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Posts Tagged ‘España’

Esta semana traemos una entrada que puede sorprender. Nos acercamos a la historia marítima a través de unos personajes conocidos desde hace años. Son los pequeños juguetes llamados playmobil o, más familiarmente, clicks. La exposición «Un mar de siglos» del Museo Nacional de Arqueología Subacuática (ARQUA), con sede en Cartagena, estará abierta hasta el mes de agosto. Hace un recorrido que se inicia en la Prehistoria y atraviesa tanto la época fenicia como la romana, pasando después a la Edad Media y al siglo XIX, hasta llegar a nuestros días.

Tiene dos peculiaridades que la hacen distinta de muchas otras: una es que la historia marítima es el objeto principal y también el motivo de la exposición. También se recrea en siete escenarios protagonizados por las figuras playmobil, que son las que se utilizan para exponer la relación entre el mar Mediterráneo y las distintas culturas que lo han habitado a lo largo de los siglos.

Debido al nivel de descripción y de detalle, los visitantes pueden descubrir e identificar elementos propios de la navegación o del modus vivendi en las costas de cada época o civilización. Obviamente, no se trata de una exposición comercial, sino que son auténticos dioramas creados por coleccionistas e instituciones, que de manera altruista pretenden difundir y atraer, en un primer momento a las nuevas generaciones, para conocer y reconocer pasajes de la historia con un fin lúdico y educativo. Pero, además, también atrapan al resto provocando sensaciones que van desde la nostalgia a la admiración.

Parte del diorama que representa la época fenicia. ARQUA

Uno de los primeros pueblos conocidos por ser grandes navegantes fueron los fenicios. Su ímpetu comercial les llevó por todo el Mare Nostrum, llegando incluso a las islas británicas. Recientes trabajos han sacado a la luz muestras de dos tipos de naves, de uso y porte distinto, que utilizaban. Unos eran grandes barcos mercantes (gaulos o gauloi), utilizados en el comercio a grandes distancias. Los otros, conocidos por su nombre griego como hippos o hippoi, eran para la guerra, pero que también se utilizaban para el comercio a menor escala, como los pecios encontrados en Mazarrón.

Pecio Mazarrón 2, restos de un barco fenicio. Fuente

Cuando el imperio romano dominaba el Mediterráneo, el Mare Nostrum se convirtió en un gran mercado por el que podían transitar libremente productos desde todas partes del Imperio. En este contexto, los puertos se convirtieron en una de las principales vías de comunicación e intercambio comercial y cultural de la creciente Roma. Los barcos que realizaban estas grandes rutas solían transportar en su interior mercancías como el vino galo e hispano, el trigo egipcio, los tejidos orientales, el aceite del valle del Guadalquivir o los salazones del área del Estrecho. En la escena de la exposición aparece una corbita, la nave mercante por excelencia, pero también otras que, a pesar de ser de menor tamaño, fueron igual de importantes, como las pequeñas embarcaciones fluviales (naves caudicariae) utilizadas para el transporte final por el río Tiber hasta Roma.

Naves romanas. ARQUA

Durante la Edad Media, una vez que el imperio romano ha desaparecido, los barcos característicos de este período son la galera y la coca. La galera era una nave de combate heredera de las tradiciones latinas previas, muy adaptada a navegar por el Mediterráneo. En ella se combinaban las filas de remeros con el uso de la vela latina. Su silueta era fácil de identificar, tanto porque se podían ver a los galeotes remando como porque era larga, estrecha y contaba con un bajo francobordo. La coca, de origen atlántico, fue el barco de transporte por antonomasia. Propulsada a vela, se trataba de una embarcación cuyo aparejo se componía de tres palos, cada uno de los cuales portaba una vela latina. Era de alto bordo, corta eslora y amplia manga, con una o varias cubiertas. Se dedicaban tanto al comercio como a la guerra y también se usaban para el transporte de caballos.

Durante la Edad Moderna la galera se sigue usando como nave de guerra. De hecho, el siglo XVI puede calificarse como el más importante para la Monarquía Hispánica en el devenir de estas embarcaciones, convertidas en un elemento fundamental en la política naval mediterránea, y cuyo máximo exponente fue la conocida batalla de Lepanto. Pero una vez que se llega a América se abre un enorme océano que es necesario cruzar para alcanzar el nuevo continente. Así, la galera fue sustituida por carabelas, carracas y galeones, para evolucionar tiempo después como fragatas y navíos.

Ya en el siglo XIX el Mediterráneo es surcado por grandes barcos de vapor, pero también por pequeñas embarcaciones de pesca y de recreo. Algunos transportaban pasajeros dentro del propio mar, otros sólo lo cruzaron para dirigirse a los océanos Atlántico e Índico. Muchas de estas naves fueron magníficamente dibujadas por Rafael Monleón y por Antonio Pinto Basto. Existen igualmente, importantes colecciones, recogidas por oficiales ilustrados, en las que se pueden encontrar alusiones textuales a todas ellas.

Diorama que representa el siglo XIX. ARQUA

Los playmobil son juguetes que disponen de colecciones muy variadas, con una gran diversidad de elementos en cada una de ellas, lo que los hace idóneos para la creación de pequeños mundos temáticos. Desde la década de los 70, han acompañado en su crecimiento a varias generaciones. No sólo ofrecen diversión y entretenimiento, sino que también pueden ayudar a fomentar el aprendizaje y el desarrollo de habilidades en los niños, estimulando su creatividad y su imaginación. En este sentido, en el mismo museo, se imparten talleres y cuentacuentos sobre la Historia con playmobil.

Para acabar

Inicialmente puede parecer destinada sólo a los más pequeños, dado el uso de las conocidas figuritas, pero los escenarios son realmente dignos de poder admirar, ya que se puede ver la faceta marítima de estas importantes culturas.

También es otra manera de reconocer y tomar conciencia de la importancia del mar, no sólo a lo largo de la historia de la Humanidad, sino también en el presente y el futuro, para darse cuenta de la necesidad de conseguir un mundo más sostenible. Muy recomendable verla tanto en familia como de manera individual.

Nota: Las imágenes de la exposición han sido facilitadas por el ARQUA, el resto son del blog de la Cátedra de Historia y Patrimonio Naval.

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Los nuevos descubrimientos y las expediciones a tierras incógnitas ampliaron la imagen convencional de la Tierra. En tiempos anteriores la mirada estaba en el Este, queriendo captar el mar Mediterráneo o alguna de sus zonas. Los magníficos y únicos portulanos así lo hicieron. Pero todo había cambiado radicalmente. La forma de realizar cartas náuticas en Mallorca, Génova, Venecia y Cataluña en el período inmediatamente anterior era la referencia para los cosmógrafos posteriores

Un nuevo continente de repente «apareció» para las embarcaciones ibéricas. Los viajes a América hacían necesario contar con la cartografía más adecuada para poder llegar de la forma más segura posible. Sin embargo no existían cartas náuticas para ello. El Atlántico estaba cambiando los principios básicos, por lo que la cosmografía ibérica del Renacimiento tuvo que adaptarse a los nuevos desafíos planteados por los descubrimientos oceánicos.

El portulano de A. Cresques, s. XIV, que representa el Mediterráneo. Fuente

El antecedente más cercano, la carta de Juan de la Cosa

Aunque una parte de la historiografía vincula la existencia de la primera carta que reflejó los nuevos descubrimientos con el cargo de Piloto Mayor de la Casa de Contratación, autores como Polo (2016) sostienen que la idea de generar un único mapa que fuera una compilación de los existentes, fue del obispo Fonseca, años antes. Juan Rodríguez de Fonseca era un hombre cultivado y conocedor de los avances científicos de su época, que desde 1493 había sido el organizador de las flotas de la corona, tanto militares como de colonización. Bartolomé de las Casas dijo de él que “era muy capaz para mundanos negocios, señaladamente para congregar gente de guerra para armadas por la mar”.

Cuando Colón volvió de su tercer viaje en 1499, proporcionó a Fonseca una copia de la derrota y de la costa que el Almirante descubrió, dibujada por él mismo. Ese mismo año le pidieron que confeccionara un mapa que incluyera todos los nuevos descubrimientos. Fonseca seleccionó a los expertos en cartografía que lo llevarían a cabo, Andrés Morales y Juan de la Cosa. Un año después estaba ya hecho un mapa, denominado de Juan de la Cosa, que es un claro antecedente de esa carta única que debía contener toda la información cartográfica nueva.

Carta de Juan de la Cosa, del año 1500. Fuente

El dominio náutico del Atlántico condujo a la conquista cartográfica del Nuevo Mundo

Con la «entrada» del nuevo continente en el mapa todo tuvo que variar. Había un océano a la izquierda, desconocido y tenebroso, que era necesario cruzar para llegar a América. Los esfuerzos se concentraron en reunir datos útiles y levantar cartas para el cálculo de las derrotas ultramarinas. Así nació la idea de confeccionar un mapa lo más amplio y actualizado, el Padrón. Los navegantes apenas tenían información útil para atravesar el enorme océano que los separaba de América. Llevar a cabo una carta inventario que contemplara todas las tierras descubiertas y las localizara de manera unívoca era más que necesario. Por lo tanto, la idea real de obtener un Padrón, que surgió en 1508, significaba contar con un modelo único para levantar las cartas de marear, y que todas formaran parte de un mismo plan. Así, Fernando el Católico encarga a Américo Vespucio, recién nombrado Piloto Mayor, la creación del Padrón Real, el mapa de la expansión ultramarina, donde deberían aparecer todas las líneas de costa descubiertas y los puntos identificados hasta ese momento.

Según esta orden real, todos los navegantes de Indias estaban obligados a informar al Piloto Mayor de todo lo que encontraran, ya fueran nuevas tierras o islas «para ponerlo» en el Padrón Real, con objeto de recogerlos y reunirlos, para que los navegantes estuvieran mejor informados en sus viajes. Estuvo activo hasta 1606.

Un navío dibujado en las aguas del O. Atlántico. Atlas Vallard. Fuente

De esta manera, cuando un nuevo barco zarpaba, se le proporcionaban las cartas que se copiaban del mapa maestro o Padrón. 

Mapa de Diego Ribero 1533. Fuente: Real Academia de la Historia.

Para acabar

Las monarquías ibéricas (tanto España como Portugal) entendieron perfectamente el poder de la cartografía a la hora de explorar, explotar y mantener su vasto imperio de ultramar. El Padrón Real se hizo para garantizar la seguridad de la navegación y sirvió para asegurar la estandarización de nuevos conocimientos geográficos. A la vez dio luz a una nueva forma de organizar la información espacial en la era moderna.

Más información

CEREZO MARTÍNEZ, Ricardo, et al. La cartografía andaluza originada en el padrón real[sic]. Universidad Internacional de Andalucía, 1991.

CUESTA DOMINGO, Mariano. El Padrón Real y la imagen de un mundo en crecimientoRevista General de Marina, 2022, vol. 283, no 8, p. 285-316.

GARCÍA REDONDO, José Mª. Cartografía e Imperio. El Padrón Real y la representación del Nuevo Mundo. Madrid: Ediciones Doce Calles, 2018.

POLO MARTÍN, Bárbara. ¿Cuándo y cuál fue el verdadero Padrón Real?Biblio3W Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, 2016.

PORTUONDO, María M. La ciencia secreta: la cosmografía española y el nuevo mundo. Chicago: The University of Chicago Press, 2009. 

SÁNCHEZ, Antonio. D’une carte inexistante à un empire colonial. La cosmographie de la Renaissance sous la Monarchie espagnole à partir du Padrón RealL’Atelier du Centre de recherches historiques. Revue électronique du CRH, 2017, 17.

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«Entretenidos» eran una parte de las personas armadas que servían en las embarcaciones del rey. Formaban parte del séquito de los capitanes generales en tierra y mar. Tenían un buen sueldo, que estaba entre los quince y cuarenta ducados al mes, que era una suma muy importante para la época (s. XVI). El entretenimiento era, en realidad, un paso previo hasta alcanzar la capitanía de un buque. Se trataba de un cargo al que accedían personas pertenecientes al estamento de los caballeros. Sin embargo, con el tiempo, no sólo se valoraron su posición social y círculo de amistades, sino también sus méritos y experiencia en el mar y en la guerra.

Los requisitos que se solicitaban eran juventud, valor y adaptación a la vida en el mar. También se suponía que iban a aprender mucho de la experiencia adquirida durante la navegación, ya que estaban cercanos a personas muy hábiles en esta materia. Solían ser siempre hijos o familiares muy allegados de personas destacadas en cargos públicos de relevancia. Los entretenimientos eran concedidos exclusivamente por el rey tras recibir las recomendaciones del capitán-general respecto del celo y la valentía del soldado peticionario, o en reconocimiento a los servicios prestados con anterioridad por su familia, como sucedió con Antonio de Oquendo.

Matacapitanes, uno de los cañones de la galera de D. Álvaro de Bazán

A lo largo del tiempo ha habido una serie de instrucciones y reglamentos para su identificación, atribución y regulación. Los entretenidos podían embarcar tanto en las galeras, para defender o atacar, en el Mediterráneo, como en los galeones de la Carrera de Indias, navegando por el Atlántico hasta el continente americano.

En el Océano Atlántico

Los entretenidos tuvieron que hacer frente a los problemas de piratería que tuvo la flota española durante todo el siglo XVI, y esta figura se empezó a regular en 1526, fecha en la que los mercantes iban ya escoltados por embarcaciones de guerra, con la «Armada de la guardia de la Carrera de Indias». Para que los oficiales adquirieran la práctica necesaria para poder ejercer sus labores de la manera más eficiente, se crearon primero las plazas de caballeros entretenidos y después las de capitanes entretenidos. A partir de 1563 se dotan dos plazas de aspirantes al mando de la Armada, también dentro de este tipo de puesto. Uno iba como agregado del general y otro del almirante. Inicialmente eran seis, y más tarde se aumentaron a ocho, quedando ya esta cantidad estable durante todo el siglo XVI. Estos ocho caballeros, por su condición social y por su situación al lado del alto mando, formaban parte integrante de las primeras planas, y como tales debían ser respetados y atendidos.

Dibujos que describen las partes y elementos del esmeril bastardo. Fuente: Elaboración propia a partir de la pieza original identificada.

El aumentar los galeones de la Armada de ocho a doce, por el asiento que celebró el consulado en 1627, se crean cuatro nuevas plazas, aunque con características diferentes a las ya establecidas. A los ocho caballeros previamente nombrados no se les exigía ninguna graduación, sin embargo estos nuevos debían ser elegidos entre soldados de servicios y experiencias de la navegación de la carrera de las Indias en quienes concurriese el grado de capitán, según Flores Moscoso (1981).

En el Mar Mediterráneo

Dos instrucciones de la Armada (1557 y1564) reglamentaron cómo debían ser las personas armadas que servían en las galeras, tales como los gentiles-hombres y los entretenidos. En la siguiente centuria las Ordenanzas de galeras de 1607 aluden a ellos de esta manera:

“Los entretenidos se han de proveer por cedulas mias y si hubiera vacantes me ha de avisar mi Capitan General de las dichas galeras nombrando dos o tres personas de las que sirven en ellas, que pareciesen mas a proposito, para que yo provea el entretenimiento en la persona que lo merezca y sea de servicio. Los entretenidos han de asistir de ordinario cada uno en su galera y para esta primera lista de Entretenidos, el Capitan General debe escoger los que le parezcan mas a proposito, y enviar una Relacion a mi Consejo de Guerra para que se les nombre. Y para evitar las diferencias, mando que de aquí adelante asistan y anden embarcados todo el tiempo que las dichas galeras navegaren a cualquier viaje, sea corto o largo, y que duerman en ellas mientras estuvieren armadas” (art, 17 y 18. Texto adaptado).

En estas Ordenanzas se asignaban un número concreto a cada tipo de galera: cuatro entretenidos a la Capitana, tres a la Patrona y dos a cada galera ordinaria.

Es muy probable que la profesionalización surgiera debido a la falta de hombres con experiencia en la mar. Y curiosamente existen testimonios de personas recién nombradas en este puesto que al poco de pisar una nave empezaban a pedir otro destino, porque no se adaptaban a ese tipo de vida.

Artillería de la corulla de una galera en la primera mitad del siglo XVI. Los tojinos de madera (en color naranja) clavados sobre el yugo de proa servían para evitar que el roce de las gúmenas amarradas a los ferros desgastasen el yugo. Fuente

Algunos «entretenidos» cuyas vidas han trascendido

Uno de ellos fue Antonio de Oquendo de Zandátegui, vasco nacido en 1577, que cuando cumplió dieciséis años logró plaza de entretenido en las galeras de Nápoles, con un sueldo de veinte escudos. Era un muchacho sin ninguna experiencia previa, pero con este nombramiento se reconocía la brillante trayectoria de su padre (que había sido general de la escuadra de Guipúzcoa). En 1632 pasó a la Armada de la Carrera de Indias.

Otro fue Juan de Fayos, del que sabemos que en 1593 fue nombrado entretenido de las Galeras de España, que tenían su invernadero en el Puerto de Santa María.

El Capitán Diego Escala lo fue en las Galeras de Nápoles (Capitulación y asiento de raciones de pan, Barcelona 1652).

Antonio Fernández de Rojas, canario nacido en 1671. De él sabemos que en 1703 era piloto mayor entretenido de la flota fondeada en Cavite. Su cargo se renovó a principios de 1705, hasta que en abril de ese año pasa a ser teniente de Gobernador y capitán general en la armada de galeras.

Más información

DÍAZ-TRECHUELO, María Lourdes. Antonio Fernández de Roxas y su» Topografía de la ciudad de Manila». Anuario de Estudios Americanos, 1958, XV, p. 225-271.

FONDEVILA SILVA, Pedro. La artillería de las galerasBlog de la Cátedra de Historia y Patrimonio Naval. 2018. 

GRACIA RIVAS, Manuel. Los Oquendo: historia y mito de una familia de marinos vascos. Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 6, 2009, p. 699-724.

FLORES MOSCOSO, Ángeles. Entretenidos en la armada de la carrera de las Indias en el siglo XVII. Anuario de Estudios Americanos, 1981, 38, p. 117-145.

DE MESA GALLEGO, Eduardo. Soldados de “naciones” para la armada del mar océano: las compañías irlandesas de los Tercios embarcados, 1604-1639. Ohm: Obradoiro de Historia Moderna, 2015, 24.

MARCHENA GIMÉNEZ, José Manuel. La vida y los hombres de las galeras de España (siglos XVI-XVII). Tesis Doctoral. Universidad Complutense de Madrid, 2010.

REBOLLAR BARRO, Manuel. El teatro breve de Francisco Antonio de Monteser: estudio y edición. Tesis doctoral Universidad Computense de Madrid, 2015.

RUIZ IBÁÑEZ, José Javier. La misión jesuita en Calais: entre espiritualidad militar y proyección imperial de la Monarquía Hispánica (1596-1598). En: ZÚÑIGA, Jean-Paul. Negociar la obediencia: autoridad y consentimiento en el mundo ibérico en la Edad Moderna. Edit. Comares, 2013, p. 113-129.

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Este término hace referencia a la obligación de embarcar que tenían los aspirantes a ser caballeros de la orden de Malta, con objeto de que adquirieran experiencia marítima.

La orden de Malta

Esta se creó en el siglo XI con la finalidad exclusiva de atender a los peregrinos enfermos. La formaron comerciantes amalfitanos (en la actual Italia) que vivían en Jerusalén, al pedir permiso para construir una iglesia y un hospital. Posteriormente fue expulsada por la invasión musulmana y se fue estableciendo en diversos lugares, tales como Acre, Chipre y Rodas. En esos momentos de enfrentamiento religioso con el Islam, fue cuando la Orden decidió tomar parte en la guerra naval. Inicialmente sólo se ocupaba del traslado de peregrinos por mar, alquilando las naves, pero ya en el siglo XIV tenemos constancia de que existía un Almirante de la Orden y de que se fueron comprando galeras. Se habían convertido en los monjes guerreros que aparecieron durante la Edad Media y de la que también formaron parte los conocidos caballeros templarios.

Escudo de la orden de Malta

El último lugar donde tuvo su sede fue en Malta, la isla cedida por el rey español Carlos I. Allí, en el nuevo asentamiento disfrutó de su mejor época, ya que era reconocida y admirada por sus experimentados navegantes y sus magníficas galeras. La Orden se llama también de San Juan, de los caballeros hospitalarios o de Rodas, entre otros.

Algunos de los mejores marinos españoles se formaron en sus filas y la monarquía hispana la consideró como una fiel aliada durante toda la Edad Moderna.

Localización de la isla de Malta. Fuente: Google Maps

Desarrollaron una estrategia muy bien definida que les llevó al éxito con una serie de puntos fuertes como:

  • Una eficaz flota de naves que estaba encabezada por experimentados almirantes y gente de guerra muy disciplinada y motivada.
  • Desde su llegada a Malta contaban con un lugar privilegiado, con abrigos naturales para sus galeras.
  • Levantaron una serie de fortalezas, construyeron puertos y apostaderos que le sirvieron, tanto de apoyo como punto de salida para atacar.
La isla de Malta (1696). Fuente: Biblioteca del Congreso.

La formación

Se exigían una serie de pruebas de nobleza, legitimidad y naturaleza que luego fueron imitadas en las Academias de Guardiamarinas españolas. Una vez admitidos, se les daba una formación religiosa y militar centrada en equitación, artillería, tiro al blanco, lucha, combate cuerpo a cuerpo, esgrima, tácticas y asalto a fortalezas, entre otras. El mariscal lo supervisaba todo.

Cuando estas materias se aprobaban se llevaba a cabo la instrucción en el mar, haciendo las cuatro caravanas obligatorias. Se trataba de embarcar como aspirante en una nave de la Orden, siempre que tuvieran más de 20 años. Podían embarcar con ellos sus sirvientes. Debían presentarse ocho días antes de la salida, con sus armas, para ser inspeccionados. Posteriormente se les asignaban sus puestos y alojamientos.

Documento que recoge la ceremonia para armar a los caballeros (1731). Fuente: Biblioteca Digital Valenciana (España)

Las caravanas

Correr caravanas (embarcar) era obligatorio para todo los miembros de la Orden. Es muy posible que este término proceda de la tarea llevada a cabo por estos caballeros en época medieval, cuando éstos acompañaban a las caravanas de peregrinos hasta su llegada a Jerusalén. Los embarques obligatorios debían durar unos 6 meses.

En la nave, si había peligro de enfrentamiento, solían dormir vestidos e incluso con los zapatos puestos, para poder incorporarse rápidamente a la batalla. La falta de sitio era tal que no se les permitía llevar baúles, sino maletas de lona.

Galera Capitana de la Orden de Malta. La Galère Capitaine de Malte entrant dans le grand port de la Vallette de retour de sa Croisiere. Fuente: Biblioteca Pública de Nueva York

El número de embarcaciones varió a lo largo del tiempo. Se sabe que en 1700 la flota contaba con 7 galeras, aunque con los años éstas disminuyeron en favor de otras naves mancas.

Aparte de los mandos, existía un «Re di galera» y el «Cercamare», que eran respectivamente los dos caravanistas más veteranos, que tenían labores de gestión y control el primero, y de aprovisionamiento y reposición del agua potable el segundo.

Estaban absolutamente prohibidos los juegos de azar y era obligatorio seguir todos los servicios religiosos. No debían ir a lugares prohibidos una vez desembarcados. La obediencia era básica, de tal forma que a un miembro que no cumpliera una orden se le podía apartar de ella y si era novato cabía la posibilidad de expulsarlo definitivamente.

Galeras de la Orden de Malta. Fuente

Marinos españoles que «corrieron caravanas«

Según Blanco (2021) fueron 151 caballeros de la Orden de Malta los que sirvieron en las escuadras de galeras y en la Real Armada entre 1637 y 1836. Casi todos ellos alcanzaron puestos de relevancia y muchos son reconocidos por su labor, tanto en los enfrentamiento bélicos como en su faceta intelectual. Algunos de los más conocidos son Francisco Liaño y Arjona, Zenón de Somodevilla, Jorge Juan, Francisco Gil de Taboada, Antonio Valdés, Santiago Liniers, Alejandro Malaspina, Martín Fernández de Navarrete y Cayetano Valdés, entre otros.

Malta en el siglo XVII. Atlas de J. Braun (S. XVI). Fuente: Biblioteca Nacional de España

Para acabar

Una frase de P. García Martín (2002) resume muy bien este vínculo marítimo de la orden de Malta: «los sanjuanistas, ya convertidos de por vida en los caballeros del mar, ya habitantes de sus casas marítimas, las galeras».

Más información

BLANCO NÚÑEZ, José María. Los oficiales de Marina en la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta. En: La Orden de Malta, la mar y la Armada (IV), 2021, p. 37.

FONDEVILA, SILVA, P. Las galeras de Malta en la segunda mitad del siglo XVIIIRevista de Historia Naval, 2011, Monográfico nº 63, p. 41-70. 

GARCÍA GARRALÓN, Marta. Honor y servicio a la Orden de San Juan y al Rey: La formación en las galeras maltesas y la brillante carrera del oficial de la Armada española Francisco de Liaño y Arjona (1688-1752). En España, Malta y el Mediterráneo. Malta Historical Society, 2016, p. 87-104.

GARCÍA MARTÍN, Pedro, et al. Historiografía de las «lenguas» hispanas de la orden de Malta en la época moderna. Studia Historica. Historia Moderna, 2002, 24, p. 141-172.

O’DONNELL DUQUE DE ESTRADA, Hugo. Los caballeros del mar Mediterráneo: la orden de Malta: monjes, guerreros y marinos en defensa de la fe. Historia 16, 1993, 208, p. 51-64.

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¿Existió de verdad Tartesos? Pues sí. Durante siglos ha sido una magnifica leyenda pivotando en los orígenes de la Península Ibérica, hasta que hace treinta años la investigación comenzó a sacar a la luz una verdad histórica: que desde el siglo XI a.C. hasta el V a.C. se desarrolló en el suroeste peninsular una peculiar cultura, la tartésica. Sabemos que estableció importantes redes de comercio internacional durante unos cuatro siglos y que desapareció por problemas económicos y sociales. El núcleo inicial de Tartesos estaba entre Cádiz, Sevilla y Huelva, posteriormente se extendió por una parte importante del oeste peninsular, incluyendo ciertas zonas del centro y sur de Portugal.

Hallazgos arqueológicos de la cultura tartésica. Fuente: Rodríguez 2020

En esos momentos el comercio con la parte Este del Mediterráneo sólo era posible a través del mar, por lo que contar con barcos preparados para el transporte era vital. Es muy posible que fueran los fenicios, los maestros del arte de la navegación, los que introdujeran sus preciadas técnicas en la Península. Pero, aparte de los barcos para navegar por el mar Mediterráneo, en la nueva ubicación, Tartesos, había multitud de cauces fluviales útiles para el transporte, por lo que también tenemos evidencias de navegación por los ríos peninsulares (Guadalquivir, Guadiana, Tajo y Duero).

Se han hallado 13 sitios arqueológicos donde aparecen representaciones de barcos, generando un registro sustancial que permite analizarlos, determinar si son naves fluviales y conocer los vínculos que existen entre buques mediterráneos y las representaciones atlánticas. Aunque no ha sido posible datarlos todos, los conocidos son de los siglos VII, VI y V a.C., fecha que coincide con el momento de mayor expansión dentro de las relaciones coloniales que operaban en la zona de las riberas de los ríos antes citados. Vamos a ver algunos de los más importantes gracias a un reciente artículo publicado en inglés (Rodríguez y García 2020).

Valle del Guadalquivir

Uno de los barcos más significativos aparece en una placa llamada Bronce Carriazo, de 95 × 153 mm, que forma parte de la sección lateral de un bocado de caballo. Localizada cerca de la ciudad de Sevilla. Aunque no se corresponde estrictamente con la forma de nave, algunos autores han sugerido que podría ser el diseño esquemático de un barco, quizás para transportar a la divinidad solar. Los dos pájaros formarían parte de la proa y de la popa, rodeando la escena central en la que se representa a la diosa Astarté portando dos flores de loto.

Bronce Carriazo. Cultura tartésica. Fuente

Valle del Guadiana

La primera imagen de una embarcación se encontró en el yacimiento de Cancho Roano (Badajoz). Se trata de otro bocado de caballo, en el que se muestra la imagen bifronte de una persona que va sobre una barca decorada con cabezas de caballo en sus extremos. Esta pieza tiene el mismo diseño que la anterior y puede sugerir un viaje al más allá. 

Bocado de caballo de Cancho Roano. Fuente

Hace poco han aparecido tres nuevas imágenes náuticas dentro de un yacimiento del siglo V a.C., en el poblado de El Turuñuelo (Badajoz), en la confluencia entre el Guadiana y uno de sus principales afluentes. 

Naves de El Turuñuelo. Fuente: Rodríguez 2020

Son embarcaciones fluviales de poco calado, fondos planos, con voluminosas popas ornamentadas y posiblemente propulsadas a remo, ideales para el tráfico por un río. 

Dibujos de las naves de El Turuñuelo y restos materiales localizados. Fuente: Rodríguez 2020

Valle del Tajo

El barco de La Aliseda (Cáceres), en el tramo central, está representado en un sello de oro de forma ovalada. Es una escena náutica en la que un remero y una divinidad entronizada, que porta un cetro, viajan a bordo de una embarcación. Las figuras están separadas por una flor de loto. A la izquierda de la nave se encuentra un ave (posiblemente un ibis), y bajo el casco hay grabados cuatro peces. El barco es simétrico y de sección alargada, caracterizado por tener tanto la proa como la popa muy elevadas y rematadas con cabezas de ave. Aunque estas representaciones son escasas en el Mediterráneo occidental, se ha interpretado como una especie de barca de totora utilizada para la navegación fluvial.

Valle del Duero

Las imágenes náuticas aquí están en la desembocadura del río. El primer ejemplo conocido es el aro de Baiao, perteneciente a un tesoro de oro hallado en Oporto (Portugal). El elemento decorativo central es un cuenco de palmeta de estilo oriental, muy presente en los elementos de marfil tartésicos. En su decoración hay un diseño en forma de barco, con un casco semicircular rematado en proa y popa con volutas. 

Dibujo del aro de Baiao

Rasgos similares

Los rasgos comunes de todas estas representaciones de embarcaciones son que tienen poco calado y un francobordo mínimo, la proa suavemente inclinada hacia delante y un codaste vertical curvado ostentosamente sobre la cubierta. Los barcos representados no son fenicios, o al menos no son comparables con los registrados en el Este del Mediterráneo, donde surgió esta cultura. Tampoco son naves ‘indígenas’, ya que sus constructores no fueron indiferentes a las influencias mediterráneas. Todos integraron rasgos vistos en ambos sistemas culturales, dando como resultado una nueva tradición marítima híbrida, propia de la región y de este período en particular. 

En síntesis

En definitiva, el importante número de representaciones náuticas documentadas más allá de las Columnas de Hércules revela el impacto que tuvo la navegación mediterránea en las costas atlánticas. También nos acercan al papel que jugó el tráfico fluvial. Todo esto sirve para enfatizar la conexión que existía en el suroeste ibérico, fomentando un proceso de hibridación cultural del que las embarcaciones fueron a la vez vehículo y resultado.

Además, la distribución sistemática de esta iconografía de barcos híbridos a lo largo del suroeste peninsular, así como su superposición con los patrones culturales de la cultura tartésica, nos llevan a sugerir el desarrollo de un ‘paisaje cultural marítimo’ propio (Rodríguez y García 2020).

Nota: aunque en muchas webs aparece escrito Tartessos, la RAE marca que se escribe Tartesos, por eso hemos elegido esta grafía.

Más información

BLÁZQUEZ, J. Mª. Tartessos y los orígenes de la colonización fenicia en Occidente. Salamanca: Universidad, 1975.

CASSON, Lionel. Ships and seafaring in ancient times. Texas: University, 1994.

CULICAN, William. Phoenician remains from GibraltarAustralian Journal of Biblical Archaeology, 1972,  2/1, p. 110–145.

ESCACENA CARRASCO, José Luis. Cuando acabó todo. Un final para el mundo tartésico. Desperta Ferro. Arqueología e Historia, 2017, 12, p. 52-57.

GARCIA CARDIEL, J. El catálogo de las naves de occidente. Embarcaciones de la Península Ibérica, Marruecos y archipiélagos aledaños hasta el principado de Augusto. Oxford: BAR International, 2013.

MOYANO, J. Mucho más que barcos. Una aproximación teórica a las funciones, capacidades náuticas, bases materiales y dimensión social de la tecnología naval prehistórica. Oxford: BAR International, 2018.

PEREIRA, G., and ARRUDA, A. Boats carved on the Atlantic coast of the Iberian Peninsula. Landscape, symbols and people. In A. Betterncourt et al. (eds.). Recorded places, experienced places. The Holocene rock art of Iberian Atlantic north-west. Oxford: BAR International, 2017, p. 193–207.

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Las pequeñas naves fluviales con fondo plano para navegar por algunos ríos de Irlanda, islas de Arán y Galicia se llamaban curraghs. Estaban hechas con tablones de madera, sobre los que se colocaban pieles o cueros de animales. Parece que su origen está en el Neolítico, en las que usaron los celtas para llegar a las islas británicas.

Reconstrucción de un antiguo curragh basado en el hallado en el Museo Nacional de Dublín. Fuente: Royal Museums Greenwich

Aunque las primeras embarcaciones de este tipo eran pequeñas y estaban diseñadas para navegar por aguas interiores, existen evidencias inequívocas de su uso en el Atlántico en épocas posteriores. Eran muy marineras y resistían muy bien el oleaje del mar. Sin embargo, debido a las características de los materiales utilizados, son muy escasos sus restos arqueológicos.

Un modelo de curragh

En el Museo Nacional de Dublín se conserva un modelo en oro de un curragh del siglo I a. de C. que se encontró en Broighter (Derry). Lleva nueve pares de remos afianzados a la regala con estrobos. También tiene un mástil central con verga, posiblemente destinado a portar una vela cuadra. Su timón era de espadilla.

Este modelo es el mejor testimonio que se conserva sobre el aspecto que debían tener los barcos de cuero oceánicos que conocieron los romanos cuando llegaron a Britania. Sirvió para deducir las dimensiones del «Breogan», del que se habla posteriormente.

El curragh de San Brandán

San Brandán fue un santo irlandés del siglo VI que emprendió un viaje por el Océano Atlántico con otros 14 monjes durante 7 años. En su derrota, buscando el paraíso, encontraron diversas islas imaginarias como las de las Delicias, de los Pájaros, de los Carneros y del Infierno. Algunas leyendas señalan que San Brandán y los monjes que lo acompañaron construyeron un pequeño bote de madera y lo cubrieron con pieles de vaca. También lo forraron con manteca por fuera para hacerla impermeable. Parece que pasaron 40 días preparando las pieles para el revestimiento de la nave. Colocaron el mástil fijo y una vela (según la transcripción de una parte del manuscrito del Codex 14, f° 1 r à 11 v., del siglo XI, conservado actualmente en la Biblioteca Municipal de Alençon, en Francia).

Antigua ilustración que representa a varios frailes embarcados que han varado sobre un gran animal marino. Posiblemente sea una alusión del viaje de San Brandán. Fuente: Cod. Pablo  Alemán  60,  fol. 179v. Universitätsbibliothek Heidelberg

En España

El origen de los curragh que se usaron en el norte de la Península Ibérica suele datarse en los contactos previos entre el Noroeste de España e Irlanda, y también en las expediciones de monjes irlandeses de origen celta que llegaron a las costas de Galicia en los primeros siglos de la era cristiana. Existen leyendas orales, así como manuscritos medievales irlandeses donde se recogen estos primeros encuentros. Un ejemplo es un pequeño barco construido con cuero y tres capas de pieles curtidas, llamado Immram Curaig Ua Corra, que llevaba nueve hombres a bordo, entre ellos un obispo y un sacerdote. El texto dice que desembarcó en “el rincón extremo de Hispania”, donde sus tripulantes y pasajeros fundaron una iglesia. Este y otros relatos similares aparecen en el llamado “Libro de Leinster”.

El Breogán

Era un barco de cuero de tipo curragh al que muchos llamaron equivocadamente «vikingo». La idea de su construcción surgió durante los años 70 del siglo pasado, y fue un profesor universitario llamado Fernando Alonso Romero quien elaboró una interesante teoría, que explicaba cómo pudo ser la comunicación por vía marítima entre la parte noroeste española y las islas británicas e Irlanda. Estudió los testimonios de diversos historiadores y geógrafos romanos, de arqueólogos contemporáneos e incluso analizó las inscripciones rupestres galaicas. Tras ello comenzó a construir una nave con los materiales de la época; casco de cuero de unos 12 metros de eslora, sin clavos, con un mástil y una vela de lino para vientos flojos. Llevaba diez pares de remos y se emplearon 25 de pieles para forrar el casco.

La idea de su constructor era utilizar esta embarcación para llegar hasta Irlanda, para demostrar que había sido posible este trayecto. Sin embargo, la financiación necesaria no llegó y no se realizó, aunque se sabe que su estudio lo utilizaron para seguir otras rutas en la parte norte del continente.

Detalles de la construcción de un curragh. Fuente

Para acabar

Estas naves tienen origen prehistórico, primero se construyeron para cruzar ríos y lagos, y con el tiempo se hicieron más grandes y mejores para navegar por el Océano Atlántico. Actualmente sobreviven, de la misma forma que otras embarcaciones construidas en madera, para competiciones náuticas, pero ahora las pieles son sustituidas por lonas.

Más información

ALBERRO, Manuel. Participación de la antigua Gallaecia en el Area Atlántica de la Edad del Bronce y en el proceso de celtización de la Península Ibérica. Anuario Brigantino, 2001, 24, p. 11-32.

Currach. Lo que dice Candela. 2014.

FRANCO, Fernando. Historias de barrio: la expedición del «Breogán». El Faro de Vigo, 2013.

HORNELL, James. The curraghs of Ireland. The Mariner’s Mirror, 1938, 24, 1, p. 5-39.

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