nuevas tierras cultivadas. En la actualidad tiene aproximadamente unos 50 km de longitud y 13 metros de profundidad máxima.

Pesca tradicional por parte del pueblo cucapá. Fuente

Para acabar

La superficie del lago Salton está a 70 metros por debajo del nivel del mar, porque ocupa un valle previo dejado por el lago anterior, que, además, está situado en plena falla de San Andrés.

A pesar de su desaparición, la memoria del Cahuilla ha quedado grabada en los depósitos de sal, en los restos arqueológicos y en los relatos de los nativos. Un importante patrimonio marítimo lacustre que debemos conocer y apreciar.

Más información

COCKERELL, T. D. A. The Age of Lake Cahuilla. Science, 1946, 103, 2669, p. 235.

GOBALET, Kenneth W. & WAKE, Thomas A. Archaeological and paleontological fish remains from the Salton Basin, Southern California. The Southwestern Naturalist, 2000, p. 514-520.

PHUKAN, Anjali, et al. Shorelines in the Desert: Mapping Fish Trap Features along the Southwest Coast of Ancient Lake Cahuilla, California. Advances in Archaeological Practice, 2019, 7, 4, p. 325-336.

ROCKWELL, Thomas K., et al. The late Holocene history of Lake Cahuilla: Two thousand years of repeated fillings within the Salton Trough, Imperial Valley, CaliforniaQuaternary Science Reviews, 2022, 282, p. 107456.

SCHNEIDER, Joan S., et al. On the Shores of Silver Lake, Mojave Desert, California: Late Holocene Shoreline Features and Functional Hypotheses. California Archaeology, 2017, 9, 2, p. 259-291.

WATERS, Michael Richard. Lake Cahuilla: late quaternary lacustrine history of the Salton Trough, California. Trabajo Fin de Máster. Universidad de California, 1980.

WHITE, Eric S. & ROTH, Barbara J. Fish traps on ancient shores: Exploring the function of Lake Cahuilla fish traps. Journal of California and Great Basin Anthropology, 2009, p. 183-194.

Read Full Post »

A pesar de lo poco conocida que es para la sociedad en general la vida de los pueblos costeros, así como sus costumbres, mitos y leyendas, algunas son tan importantes que traspasan esos límites. Así, la crónica de esos cuentos, diseminada y apenas difundida, suele ser muy apreciada por sus visitantes y turistas. Es el caso del Caleuche, el buque fantasma de la mitología chilota.

El barco fantasma. Fuente

Localización

Chiloe es un archipiélago situado en el océano Pacífico, al sur de Chile. Habitado desde el VII milenio según algunos investigadores, sus primeros pobladores vivían de la explotación de los recursos marinos y construían pequeñas embarcaciones. De hecho, se les llama pueblos canoeros y también habitantes «de los conchales». Allí vivieron chonos, mapuches y cuncos, entre otros.

Localización de la isla Grande de Chiloé. Fuente

El barco fantasma

El Caleuche es un barco fantasma que puebla las mentes de los habitantes de Chiloé. Muchos creen que existe, algunos lo asumen como parte de su cultura y de su identidad chilota, mientras que otros no se pronuncian. Tiene multitud de interpretaciones y variaciones, por lo que aquí recogemos sólo algunas de ellas. Puede aparecer y desaparecer a voluntad, igual que sus marineros, que se pueden transformar en seres marinos. Se piensa que el lugar de fondeo de la nave es la ciudad de los Césares, situada en algún punto de Los Andes. Esta urbe mítica fue buscada intensamente por los colonizadores españoles, ya que se decía que estaba repleta de oro y de plata. Si existió, su localización sigue siendo un misterio.

Cartel de la película del año 2000 sobre el barco fantasma. Fuente

El Caleuche, según las historias, podía recoger a los muertos y ofrecerles una nueva vida a bordo; también atraía, con su música, a marineros, que luego eran convertidos en esclavos; fue también morada náutica de los brujos; y en otras leyendas era un ser consciente que había tomado la forma de una nave o incluso se decía que proporcionaba riqueza a cambio de guardar silencio sobre su existencia.

Dibujo del buque fantasma. Fuente

El caballo marino

Asociado a la leyenda del barco fantasma está la del caballo marino, que recuerda a las de otros lugares como los kelpies y los hipocampos. Tiene un largo hocico, y cuatro patas en forma de aletas y una cola propulsora, similar a la de un pez. Se alimenta de algas marinas y sirve de transporte a los brujos, que sólo tienen que silbarles para que aparezcan. Son invisibles, por lo que sólo pueden ser vistos por sus jinetes magos. Algunos son más grandes y pueden trasladar a uno o varios brujos a través del agua. El Caleuche se utilizaba para que los magos pudieran seleccionar en el mar los equinos acuáticos que más les gustaran. Una vez elegidos se les ponía la marca de cada dueño, para que se pudieran distinguir.

Monstruo marino representado en un portulano. Fuente

Para acabar

Hay leyendas que, pese a que sabemos que no son reales, nos atraen. Se incrustan tanto en nuestro imaginario, que queremos que sean ciertas, y entre estas aparecen las que están vinculadas con el mar. Cuando ha pasado mucho tiempo desde su creación hasta nuestros días, se convierten en parte de la identidad de los pueblos, que, con algunas variaciones, las repiten de generación en generación. Forman parte de sus «vivencias» o de sus experiencias vitales, ya sea como imaginario, como relato con una enorme carga emocional, o como algo real en lo que algunos creen. Es el caso del Caleuche.

Monstruos marinos representados en un portulano. Fuente

Más información

ÁLVAREZ, Jorge. Las leyendas del Caleuche, el barco fantasma de la mitología de Chiloé. La Brújula Verde, 2016.

CÁRDENAS TABIES, Antonio. Abordaje al Caleuche. Santiago: Editorial Nascimento, 1980.

LE BARZ FOLCH, Sergio. Recopilación y estudio de mitos y supersticiones en el ámbito marítimo. TFG Universidad Politécnica de Cataluña, 2012.

MIRANDA, Kyrie. Cultural salvage at sea: el Caleuche and myths. Underwater Worlds: Submerged Visions in Science and Culture, 2019, p. 130-144.

NUÑEZ, David. El sustrato indígena de los seres mitológicos de ChiloéProyecto Bajo La Lupa, Subdirección de Investigación, Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, 2022.

PANDOLFI, Luca. Caleuche: mitología de una incomprensión: gente transformada, gente que se transforma: representaciones identitarias de los Williche de Chiloé. Quito: Editorial Abya-Yala, 2016.

PÁVEZ, María de los Ángeles. Artemio y el Caleuche. Santiago de Chile: Editorial Amanuta, 2016.

PÉREZ, Floridor. Mitos y leyendas de Chile. Santiago: Zig-Zag, 2007.

PETIT, Magdalena. Caleuche. Santiago: Cultura, 1946. [Novela basada en el mito].

TORRES RODRÍGUEZ, Raúl, et al. El «Trauco» y el «Caleuche» existen. Leyendas del mar. 1963.

TRIVERO, A. Los primeros pobladores de ChiloéGénesis del horizonte mapuche. Ñuke Mapuförlaget, 2005.

Read Full Post »

En esta ocasión vamos a conocer cómo naufragó una goleta que transportaba árboles de Navidad por los grandes lagos norteamericanos.


El puerto de Chicago (Illinois) fue uno de los más importantes de los Estados Unidos durante el siglo XIX. A través de los Grandes Lagos se transportaban casi todos los productos que llegaban a la ciudad. Al final de cada año varios veleros terminaban su temporada cargando árboles de hoja perenne del norte de Wisconsin o de Michigan, y llevándolos a Chicago para las celebraciones navideñas.

La goleta

La nave había sido construida en 1868, se llamó Rouse Simmons y contaba con tres mástiles. Su nombre era el del su principal patrocinador financiero, miembro de una rica familia de la industria manufacturera.

La Rouse Simmons. Fuente

Tenía unos 38 m de eslora y se había construido expresamente para el transporte de madera en el lago Michigan. Era uno de los últimos barcos que aún quedaban a flote de la época dorada de la vela. En esos momentos las majestuosas goletas, con sus velas en alto, estaban siendo sustituidas por los barcos de vapor.

El capitán Schuenemann

A finales del siglo XIX los hermanos August y Herman Schuenemann, capitanes en los Grandes Lagos, invirtieron parte de sus ahorros en comprar la propiedad parcial de la Rouse Simmons. Entonces ya era una vieja goleta con muchos años de servicio. Su carga principal en época navideña era precisamente el transporte de árboles para estas fiestas. Eran tan populares que se decía que la Navidad no comenzaba hasta que los Schuenemann llegaban al muelle de Chicago.

El capitán Herman Schuenemann con dos miembros de su tripulación. Fuente

Durante años habían fondeado su barco en el muelle del centro, situando un gran árbol decorado en el mástil y colgando luces por todo el aparejo, lo que convertía a la embarcación en un gran adorno navideño.

Cuando August murió, su hermano siguió con su faena habitual de transportar árboles de hoja perenne. Al llegar las fechas navideñas, muchos de ellos los regalaba a las iglesias y a quiénes no podían permitirse pagar su compra. Esta actitud hizo que sus conciudadanos le llamaran Capitán Santa

El último viaje

Un mes antes de la Navidad del año 1912, la goleta navegaba con su carga habitual. Esta es una temporada muy peligrosa para navegar por los Grandes Lagos, pero era necesario hacer llegar hasta Chicago los árboles. Iban a bordo el capitán, 16 tripulantes y varios leñadores que habían sido invitados a viajar con ellos para pasar las vacaciones con amigos y familiares.

Cuando estaba navegando se encontró en medio de una gran tormenta, puede que la peor en muchos años, y su viejo casco no lo soportó. Además, posiblemente iba sobrecargado, con mucho más peso del que realmente podía soportar. Las grandes olas levantadas por la tormenta y la intensidad del viento terminaron hundiéndolo. Todos sus ocupantes fallecieron.

Restos del Rouse Simmons. Fuente

Tiempo después se fueron encontrando restos, como la billetera del capitán (1923) y muchos de los árboles que iban en él. Casi 60 años después un buzo halló los restos de la nave hundidos a unos 50 m. Algunos de los troncos todavía estaban apilados en la bodega.

Dibujo del año 2006 que representa cómo estaban los restos del Rouse Simmons. Fuente

Para acabar

Esta goleta era algo especial para los ciudadanos de Chicago porque llevaba la alegría a la ciudad. Su capitán era muy amable y generoso. Este sentimiento compartido ha hecho que la historia pase de generación en generación.

La nostalgia que rodea la época dorada de la vela es otro de los principales motivos que perpetúan la historia del barco hundido con los árboles de Navidad.

Más información

JACKSON, Misty M. & VRANA, Kenneth J. “Sad and Dismal is the Story”: Memory, Preservation, and the Folk Music Tradition of Great Lakes Shipwrecks. Journal of Maritime Archaeology, 2020, 15, 3, p. 261-281.

LANGE, Shannon. Chicago shipwrecks: disasters and their impact on maritime law. Tesis Doctoral. Southern New Hampshire University, 2017.

MEVERDEN, Keith N. & THOMSEN, Tamara L. Myths and mysteries: underwater archaeological investigation of the lumber schooner Rouse Simmons, Christmas Tree Ship. NOAA, 2008.

NEUSCHEL, Fred. Lives & Legends of the Christmas Tree Ships. University of Michigan Press, 2007.

PETERSON, Larry. The Legend of the Christmas Ship. The Wisconsin Magazine of History, 2012, 96, 2, p. 28-39.

Rouse Simmons (1868). Wisconsin Shipwrecks. [s. f.].

THOMSEN, Tamara L. Solving Mysteries of the «Rouse Simmons» Shipwreck: An Archaeological Survey. The Wisconsin Magazine of History, 2012, 96, 2, p. 40-41.

Read Full Post »

Older Posts »