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Posts Tagged ‘Historia Naval’

La historia naval de la primera mitad del siglo XX es muy distinta a la de épocas anteriores. Dos guerras mundiales protagonizaron un panorama que inicialmente se presentaba como halagüeño. Son múltiples los acontecimientos que tuvieron lugar en el período de entreguerras. Por ello vamos a ir explicando en sucesivas entradas algunos de los más impactantes, y no sólo porque en ellos se ganaran o perdieran batallas navales, sino porque el desarrollo de los hechos fue distinto y se sucedieron acciones relevantes dignas de ser conocidas fuera de los ámbitos bélicos.

SMS Moltke en Scapa Flow (B. Forbes Collection). Fuente

El fin de la flota alemana de la I Guerra Mundial

Esta semana dedicamos la entrada a tratar uno de los hechos más sorprendentes que tuvieron lugar durante la Primera Guerra Mundial (I GM). Sucedió en el puerto de Scapa Flow (Islas Orcadas, al norte de Gran Bretaña). Esta localidad era la base de la flota británica y tras firmarse el tratado de paz por el que Alemania perdía la guerra, se acordó que ésta entregaría toda sus buques de guerra.

Imagen de época de Scapa Flow en la que se pueden ver algunos de los buques alemanes. Fuente

Así, en las afueras del puerto estaban reunidos más de 70 buques alemanes, tripulados por una pequeña parte de la dotación habitual, a la espera de que los responsables de los países aliados decidieran su destino y cómo se iban a repartir entre los vencedores. Entre ellos había 10 acorazados, 13 cruceros y 44 destructores.

Localización de la flota alemana retenida en Scapa Flow. Fuente

Como esta decisión tardó en llegar, a la flota alemana allí reunida le dio tiempo a reaccionar, y ante la mirada atónita de los marinos ingleses, los tripulantes germanos decidieron hundir sus propios barcos para evitar que cayeran en manos de los que ellos consideraban sus enemigos. A la orden de «Párrafo once. Confirmar», el 21 de junio de 1919, fueron hundidos casi todos, aunque los británicos consiguieron salvar unos cuantos. No era la primera vez que un hecho así acontecía (ni tampoco la última), pero sí que fue la mayor pérdida de barcos en un solo día ocurrida hasta ese momento.

Situación de algunos de los buques más grandes de la flota alemana retenida en Scapa Flow. Fuente

Pero esta historia verídica no acaba aquí. Años después los restos de los buques fueron izados del fondo. Durante las décadas de 1920 y 1930, muchos de los barcos fueron rescatados por contratistas comerciales, posteriormente desguazados y vendidos como chatarra. Los siete barcos hundidos que quedaron están clasificados como monumentos o sitios arqueológicos de importancia nacional que reciben protección.

Material para submarinos de la II Guerra Mundial

Triste fin que tendría un diabólico uso cuando Hitler adquirió parte de esos restos para fundirlos y con ellos poder construir los famosos U-boats, los submarinos que volaron más barcos aliados que ninguna otra máquina de guerra. Uno de ellos, que se supone hecho con algunos de los restos de la flota alemana de la I GM, el U 47, entró en el puerto donde años atrás estuvo retenida la flota germana y hundió uno de los barcos británicos allí fondeados, el acorazado HMS Royal Oak, que además era uno de los pocos que había sobrevivido a la batalla de Jutlandia (I GM).

Más información

ÁLVAREZ, Jorge. Cómo Alemania hundió toda su flota al final de la I Guerra Mundial. La Brújula Verde, 2020.

HEATH, Kevin, et al. Scapa Flow Underwater Salvage Sites Survey: Phase 2 Report. 2019.

KONSTAM, Angus. Scapa Flow: The defences of Britain’s great fleet anchorage, 1914-45 [Fortress title 85]. Osprey Publishing 2009.

MARDER, Arthur. From the Dreadnought to Scapa Flow: Volume II: To The Eve of Jutland 1914-1916. Seaforth Publishing, 2014.

McCARTNEY, Innes. SCAPA 1919: The Archaeology of a Scuttled Fleet. Bloomsbury: Osprey. 2019.

MOLLÁ AYUSO, Luis. El tesoro de Scapa FlowRevista General de Marina, 2018, 274, 1, p. 17-29.

OXLEY, Ian. Scapa Flow and the protection and management of Scotland’s historic military shipwrecks. Antiquity, 2002, 76, 293, p. 862-868.

VAN DER VAT, Dan. The Grand Scuttle: The Sinking of the German Fleet at Scapa Flow in 1919. Edinburgh: Birlinn Limited, 2012.

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El origen del nombre de esta embarcación está en la costa de Liburnia, una zona del Adriático (hoy Croacia), cuya localización se puede ver en la imagen siguiente (mapa de Cluverio, s. XVI-XVII). Allí existían grupos de piratas que atacaban a los navegantes.

Los piratas croatas, según Plutarco, poseían una serie de características que los hacían difíciles de vencer, tales como su experta tripulación, valiente y fuerte, que estaba acostumbrada a los saqueos y secuestros; igualmente contaban con experimentados pilotos, así como con barcos rápidos y ligeros, que según las fuentes eran más de un millar. Sin embargo, pese a la dificultad de la empresa, en tan sólo tres meses, el general Pompeyo (s. I a.C.) llevó a cabo su cometido y capturó (o destruyó) más de 800 embarcaciones piratas (Meirat, 1964). Cuando los romanos se adueñaron de todo el Mare Nostrum estos ataques cesaron y fueron ellos mismos los que adaptaron estas naves para su flota imperial.

Dibujo de una liburna. Fuente: D’Amato 2016

La nave llamada liburna

Era un tipo de embarcación ligera, rápida y maniobrable. Su forma alargada y afilada en la popa, estaba equipada con el rostrum, un mástil y dos filas de remos. No es nada fácil establecer unas medidas o formas estándar sobre una base científica firme, debido a que se terminó usando el termino liburnae para referirse a una nave de guerra, fuera o no la liburna originaria. Algunos autores como Rankov afirman que el mayor tamaño pudo estar en los 20 m de eslora y los 4 m de manga. Medas afirma que la liburna puede ser una evolución de los antiguos leños.

Liburna birreme. D’Amato 2016. Museo de Arqueología de Nápoles.

Los romanos la usaron a partir del siglo I a.C., debido a que era muy efectiva y fue la protagonista en la etapa imperial, pero especialmente tras la batalla de Actium (en el Oeste de Grecia), donde Octavio Augusto derrotó a Marco Antonio (año 31 a.C). Un autor romano, Vegecio, lo narra así:

“Varias provincias en ciertos momentos tuvieron mucho poder sobre el mar, y de hecho hubo varios tipos de naves. Mas, tras luchar Augusto en la batalla de Accio, al haber sido vencido Antonio con ayuda sobre todo de las liburnas, se puso en evidencia, con la experiencia de tantos enfrentamientos, que los barcos de los liburnos eran más aptos que los demás. De hecho, los emperadores romanos construyeron su flota de forma parecida y tomando el nombre de la formación de estas” (Veg. mil. IV 33) [Texto citado por Berchez 2010].

Liburna esculpida en la Columna de Trajano

En otro texto de Vegecio, en su obra «De re militari», aparecen unos párrafos dedicados a estas naves. Según este escritor, en la batalla de Actium llegaron a batallar liburnas de hasta seis ordenes de remos. Las mas grandes llevaban una falúa auxiliar cada una, que se usaban para sorprender a las naves enemigas, dar aviso de su aparición y descubrir sus movimientos.

«Para que no fuesen avistadas, los pertrechos e incluso los materiales que usaban para carenarlas iban pintadas de color verde pardo, parecido al de la mar, conocido como «veneciano». La marinería y los soldados de estas embarcaciones se vestían también de este color, para que de día, ni de noche fuesen descubiertos».

Reconstrucción en 3D de una liburna. La parte en color es la que está expuesta en el puerto de Civitavecchia. Fuente

En el puerto de Civitavecchia (Italia) se puede admirar la reconstrucción de parte de la proa de una liburna.

Parte de una liburna en el puerto de Civitavecchia. Fuente

La madera

La liburna se construía con varios tipos de madera, pero sobre todo con la de ciprés, pino cultivado o silvestre y abeto. Los clavos se prefería que fuesen de cobre, en lugar de los de hierro, porque duraban más, pues el «hollín se come rápidamente los clavos de hierro por el calor y la humedad», mientras que los «de cobre mantienen su propia sustancia incluso en el mar” (Veg. mil. IV 34).

Montanus, oficial de una liburna de la flota de Rávena. Fuente: Mantas 2013

Diversas fuentes históricas corroboran que portaba una vela latina, tal y como aparecen en las naves representadas en monedas de Claudio y Domiciano.

Para acabar

Actualmente se está construyendo una liburna siguiendo la información existente sobre las antiguas naves que surcaban el Mediterráneo romano. Tendrá 37 metros de eslora y 7 de manga, y contará con dos órdenes de remos. El proyecto corre a cargo de dos carpinteros de ribera, Francesco Carmosini y su hijo Óscar, y cuenta con otros apoyos institucionales y empresariales. Una vez acabada la liburna, se exhibirá en el área inmediatamente adyacente al Museo delle Navi, cerca del aeropuerto de Fiumicino y a pocos metros de la dársena del puerto imperial de Trajano, creando un auténtico parque didáctico-científico en un área privilegiada para poder entender cómo fue el mundo marítimo en la antigua Roma.

Más información

BÉRCHEZ CASTAÑO, E. La liburna en el contexto de la flota romana. Liburna, 2010, 4, p. 69-87.

BORŠIĆ, Luka; DŽINO, Danijel & ROSSI, Irena Radić. Liburnians and Illyrian Lembs: Iron Age Ships of the Eastern Adriatic. Archaeopress Publishing Ltd, 2021.

D´AMATO, Raffaele. Buques de guerra imperiales romanos (27 a.C.-193 d.C). Oxford: Editorial Bloomsbury, 2016.

MANTAS, Vasco. O valor do poder naval na Antiguidade Clássica: o exemplo romanoSimpósio de História Marítima: o poder do mar na história, 2013, 11, p. 1-44.

MEDAS, Stefano. La navigazione tardo-arcaica in Adriatico: l’iconografia navale e la peculiarità della tradizione nauticaCuadernos de Prehistoria y Arqueología, 2016, 42, p. 143-166.

MEIRAT, Jean. Marines antiques de la Méditerranée. Paris: Fayard, 1964.

PITASSI, Michael. Roman Warships. Woodbridge: Boydell & Brewers, 2011.

RANKOV, Boris. Roman shipsheds and Roman ships. Memoirs of the American Academy in Rome. Supplementary Volumes, 2008, 6, p. 51-67.

RANKOV, Boris. Ships and Shipsheds. In: BLACKMAN, David & RANKOV, Boris (eds.). Shipsheds of the Ancient Mediterranean. Cambridge: University Press, 2013, p. 76-101.

ZANINOVIĆ, Marin. Liburnia militarisOpvscvla Archaeologica, 1988, 13,1, p. 43-67.

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Esta semana nos adentramos de nuevo en el mundo de las galeras y en uno de los protagonistas menos conocidos de la fuerza humana de éstas. Entre los que remaban se encontraban los esclavos, los forzados y los buenasboyas. Estos últimos eran los remeros voluntarios alistados en las galeras, que cobraban por ello un salario. El término, junto o separado, tiene su origen en la palabra italiana «buona voglia».

Un autor de comienzos del siglo XX, Sevilla, los describe como “golfos de playa, ganapanes que iban a acogerse al derecho de asilo de que disfrutaban las galeras, para librarse de las persecuciones de las justicias por ciertos pecadillos veniales». A pesar de esto, solían ser los remeros de confianza, que a menudo también se ocupaban como mozos y criados de cámara. Podemos hacernos una idea de esta consideración leyendo lo que explica un fraile de la época «como galeote viejo, de quien están seguros, que es ya buena boya, le dejan salir como a soldado fuera del barco» (Fray Hernando de Santiago, Consideraciones sobre todos los Evangelios de los Domingos y Ferias de la qvaresma, publicado en Salamanca, I597).

Al final de la Edad Media eran los únicos que remaban de manera oficial, ya que en las Cortes de Teruel, en 1428, se ha encontrado que, para servir en galeras como remeros, la única opción era un acuerdo voluntario y emitido en acto público (Rodríguez, 1978). En la península itálica se conseguían buenasboyas a precios asequibles, especialmente en la costa del Adriático, pero en España, a partir del descubrimiento de América, los sueldos solicitados aumentaron a cantidades que la corona no podía pagar. Muchos de los posibles enrolados preferían viajar a América en lugar de trabajar como remeros, lo que supuso que su número decreciera alarmantemente.

Se trataba de un trabajo muy duro y arriesgado, por lo que apenas se encontraba quien quisiese ejercitarse en él de buena gana. Por eso suponían un pequeño porcentaje de los remeros (un 10% en las galeras de Nápoles en 1585 y un 20% en el siglo XVII en las de la orden de Malta). Casi todos aparecen en los Libros Generales de la Escuadra de Galeras de España, donde se anotaban su nombre, filiación, procedencia, edad y sus rasgos físicos.

A fines del siglo XVI se sabe que el sueldo de un buenaboya era de dos ducados mensuales, prácticamente lo mismo que tenía un proel (artillero). Sin embargo, su trabajo y riesgo eran mayores. Sin contar que con cierta frecuencia no se pagaban a tiempo las cantidades ofrecidas y el remero debía recurrir a la justicia para obtenerlas.

Un galeote transportando agua. Fuente

La introducción de la “pena utilitaria de galeras”, establecida en los primeros años del siglos XVI, enviando a los delincuentes que antes se ejecutaban o mutilaban a remar en estas embarcaciones, solucionó en buena medida la falta de hombres que bogaran (remaran). De esta manera, el grupo de remeros (entre los que también estaban los esclavos, pero no siempre reconocidos) se amplió con los forzados.

De forzados a buenasboyas

A los condenados que terminaban de cumplir la pena establecida por los tribunales, se les invitaba a seguir bogando como buenaboya, ofreciendo un pequeño sueldo y ración de cabo (mejor que la que tenían). A los que aceptaban se les llamaba buenasboyas galeotes. Su principal cometido era ser bogavantes (remeros más experimentados, que dirigían la boga), aunque a veces tenían que participar en los enfrentamientos bélicos de la nave.

De manera general conseguían mejor trato que los forzados y esclavos, desempeñando ciertos trabajos, además del servicio antes descrito, como alguaciles (para cargar agua), espalderes (los bogavantes principales) o proeles (el cuerpo de avanzada en los enfrentamientos bélicos). Sin embargo, llevarse bien con los responsables de la nave les supuso muchas veces tener serias peleas con los otros remeros y que desconfiaran de ellos.

Parte de una hoja de los libros de galeras de forzados. Es del margen izquierdo y se puede ver que aparece escrito que el forzado acepta convertirse en buenaboya (BªBª). Fuente

Los galeotes dormían, por lo general encadenados, en la banqueta o remiche, bajo sus bancos de boga, cubriéndose con un capote suministrado por las autoridades de la nave, mientras que los buenasboyas se acomodaban en la crujía y en la proa.

Banco de boga. Fuente

Más información

CASSAR, Carmel. The Order of St John and corsairing activities in the Mediterranean in the 16th and 17th centuries. BONO, S. Terzo Convegno Storico Internazionale: Corsari, schiavi, riscatti tra Liguria e Nord Africa nei secoli XVI e XVII, Ceriale, 2004, p. 73-116.

DE LAS HERAS SANTOS, José Luis. Los galeotes de los Austrias. Historial Social, 1990, 6, 127-140.

FAVARÒ, Valentina. La escuadra de galeras del regno di Sicilia. Costruzione, armamento, amministrazione (xvi) secoloMediterraneo in armi (secc. xv-xviii), 2007, p. 397-428.

LO BASSO, Luca. Uomini da remo: gestione delle galere e reclutamento dei galeotti nel Mediterraneo moderno: modelli a confronto. Tesis doctoral. Università Ca’ Foscari Venezia, 2003.

GILLET, Joseph E. Spanish» buenaboya». Romance Philology, 1949, 3, 2/3, p. 149-156.

PORTILLO STREMPEL, Andrés. Galeras, galeotes y gente de mar. Cuadernos del Rebalaje, 2016.

RODRÍGUEZ RAMOS, Luis. La pena de galeras en la España moderna. Anuario de derecho penal y ciencias penales, 1978, p. 259-276.

SEVILLA Y SOLANAS, Félix. Historia penitenciaria española (La Galera). Apuntes de archivo, Segovia: El Adelantado de Segovia, 1917.

VINCENT, Bernard. Les esclaves des galères napolitaines en 1585. In: MARCOS MARTÍN, A. Hacer historia desde Simancas. Homenaje a José Luis Rodríguez de Diego. Valladolid: Junta de Castilla y León, 2011, p. 837-845.

WETTINGER, Godfrey. The Galley-Convicts and Buonavoglia in Malta during the rule of the Order. Journal of the Faculty of Arts, 1965, 3 (1), p. 29-37.

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Aunque existen indicios previos de personas que se dedicaban a sumergirse en el agua de manera más o menos profesional, tanto para usos civiles como militares, la primera vez que se formó un cuerpo de buceadores fue en el imperio romano. Se llamaban los urinatores (buzos o buceadores en latín).

Representación de los buceadores romanos. Fuente

Las primeras menciones se han hallado en el asedio a Numancia, también durante la guerra civil entre César y Pompeyo. En el año 48 a.C. mandaron a muchos buceadores a sacar a flote algunos de los barcos hundidos por las tropas de César. Cinco años después, durante los conflictos entre Octavio y Antonio, cuando las tropas comprobaron que no se podían comunicar con sus homólogos, decidieron comunicarse a través del río para no ser descubiertos por sus enemigos. En esa situación tuvieron que recurrir a un buzo, que debía de cruzar con un mensaje en una lámina de plomo.

Ánfora encontrada en un pecio en Cartagena (S. I-II) muy similar a la que pudieron recoger los urinatores. Fuente: CERES

Se siguieron manteniendo las operaciones anfibias por parte de los buzos durante el Imperio, ya que en el 196 d.C. se narra el uso de éstos como una de las medidas defensivas cuando Bizancio estaba bajo asedio. Su tarea consistió en cortar las anclas bajo el agua y mover los barcos enemigos. Al igual que las acciones bélicas, tenemos referencias a las labores concretas de pesca que llevaron a cabo los urinatores. Plinio el Viejo narra el uso de buceadores para la captura de diferentes animales marinos, como por ejemplo la obtención del murex vivo para la fabricación de la púrpura; la recolección de ostras y otros moluscos, esponjas o perlas, para lo que es necesario sumergirse y recolectarlas.

Molusco del que procede la denominada púrpura

Han quedado algunos de los utensilios utilizados para la pesca subacuática en esta época, y también contamos con iconografía y con ciertas fuentes literarias. El instrumental estaba formado por lastres de plomo, cuerdas, cuchillos, cuero, esponjas, arpones o tridentes. Se usaban unos u otros dependiendo del tipo de animal que se quería capturar.

Plomo para pescar del s. II a.C. Fuente: CERES

Su importancia

La importancia de los urinatores romanos radica en que fue la primera vez en la historia que se formuló una corporación legal que reunía a los mejores nadadores y buceadores para realizar trabajos de distinta índole, tanto en el ámbito militar como en el ámbito civil, en favor de la administración imperial.

Lápida en la que aparece el nombre del cuerpo de urinatores

Surgió bajo el principado de Augusto en el siglo I a.C., tras la aplicación de la Lex Iulia, que permitió al Senado romano ordenar la creación de diferentes cuerpos profesionales. Se hizo para responder a la necesidad de albergar un equipo profesional que pudiera atender a las emergencias producidas por los naufragios, el mantenimiento de los puertos y/o vías fluviales o la recogida de elementos caídos al agua.

Los urinatores se regían por la Lex Rhodia. Esta antiquísima norma regulaba los diferentes problemas derivados de los naufragios, el expolio y la sustracción de las mercancías de forma ilegal, entre otras. No se asimiló de manera inmediata, sino que tuvo que ser un proceso paulatino.

La Ley Rhodia obligaba a la recuperación de las mercancías tras un naufragio. Por eso los propietarios que perdían los objetos en el mar solían solicitar los servicios de esta corporación. Este tipo de contratos varió según la profundidad y la dificultad de su extracción, los urinatores obtenían una tercera parte del valor de la mercancía rescatada si ésta se hallaba hasta los 3.5 metros, mientras que si se encontraban hasta los 7 metros o más obtenían la mitad del valor de lo rescatado.

Diversos autores hacen referencia a la utilización de este cuerpo en los puertos y en las zonas que no tuvieran mucho calado, y también para la recuperación de los diferentes objetos caídos como ánforas. Igualmente sabemos que los ingenieros civiles romanos necesitaron de su apoyo para llevar a cabo la construcción de diferentes estructuras marítimas, como los diques, y que ayudaron a hormigonar y sellar los recintos hidráulicos en la construcción de las infraestructuras marítimas y portuarias.

Para acabar

Un magnifico precedente para los actuales buceadores profesionales y una interesante historia para contar sobre nuestro pasado marítimo.

Más información

DÍAZ SÁNCHEZ, Carlos. Análisis preliminar del cuerpo de urinatores en los puertos romanos. En: Arqueología de los paisajes fluviales: Ocupación, comunicación y explotación. Dykinson, 2020, p. 61-72.

OLESON, John Peter. The technology of Roman harbours. International Journal of Nautical Archaeology, 1988, 17, 2, p. 147-157.

RIETH, Éric. Pour une histoire de l’archéologie navale. Les bateaux et l’histoire. Classiques Garnier, 2019.

SCHLEGEL, H. UrinatoresMuséum d’histoire naturelle des Pays-Bas, 1866, 6, 1, p. 1-52.

TCHERNIA, Andr. Les urinatores sur l’épave de la Madrague de Giens in Navires et commerces de la Méditerranée antique. Hommage à Jean Rougé. Cahiers d’histoire, 1988, 33, 3-4, p. 489-499.

ZAMORA MANZANO, José L. El salvamento y la asistencia marítima en el derecho romanoRevue internationale des droits de l’antiquité, 3ª Série, 2001, 48.

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El Coliseo es el monumento más visitado de Roma. Se trata de una construcción de época imperial, levantada en el siglo I (iniciada en el año 70 y culminada en menos de un decenio) que es un anfiteatro. Las celebraciones por su inauguración duraron alrededor de 100 días y se cobraron decenas de vidas humanas y animales. Aunque se llamó anfiteatro Flavio, desde hace siglos se le denomina el Coliseo, debido a un monumento dedicado al Emperador Nerón, llamado el Coloso. La estatua de Nerón despareció, pero ha permanecido gran parte de este anfiteatro.

Sabemos que este monumento contaba con un toldo móvil enorme, que se podía ir abriendo o cerrando según el sol iba avanzando. Los textos antiguos han dejado constancia de que quienes lo manejaban eran antiguos marineros y que se conocía como velarium. Tanto en su momento como en la actualidad tal obra de ingeniería suscita asombro, especialmente por la dificultad de cubrir una superficie con una base elíptica tan grande, ya que casi alcanzaba los 200 metros

La obra fue fruto de un gran ingenio y está documentada por varios escritores romanos y se puede encontrar en monedas conmemorativas, pero no está claro cómo era exactamente. 

Un sistema de arboladura para el Coliseo

La tecnología usada para cubrir el anfiteatro tiene su origen en el sector constructivo naval, dado que el despliegue de esta enorme cubierta, de unos 23.000 m2, era gestionado por cien marineros de la flota amarrada en Capo Miseno, que estaban alojados en un cuartel cercano al Coliseo, tal y como dejó escrito Plinio. 

Aunque existen testimonios de su uso, los textos antiguos apenas detallan cómo funcionaba, por lo que algunos investigadores han tratado de resolver el enigma. Primero han intentado recoger todas las pistas dejadas en época romana y luego, con la perspectiva actual, han interpretado su funcionamiento mecánico.

Hemos encontrado dos posibles explicaciones acerca de cómo funcionaba el velarium de los anfiteatros.

a) Por una parte, se sostiene que la estructura contaba con un anillo circular interno y una serie de velas. El anillo central no debía ser demasiado pequeño, porque no cubría a todos los espectadores, ni era muy grande, por el peso. En este caso las lonas se podían sostener mediante anillas que discurrían sobre cuerdas paralelas que partían del soporte central y llegaban a la base de los postes, en una forma bastante similar a lo que ocurre en la arboladura de los barcos. Esto implicaba una sección de tamaño considerable y, por lo tanto, la necesidad de estiba e incluso de una tecnología constructiva adecuada.

Simulación de las velas con estructura en anillo en un teatro. Fuente

Una variación de esta posibilidad es la que ha propuesto Steve Burrows que, haciendo uso de su experiencia como constructor, mantiene que sería muy difícil, por el peso, que las velas se mantuvieran, y que la opción es que este toldo se situara a mitad del estadio, proporcionando sombra sólo a las clases privilegiadas, que estaban sentadas en las localidades inferiores.

b) una segunda explicación acerca de este enorme «toldo» es que cubría todo el círculo. Se basa en cuerdas que corren diametralmente, de modo que cada cuerda comienza desde la parte superior de un poste y se conecta a la base del poste diametralmente opuesto. Esta solución parece muy difícil de conseguir, entre otros motivos por el enorme peso del cordaje.

Un dibujo del Coliseo en el que se señalan las distintas alturas, con las divisiones sociales establecidas en esos momentos, que también representa cómo pudo ser el velarium. Fuente: d’Anna 2020

Fuera la opción a) o la b), era necesario que el anfiteatro contara con una infraestructura previa para sostener los miles de metros de tela del velarium. Se han señalado diversos soportes que podían facilitar el enorme despliegue.

  • Por una parte, han hallado los salientes donde se podían apoyar unos postes altos que sobresalían de la parte superior del anfiteatro (a modo de mástiles), Los enormes palos (a modo de mástiles) iban anclados firmemente a la pared exterior del edificio.
  • y por otra, unos orificios practicados en la piedra, que era posible que se utilizaran para meter por ellos las jarcias que sostenían el velarium.

Estas innovaciones eran aplicables en ambos casos.

Elementos de sujeción de jarcias y palos. Fuente

Hoy sabemos que esta cubierta, aunque protegía del sol, no se podía utilizar como resguardo de la lluvia porque el peso del agua hubiera hecho caer la estructura.

Modelo en 3D del Coliseum. Fuente

Sin embargo, y a pesar de que ha habido diversas investigaciones sobre el tema, la comunidad científica no se ha puesto todavía de acuerdo en decidir cuál fue el sistema exacto, el que durante decenios sirvió para resguardar a los espectadores del anfiteatro del implacable sol del Mediterráneo.

Fresco de Pompeya en el que se puede apreciar su anfiteatro y una especie de toldo

Para concluir

Uno de los monumentos mas visitados del mundo como el Coliseo contaba con un sistema para resguardar del sol a los espectadores, que estaba basado en algunas de las técnicas navales usadas en la arboladura de barcos. Sabemos que Roma levantó más de 200 coliseos a lo largo de su dilatado imperio y que en algunos de ellos se han encontrado los soportes que atestiguan que contaron con un velarium. La colocación de los mástiles en lugares estratégicos y fijamente anclados era muy importante en este tipo de edificios, y se tomó de la construcción náutica. Igualmente se hizo con el sistema retráctil de izado y arriado de las velas. Todo un logro de la ingeniería romana que vincula esta magnífica construcción con el mundo naval.

Dibujo del velarium del teatro de Pompeya. Fuente

Más información

ALFANO, Francesca Romana d’Ambrosio, et al. “Velaria” in ancient Roman theatres: Can they have an acoustic role?Energy and Buildings, 2015, 95, p. 98-105.

BOMGARDNER, David. The story of the Roman amphitheatre. Routledge, 2021.

CELLAI, Gianfranco, et alSerramenti e schermature per la riqualificazione energetica ed ambientale: Criteri per la valutazione e la scelta. EPC srl, 2013.

D’ANNA, Eugenio & MOLARI, Pier Gabriele. Il velarium del Colosseo: una nuova interpretazione. 2020.

GANGEMI, Fernando. Il velario dell’anfiteatro cumano. 2022.

JACOBELLI, Luciana. Gladiators at PompeiiGladiators at Pompeii, 2003, p. 1-128.

KRIZMANIĆ, Attilio. Amphitheatre in Pula; Velarium. Prostor: znanstveni časopis za arhitekturu i urbanizam, 2020, 28, 2-60, p. 202-219.

POLIDORO, Massimo. La aventura del Colosseo. Edizioni Piemme, 2016.

POMA, Mauro. Descubriendo el Coliseo: entre el mito y la realidad. Descubriendo el Coliseo, 2021, p. 1-103.

SDINO, Leopoldo, et alLa valutazione delle azioni di valorizzazione dei beni culturali: il caso studio della copertura del ColosseoValori e Valutazioni, 2018, 20.

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La navegación supone riesgos y éstos eran mucho mayores en las naves antiguas, menos preparadas para afrontar los peligros del mar. Muy conscientes de esta situación, los navegantes de épocas pasadas buscaron formas de alejar la mala suerte. A lo largo de los siglos ha habido diversas formas atraer los buenos augurios, y una de las más conocidas ha sido la costumbre ancestral de poner en la parte inferior del mástil, donde encaja en el casco de la nave, una o varias monedas. Con el tiempo se ha convertido en una ceremonia de carácter simbólico que se mantiene en algunos lugares.

El elemento simbólico es una moneda votiva que se depositaba en el hueco de la carlinga, donde se aloja la mecha del pie de mástil. Este ritual se llevaba a cabo para atraer la buena suerte tanto para la propia nave como para el piloto y el resto de sus tripulantes.

La tipología de estas monedas era muy variada, aunque tienen en común que son piezas de bronce en época grecorromana, de limitado valor funcional, pero elevado simbolismo. En la Edad Media encontramos monedas de plata situadas estratégicamente en la base del mástil.

Algunos ejemplos

Sobre la segunda mitad del siglo II a.C. una nave oneraria cargada con miles de ánforas de vino, conocida como Chretienne A, presentaba en el pie de su mástil una moneda púnica. Otra, de mediados del siglo I a.C., es la de Madrague de Giens que, aunque está muy deteriorada, se ha podido averiguar que tenía unos 32 mm y su peso era de unos 45 gramos. Se traba de un as, aunque la corrosión no permite que se vea muy claro de qué tipo.

En España, el pecio del Cap de Vol de finales del siglo I a.C., portaba en su pie de mástil una moneda ibérica, un as de Bolskan, pieza de amplia difusión por todo el ámbito del nordeste peninsular a partir de la segunda mitad del siglo II a.C. y durante el I a.C.

Ya en el mar del Norte, muy cerca de la ciudad de Londres, el pecio de Blackfriars, del siglo I, con técnicas de construcción nórdicas, presentaba una moneda votiva en su pie de mástil, que era un as de Domiciano. Estaba expuesta por su reverso, con la diosa Fortuna sosteniendo una cornucopia y un timón de navío.

Para acabar

El dato que nos aportan estas monedas es información directa de unos aspectos simbólicos, en la búsqueda de buenos augurios. Son costumbres cuyas evidencias son propensas a perderse en el registro arqueológico porque son pequeñas muestras. Sin embargo, a pesar de su fragilidad y de su tamaño reducido, nos acercan a la mentalidad de los constructores de barcos y de los navegantes, y también a unas costumbres marítimas ancestrales.

A pesar del éxito alcanzado, esta tradición no era de carácter exclusivamente náutico, ya que parece que se derivó de una práctica religiosa que se remonta a la consagración de los primeros templos griegos.

Más información

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