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Posts Tagged ‘S. XVIII’

Por Marina Ortiz, Grado en Gestión de Información y Contenidos Digitales

Las islas Molucas forman un archipiélago situado en el Este de Indonesia, y cuentan con una asombrosa variedad de ecosistemas marinos. Durante el siglo XVIII, fueron un importante centro de comercio y actividad marítima. Sus costas atraían barcos de todas las naciones, que buscaban comerciar con las especias y recursos naturales que abundaban en la región. Asimismo, las islas también captaron la atención de los exploradores y naturalistas de la época que querían descubrir los secretos que escondían sus aguas. También son conocidas como Maluku.

Mapa de las Islas Molucas. Fuente

El primer libro iluminado sobre peces

En el siglo XVIII, un apasionado observador de la vida marina, Louis Renard, realizó una obra que nos traslada a las profundidades del océano, incluyendo detalladas ilustraciones de peces de colores. Su trabajo, titulado «Poissons, Ecrevisses et Crabes« (Peces, crustáceos y cangrejos de río), se convirtió en un testimonio visual del rico mundo marino de las Islas Molucas. Publicado en 1719 marcó un hito, ya que fue considerado el primer libro coloreado de peces.

No obstante, Renard nunca viajó a las islas Molucas, ni a ningún destino similar, por lo que se piensa que para crear sus representaciones se basó en los dibujos de otros artistas y naturalistas como Samuel Fallours y Hans Sloane, a los que decidió agregar una paleta de colores más vibrantes. Este toque algo surrealista y extravagante va siendo más evidente conforme avanzamos en el libro, siendo la primera parte mucho más realista y la segunda más fantasiosa.

Página del libro Poissons, Ecrevisses et Crabes. Fuente

De su primera edición de 1719 sólo salieron 100 ejemplares y las ilustraciones eran tan relevantes que apenas se añadió texto. Sin embargo, el éxito fue tal que en 1754 el libro fue reeditado. A pesar de que algunas críticas han cuestionando la exactitud científica de las representaciones y descripciones de Renard, lo cierto es que abrió a los lectores una ventana hacia los desconocidos colores brillantes de la vida marina de los océanos tropicales.

Los peces de colores

Estos animales eran la joya de la corona en las aguas de las Molucas. Algunos, como el pez mandarín con sus rayas azules y naranjas, eran más que meras exhibiciones visuales; sus características servían tanto para atraer parejas como para camuflarse entre los arrecifes de coral.

Página del libro Poissons, Ecrevisses et Crabes. Fuente

Además de su rol en el apareamiento y camuflaje, desempeñaban un papel fundamental en el equilibrio de las aguas. Algunas especies, como los peces loro, contribuían al mantenimiento de los arrecifes de coral al alimentarse de algas.

Página del libro Poissons, Ecrevisses et Crabes. Fuente

Otros, como los peces ángel, eran esenciales para la distribución de las especies coralinas, ya que ayudaban a dispersar los corales y las semillas de las plantas marinas mientras se desplazaban entre los diferentes hábitats.

Página del libro Poissons, Ecrevisses et Crabes. Fuente

Cangrejos

Estos crustáceos también fueron importantes en el ecosistema marino y fluvial de las Molucas. Desde el cangrejo violinista de patas rojas (Uca mjoebergi) hasta el cangrejo de coco (Birgus latro), famoso por su tamaño colosal, estas criaturas eran una parte esencial del entorno costero y un enigma para los observadores del siglo XVIII.

Página del libro Poissons, Ecrevisses et Crabes. Fuente

Una última aportación

Entre las páginas de «Poissons, Ecrevisses et Crabes» se encuentra una ilustración fascinante que añade un toque mágico al libro: una sirena con una larga cola. Esta figura mitológica, que se dice que se avistó en las aguas de las Molucas en esa época, agrega un aura de misterio a la obra.

Página del libro Poissons, Ecrevisses et Crabes. Fuente

Para acabar

Pese a la sirena y a otros detalles decorativos e imaginativos en su relato, el libro fue considerado como un esfuerzo científico serio cuando se publicó por primera vez. Esto ocurrió en un momento en que se sabía muy poco sobre la fauna marina de las Indias Orientales, por lo que se consideró un producto de la Ilustración.

En definitiva, la obra de Renard fue en muchos aspectos un reflejo de cómo la investigación científica estaba cambiando, para centrarse en mirar las cosas directamente, analizar y usar la lógica.

Si quiere ver y conocer más sobre las ilustraciones de Renard puede acceder al libro completo en la Biblioteca del Patrimonio de la Biodiversidad (Instituto Smithsonian) pinchando aquí. También puedes ver una copia digitalizada en el repositorio digital de la Biblioteca Nacional de Francia.

¡Esperamos que os guste tanto como a nosotros!

Más información

Poissons, Ecrevisses et Crabes. The University of Glasgow [en línea] [consultado el 16 de agosto de 2023].

RENARD, Louis. Poissons, ecrevisses et crabes, de diverses couleurs et figures extraordinaires, que l’on trouve autour des isles Moluques et sur les côtes des terres Australes: peints d’après nature … Ouvrage … quit contient un trr̀e grand nombre de poissons les plus beaux & les plus rares de la Mer des Indes. Harvard University, Museum of Comparative Zoology, Ernst Mayr Library, 1754 [Consultado en 14/08/2023].

ROYAL Collection Trust, The. Poissons, ecrevisses et crabes, de diverses couleurs et figures extraordinaires, que l’on trouve autour des isles Moluques et sur les côtes des terres Australes. Biblioteca de George III en Windsor [Consultado en 14/08/2023].

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Recientemente se ha publicado un libro que relata con exquisito detalle y excelente capacidad analítica el uso que se le dio a la madera procedente de la Sierra de Segura en los arsenales militares españoles durante la época ilustrada. Titulado La Provincia Marítima de Segura y la Marina de la Ilustración. La contribución de las maderas de Segura de la Sierra a la construcción naval del siglo XVIII, es fruto de años de búsqueda incansable en archivos y de un concienzudo trabajo de análisis e interpretación de las fuentes, realizado por el Dr. Vicente Ruiz García. Aunque se circunscribe preferentemente al ámbito geográfico-administrativo de la que fue la Provincia Marítima y a los años de 1733 a 1836, el análisis de los distintos aspectos y variables que realiza le dan a la obra una proyección más allá del espacio natural y cronológico que abarca. Se trata de una monografía que pone de manifiesto importantes claves para el entendimiento de temas tan relevantes como la explotación forestal, el poder naval o la resistencia popular en la España del Antiguo Régimen.

El autor, además de realizar un magnifico estudio sobre el alcance y la contribución de las maderas de Segura de la Sierra a la construcción, y sobre todo el mantenimiento de los buques de la Real Armada en la segunda mitad del siglo XVIII, tiene entre sus objetivos desterrar algunos mitos y tópicos que una pobre historiografía sobre el tema ha permitido que se perpetúen a lo largo del tiempo, llegando incluso hasta nuestros días. La contundencia y la calidad de la documentación que utiliza, junto con un estudio pormenorizado y preciso, da luz sobre, por ejemplo, a la manida aseveración de que la Marina fue la culpable de la devastación de los montes de Segura, demostrando en un análisis comparativo y en perspectiva, dónde han estado realmente los hechos que han sido determinantes sobre estos espacios naturales a través del impacto humano, destacando sobremanera la puesta en marcha y el desarrollo del ferrocarril, ya en el siglo XIX.

Localización de la Sierra de Segura

La construcción naval

A comienzos del siglo XVIII, con la llegada de los borbones a España y las reformas llevadas a cabo, entre muchas otras, en el ámbito de la Armada, los Reales Arsenales fueron los principales consumidores de este indispensable género y el auténtico corazón de la nueva política naval. Pero lo que realmente daba vida a estos enclaves era la llegada de un correcto abastecimiento de materiales a través de las distintas arterias que irradiaban a su alrededor, o más allá de estas instalaciones y su Departamento. De esta manera, eran sus latidos y el ritmo de éstos, en cuanto a la construcción y el mantenimiento de los buques de rey, los que podían determinar, en un alto porcentaje, el éxito o fracaso de las estrategias y tácticas navales marcadas por los acontecimientos bélicos.

Podemos resumir en tres los problemas fundamentales del abastecimiento de maderas en esta época:

  • a) si los recursos forestales existentes cubrían las necesidades, especialmente de arboladura y tablazón;
  • b) la distribución, ya que es más costoso el transporte hasta los arsenales que la propia corta y preparación de la misma; y
  • c) la política, donde se ponía de manifiesto la autoridad a través de los problemas jurisdiccionales y sociales que iban surgiendo, a partir de los distintos intereses sobre las demarcaciones de los espacios naturales creados.

Una nueva Armada

El estado y puesta a punto de esta nueva y reorganizada Real Armada, cada vez con más unidades, se reflejaba en el de sus arsenales peninsulares y el de La Habana, siendo el objetivo prioritario avituallarlos. Se hizo un gran esfuerzo por disminuir el tiempo de llegada de los distintos géneros y el abastecimiento regular de éstos. También se mejoró notablemente la calidad en la construcción de los buques, gracias a los nuevos aportes técnicos, y comenzó la preocupación por mantener en buenas condiciones la flota, como lo reflejan las continuas alusiones al control y realización de carenas, recorridas o cambio de zapatas, sobre todo en navíos y fragatas.

Cuando Felipe V puso en marcha toda la maquinaría de reformas que pretendían cambiar la organización del Estado, no sabían las poblaciones de la comarca histórica española de la Sierra de Segura que iban a pasar a jugar un papel importante y estratégico en ciertos ámbitos económicos, y sobre todo marítimos de la Monarquía. La universal Sevilla, a través del establecimiento del Negociado de Maderas dependiente de la Real Hacienda en 1733, y los arsenales de Cádiz y Cartagena, con la promulgación de las Ordenanzas de Montes y la creación de la Provincia Marítima en 1748, tendrán un protagonismo relevante en sus bosques y sus gentes.

Sierra de Segura

Las maderas de la Provincia Marítima de Segura

Esta obra deja también patente que la contribución de las maderas de Segura para la construcción y mantenimiento de las embarcaciones de la Real Armada española, no fue anecdótica. Ahora bien, sería erróneo pensar que ésta supuso cuantitativamente una cifra muy importante y que se mantuvo presente a lo largo del todo el período. Esta masa forestal, sobre todo los pinos salgareños, se convirtieron en determinados momentos históricos en piezas, y nunca mejor dicho, fundamentales. De ello dan prueba irrefutable los arsenales de Cádiz y Cartagena, auténticas factorías navales que fueron de los principales consumidores, en distintos momentos y cantidades, de un recurso tan indispensable como estratégico.

Con un gran rigor científico y con una exposición clara, se analiza todo el complejo proceso de selección, corta, preparación y traslado de la madera, tanto en sus aspectos legislativo, organizativo como sobre todo práctico, éste último desde las propias raíces del bosque de la Sierra de Segura. El autor, nos va guiando y descubriendo todos y cada uno de los parajes y lugares por donde discurren las nobles pinadas, en complejas expediciones de hombres, animales, carros, entre otros, bien por los cauces fluviales o por tierra, con unas magníficas y realistas descripciones de los espacios naturales que recorre tan preciada carga, así como las innumerables dificultades y vicisitudes que acontecen en cada uno de los trayectos y poblaciones por donde discurren, hasta su destino final en los arsenales de la Carraca o Cartagena durante buena parte del siglo XVIII.

Algunos de los buques construidos

Varias partidas de maderas llegaron desde la Sierra de Segura en la década de los cuarenta a Cartagena para la construcción y el mantenimiento de las unidades de la Escuadra de Galeras, pero la supresión y desarme de ésta en 1748 hizo que la ya almacenada se empleara en la fábrica de un tipo de embarcación mediterránea por excelencia, el jabeque. Tenemos noticia que durante los años de 1751 a 1753 seis fueron botados en el Arsenal: Cazador, Volante, Liebre, Galgo, Aventurero Gitano. También se construyeron los primeros navíos de dos puentes, Septentrión y Atlante. Este último, uno de los que tuvo una mayor vida activa, con 67 años de servicio en la Armada (1754-1817).

Para concluir

Estamos seguros que esta obra, contribuirá a que se comprenda mejor un esfuerzo complejo, costoso y titánico, de unas gentes y unos recursos naturales de tierra adentro que se vieron inmersos, sin tener conciencia de ello, en una época tan convulsa como apasionante. Uno de sus primeros reconocimientos ha sido el Premio “Cronista Alfredo Cazabán”, concedido por el Instituto de Estudios Giennenses de la Diputación Provincial de Jaén en el año 2017 y que ve la luz gracias, también, a dicha institución.

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En las embarcaciones hubo que soportar a ciertos pasajeros, que viajaban sin autorización, que además fueron origen de muchas epidemias y enfermedades: las ratas. A veces se podían contar por miles y, cuando la necesidad obligaba, eran objeto de auténticas cacerías, tanto para exterminarlas como en casos extremos para comerlas.

Estos roedores han sido una pesadilla desde los primeros tiempos. Evidentemente cuanto mayor era la nave más posibilidades había de una infestación de ratas, ya que había más lugares donde esconderse y anidar. Este mamífero, temido durante siglos por los navegantes, se adapta con mucha facilidad a distintos ambientes y es uno de los que tiene un ciclo de reproducción más rápido. De hecho, parece que en los únicos lugares del mundo donde no habita son los polos, aunque ahora hay ciertos estudios que demuestran lo contario.

Llegaron de Asia

Este tipo de rata es una especie que llegó hace siglos de Asia hasta el Mediterráneo y desde ahí se trasladó a América y a otros lugares costeros. Existen incluso leyendas de barcos fantasma que transportan ratas caníbales, lo que por otra parte alguna vez se ha hecho realidad al hallar naves abandonadas pobladas de roedores, que con el tiempo no encontraron otra cosa que comer más que a sus congéneres.

En esta entrada nos vamos a centrar en un texto que explica las vicisitudes de la Armada española para hacerse con la fórmula que pudiera acabar con estos roedores. Cesáreo Fernández Duro nos informa de un expediente del Ministerio de Marina, del año 1797, que muestra la voracidad de las ratas en los barcos,

Excmo. Señor: En este navío, Santísima Concepción, es tan asombroso el enjambre de ratas, que aunque desde mi destino en él di permiso para que se poblase de gatos, solo se ha conseguido que aparezcan menos por los altos; y habiéndose hecho por el Comandante del navío poner 130 libras de galleta en dos sacos, en un pañol vacío, recogiendo su llave, se ha reconocido a los quince días haberse comido las ratas hasta 65 y media libras de ambos sacos (Disquisiciones… Vol. VI, p. 601).

Una fórmula ilustrada

En el año 1795, según informes del comandante del navío San Ildefonso, José Ezquerra, en Portsmouth (Gran Bretaña) había un hombre que vendía unos polvos, que tras el pago de cinco ó seis guineas echaba en todos los lugares de la nave y erradicaba los roedores. Para ello previamente había que desocupar el barco, lo que provocaba alguna que otra sospecha. Ezquerra consiguió una muestra de los polvos, que mandó a José de Mazarredo y al Bailío Fr. Antonio Valdés. Una vez en la Península se le pidió al catedrático de Medicina Juan de Aréjula que los analizara, aunque alegó que no tenía los reactivos ni los aparatos necesarios, por lo que se veía en la imposibilidad de practicarlo.

Ante la llegada continua de informes de velas raídas, así como de efectos e instrumentos inutilizados por causa de estos roedores, se tomó con mucho celo el hecho de conseguir una sustancia que evitara la invasión de ratas. La fórmula se usaba con éxito también en las plantaciones de azúcar de las colonias inglesas. Cuenta Fernández Duro que en los navíos de la Compañía de la bahía de Hudson (hoy en Canadá), que habitualmente llevaban cargamentos de peletería, sus pasajeros aseguraban que jamás habían padecido el menor perjuicio por tal causa, debido a unos polvos raticidas.

España necesita adquirir la fórmula

Un año después el capitán de navío José de Mendoza y Ríos tomó cartas en el asunto y se dedicó a intentar comprar la fórmula, ya que creía que era más conveniente que adquirir sólo una porción. Su «inteligencia y celo» hicieron posible obtener el conocimiento de la receta de los mismos individuos que la vendían, y mediante una gratificación de cien guineas se ofreció la fórmula química a Mendoza, obligándose él por su parte «a no revelarlo jamás en Inglaterra, y a que tampoco se divulgaría públicamente en España».

Capitán de navío Mendoza y Ríos

La gran reputación que tenía el profesor Aréjula hizo que se le entregase el pliego con la fórmula, que al final necesitó varios arreglos. El catedrático español consiguió que los polvos acabaran con las ratas, pero en su empeño también murieron varios operarios. Era una pasta compuesta de arsénico, azúcar y harina. El hecho fue que para engañar a los roedores, que sospechan rápidamente que una comida podía estar envenenada, se mezclaron con galletas y cereales y se dejaron en las instalaciones del Arsenal de Cartagena. No se dio aviso de ello y varios albañiles que trabajaban en las inmediaciones creyeron que eran restos de comida y los ingirieron, lo que les provocó, a pesar de los cuidados que recibieron, la muerte en poco tiempo.

Más información

ALFÁU ASCUASIATI, Antonio. Plagas Domésticas: Historia Patologías Plaguicidas Control. Palibrio, 2012, p. 123-160.

FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo. Disquisiciones Náuticas. Madrid: Imprenta, Estereotipia y Galvanoplastia de Aribau y Cª, 1876-1881.

FLORES MOSCOSO, Ángeles, et al. Normas de seguridad en la navegación a Indias en el siglo XIX. Actas de la V Jornadas de Andalucía y América. CSIC, 1986.

GRUBBS, Samuel & HOLSENDORF, Benjamin. Manera de poner a prueba de ratas en las embarcacionesBoletín de la Oficina Sanitaria Panamericana (OSP), 1925, 4 (11).

LIAÑO RIVERA, Manuel. La ermita de San Telmo y la peste bubónica. Aljaranda: Revista de Estudios Tarifeños, 1991, 3, p. 13-16.

LLOYD, Bolivar J. Prevención de las enfermedades transmisibles: Manual para uso de los dueños, agentes o capitanes de buques destinados al comercio internacional y demás personas o entidades interesadas en cuestiones sanitarias marítimas. Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana (OSP), 1928, 7 (3).

SKOTNES-BROWN, Jules. Scurrying seafarers: shipboard rats, plague, and the land/sea borderJournal of Global History, 2023, vol. 18, no 1, p. 108-130. [Actulización]

WILLIAMS, C. L. La inspección de los buques para determinar la presencia de ratasBoletín de la Oficina Sanitaria Panamericana (OSP), 1933, 12 (2).

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Hemos oído hablar de las hazañas de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, de cómo deslumbraron con su joven inteligencia a los sabios franceses, pero no conocemos hasta qué punto sus descubrimientos fueron importantes y cómo repercuten en la actualidad. Por eso recurrimos al trabajo de un catedrático de este ramo, Miguel Sevilla, para conocerlos.

La forma y dimensiones de la Tierra son factores que están muy implicados con la navegación, ya que facilitan el establecimiento de sistemas de referencia y la representación de puntos de la superficie.

Ya en la Antigüedad, el bibliotecario de Alejandría Eratóstenes (276-195 a.C.) determinó el radio terrestre, y lo calculó en unos 6267 Km. Posteriormente otros siguieron con estos trabajos hasta llegar a Newton, que concluyó que la Tierra no es una esfera, sino que es un elipsoide de revolución achatado por los polos del eje de rotación.

Giovanni Cassini

Más tarde astrónomos italianos como los Cassini concluyeron que el elipsoide terrestre debía ser alargado en el sentido del eje de rotación, lo contrario de lo obtenido por Newton.

Para intentar zanjar esta controversia, en el siglo XVIII, la Academia de Ciencias de París organizó dos expediciones, para medir la longitud de un grado de meridiano en dos lugares: uno en las proximidades del Polo (Laponia) y otro en el Ecuador (entonces en el Virreinato del Perú), y posteriormente comparar los resultados experimentales obtenidos por estas expediciones.

Poder llegar a esos dos lugares suponía solicitar permiso e invitar a las naciones en las que ambos territorios estaban integrados. Así, la realidad era que pretender hacer mediciones en el Ecuador suponía entrar en tierras coloniales españolas, por lo que la diplomacia entró en juego rápidamente y la Armada española fue llamada a participar, para lo que invitaban a dos “de su más hábiles oficiales”. Así una Real Orden (1734) ordenaba seleccionar a:

dos personas en quienes concurrieran no sólo las condiciones de buena educación, indispensables para conservar amistosa y recíproca correspondencia con los académicos franceses, sino la instrucción necesaria para poder ejecutar todas las observaciones y experiencias conducentes al objeto, de modo que el resultado fuese fruto de sus propios trabajos, con entera independencia de lo que hicieran los extranjeros.”

En un alarde de inteligencia, los responsables decidieron enviar a los dos guardiamarinas mejor preparados que tenían en la Academia, aunque eran muy jóvenes en comparación con la media de 30-40 años de los científicos franceses. Juan y Ulloa no tenían más que veintiuno y diecinueve años y carecían de graduación militar, por lo que se les ascendió directamente a tenientes de navío. Inicialmente esta situación provocó la burla y el desprecio de los expedicionarios galos, pero conforme iban pasando tiempo con ellos la relación fue de camaradería y de admiración. Estos lazos durarían toda la vida de los protagonistas y les abrirían las puertas de las más prestigiosas academias europeas del momento.

Portada del libro que escribieron

El arco del Ecuador

La expedición, que tuvo lugar entre 1734 a 1744 estuvo integrada, además de los citados Jorge Juan y Antonio de Ulloa, por prestigiosos académicos franceses como Louis Godin (1704-1760) (astrónomo), Charles Marie de La Condamine (1701-1774) (químico y geógrafo), Pierre Bouguer (1698-1758) (matemático) y otros expertos botánicos, cirujanos, ingenieros, agrimensores y dibujantes. Llegó al Virreinato del Perú, y se situó a 2 grados de latitud sur para hacer las mediciones.

Una ilustración del libro que escribieron en 1747

Como la longitud del grado resultó mayor en el Polo que en el Ecuador, se confirmaron las conclusiones a las que llegó Newton. Años más tarde, Jorge Juan y Antonio de Ulloa publicaron sus trabajos en el libro «Observaciones Astronómicas y Físicas hechas de orden de S.M. en los Reynos del Perú« (1748).

Desde entonces la Tierra se considera, en segunda aproximación, un «elipsoide de dos ejes, achatado por los polos del eje de rotación». Ésta es otra aportación más de los oficiales de la Real Armada ilustrada del siglo XVIII español.

Más información

Jorge Juan y la Ciencia ilustrada. Madrid: Ministerio de Defensa, 2017.

Jorge Juan Santacilia. Revista Canelobre, 2006, 51.

SEVILLA DE LERMA, Miguel J. La Geodesia, de Jorge Juan a nuestros días. Jornadas sobre Jorge Juan y la Ciencia Española. Madrid: Publicación de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 2009, p. 57-76.

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A lo largo de la Historia se han propuesto una importante variedad de modelos para mejorar las prestaciones navales de las flotas y armadas. El que esta semana nos ocupa, la barcaza espín, es un precedente de los múltiples intentos de acorazar los barcos. Nos situamos en el contexto posterior a la paz de Utrecht (1713), en la que España había perdido dos puertos importantes, Gibraltar y Mahón, que pasaron a dominio inglés.

Dibujo de la barcaza espín según Pardo (2001)

Un oficial de la Real Armada llamado Juan de Ochoa diseñó una batería flotante con coraza. Su idea era fortalecer los costados de las embarcaciones de guerra forrándolas con planchas de hierro, e introducir otras innovaciones. Mandaba cartas al rey pidiendo su protección, como la fechada en 11 de Febrero de 1727, que llevaba un dibujo del proyecto y la explicación de sus pormenores que aquí reproducimos. Sólo pedía que los procedimientos se mantuvieran en el mayor secreto hasta el momento preciso de llevarlos a la práctica.

«por lo que estoy notablemente deseoso de ejecutar y tener la honra de que por mi medio restaure Su Magestad sus dos usurpadas plazas sin pérdida de sangre; porque esta embarcación es un inexpugnable fuerte móvil y navegable, segura de todo fuego militar. Teniendo en la bahía de Gibraltar tres ó cuatro mas, pueden echar á pique toda una escuadra entera. No dejando entrar naos ni otras embarcaciones que socorran la plaza, será tomada en breves días, porque se entregarán sin otro remedio; y asimismo se tomarán todos los navíos que allí se hallasen. Lo mismo sucederá en Mahón, y yendo allí con algunas otras embarcaciones, y en cualquier parte en que convenga hacer hostilidad, se puede hacer».

Texto adaptado de la versión de Ochoa
Dibujo original de la barcaza, vista desde arriba

La barcaza espín podía formarse con el casco de un buque ordinario, contaba con ocho cañones por banda y otros tantos remos que se armaban entre las portas. En la proa llevaba un espolón reforzado de hierro y otros ocho menores en cada costado, en línea vertical con los respectivos cañones, siendo de suponer que por estos apéndices se le otorgó el nombre de espín a la embarcación. Tenía una techumbre o cubierta formada de cuarteles independientes, que arrancaba de los costados y que se unían en línea paralela á la quilla, formando entre sí un ángulo de 90° aproximadamente, y por tanto de 45° con el plano horizontal, que se podía usar para proteger las piezas y a los artilleros. Esta cubierta podía desmontarse en el caso de que el buque se tuviera que arbolar para la navegación larga. También llevaba una «bala tenaza» que servía para desarbolar los navíos tanto en la mar como en tierra, que se puede ver en el dibujo en que aparecen los elementos que forman esta nave («con la bala tenaza, que llevarán todos los navíos, es maravilloso, porque á pocos tiros se desarbola una nao, y se toma fácilmente; pero conviene ocultar lo mas que se pudiere este secreto: se puede usar en los puertos de mar contra naos enemigas, sin temer a enemigos»).

Dibujo original de la barcaza convertida en una fortaleza

Los elementos de este pequeño acorazado

En el dibujo del proyecto, el autor especifica cada una de las partes:

  • a) «Cubierta de la barcaza, que se compone de dos medias puertas que cierran y unen al medio del buque, con sus goznes de hierro desde el borde de ella.

  • b) Demostración de las dos medias puertas con sus aldabones, que cierran de la parte de adentro y aseguran, la una levantada y la otra caída. Y deben de quedar descansando sobre el borde de la barca, y no sobre los goznes.

  • c) Cubiertas de popa y proa, que se componen de dos medias puertas unidas que ajusten con las de los costados.

  • d) Espolón de la barcaza, como el de las galeras, de hierro para su defensa.

  • e) Espolones de los costados, todos de hierro, puestos de modo que no embaracen los remos.

  • f) Ventanas por donde se han de usar los remos, de los cuales estará siempre para función bien proveída.

  • g) Cañoneras de la artillería, la cual ha de ser de 24 para arriba del calibre que se quisiere.

  • h) Remos de la barcaza, que han de ser como los de las galeras, y manejados asimismo; y si entre cañón y cañón se pudiesen meter dos remos, será mejor, pudiéndose usar sin embarazo.

  • m) Bala tenaza, la cual sirve para desarbolar los navíos de mar y tierra: se mete en la pieza, como se demuestra en la figura: se le puede dar toda la largura que tiene el cañón, porque cuanto más larga sea es más segura la obra.

  • n) Demostración conforme sale del cañón; y con este género de bala no se ha de disparar segunda vez hasta que éste esté frío.

  • o) Ha de ser la barra triangular como se demuestra, con el corte á la parte del peso de la bala.

  • p) Taco de madera en dos mitades con sus cóncavos para atarlas antes de acabar de meter la bala, y que ajuste al cañón.
  • q) Atacador, que ha de tener las tres varillas de hierro largas que no den en la bala y no estorbe el atacar, y el rodete de palo, o de hierro todo; si hallasen ser mejor, atacarán con él dos personas».

La barcaza espín, con las partes más importantes señaladas, según el original presentado por su autor

Cómo construirla

También relata cómo se puede llevar a cabo, y para explicarlo recogemos el párrafo original por la elocuencia del autor:

«La dicha barcaza espín, si se fabricase, se debe de hacer muy fuerte, con las costillas lo más unidas que el arte de esta fábrica permitiese, sobre una quilla bien fuerte, con solo una cubierta para que resista el peso de el artillería; haciéndole los servicios necesarios que se sabe, para el gobierno de la gente que fuere en ella. Después de tener fabricada dicha barcaza, se ha de cubrir con planchas de hierro de un dedo de grosor, empezando desde la misma quilla del principio de su fábrica, que por esta razón se ha de unir las costillas para que no queden en hueco las planchas de hierro y con las balas se doblen, lo que no sucederá quedando sentadas sobre madera fuerte, siendo libre de todo fuego y peligro de guerra; por lo cual se lograrán grandes efectos, con escándalo de los enemigos y seguridad de nuestros puertos; y abriendo las cubiertas se puede navegar con ella y conducirla adonde se quisiere, arbolándola con sus velas. Se pueden aprovechar algunas embarcaciones viejas al presente, para mayor brevedad, con el estilo referido».

Texto adaptado de la versión de Ochoa

Para concluir

La barcaza espín fue un precedente de los futuros buques acorazados. Sin embargo, sólo se quedó en una propuesta, ya que una vez firmada la paz con Inglaterra, el proyecto de Ochoa se terminó archivando. Hoy la documentación sobre ella está depositada en el Archivo Naval de Madrid.

Sobre esta idea, que de forma remota recuerda el barco tortuga coreano, se diseñaron posteriormente otras naves, tanto españolas como de otras naciones, que veremos en próximas entradas.

Más información

CONDEMINAS MASCARÓ, Francisco. La marina militar española. Desde los orígenes hasta 1898. Málaga, 2000.

FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo. Disquisiciones náuticas. Madrid: Aribau, 1881. Tomo V.

PARDO GONZÁLEZ, Juan Carlos. Máquinas infernales para la conquista de Gibraltar. Almoraima: Revista de Estudios Campogibraltareños, 2001, 25, p. 295-316.

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Hay mucha similitud entre algunos de los muebles actuales y los que eran utilizados por los oficiales de la Real Armada española del siglo XVIII en los buques de guerra. Con un aire francés y toques ingleses, estos elementos los podemos visualizar en una de las láminas del Álbum del marqués de la Victoria, y además contamos con un artículo de Piera de 1998 que nos ayuda a entenderlos mejor.

En este siglo el mobiliario había alcanzado ya importantes cotas de desarrollo. Dos países estaban en la vanguardia, Inglaterra y Francia, mientras que el resto de las naciones adaptaban o copiaban esos diseños. España fue uno de ellos, aunque se eligieron de acuerdo a costumbres y modas. Las cámaras de los oficiales de los navíos se terminaron entonces amueblando de manera similar a como se hacía en sus casas familiares. El ajuar doméstico habitual utilizado en los hogares que se ha podido hallar en los documentos estaba formado por distintas piezas como son camas, asientos, arcas, mesas, escritorios, papeleras, contadores, espejos y escaparates (vitrinas). Sobre los muebles del siglo XVIII en general, existe trabajo muy interesante (aquí).

La cama

La cama del oficial al mando era un lecho que estaba rodeado por cuatro pilares en cada ángulo. Esta estructura llevaba cortinas, cenefa y techo. La tela del cubrecama y del almohadón cilíndrico solía ser la misma. Contaba también con una alfombrilla, denominada entonces «tapete». Para adornar las paredes disponían de un crucifijo, un cuadro que representaba a la Virgen con el Niño, una «pila de agua bendita», una corona y los retratos del Rey y la Reina, a semejanza de los salones nobiliarios de ese mismo periodo.

Las sillas

Existían varios tipos de asientos individuales: una «silla poltrona», otra inglesa para la cámara, de la que había varias y también otras para los consejos. Vamos a verlas más detenidamente.

a) La silla poltrona estaba dedicada al descanso. Los oficiales disponían de un sillón bajo y ancho con asiento y respaldo tapizado reclinable. Llevaba el copete tallado, sin almohadón y su respaldo se sujetaba al asiento únicamente por sus montantes verticales.

b) La silla inglesa tenía respaldo alto, asiento de rejilla y aparece tallada en el copete. Era similar a la de estilo inglés de finales del siglo XVII, conocida como «William and Mary», que en esa época apenas se usaba ya en Inglaterra, pero que tuvo una buena aceptación en las casas españolas a lo largo de toda la centuria ilustrada.

c) La silla utilizada para los consejos contaba con patas cruzadas plegables para facilitar su movilidad. El asiento y el respaldo podían ser de tela o cuero, y estaban fijados por tachuelas.

Los sofás

Lo que actualmente conocemos como sofá, es decir, un asiento tapizado con respaldo para varias personas, se llamaba «banco de reposo» y disponía, además, de unos cojines cilíndricos o de rulo.

El otro tipo era lo que hoy llamamos chaise longue, una tumbona con asiento individual largo, ideado para reposar las piernas en posición horizontal. Entonces se llamaba «canape o chaly o cama de reposo». Llevaba rejilla, patas cabriolé y torneados en los montantes del respaldo, de los que parece pender una cadenilla para, posiblemente, permitir su inclinación. Es, como su nombre indica, de origen francés.

Mesas de trabajo

Había de tres tipos según su uso e iban «vestidas» para ocultar su estructura.

a) Una de ellas se utilizaba para sostener las cartas y mapas, y estaba cubierta con tela de damasco.

b) La segunda era una mesa que serviría para las tareas de despacho, donde se depositaba el material de escritura, el tintero, campanilla, sello, cortaplumas, candelabros y libros.

c) La tercera mesa representada se utilizaba en momentos de ocio, corresponde a una tipología de gran difusión en los salones europeos de la época, derivada de los cambios de hábitos sociales. Son las «mesas para jugar y tomar café, thé o chocolate», aunque la dibujada en el Álbum del Marqués de la Victoria sigue los cánones ingleses de principios del siglo XVIII, porque su forma era todavía semicircular, con las cuatro patas cabriolé y tres cajoncillos.

Escritorios

Eran unos magníficos muebles de estilo inglés, llamados en ese momento «papeleras», que además portaban un espejo. Tienen su origen en el siglo XVII, en los pupitres que iban sobre una cómoda. En la parte superior podían tener un mueble, a modo de armario, o un espejo, como los que vemos en las imágenes, que se hicieron muy conocidos y usados en las viviendas de las familias que se los podían permitir.

Espejos

En los inicios del siglo XVIII los espejos y cornucopias (espejo tallado que suele tener uno o más brazos para sostener velas) se multiplicaron en los salones europeos, por lo que también tuvieron presencia en los camarotes, convertidos en hogares temporales. Los espejos colocados sobre las librerías son del tamaño de medio cuerpo y solían ir en un sencillo marco rectangular (como los que se pueden ver en la imagen superior). El resto de la iluminación para estos camarotes se conseguía con faroles, que portaban una luz cada uno. Hay que tener en cuenta que estos marinos debían ir siempre vestidos adecuadamente, por lo que disponer de espejos donde poder comprobar su aspecto era esencial.

Sombrereras

Para guardar la ropa personal se utilizaban, además de las citadas «papeleras», dos baúles, uno de ellos con una sombrerera. Ambos eran rectangulares, con tapa convexa. También existía la posibilidad de que la sombrerera se colgara de la pared.

Librerías

Eran muebles de tamaño mediano, cuyo tablero superior se usaba de mesa para colocar objetos como los globos terráqueos, y en los estantes inferiores se podían guardar los libros. Además había pequeñas estanterías para colgar de la pared, que se pueden ver en la parte inferior de la ilustración que sigue.

Otros

También debía reservarse un espacio para poder colgar los anteojos y catalejos, algunos de los cuales aparecen en la lámina del Marqués de la Victoria.

Finalmente, contaban con una «caja para el servicio» con su correspondiente orinal y también otro «portátil» de vidrio con tapa y funda.

Ventanas

Los camarotes disponían de ventanas con sus «vidrios o christales» que llevaban incorporada una rejilla de alambre para evitar la entrada de roedores y también contaban con persianas de tablillas, que permitían que entraran la luz y el fresco del mar, pero evitaban que lo hicieran el agua y el sol cegador. Igualmente, las puertas de estas ventanas tenían unas antepuertas y ambas estaban decoradas con «cortinas de damasco», muy utilizadas en esta época, que iban sujetas con varillas de hierro.

Para concluir

Como hemos visto existe una importante vinculación entre los muebles y utensilios que estaban en las casa de las familias de cierto poder adquisitivo con los que iban en un navío del siglo XVIII. Se puede comprobar que en las cámaras de los oficiales hay muebles que no siempre parecen imprescindibles como el canapé, el banco de reposo o los espejos, y que responden a conceptos como el lujo y confort entre los ciudadanos de las clases acomodadas, que era a la que pertenecían la mayoría de los oficiales. No debemos olvidar que en estos navíos del rey quedaban perfectamente delimitados los espacios y utensilios, que reflejaban el contexto social de la época, donde el mobiliario descrito era considerado claramente como un distintivo de clase.

Más información

PIERA MIQUEL, Mónica. El álbum del marqués de la Victoria y su aportación a la Historia del mueble. Archivo Español de Arte, 1998, 71, 281, p. 79-84.

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