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Posts Tagged ‘Océano Pacífico’

El oriente asiático es la cuna de la construcción de algunos tipos de embarcaciones de enorme influencia en la fabricación naval posterior. Uno de ellos, los barcos fu (Fuchuan 福船), muy desconocidos en Occidente, guardan una técnica milenaria que se empezó a usar en Europa siglos después.

Junco dibujado en un mapa de China del S. XVII. Fuente: Gallica

Los barcos Fu

El casco de estas naves era único, ya que tenía un fondo en forma de V. Este diseño les permitió llevar más carga y hacer giros rápidos. Al mismo tiempo, también lo hacía vulnerable cuando navegaba en aguas poco profundas. La quilla era extremadamente importante, porque una vez dañada ésta, todo el barco estaría en estado crítico. Para paliar este problema los constructores recurrieron a dos sistemas muy distintos: por una parte, pusieron en marcha sus conocimientos y empezaron a incluir en sus naves una serie de compartimentos estancos que reforzaran la seguridad material de la embarcación. Por otra, recurrieron a sus creencias espirituales y comenzaron a dibujar un grupo de estrellas que desde siempre habían usado como orientación, las de la constelación de la Osa Mayor, para que los protegiera.

Casco de un barco fu fabricado con las técnicas heredadas. Se pueden apreciar los compartimentos estanco. Fuente: UNESCO

El mamparo

La tecnología de mamparo hermético forma parte de la tradición en la construcción de embarcaciones oceánicas en la provincia de Fujian (China). Ha sido transmitida de generación en generación entre las comunidades locales y otras áreas relacionadas desde la dinastía Jin (265-420 d.C). Como su nombre indica consiste en dividir el casco en compartimentos estanco para que retarden la entrada de agua en caso de accidente, dando tiempo a la tripulación a reaccionar, para intentar solucionarlo. De esta manera, si una parte se daña durante la travesía, el agua marina no puede inundar las otras y el navío permanecerá a flote. Se ha estado aplicando ampliamente en la construcción de muchos tipos de embarcaciones, tales como buques pesqueros, cargueros, de guerra y otros que hicieron grandes expediciones. Los conocidos juncos asiáticos están construidos con estos compartimentos sellados.

Construcción actual de un barco fu con las técnicas heredadas. Fuente: UNESCO

Con el tiempo se ha ido actualizando. Hoy esta técnica es considerada, por parte de las comunidades que habitan esta zona, como una parte importante de su riqueza cultural. De hecho, el gobierno local abrió un museo en la capital provincial de Fushou, que caracteriza la cultura de Fuchuan, el Dengzhou Ancient Ship Museum.

Junco chino del siglo XIII. Fuente

La Osa mayor, una protección adicional

La Osa Mayor es una constelación que se puede ver en el Hemisferio Norte. Su parte más visible es el conjunto de siete estrellas con forma de carro. De ellas cuatro forman la caja y las otras tres dibujan la cola. Es posiblemente la más famosa y también la más fácilmente reconocible del cielo. Una vez localizada, sirve de guía para encontrar otras constelaciones que la rodean y, muy importante para los navegantes, para visualizar la estrella Polar (dentro de la la Osa Menor).


Se ha hallado la imagen de siete puntos tallados en la articulación de la quilla, que representan la Osa Mayor. Salvando las distancias, es una idea mística que recuerda la costumbre mediterránea de colocar una moneda en el mismo lugar, para que salvaguardara a la nave de las iras de dioses, mareas y vientos.

Dibujo de la localización y posición de los siete puntos que representan el carro de la Osa Mayor en la quilla. Fuente Li, 2020

Los cascos de los pecios recuperados

Se ha encontrado al menos en dos naufragios del siglo XIII: el de Sinan, que se hundió en su ruta desde Ningbo, en el sureste de China, a Japón, y el Quanzhou, otro barco descubierto en la bahía del mismo nombre, en el sureste de China. Las estructuras de esas dos embarcaciones eran casi idénticas. El de Sinan tiene una eslora de 27,5 m y una manga de 10,5 m, mientras que el naufragio de la bahía de Quanzhou tiene 26,5 m de eslora y 9,5 m de manga. Ambos tienen un fondo en forma de V y en la quilla portan siete puntos tallados, que muestran características del barco fu.

Restos del barco de Quanzhou. Fuente

Para acabar

Los barcos fu nos han dejado varios legados importantes, pero dos de ellos destacan especialmente, uno que fue una aportación esencial en la seguridad del casco, la técnica de los compartimentos estanco (o del mamparo) y otro místico, que todavía no se ha estudiado con detalle, la idea de incluir en la parte de la quilla que queda protegida, la imagen de la Osa Mayor, a modo de protección.

Junco chino de dos palos, con guerreros en la cubierta, echando a pique a una embarcación enemiga. Batalla en Fangliao. Fuente

En 2010, la tecnología de mamparos de Fuchuan fue inscrita en la lista de la Herencia Cultural Intangible en la necesidad de una urgente salvaguarda por la UNESCO, ya que localizó «hoy a sólo tres maestros capaces del dominio completo de esta tecnología». Esta es una situación muy similar a la que hoy ocurre en otros muchos lugares del globo, en los que las técnicas tradicionales de construcción naval se están perdiendo y sólo la unión de esfuerzos particulares y corporativos puede evitar esta sensible desaparición.

Más información

LI, Yiwen. Navigating Voyages in Real and Religious Life: The Big-Dipper Belief and Shipbuilding in Premodern China. Religions, 2020, 11, 398.

XIAOWU, Guan & LISHENG, Feng. Making Tools and Devices. En Chinese Handicrafts. Springer, Singapore, 2022. p. 1-114.

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En pleno océano Pacífico, a la altura de Chile, hay archipiélagos poco conocidos cuya historia es muy interesante. Esta semana vamos a tratar sobre unas islas alejadas del continente americano, con unos nombres poco comunes y una historia de supervivencia humana, unida a una profunda admiración por su medio natural.

Descubiertas por el cartagenero Juan Fernández en el siglo XVI, el archipiélago que hoy lleva su nombre está compuesto por tres islas de cierto tamaño, profundamente montañosas y difíciles de transitar, pero de una belleza intrínseca que las ha convertido en Parque Nacional. Una se llamaba hasta mitad del siglo pasado «Mas afuera» y la otra «Más alla». La tercera, la más pequeña de las tres, es Santa Clara. Es habitual que las islas lleven el nombre de sus descubridores, de reyes, nobles o de santos, por lo que es curioso que a éstas dos primeras se las denominara de esa forma.

El archipiélago de Juan Fernández, con sus tres islas más significativas. Este mapa no se corresponde con la situación geográfica, ya que las dos mayores están mucho más separadas

En 1977, la Unesco clasificó estas tierras insulares aisladas como reservas de la Biosfera, y en ellas casi el 65% de las especies de plantas son endémicas y hay animales únicos, como el león marino de las islas, la pardela y el colibrí rojo, entre otros.

La isla de «Mas Afuera«

Actualmente se llama de Alejandro Selkirk, pero mucho antes era llamada Isla de los Perros y de Más Afuera. Recibió este último nombre porque está a unos 165 kilómetros hacia el occidente de las otras, que están mucho más juntas y menos alejadas del Chile continental (a más de 600 km.). Su denominación actual se debe a un marinero escocés que vivió como náufrago en el archipiélago a principios del siglo XVIII, aunque no hay constancia de que visitara esta isla en concreto. Tiene alrededor de cincuenta kilómetros cuadrados de extensión y a principios del siglo XX fue una cárcel.

En ella no hay bahías que protejan la costa de las olas y de los vientos, por lo que cualquier nave que allí quiera entrar debe ser varada en una rada para que no se estrelle contra las rocas.

Es una residencia estacional, ya que los pescadores y sus familias viven en ella temporalmente durante los meses que se lleva a cabo la pesca de la langosta. De cualquier forma, aunque quisieran permanecer en ella, no se puede habitar de manera continuada porque es un Parque Nacional. Por ello no se ofrecen la mayoría de los servicios de los que actualmente disfrutamos, motivo por el que está considerada como una de las zonas más aisladas del mundo. A pesar de las duras condiciones de vida, sus habitantes estacionales hablan admirados de ella.

Este detalle de la cartografía de las costas de Chile (1799) recoge el antiguo nombre dado a la isla. Fuente: BNE

El insigne escritor argentino Sarmiento la comparaba con un enorme cetáceo, que levanta sus lomos sobre las olas, adoptando la forma de una ballena inmóvil y dormida. A ella también llegaron, pero sin desembarcar, los marinos españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa durante el siglo XVIII.

La isla de «Mas Allá»

Es la mayor y en la que está situada la capital. Hoy se llama Robinson Crusoe, pero los más ancianos siguen llamándola así o uniendo ambas palabras «masallá».

Descripción de la Ysla Grande, de Juan Fernández 1743, que como puede verse también representa la isla de Santa Clara

Es más rica en recursos naturales y también más fácil de fondear en ella, por lo que está habitada de manera continuada. También han dedicado parte de sus instalaciones al turismo ecológico.

Isla Robinson Crusoe del archipiélago Juan Fernandez. Foto: José Carvajal

La isla posee una espectacular belleza, que con sus enormes montañas y la vegetación endémica la convierten en un lugar único. San Juan Bautista, situado en la Bahía Cumberland, es el lugar donde se concentra la mayor parte de la población, que suele oscilar entre los 500 y los 600 habitantes.

La historia que dio nombre a las dos islas

El nombre de Robinson Crusoe con el que se conoce la isla es literario y fue creado por Daniel Defoe, cuya novela se hizo muy famosa. El auténtico personaje que allí naufragó se llamaba Alexander Selkirk (como la otra isla). Terminó allí en el año 1703 tras una fuerte disputa con el capitán del barco corsario Cinque Ports. El enfrentamiento surgió porque Selkirk mantenía que era mejor arreglar la nave en la que viajaban antes de adentrarse en pleno océano. Como el capitán no pensaba igual lo que hizo fue dejar al marino escocés en la isla, sólo, con apenas unas herramientas que serían encontradas dos siglos después. Sobrevivió como pudo durante años y sin compañía alguna. Salió de ella cuando el 2 de febrero de 1709 llegó otro barco corsario, el Duke, capitaneado por William Dampier, que lo llevó a su patria. A su vuelta a Inglaterra se convirtió en una celebridad y dio pie a la novela de Defoe.

Portada de una edición en español del siglo XIX. Fuente: BDH

A mediados del siglo XX una intensa campaña para cambiar el nombre antiguo a las islas, hizo que en 1966 el gobierno chileno decidiera que las nuevas denominaciones estarían vinculadas con la literatura de Defoe, surgiendo así, en el archipiélago de Juan Fernández, dos nuevas formas de llamar a dos antiguas islas, «Más Allá» y «Más Afuera», que serían conocidas a partir de ese momento como Robinson Crusoe y Alejandro Selkirk.

Más información

MÉNDEZ MARDONES, Rubén Félix, et al. Propuesta estratégica para implementar micro-redes basadas en energías renovables no convencionales en comunidades con aislamiento extremo: caso de estudio, Isla Alejandro Selkirk, Archipiélago Juan Fernández. 2017.

PINSENT, Brinck, et al. Plástico/Endémico: identidad y aislamiento en el archipiélago Juan Fernández: etnografía de las islas Robinson Crusoe y Marinero Alejandro Selkirk. 2005. Tesis Doctoral. Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

VICUÑA MACKENNA, Benjamín. Juan Fernández: historia verdadera de la isla de Robinson Crusoe. Santiago de Chile: Ed. Rafael Jover, 1883.

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Lee Boo nació en un pequeño lugar del Pacífico. Era hijo del jefe de uno de los territorios insulares de las islas de Palau. Su historia tuvo lugar en el siglo XVIII, la centuria de la Ilustración, y se adecúa muy bien a los usos y costumbres de ese momento.

Las islas Palaos

Estas islas fueron inicialmente pobladas por habitantes procedentes del continente asiático y de Filipinas. Los primeros europeos que llegaron a ellas fueron los españoles de la expedición de Magallanes-Elcano, aunque la colonización como tal se inició ya a fines del siglo XVII. Se llamaron islas Palaos. Para el capitán inglés que naufragó en ellas eran las «Pelews», luego fueron nombradas Islas Palau y, más recientemente, se ha convertido en la República de Palaos, o de Belau en su idioma nativo.

El naufragio inglés

Lee Boo tuvo contacto con los europeos porque una nave de la Compañía Británica de las Indias Orientales, el Antílope, capitaneada por Wilson Falmouth, naufragó en estas islas en septiembre de 1782.

Dibujo del naufragio del Antílope

Se salvaron todos los hombres, con una excepción, y usando naves improvisadas atravesaron el arrecife. Se refugiaron en Ulong (que lo deletrearon como Oroolong), un islote cercano que en ese momento estaba deshabitada. El jefe del grupo de islas se llamaba Ibedul (aunque los ingleses lo llamaban Abba Thulle). 

Lee Boo, vestido a la manera occidental, con sus padres

Dos de los hermanos del jefe fueron de los primeros en visitar a los ingleses náufragos. La comunicación fue posible desde el principio gracias a que ambos contaban con intérpretes de lengua malaya y así se inició una relación amistosa. A los británicos se les permitió talar los árboles de la isla para la construcción de una embarcación en la que pudieran regresar. A cambio éstos debían ayudar a someter a los habitantes de las islas rivales, que estaban causando problemas a estos nativos. Este apoyo no fue difícil gracias a las armas de fuego europeas.

Talla nativa, que representa a los marineros y a sus anfitriones isleños

El jefe visitaba a menudo el astillero que habían montado los ingleses y les llevaba comida. Era un experto tallador de madera, por lo que le gustaba mucho observar cómo construían su nuevo barco. Vio cómo una parte de la madera del Antílope fue reciclada y convertida en tablazón para el nuevo barco, cómo la botavara de la antigua nave se convertía en el mástil de la nueva. Le parecían muy interesante las técnicas de carpintería de ribera que utilizaban.

Cuando finalizó su construcción, iniciaron los preparativos para el viaje de vuelta. El jefe les pidió que se llevaran a su segundo hijo, llamado Lee Boo, en el barco, para que aprendiera usos y costumbres europeas, que luego podía transmitirles a su vuelta.

El príncipe dibujado por A.W. Devis (S. XVIII). British Museum

El viaje a gran Bretaña

Primero debían pasar por China, cuyo viaje duró solo dieciocho días. En ese trayecto parece que Lee Boo se mareaba al principio, pero recibió cuidados del médico y del propio capitán, que además le regaló un traje de marinero para protegerse del frío. 

El muchacho hacía nudos en el cordón que llevaba consigo, como una especie de diario en el que fijar las cosas que quería recordar, para contarlas cuando regresara a su tierra.

Otro dibujo de Lee Boo

En el viaje a Inglaterra Lee Boo comenzó su conocimiento de las costumbres y objetos europeos. La primera vez que se vio en un espejo se quedó paralizado.

Llegada a Gran Bretaña

Después del largo viaje llegó a Portsmouth el 14 de julio de 1784. Para entonces, ya había interpretado y descrito su viaje en coche de caballos a Londres, diciendo que lo habían puesto en «una casita con la que se llevaron los caballos – que él dormía, pero que [la casita] seguía andando; y que mientras él iba por un camino, los campos, las casas y los árboles, todo iba por otro».

Dibujo de Lee Boo publicado en 1798, en el libro que cuenta su historia

Vivió en la casa del capitán Wilson, donde tenía su propio dormitorio y era uno más de su familia. Durante la mayor parte de los cinco meses y trece días que pasó en Inglaterra, asistió a una academia, donde dijeron que su aplicación era tan grande como su deseo de aprender. Era muy hábil con la lanza, poseía buenos modales y se mostraba siempre amistoso.

A mediados de diciembre de 1784 se descubrió que el joven tenía viruela y a pesar de los cuidados que recibió terminó falleciendo. Fue enterrado en el cementerio de St. Mary’s, en la tumba familiar del capitán Wilson. 

Monumento al príncipe Lee Boo

Para concluir

Al ser hijo del jefe y considerar a éste como un rey en su territorio, su descendencia podía tener el título de príncipe, que fue lo que ocurrió con Lee Boo en la mentalidad europea. Aparte, en las historias que se narraban parecía que todo era más interesante si el muchacho tenía ascendencia real.

Su vida se publicó en un libro, titulado The Interesting and Affecting History of Prince Lee Boo, a Native of the Pelew Islands…, editado por primera vez en Londres en 1789. El texto está depositado en el Biblioteca del Congreso de Washington, se encuentra digitalizado y es de libre acceso (el enlace se puede encontrar más abajo).

Lee Boo fue uno de los primeros isleños del Pacífico en visitar Gran Bretaña, y su vida y su prematura muerte, sólo cinco meses después de su llegada a Londres, capturaron la imaginación del público británico y de la audiencia europea y estadounidense. Su éxito fue tal que entre 1789 y 1850 se llegaron a publicar unas 20 ediciones en inglés y más de una docena en otros idiomas.

Más información

The Interesting and Affecting History of Prince Lee Boo, a Native of the Pelew Islands, Brought to England By Capt. Wilson. Short Account of Those Islands. Manners and Customs of the Inhabitants. Londres, 1789.

MUIR, Marcie, et al. The History of Prince Lee Boo. Bulletin Bibliographical Society of Australia and New Zealand, 2003, 27, 1-2, p. 82.

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Es el nombre que se le dio al viaje de regreso (o de vuelta) desde las Indias Orientales (la parte más lejana de Asia, como Filipinas) hasta América. Los marinos vascos Legazpi y Urdaneta fueron los primeros en realizar, y también en descubrir, la posibilidad del tornaviaje a través de esta inmensidad oceánica. Partieron desde Cebú el 1 de junio de 1565 y llegaron a Acapulco (México) el 8 de octubre.

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Fuente: El Mundo

El tornaviaje se basaba en la comprensión del mecanismo de la «vuelta». Hay que tener en cuenta que la duración total del viaje suponía invertir unos 3 meses para la ida y, como mínimo, el doble para la vuelta. Cuando se descubrió la corriente oceánica que facilitaba el regreso, «tan solo» fueron necesarios 4 meses para el retorno, generándose un importante ahorro de tiempo de unos 60 días.

El viaje de ida

La ida era «relativamente» fácil en comparación con la vuelta. El principal obstáculo a salvar eran las enormes distancias. Si tomamos como referencia el trayecto colombino, la expedición al Pacífico representa tres veces la del primer viaje del Almirante.

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Fuente

Las condiciones mismas de navegación en esta zona del océano no presentaban mayores dificultades, una vez conocido el sistema de los vientos dominantes en el hemisferio norte, lo que se logró en el siglo anterior. Al conocimiento sobre cómo actuaban los vientos alisios, también valido para el océano Pacífico, se añade otra ventaja en comparación con el viaje atlántico: la existencia de escalas posibles dispersadas a lo largo de la ruta, como en algunos de los archipiélagos de Micronesia (por ejemplo en Las Marianas y en la isla de Guam), así como las Islas Marshall.

La vuelta

Sin embargo, a esta relativa facilidad de la ida, corresponde una gran dificultad para el regreso. La aplicación del principio del tornaviaje en el contexto pacifico supuso un aumento muy significativo de las distancias, siendo éste aun más difícil de superar porque se realizaba dentro de una inmensidad marítima, sin escalas antes de alcanzar la costa americana.

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Corriente de Kuro-Shivo. Fuente

De hecho, la fijación de esta ruta por los dos marinos vascos fue el resultado de varios fracasos previos, que exigieron casi medio siglo de intentos frustrados. Urdaneta, al llegar a la latitud de Japón, encontró la llamada corriente de Kuro Shivo, formada por las aguas que van desde Japón hasta California. Al aprovechar esta corriente resultó que el tornaviaje duraba cuatro meses, lo que fue un hito para la época.

Este descubrimiento fue el que permitió el establecimiento del «galeón de Manila», partiendo de Acapulco.

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Las corrientes que facilitan el viaje. Adaptado del dibujo de Clearias. Corrientes marinas

Galeón de Manila o la «nao de China»

El Galeón de Manila fue una línea regular de intercambios que unió México con Filipinas desde el último tercio del siglo XVI hasta los primeros años del siglo XIX (1565-1815), aunque la ruta continuó en funcionamiento algunos años más a través de una serie de barcos menores que prolongaron el tráfico entre Manila y Acapulco.

Ésta permitía llevar a España, pasando antes por el continente americano, productos asiáticos tales como sedas, porcelanas, marfil y, sobre todo, las especias. Fue precisamente el acceso directo y exclusivo a estas riquezas asiáticas lo que suscitó la envidia y los ataques de las demás potencias europeas.

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Detalle del mapa de Filipinas del s. XVIII en el que se aprecia la bahía de Manila. Fuente: BNE

Tenía un coste muy elevado, y uno de cada cinco galeones desapareció por causas diversas, la mayoría por la climatología adversa y los accidentes de navegación. Era muy difícil atacar estos fuertes navíos, por lo que fueron muy pocos los que cayeron víctimas de la piratería.

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Galeón del S. XVI

Para concluir

Las rutas marítimas establecidas a través del océano Pacífico permitieron un intercambio económico y cultural, cuyo enlace entre Europa y Oriente fue la Nueva España (México), al menos al principio. Estos viajes periódicos supusieron la circulación de personas, mercancías, ideas y conocimientos. La mayoría de los objetos que se han conservado nos dan a conocer el contacto, y también el impacto, que tuvieron las diferentes culturas americanas y asiáticas en Europa.

Más información

BERNABÉU, Salvador. La Nao de China, 1565-1815, navegación, comercio e intercambios culturales. Sevilla: Universidad, 2013.

DE MIGUEL BOSCH, José Ramón. Las dificultades náuticas del tornaviaje. En Andrés de Urdaneta: un hombre moderno: Congreso Internacional Ordizia, 2008, p. 481-506.

GIL, Juan. El primer tornaviaje. En La nao de China, 1565-1815: navegación, comercio e intercambios culturales. 2013, p. 25-64.

MARTÍNEZ SHAW, Carlos. El Galeón de Manila: 250 años de intercambios. Estudis: Revista de Historia Moderna, 2019, 45, p. 9-34

MAYER CELIS, Leticia. La circulación de hombres, instrumentos, libros y conocimientos en el siglo XVI. El caso del tornaviaje en el océano Pacífico. Quipu, 2012, 14, 2, p. 173-191.

MIRA TOSCANO, Antonio. Andrés de Urdaneta y el tornaviaje de Filipinas a Nueva España. Mercurio Peruano, 2016, 529, p. 107-122.

PINZÓN RÍOS, Guadalupe. El tornaviaje y la exploración del Pacífico. Desperta Ferro: Especiales, 2019, 18, p. 60-65.

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Las embarcaciones denominadas «pinisi» son las tradicionales que se han utilizado en Indonesia durante los dos últimos milenios. Se siguen usando y construyendo en esta parte del sureste asiático, aunque cada vez son menos los carpinteros de ribera que se dedican a ellas. El nombre aparece escrito también como pinissi, pinisiq o phinisi.

El proceso de construcción de este tipo de nave tiene como base primigenia la canoa, utilizada en Indonesia y sus alrededores desde la antigüedad.

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Más adelante, la forma original del pinisi era la de un casco de doble extremo, con tallo fuertemente rastrillado y poste de popa. Sin embargo no llevaba el timón en el centro, y de hecho en el pasado se solían usar timones gemelos, uno en cada cuarto de popa.

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Hay una gran variedad de tamaños. Aunque la embarcación solía ser pequeña, no es raro encontrar algunas de 30 a 40 metros de eslora, que ocasionalmente alcanzan los 50 metros o incluso más grandes. Se utilizaban tanto para la pesca como para transporte de mercancías, y se han construido tradicionalmente en la playa, con troncos que provienen de los bosques de Sulawesi (Célebes) y Kalimantan (Borneo).

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Sus constructores pertenecen en su mayoría a los pueblos bugis, conocidos en su tierra como la gente de mar.

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Los valores y los ritos en la carpintería de ribera indonesia

Su realización y manejo incorporan importantes valores como el trabajo en equipo, la precisión, la belleza y el respeto por la naturaleza y el medio ambiente. Históricamente su arquitectura iba unida a varios rituales y ceremonias, comenzando con la elección de los árboles más adecuados para las partes más importantes de la estructura. Otros ritos continúan durante todo el proceso de construcción para iniciar y celebrar cada etapa, como por ejemplo con la colocación de la quilla.

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La falta de madera

En muchos lugares de costa en Indonesia la buena madera se está haciendo difícil de obtener, y por lo tanto es costosa. Por este motivo muchos constructores han comenzado a usar otro tipo de maderas o incluso se han reubicado. De hecho, están apareciendo nuevos lugares de construcción en Kalimantan del Sur y del Este, en las orillas de los ríos, cerca del suministro de madera. Los carpinteros de ribera repiten una frase que los identifica:

«Somos constructores de botes ¡Siempre seguiremos a la madera!»

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Para concluir

El nombramiento de los Pinisi como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO es también el reconocimiento internacional a las técnicas tradicionales de construcción naval utilizadas por los antepasados ​​indonesios.

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Los pinisi son el símbolo de las técnicas de construcción tradicionales del sur de Sulawesi (Indonesia). Aunque ya hay un museo marítimo que recoge esta tradición, existe un proyecto para construir uno nuevo, dedicado sólo a los pinisi.

Con esta última entrada nos despedimos hasta principios de septiembre, deseando a nuestros lectores unas buenas vacaciones. 

Videos 10′ y 1,33′

Más información

DE CANDRA, Calvin & CARINA, Nina. Museum Pinsi Indonesia. Jurnal Sains, Teknologi, Urban, Perancangan, Arsitektur (Stupa), 2019, 1, 1, p. 456-469.

FAISAL. Perahu Pinisi dan Budaya Maritim Orang Bira di Sulawesi Selatan. Jantra, 2012, VII, p. 80.

HAFIZ FURQON, M. Recalling Indonesian Maritime History at Museum Bahari. Nusantara, 2015.

KASTEN, M. The Indonesian pinisi. Kastem Marine Design. 2016.

PRIYANDHITYA, Lulu I. Museum Kapal Tradisional Pinisi: Ekspresi Kapal Pinisi pada Bentuk Bangunan. 2005.

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La denominación de «lago español» procede de un hispanista francés, Pierre Chaunu. Hace referencia a que durante más de dos siglos este inmenso océano fue transitado y controlado mayoritariamente por navegantes españoles.

Hay veces que no nos damos cuenta de lo grande que es, sobre todo porque en muchos mapas queda dividido, como ocurre en el de la imagen inferior.

Inicialmente fue nombrado «Mar del Sur» por los colonizadores españoles. El primero fue Vasco Núñez de Balboa, tras su travesía por el istmo de Panamá (1513).

Mar del sur

Detalle de un mapa en el que aparece el Mar del Sur. Su autor fue Gerritsz (1622). Fuente: Gallica

Posteriormente tomó su nombre actual, que sabemos que nos ha llegado de la mano de Fernando de Magallanes, el capitán que inició la primera vuelta al mundo.

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El Pacífico según el gran cartógrafo Ortelius

¿Por qué esta denominación?

Sabemos que desde su descubrimiento, por parte hispana, hasta la primera mitad del siglo XVIII, el dominio de este espacio marítimo era español. Este largo periodo se puede dividir en dos etapas, según la obra de otro investigador francés, M. Bertrand:

a) 1ª etapa, que va desde el siglo XVI hasta finales del XVII, en el que el dominio español sobre esta inmensidad oceánica no sufre apenas oposición. Los únicos europeos presentes en ambas orillas del Pacífico son los españoles. La costa este, lo que luego se llamará California, era tierra de misiones recorridas por los jesuitas a partir del siglo XVII. El norte de California sigue siendo una tierra incógnita, y ésto se puede demostrar analizando algunos de los mapas levantados en esa época que la dibujan como una isla, en lugar de una península.

Al oeste, la presencia española estaba sólidamente asentada en Filipinas, donde sus posibles rivales podían ser China o Japón, pero estas naciones estaban ya replegadas sobre si mismas, debido a sus políticas aislacionistas.

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El Pacífico en un mapa de Forlani (s. XVI)

Las costas pacíficas de América del Sur pertenecían a los virreinatos hispanos, y en sus aguas se adentraban nativos en busca de pescado y de conchas, pero sin salir del litoral. En mar abierto eran algunos buques españoles los que lo atravesaban en misión comercial, de descubrimiento o de defensa.

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Mapa de China del S. XVII. J. Hondius. Fuente: Gallica

Para poder entender la amplitud del dominio, el Pacífico español se puede representar como un inmenso triangulo, cuya base la constituiría la costa americana controlada hasta California a través de puertos fortificados, con el vértice en las Islas Filipinas.

Esta premisa no significa que embarcaciones de otras naciones no transitaran por el océano, pero lo hacían casi siempre de forma irregular y llegaban desde el Índico. Hay que recordar que ya en la Baja Edad Media expediciones portuguesas, y posteriormente de otras naciones, navegaron por estas aguas en misiones comerciales hacia puertos asiáticos.

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En esta primera época hubo intentos de hacerse con las rutas, como el de los holandeses, que a través de su compañía de las Indias Orientales, llevaron a cabo una expedición entre 1642–43, comandada por Abel J. Tasman. Fue encargado de explorar las tierras áridas, anteriormente ubicadas por varios galeones de la compañía en su ruta hacia Batavia. Dio la vuelta a Australia (pero sin fondear en ella), descubrió y exploró las islas de Nueva Zelanda y la que luego llevaría su nombre (Tasmania).

b) 2ª etapa. Ya en el siglo XVIII los rusos llegan a Alaska (1727) y descienden hacia California. Las riquezas canalizadas por los españoles, gracias a su control sobre la única ruta marítima a través el Pacífico hasta entonces conocida con alguna seguridad, hizo que las demás potencias europeas intentaran participar.

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Australia S. XVIII. Fuente: Biblioteca Nacional de Francia (GE C-8865)

Inglaterra intentó, mandando a Drake primero y a otros corsarios después, capturar el galeón de Manilla y hacerse con sus riquezas. Aunque también hubo franceses y holandeses, todos fracasaron durante casi dos siglos, hasta que Anson, en 1742, lo consiguió. Además de las riquezas, se apropiaron de cartas náuticas y documentos hidrográficos secretos que facilitaron el desarrollo de su industria cartográfica. No debemos olvidar que la Armada española era puntera en los levantamientos de cartas y mapas.

A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, los corsarios y los viajes de exploración de otras potencias europeas dejan a España fuera del dominio absoluto de este mar Pacífico, cediendo poco a poco y dando paso especialmente a ingleses, holandeses y franceses en este nuevo gran espacio marítimo inexplorado e inmenso.

Más información

BERNABEU ALBERT, Salvador. El Pacífico ilustrado: del lago español a las grandes expediciones. Madrid: Mapfre, 1992.

BERNABÉU ALBERT, Salvador y MARTÍNEZ SHAW, Carlos. Un océano de seda y plata: el universo económico del Galeón de Manila. Madrid: CSIC, 2013.

BERTRAND, Michel. El viaje al Pacífico: los fundamentos geo-históricos del «lago español»Espacio, Tiempo y Forma. Serie IV, Historia Moderna, 2015, 28, p. 35-44.

MARTÍNEZ SHAW, Carlos (ed.). El Pacífico español de Magallanes a Malaspina. Madrid: Ministerio de Asuntos Exteriores, 1988.

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