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Posts Tagged ‘Patrimonio tangible’

Un pueblo prehispánico, los muiscas, que habitó en el territorio de la actual Colombia entre los años 600 y 1600, nos ha dejado una importante herencia patrimonial que revela sus conocimientos acerca de la navegación lacustre, así como su interés por los cauces de agua y el medio natural que los rodea.

Vivieron en asentamientos dispersos situados en los valles de las altas llanuras andinas. Eran agricultores y pescadores, pero también grandes artesanos, entre los que destacan los orfebres y las tejedoras. Sus productos eran objeto de intercambio con otros pueblos cercanos.

Una muestra de la orfebrería muisca: cuentas en forma de pez para un collar

Adoraban al sol y tenían una reverencia especial por los objetos y lugares sagrados como rocas, cuevas, ríos y lagunas. En estos sitios, considerados portales a otros mundos, dejaban ofrendas votivas (tunjos). Para llegar al centro de los lagos, especialmente cuando eran lo suficientemente grandes, construían pequeñas embarcaciones rituales, algunas de las cuales llegaron a hacer en miniatura para convertirlas en ofrendas. Este importante legado artístico, ligado con su magnífico trabajo de orfebrería, ha permitido que sobrevivieran dos extraordinarias embarcaciones en miniatura fabricadas con una aleación de oro.

Ceremonias de «investidura»

Entre los muiscas se llevaban a cabo multitud de ceremonias en lagunas y otros cauces de agua. De ellas la más conocida, porque contamos con relatos de los primeros cronistas españoles que llegaron allí, es la de la laguna de Guatavita. Esta tenía lugar para confirmar el nombramiento de un nuevo cacique, que primero era cubierto de polvo de oro y luego se subía a una embarcación, junto a otros notables, y eran llevados al centro de la laguna. Allí saltaba a las aguas, en un acto de limpieza y renovación ritual. Durante la ceremonia, sus súbditos también lanzaban al lago objetos de oro y esmeraldas.

Laguna de Guatavita (Colombia)

Esta historia supuso para los españoles recién llegados una confirmación de algo que habían oído, la existencia de una ciudad de oro, el Dorado. Así, con el paso del tiempo, se ha asimilado la ceremonia muisca con esta leyenda. Sin embargo, para este pueblo prehispánico, el oro no se usaba como moneda, sino como un medio artístico con el que crear exquisitas joyas, así como pectorales, tocados, aretes y narigueras. 

La balsa de Guatavita

En el siglo XX se encontró una pequeña joya de orfebrería muisca, con forma de balsa, en la que iban varios tripulantes. Se trata de una ofrenda votiva, posiblemente vinculada con la investidura de un nuevo cacique. Presenta una escena tridimensional bastante compleja, que está llena de detalles. Mide tan solo 19,5 cm de largo por 10,1 de ancho y 10,2 de alto. Pesa menos de 260 gramos.

Sobre el centro de la balsa se encuentra un personaje de gran importancia y tamaño destacado: el cacique, que lleva muchos adornos, como diadema y nariguera, y está rodeado por otros diez de menor tamaño. Algunos portan poporos (instrumento ritual), los del frente llevan dos máscaras de jaguar y en sus manos tienen unas maracas de chamán. Es posible que los más pequeños, que están al borde de la balsa, sean los remeros.

El ritual en la laguna de Guatavita sobre la ceremonia de investidura del sucesor del cacicazgo, conocida como ceremonia de El Dorado, aparece contado en las crónicas españolas. La descripción más conocida es la de Juan Rodríguez Freyle, que añadimos detrás de la bibliografía, a modo de anexo.

Cómo se hizo

La balsa se fundió en una sola pieza utilizando la técnica de la cera perdida en un molde de arcilla. Primero se hizo el molde en cera, luego se llenó de metal y, una vez solidificado, fue vaciado en una sola operación, sin partes o soldaduras. El metal es una aleación de oro, plata nativa y cobre. Es difícil determinar la época de su fabricación, que puede estar entre los siglos XIII y XVI.

Dónde se encontró

Se encontró, junto con otros objetos, en la cueva de una montaña en Pasca, al sur del territorio muisca. Estaba dentro de un recipiente de cerámica con forma de un hombre sentado, con los codos apoyados en las rodillas y la mano en la barbilla.

Recipiente de cerámica que contenía la balsa de Guatavita, junto a otras ofrendas

Como parte de la misma ofrenda se hallaron, además de la balsa, varias piezas: un recipiente y un poporo, un fragmento del cráneo de un felino y otro objeto de orfebrería. Este tenía una figura semejante al cacique de la balsa, junto a dos personajes de menor tamaño, que llevan los gorros con aletas rectangulares que entre los muiscas se usaban como marcadores de prestigio.

Este objeto formaba parte de la ofrenda en la que iba la balsa de Guatavita

Actualmente se conserva en el Museo del Oro del Banco de la República, en Bogotá (Colombia).

La balsa de Siecha

Previa a ella se había hallado, en el siglo XIX, otra balsa similar en la laguna de Siecha, también en Colombia. Esta era circular, medía 17 cm de diámetro y 7 de altura, y tenía un peso de 270 gramos. El cacique iba acompañado de 9 personajes y los adornos eran diferentes.

Desgraciadamente esta balsa circular se quemó en un incendio, con lo que actualmente sólo contamos con la de Guatavita.

Para acabar

Esta pequeña balsa de oro con once tripulantes, una joya de la cultura muisca, se ha convertido hoy en un símbolo de Colombia. Forma parte, además, del Patrimonio Marítimo de toda la humanidad.

Más información

Balsa muisca. Banrepcultural. 2023.

ESPINOZA, M. y GÓMEZ, L.E. Guatavita, un encantamiento de agua, oro, tierra y vientos. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 2000.

FREEMAN, Agustín. La balsa de oro. Buenos Aires: Ed. Molino, 1946.

GIRALDO DE PUECH, Mª de la Luz & CALVI, Gian. Así éramos los Muiscas. Bogotá: Banco de la República, Fundación de Investigaciones Arqueológicas, 1986. [Cuento infantil].

LANGEBAEK, Carl Henrik. Los muiscas. Bogotá: Ed. Debate, 2019.

LLERAS PÉREZ, Roberto. La trágica historia de la otra balsa muisca: objetos en el pasado, símbolos en el presente. Boletín de Historia y Antigüedades, 2009, 96, 845, p. 353-368.

MONTOYA MARÍN, Jhon Adrián, et al. El camino del Guatavita: El dibujo contemporáneo como herramienta para rescatar y enaltecer el patrimonio cultural del pueblo muisca. Trabajo Fin de Grado presentado en la Universidad de Granada, 2021.

QUINTERO GUZMÁN, Juan Pablo. El ritual en la laguna de Guatavita, Cundinamarca, Colombia. Aproximación arqueológica a una sitio de ofrenda muiscaLos centros políticos ceremoniales o las ciudades. Conceptualizando las dinámicas del poder, la jerarquía y el manejo del espacio en la América Prehispánica. Congreso Internacional de Americanistas, 2012. Lima: Amaruquipus editores, 2012, p. 109-130.

SCHRIMP, R., et al. Balsa muisca  (años 700 – 1600 d. C.) del Museo del Oro. Bogotá: Banco de la República, 1990.

SERNA, Mercedes. Los mitos de los tayronas, los chibchas o muiscas y sus analogías con los europeos o asiáticos. Mito, palabra e historia en la tradición literaria latinoamericana, 2013, p. 57-69.

Anexo: Descripción adaptada de la crónica que narra el ceremonial de la laguna de Guatavita.

“Era costumbre entre estos naturales, que el que había de ser sucesor y heredero del señorío o cacicazgo de su tío, a quien heredaba, había de ayunar…, metido en una cueva…, y que en todo este tiempo no había de tener parte con mujeres, ni comer carne, sal, ni ají, y otras cosas que les vedaban…

Y cumplido este ayuno tomaban posesión del cacicazgo o señorío, y la primera jornada que habían de hacer era ir a la gran laguna de Guatavita. La ceremonia se hacía una gran balsa de juncos, adornada; con cuatro braseros encendidos para quemar mucho moque y trementina con otros muchos y diversos perfumes. Estaba a este tiempo toda la laguna en redondo, con ser muy grande y hondable, de tal manera que puede navegar en ella un navío de alto bordo; la cual es toda coronada de infinidad de indios e indias, con mucha plumería, chagualas y coronas de oro, con infinitos fuegos a la redonda, y luego que en la balsa comenzaba el sahumerio, lo encendían en tierra, de tal manera, que el humo impedía la luz del día.

A este tiempo desnudaban al heredero y lo untaban con una tierra pegajosa y le espolvoreaban con oro en polvo y molido, de tal manera que iba cubierto todo de este metal. Metíanle en la balsa, en la cual iba parado, y a los pies le ponían un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios. Entraban con él en la balsa cuatro caciques, los más principales, sus sujetos muy aderezados de plumería, coronas de oro, brazales y chagualas y orejeras de oro, también desnudos y cada cual llevaba su ofrecimiento. En partiendo la balsa de tierra comenzaban los instrumentos, cornetas, fotutos y otros instrumentos, y con esto una gran vocería que atronaba montes y valles, y duraba hasta que la balsa llegaba al medio de la laguna, de donde, con una bandera, se hacía señal para el silencio.

Hacía el indio dorado su ofrecimiento, echando todo el oro que llevaba a los pies en el medio de la laguna, y los demás caciques que iban con él y le acompañaban, hacían lo propio; lo cual acabado, abatían la bandera, que en todo el tiempo que gastaban en el ofrecimiento la tenían levantada, y partiendo la balsa a tierra comenzaba la grita, gaitas y fotutos con muy largos corros de bailes y danzas a su modo; con esta ceremonia recibían al nuevo electo por señor y príncipe” (Adaptado de Rodríguez Freyle, El Carnero, escrito en el año 1636. La edición utilizada es la que lleva notas explicativas del Dr. Miguel Aguilera. Medellín: Bedout, 1973, p. 65-66). [Existe una edición digitalizada publicada en Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1979. La crónica de esta leyenda aparece en p. 18 y 19].

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Durante la prehistoria, en el noroeste de la península Ibérica, se establecieron varios pueblos de procedencia indoeuropea, entre ellos los celtas, que, con el tiempo crearon una cultura propia hoy conocida como castreña. Mantuvieron muchos rasgos de los orígenes, pero también fueron creando su propia identidad, lo que permitió que presentaran unas características únicas. Actualmente algunos investigadores las están estudiando detenidamente.

Castro de Santa Tecla (Pontevedra). Fuente

Localización de los castros

Parece que los pueblos indoeuropeos establecidos en zonas costeras del norte de la Península presentan rasgos diferenciados con respecto a los que se adentraron en su interior. Como muchos grupos de la Edad del Hierro, basaban su sustento en labores agroganaderas, que en algunos casos completaban alimentándose de animales marinos, como moluscos y peces que hallaban en las zonas litorales.

Castros en el litoral cantábrico

Los actuales trabajos están sacando a la luz que una parte de los poblados estaban cercanos a la costa, algunos tanto que el mar ha terminado apropiándose de ellos. Unos yacen bajo las aguas e incluso hay varios que han sido destruidos. Otros, erigidos en promontorios, siguen orgullosos en pie mostrando una parte de sus cimientos y muros. Ambos nos parecen muy interesantes, porque los castros litorales desarrollaron un importante comercio con otros pueblos peninsulares como los de Tartesos, y de distintos lugares del Mediterráneo, entre ellos los pueblos fenicio-púnicos.

Expansión de los pueblos celtas. Fuente

Recientes investigaciones señalan que entre los pobladores celtas hubo asentamientos litorales de dos tipos: unos en la costa cantábrica, mirando al mar, y otros que, aunque estaban comunicados con ella, se establecieron en los márgenes de ríos y rías cercanos. Esta distinción generó diferencias entre los pobladores, especialmente en la alimentación y la forma de vida. Vamos a conocerla.

Castro de Baroña (La Coruña). Fuente

a) Poblados castreños situados en las orillas del mar

Los castros costeros, de los que ya han sido identificados más de 60 en la costa cantábrica, estaban situados a mar abierto, en peñascos, montañas y altos que les permitían dominar el horizonte. Establecieron fondeaderos para la navegación de cabotaje en las costas próximas, aunque hubo algunos puertos de mayor entidad. Estos poblados eran importantes centros de apoyo en las rutas marítimas.

Castro de Fazouro (Lugo). Fuente

Así, la alimentación cotidiana estaba fuertemente vinculada con los recursos aportados por las actividades de marisqueo y pesca en la costa más inmediata.

Vista aérea del castro de Baroña (La Coruña). Fuente

b) Castros cercanos a sistemas fluviales y a rías

Otros castros se establecieron en las orillas de ríos y rías, lo que les permitía tanto llegar al mar como adentrarse en el interior de la Península, conectando paisajes naturales marinos con otros fluviales y de montaña. Sus habitantes también se beneficiaron de los recursos marinos, que incluían en su dieta habitual, aunque no fueran una parte tan importante de su alimentación.

Restos del castro del monte do Facho (Pontevedra). Fuente

Para acabar

Aunque todavía quedan años para que las investigaciones ofrezcan una base de conocimiento más sólida, actualmente sabemos que, entre los castros establecidos en la zona norte de la Península en época antigua, se podían distinguir los que se levantaron cerca de ríos y mares, en los que la navegación y los recursos marítimos eran importantes, de los otros, situados en el interior, con una forma de vida basada en la agricultura. Los estudios también apuntan que podrían existir algunas diferencias, aunque de menor calado, entre los castros litorales marítimos y los situados en ríos y rías.

Más información

ARMADA PITA, Xosé Lois, et al. El yacimiento de Santa Comba (Covas, Ferrol): investigaciones arqueológicas en un enclave de la ruta marítima atlántica. Gallaecia: Revista de Arqueoloxía e Antigüidade, 2015, 34.

CAMINO MAYOR, Jorge. Los castros marítimos en Asturias. Real Instituto de Estudios Asturianos, 1995.

CAMINO MAYOR, Jorge y VILLA VALDÉS, Ángel. La bahía de Gijón y las rutas marítimas prerromanas en la costa cantábrica de la Península Ibérica. En Gijón, puerto romano: navegación y comercio en el Cantábrico durante la antigüedad:[exposición]. Gijón: Autoridad Portuaria, 2003, p. 45-59.

Castros y otros espacios arqueológicos. Turismo Asturias, s.f.

DA SILVA, María de Fátima Matos. La evolución cronológica de la cultura castreña y los modelos interpretativos socioculturales: Tentativa de síntesis. Arqueología y Territorio, 2008, 5, p. 49-77.

FERRER ALBELDA, Eduardo, et al. Espacios sagrados y comercio fenicio en los límites de la ecúmeneEstudios sobre Orientalística y Egiptología. Nuevas aportaciones de la investigación española, 2021.

FREÁN CAMPO, Aitor. El nacimiento del urbanismo castreño y la configuración de un nuevo pensamiento simbólico. Estudios humanísticos. Historia, 2017, 16, p. 13-31.

LÓPEZ VEIGA, Enrique. Historia marítima de Galicia. A Coruña: Ed. Hércules, 2024.

RODRÍGUEZ, C. y FERNÁNDEZ, C. Una aproximación al estudio de los yacimientos castreños del litoral galaico: dimensiones ambientales y económicas. Biogeografía Pleistocena-Holocena de la Península Ibérica. Santiago de Compostela, 1996, p. 363-375.

RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Carlos y PÉREZ ORTIZ, Lucía. Caza y domesticación en el Noroeste de la Península Ibérica durante la Prehistoria. Datos arqueozoológicos. En A Concepção das paisagens e dos espaços na Arqueologia da Península Ibérica, Actas IV Congresso de Arqueologia Peninsular (2004), Promontoria Monográfica, 8. Universidade do Algarve Faro, 2007, p. 165-176.

SANTOS YANGUAS, Narciso. Los recintos fortificados como marco de desarrollo de la cultura castreña en el norte de la Península Ibérica. Espacio Tiempo y Forma. Serie II, Historia Antigua, 2006, 19. (Catálogo de yacimientos castreños astures).

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Fue un importante y antiguo lago situado en la costa este del Pacífico, entre los Estados Unidos y México. Hoy es un desierto, pero todavía son visibles los restos geológicos y arqueológicos de lo que antaño fue. 

Localización del antiguo lago Cahuilla. Fuente: Gobalet, 2000

La formación del lago

Se formó cuando la cuenca salida del río Colorado varió de dirección y, en lugar de dirigirse hacia el antiguo mar de Cortés (hoy golfo de California), cambió su rumbo a la izquierda, hacia una cuenca que tenía una gran profundidad, de casi 80 metros. En su máxima extensión llegó a tener 180 km de largo y 50 km de ancho. Su cuenca contaba con una superficie de unos 5.500 km2 y un perímetro de más de 400 km de costa. Según las pruebas de radiocarbono realizadas en huesos de pescado allí hallados, el lago Cahuilla existía desde antes del año 1200.

Recibe su nombre del pueblo aborigen que allí vivía. En él pescaban y recogían plantas acuáticas como el carrizo, los juncos o la espadaña (imagen inferior).

En sus inicios se formó un lago interno con agua salobre, mezcla de la del río con la del mar, pero con el tiempo casi todo era de agua dulce. El caudal fluvial en ciertas épocas descargaba al lago y en otras al golfo de California, por lo que el nivel lacustre subía o bajaba indistintamente. El flujo de agua variaba mucho, según la cantidad y duración de las avenidas. Con el paso del tiempo, el fondo del lago se fue elevando por la acumulación de sedimentos, hasta que el agua terminó saliendo hacia el golfo. Estas condiciones continuaron durante siglos, lo que es fácil de apreciar al ver todavía conchas de moluscos de agua dulce, tanto en el suelo como en las incrustaciones en los sedimentos arcillosos.

Casi todos los restos biológicos encontrados son del pez charalito elegante (Gila elegans), en la imagen inferior de la izquierda, y el matalote jorobado (Xyrauchen texanus), a la derecha. Otros que también vivían en el lago eran la lisa, Mugil cephalus y Elops affinis.

Gruposhumanos que habitaban en sus orillas

En sus costas se encontraban grupos que vivían de la pesca y captura de moluscos, pero cuando el lago se secó ya no pudieron sobrevivir y solo quedaron sus vestigios. Aparte de la tribu que le dio nombre, también estaba poblada por los kumiai y los cucapás.

Retrato de un cucapá. Fuente

Estos pueblos construían unas trampas para peces de roca que estaban formadas por paredes semi-circulares hechas con piedras, con forma de «v» o de «u». Estos artefactos, en algunos casos, ocupaban superficies de varios centenares de metros cuadrados. Se han hallado restos materiales de esta técnica en las orillas de la costa antigua, pero todavía no están muy claros ni su uso, ni su estructura completa (en la imagen inferior izquierda se puede ver a un investigador descubriendo una de ellas). Los pescadores las situaban en las zonas del lago que se mantenían con agua, por lo que poco a poco, y al ritmo en el que este se secaba, fueron desapareciendo.

Los cucapás usaron este tipo de trampas en otros lugares ribereños, haciendo uso de tallos de plantas como el carrizo (similar a las de la imagen superior de la derecha). Con la marea alta, al subir las aguas y con ellas los peces, éstos entraban por las puertas y podían ser atrapados, cerrándolas con redes o cercos del mismo material.

Se desecó

Sin embargo, en una época indeterminada el río dejó de aportar agua y poco a poco el lago se fue secando. No tenemos, por ahora, fechas de cuándo pasó a ser sólo una cuenca seca.

En 1905, por un error humano en la construcción de unos diques, una crecida del río Colorado desvió su curso hacia el valle antes ocupado por el Cahuilla, formando el lago Salton (Salton Sea) que cubre aproximadamente la sexta parte de la cuenca original. Durante las décadas siguientes el lago aumentó de tamaño por los aportes de agua procedentes de las nuevas tierras cultivadas. En la actualidad tiene aproximadamente unos 50 km de longitud y 13 metros de profundidad máxima.

Pesca tradicional por parte del pueblo cucapá. Fuente

Para acabar

La superficie del lago Salton está a 70 metros por debajo del nivel del mar, porque ocupa un valle previo dejado por el lago anterior, que, además, está situado en plena falla de San Andrés.

A pesar de su desaparición, la memoria del Cahuilla ha quedado grabada en los depósitos de sal, en los restos arqueológicos y en los relatos de los nativos. Un importante patrimonio marítimo lacustre que debemos conocer y apreciar.

Más información

COCKERELL, T. D. A. The Age of Lake Cahuilla. Science, 1946, 103, 2669, p. 235.

GOBALET, Kenneth W. & WAKE, Thomas A. Archaeological and paleontological fish remains from the Salton Basin, Southern California. The Southwestern Naturalist, 2000, p. 514-520.

PHUKAN, Anjali, et al. Shorelines in the Desert: Mapping Fish Trap Features along the Southwest Coast of Ancient Lake Cahuilla, California. Advances in Archaeological Practice, 2019, 7, 4, p. 325-336.

ROCKWELL, Thomas K., et al. The late Holocene history of Lake Cahuilla: Two thousand years of repeated fillings within the Salton Trough, Imperial Valley, CaliforniaQuaternary Science Reviews, 2022, 282, p. 107456.

SCHNEIDER, Joan S., et al. On the Shores of Silver Lake, Mojave Desert, California: Late Holocene Shoreline Features and Functional Hypotheses. California Archaeology, 2017, 9, 2, p. 259-291.

WATERS, Michael Richard. Lake Cahuilla: late quaternary lacustrine history of the Salton Trough, California. Trabajo Fin de Máster. Universidad de California, 1980.

WHITE, Eric S. & ROTH, Barbara J. Fish traps on ancient shores: Exploring the function of Lake Cahuilla fish traps. Journal of California and Great Basin Anthropology, 2009, p. 183-194.

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Arlés es una ciudad fluvial francesa, situada cerca del Mediterráneo, pero sin llegar a ser costera. Se sitúa en las orillas del río Ródano, cuyo cauce sí que comunica con este mar. Es conocida tanto por su puerto romano como porque durante meses tuvo un visitante muy famoso, Van Gogh, que allí pintó algunas de sus obras.

La ciudad de Arlés

Fue fundada por los griegos durante el siglo VI a. C., aunque allí habitaban previamente pueblos ligures. Se llamó Arelate (población de las marismas), precisamente por su situación geográfica. Tenía una posición estratégica extraordinaria, ya que daba acceso al Mediterráneo. Por otra parte, en lo referido a las rutas terrestres, formaba parte del camino que dirigía tanto a Hispania como a la península Itálica.

Dibujo que representa la vista de la ciudad a «vuelo de pájaro», con el puente de barcas. Fuente

Ya convertida en villa romana y apoyada por el emperador Augusto, contaba con todos los edificios e instalaciones propias de su rango, como teatro, foro, circo, termas y anfiteatro.

El puente flotante

Pero lo más destacable para el Patrimonio Marítimo fue su puente de barcos. Y en esta ocasión no se hundieron para la cimentación, sino que formaron parte de la construcción como elementos flotantes. Actualmente no queda nada de él, pero contamos con relatos que narran su existencia. Como puede apreciarse en la imagen inferior, las naves sostenían la pasarela y permitían que pudiera responder a tormentas, subidas y bajadas, porque los elementos flotantes mantenían el paso firme. Para evitar que las barcas se alejaran, se construyeron dos grandes pilotes a los que estas se amarraron.

Dibujo del puente romano de Arlés, formado con barcas flotantes. Fuente

Como puede apreciarse en los dos dibujos previos, uniendo las orillas, el paso se iniciaba con una parte fija, a modo de puente tradicional, que acababa en una torre a cada lado, que daba paso al puente flotante.

Cuando las naves que querían pasar eran de grandes dimensiones, se estableció un sistema que consistía en situar en las orillas dos puentes levadizos, que se apoyaban en las torres.

Lateral del punto romano, que se elevaba para dejar paso a los grandes navíos. Parte de un diorama que representa el puente flotante de Arlés. Fuente

Para acabar

La ciudad de las marismas, Arlés, a la orilla de un caudaloso río y muy cerca del Mediterráneo, tuvo en época romana un magnífico puente flotante, sostenido con embarcaciones, que facilitó el transporte marítimo y contribuyó a que la ciudad se mantuviera en los primeros puestos del comercio imperial hasta la llegada de los visigodos en el siglo V, cuando fue quemada y arrasada.

Más información

BROMWICH, James. The Roman remains of southern France: a guide book. Routledge, 2013.

LORENZ, Wayne F. Ancient roman water development in France. Water Resources Impact, 2005, 7, 3, p. 4-8.

LORENZ, Wayne F. & WOLFRAM, Phillip J. Arches Have No Rivals: Unique Roman Bridges Offer Clues as to How It was Done Centuries Ago. Roads & Bridges, 2007, 45, 9.

MERAZ QUINTANA, Leonardo. El Museo de la Antigua Arlés: arqueología y arquitectura. Diseño en Síntesis, 2010, 25, p. 4-15.

Reconstruction of bridge in Arelate. Blog Imperium Romanum, 2020.

VACCA-GOUTOULLI, Mireille. La taille de la pierre sur l’aqueduc romain d’Arles au Vallon des Arcs à Fontvieille (B.-du-Rh.)Revue Archéologique de Narbonnaise, 1994, 27, 1, p. 165-173.

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Esta semana dedicamos la entrada a una reina de la época faraónica muy poco conocida, Khentkaus I, en cuya tumba se encontraron restos de la cámara de un barco. Es, por lo tanto, la primera mujer de la Historia (de la que tenemos noticia) en cuyo paso al más allá estuvo acompañada de una nave para surcar los cielos.

En la imagen se puede apreciar la pirámide de la reina Khentkhaus y la entrada al recinto. Fuente: Google Maps

Khentkaus I, que vivió en el siglo XXVI a. C., era hija de Micerino (o Menkaura), el faraón de la IV dinastía cuya pirámide se levantó cerca de una de las maravillas del mundo antiguo. Las investigaciones no han podido aclarar todavía si llegó a ser reina o si su papel exclusivo fue el de ser madre de la realeza. Lo que sí está claro es su importancia en la implantación de la V dinastía en Egipto, ya que sus dos hijos se convirtieron en el segundo y tercer faraón de su linaje.

Jeroglifos con el nombre de Khentkaus. Fuente: Cubas, 2015

Su lugar de enterramiento se halla precisamente detrás del de su padre, en Guiza. Es una pirámide (aunque también pudo ser una mastaba de varios niveles: una forma de tumba propia de las primeras dinastías egipcias, que es como una pirámide truncada con base rectangular), que mide 45,5 m x 45,8 m de planta y 16,7 m de altura, situada sobre un pedestal de roca cuadrada.

Vista lateral de la tumba de Khentkaus I. Fuente

La tumba de Khentkaus I (denominada técnicamente LG 100) tiene un pozo para situar una barca solar cerca de su esquina suroeste, que mide 30,25 m de largo y se halla orientado de este a oeste. El foso cuenta con un revestimiento de yeso que hace de muro de contención. Al igual que los de Keops, se accede por una rendija estrecha de 1 m, recorriendo lo que pudo ser la eslora de la embarcación. Actualmente ya no queda nada de ella.

Los bloques de piedra caliza y una losa de granito negro encontrados cerca indican que estaba techado. Ambos extremos terminan en paredes verticales. El perfil muestra que el fondo del pozo no era curvo, sino que tenía una sección central plana y extremos en ángulo, como los de una embarcación. Los investigadores incluso creen que podría aparecer un segundo foso para botes, lo que demuestra que todavía queda mucho por excavar, analizar y estudiar de este enterramiento real.

Entrada a la tumba de la reina. Fuente

Para acabar

Esta reina fue la primera en llamarse Khentkhaus (también traducido como Jenetkaus, Jentkaus o Khentkawes), aunque posteriormente hubo otras que llevaban ese nombre y que tuvieron también un importante papel en la realeza egipcia. Khentkhaus, la hija de Mikerinos, fue enterrada, como decenios antes lo fue su antecesor Keops, junto a una nave para que hiciera su ultimo viaje celestial en la barca solar que la acompañó durante milenios, aunque hasta ahora no se han encontrado restos de ella, sólo el lugar donde estaba, junto a la tumba. Este foso (ahora vacío) es otra muestra más de lo importante que eran los barcos en la civilización egipcia, que los usaban tanto en su vida diaria como en la muerte.

Más información

CUBAS, Isabel. La reina Khentkaus I y la leyenda de los hijos de Ra. Blog El templo de Sashat, 2015.

SÁNCHEZ ORTEGA, Naty. Reinas de las pirámides. Mujeres de la realeza en la IV Dinastía. Madrid: Editorial Dilema, 2022.

VENDELOVÁ JIRÁSKOVÁ, Lucie. Miniature and model stone vessels of the Old Kingdom-Fromtypology to social and political background. Dissertation Thesis. Univerzita Karlova, Filozofická fakulta, 2021 [Tesis doctoral].

WITSELL, Alexandra & SADARANGANI, Freya. Settlement and Cemetery at Giza: Papers from the 2010 AERA-ARCE Field School. Settlement and Cemetery at Giza, 2015, p. 1-312.

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Hace ya más de cuatro siglos, en 1544, un marino veneciano llamado Sebastián Caboto (1484-1557) levantó un curioso mapa. Había sido explorador y cartógrafo, por lo que este representaba parte de su experiencia marítima. A veces la propia vida del marino es casi tan relevante como su obra, y es el caso de Caboto, personaje discutido, que en vida tuvo altos cargos pero también enfrentamientos con distintos personajes, como el que ocurrió con Pedro de Medina, otro cartógrafo. A veces podemos encontrar su apellido como Cabot, sin la «o» final.

Sebastián Caboto dibujado por Fábregues en 1912. Fuente.

Caboto en la corte de dos dinastías

Estuvo al servicio de monarcas españoles e ingleses de manera alternativa. Sabemos que primero fue cartógrafo en la corte del rey Enrique VIII de Inglaterra, y que en 1512 fue contratado por el rey Fernando el Católico para desempeñar diversos cargos en el Consejo de Indias. Tras la muerte del rey español, regresó a Inglaterra.

Piloto Mayor en la Casa de Contratación de las Indias de Sevilla

En 1517 vuelve a España y el emperador Carlos I lo contrata como miembro del Consejo de Indias, al año siguiente lo nombra capitán y piloto mayor del reino. Algunos autores mantienen que durante los primeros años del siglo XVI se ofreció y negoció de manera secreta con la República de Venecia, donde había nacido, para la organización de una expedición en busca del paso del noroeste hacia las Indias Orientales y China.

Otro hecho relevante es que en 1526 partió para América en un viaje oficial, pero una vez allí se dedicó a buscar el Dorado hasta que regresó a España cuatro años después, sin haber cumplido su misión, lo que le valió el destierro a Orán. Tras algunos años, logró el perdón real y volvió a ocupar su cargo de piloto mayor.

El planisferio

De su actividad como cosmógrafo queda un curioso planisferio, editado en Amberes en 1544. Aunque tiene muchos errores, teniendo en cuenta la fecha, es bastante innovador. Omitió algunas de las informaciones geográficas disponibles más recientes, pero hay que considerar que no había sido diseñado pensando en su utilidad para la navegación, sino como una muestra de cosmografía erudita. En uno de los textos incluidos en el planisferio reclama para sí el mérito de haber hallado un método para calcular la longitud en el mar – el principal problema de la cosmografía de aquel tiempo y de los siglos siguientes–, aunque no añade detalles suficientes para hacerlo comprensible.

Incluye unos espléndidos dibujos de la fauna real e imaginaria de muchos lugares y de personajes fabulosos, sobre los que adjunta relatos tomados de fuentes antiguas y medievales.

Caboto señala en este mapa que su padre, Juan Caboto, tocó tierra en América del Norte a unos cincuenta grados latitud norte, mientras que otros cosmógrafos, como Juan de la Cosa y Diego Ribero, lo situaban diez grados más al norte. Otra anotación destacable es que señala la presencia del navegante francés Jacobo Cartier en la zona en 1534.

En la carta, las regiones que él conocía son las que mejor están trazadas, la del Amazonas y la del Río de la Plata. Curiosamente Europa es el continente que presenta más errores en su diseño, ya que la mayoría de sus delineaciones están equivocadas.

Para levantar la parte sur de Norteamérica utilizó las transcripciones hechas en las expediciones de Francisco de Ulloa (1539) y de Coronado (1540-1542). Dibujó adecuadamente la baja California como una península, al igual que la desembocadura del río Colorado, zonas que conoció gracias a sus múltiples viajes.

Para acabar

Era un científico conocedor de los principios matemáticos de la navegación astronómica y eso se percibe en el levantamiento de la carta. En su trabajo para la corona española, y también para la inglesa, supo adaptar sus amplios conocimientos como navegante y cosmógrafo experimentado a las exigencias de ambas monarquías. Actualmente el original está depositado en la Biblioteca Nacional de Francia y se encuentra digitalizado y accesible en la biblioteca digital Gallica.

Más información

CARRIAZO RUIZ, José Ramón. La mar del sur en las tabvlae del mapamundi de Caboto. XIII Jornadas sobre pensamiento, cultura y sociedad virreinales. Perú, 2019.

GANDINI, María Juliana. Las sirenas del Plata: nuevos rumbos de las expediciones de Sebastián Caboto y Diego García de Moguer en el Mar Océano Austral (1526-1530). Revista de la Escuela de Historia, 2016, 16, 1.

MEDINA ZAVALA, José Toribio. El veneciano Sebastián Caboto, al servicio de España y especialmente de su proyectado viaje a las Molucas por el estrecho de Magallanes y al reconocimiento de la costa del continente hasta la gobernación de Pedrarias Dávila. Santiago de Chile: Impresión y Encuadernación Universitaria, 1908.

SANDMAN, Alison D. y ASH, Eric H. Trading Expertise: Sebastian Cabot between Spain and England. Renaissance Quarterly, 2004, 57, 3, p. 813-843.

Nota: todas la imágenes, menos la primera, son detalles de su obra de 1544.

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