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Posts Tagged ‘Francia’

Arlés es una ciudad fluvial francesa, situada cerca del Mediterráneo, pero sin llegar a ser costera. Se sitúa en las orillas del río Ródano, cuyo cauce sí que comunica con este mar. Es conocida tanto por su puerto romano como porque durante meses tuvo un visitante muy famoso, Van Gogh, que allí pintó algunas de sus obras.

La ciudad de Arlés

Fue fundada por los griegos durante el siglo VI a. C., aunque allí habitaban previamente pueblos ligures. Se llamó Arelate (población de las marismas), precisamente por su situación geográfica. Tenía una posición estratégica extraordinaria, ya que daba acceso al Mediterráneo. Por otra parte, en lo referido a las rutas terrestres, formaba parte del camino que dirigía tanto a Hispania como a la península Itálica.

Dibujo que representa la vista de la ciudad a «vuelo de pájaro», con el puente de barcas. Fuente

Ya convertida en villa romana y apoyada por el emperador Augusto, contaba con todos los edificios e instalaciones propias de su rango, como teatro, foro, circo, termas y anfiteatro.

El puente flotante

Pero lo más destacable para el Patrimonio Marítimo fue su puente de barcos. Y en esta ocasión no se hundieron para la cimentación, sino que formaron parte de la construcción como elementos flotantes. Actualmente no queda nada de él, pero contamos con relatos que narran su existencia. Como puede apreciarse en la imagen inferior, las naves sostenían la pasarela y permitían que pudiera responder a tormentas, subidas y bajadas, porque los elementos flotantes mantenían el paso firme. Para evitar que las barcas se alejaran, se construyeron dos grandes pilotes a los que estas se amarraron.

Dibujo del puente romano de Arlés, formado con barcas flotantes. Fuente

Como puede apreciarse en los dos dibujos previos, uniendo las orillas, el paso se iniciaba con una parte fija, a modo de puente tradicional, que acababa en una torre a cada lado, que daba paso al puente flotante.

Cuando las naves que querían pasar eran de grandes dimensiones, se estableció un sistema que consistía en situar en las orillas dos puentes levadizos, que se apoyaban en las torres.

Lateral del punto romano, que se elevaba para dejar paso a los grandes navíos. Parte de un diorama que representa el puente flotante de Arlés. Fuente

Para acabar

La ciudad de las marismas, Arlés, a la orilla de un caudaloso río y muy cerca del Mediterráneo, tuvo en época romana un magnífico puente flotante, sostenido con embarcaciones, que facilitó el transporte marítimo y contribuyó a que la ciudad se mantuviera en los primeros puestos del comercio imperial hasta la llegada de los visigodos en el siglo V, cuando fue quemada y arrasada.

Más información

BROMWICH, James. The Roman remains of southern France: a guide book. Routledge, 2013.

LORENZ, Wayne F. Ancient roman water development in France. Water Resources Impact, 2005, 7, 3, p. 4-8.

LORENZ, Wayne F. & WOLFRAM, Phillip J. Arches Have No Rivals: Unique Roman Bridges Offer Clues as to How It was Done Centuries Ago. Roads & Bridges, 2007, 45, 9.

MERAZ QUINTANA, Leonardo. El Museo de la Antigua Arlés: arqueología y arquitectura. Diseño en Síntesis, 2010, 25, p. 4-15.

Reconstruction of bridge in Arelate. Blog Imperium Romanum, 2020.

VACCA-GOUTOULLI, Mireille. La taille de la pierre sur l’aqueduc romain d’Arles au Vallon des Arcs à Fontvieille (B.-du-Rh.)Revue Archéologique de Narbonnaise, 1994, 27, 1, p. 165-173.

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Estos pueblos nórdicos son muy conocidos por sus magníficos barcos, los drakkar. Una parte de su sociedad, durante los siglos VIII y IX, decidió atacar los lugares que tenían más cercanos navegando por el Báltico y el mar del Norte. Ellos mismos los denominaban «hacer el vikingo» o, lo que es lo mismo, asociarse con otros para salir en misión comercial y de ataque, usando sus embarcaciones para desplazarse al continente europeo o a las islas que lo rodean.

Es ya famosa una de las primeras incursiones en las islas británicas, en el año 793, cuando atacaron, dieron muerte a muchos de sus monjes, robaron y quemaron la abadía de Lindisfarne, situada en una pequeña isla cercana a tierras inglesas. De la misma manera, llegaron a la actual Irlanda.

El continente no se libró de sus ataques y pronto se enfrentaron tanto al poderoso imperio carolingio como a los reyes y nobles de los territorios hispanos.

La llagada a las costas francesas

En el último año del siglo VIII los vikingos llegan por primera vez a la costa francesa, a Bretaña. El canal de la Mancha fue su primer objetivo, ocupando el estuario del Loira y las islas de la región, para pasar al Sena en el siglo siguiente.

El líder de los hombres del Norte era Sigurd Ragnarsson, también llamado Sigfrido (un nombre que luego se utilizaría en una de las leyendas europeas más conocidas). En el año 885 se reúnen en Ruan para asolar la campiña y llegar a la zona de Borgoña, situada en el centro-noreste de la Galia, conocida por atesorar grandes riquezas. Pero para ello debían atravesar y tomar París, donde tuvieron una honda resistencia. Dos factores influyeron: una era que Francia era cristiana, mientras que los vikingos eran para ellos infieles. Otra la defensa de su tierra, en la que habían vivido durante siglos. Caer en manos de sus atacantes significaba perder la libertad y todos sus bienes, poder ser vendidos como esclavos o incluso ser asesinados. Para la defensa de París se construyeron y fortificaron dos puentes: uno mayor que unía la isla de Francia con el continente por el margen superior y otro, algo más pequeño, al sur.

Cuando unas 700 embarcaciones vikingas amenazaron con pasar por el Sena en la región parisina, se les hizo frente con todas las armas disponibles.

Dibujo de un puente fortificado. A. Robida. Fuente

La ciudad estaba defendida por el conde Eudes y el obispo Gozlin. Sigfrido, ante las potentes defensas francas, se vio obligado a sitiar la ciudad. Ello significaba tener que invernar en la región, en lugar de volver a su tierra natal. También suponía tener tiempo para pensar cómo rendir la plaza y seguir por el río hasta Borgoña. Eudes solicitó ayuda al rey del imperio carolingio, pero incomprensiblemente este monarca pagó a los vikingos para que no atacaran París y, además, les permitió seguir navegando hasta Borgoña. Esta decisión le costó la corona y también la vida. Le sucedió el conde Eudes como nuevo rey.

En los años siguientes, ante la continua amenaza vikinga, se pudieron establecer en Ruán y ocupar la Normandía a cambio de que rechazaran cualquier ataque de otros vikingos. Este es el origen de los normandos, un pueblo escandinavo que echó raíces en la costa francesa y con el tiempo instauró una dinastía. Uno de su herederos más famosos es Guillermo el Conquistador, que terminaría atacando Inglaterra y ocupando su trono a partir del año 1066.

Una parte del tapiz expuesto en el Museo de Bayeux, que representa la flota normanda navegando por el Canal de La Mancha, para tomar Inglaterra. Fuente

Más información

GANDOY MUÑOZ, Laura. El ducado de Normandía en los siglos X y XI: de la conquista escandinava a la integración en el reino franco. TFM Universidade de Santiago de Compostela, 2015.

SERDÁ, Luis. Despertar de la Europa medieval. Revista Ausa, 1957, 21, p. 481-484.

VAN HOUTS, Elisabeth MC. The history of the Norman people: Wace’s Roman de Rou. Suffolk: Boydell Press, 2004.

VELASCO, Manuel. Breve historia de los vikingos. Madrid: ed. Nowtilus, 2012.

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Esta semana dedicamos la entrada a contar una historia que funde orígenes monárquicos con monstruos marinos, y que se ha utilizado para justificar el liderazgo genético de una familia procedente de las tribus de los francos. Es una crónica basada en mitos, tradiciones y leyendas marítimas.

Los «bárbaros«

A los pueblos que invadieron el oeste de la actual Europa, acabando con el imperio romano, se les llamó bárbaros. Aunque los denominaron así en conjunto, no eran un grupo homogéneo, ya que procedían de diferentes lugares, tanto del Este del continente europeo como del Oeste de Asia. Tenían en común su vida nómada, la necesidad de asentarse y de conquistar nuevas tierras, su religión animista y una ferocidad que, a los ojos de los romanos, era casi inaudita.

Distribución geográfica de los pueblos que habitaron Europa y parte del Norte de África durante los siglos V y VI. Fuente

Eran pueblos francos, alamanes, bretones, lombardos, visigodos, suevos, vándalos y alanos, entre otros muchos. Su contacto con Roma, mayor o menor, los cambió radicalmente.

Límites geográficos de la dinastía merovingia (color rojo). Fuente

Dependiendo del autor que escriba sobre ellos, podemos leer que eran un pueblo de agricultores y ganaderos o una tribu de guerreros intrépidos deseosos de conquistar nuevas tierras y hacer fortuna con la guerra. Es muy posible que una mezcla de ambos los describa mejor.

El rey de los francos

Pero nuestra intención es narrar aquí una leyenda sobre el origen de uno de los dirigentes de este pueblo: Meroveo, rey de los francos (siglo V). Su influencia ha sido tal que, pasados más de quince siglos, se sigue usando su nombre para contar historias literarias y justificar ancestrales herencias nobiliarias.

Meroveo, rey de los francos. Fuente

Los francos procedían de territorios germánicos (Panonia) y habían llegado a los límites del imperio romano. Con el tiempo los atravesaron, ocupando tierras de la actual Bélgica. Estos asentamientos comenzaron a dificultar la navegación establecida entre Britania y las tierras romanas del continente, lo que ocasionó continuos enfrentamientos.

Los pasajes relativos a los orígenes de la dinastía merovingia tienen varias versiones, la más antigua es la Historia Francorum de Gregorio de Tours (siglo VI). A pesar de ser una fábula, es verdaderamente interesante, en particular lo referente a la leyenda sobre la vida de Meroveo, que tenía dos padres, Clodion “el Cabelludo” (jefe de los francos y segundo rey de esa dinastía) y el Quinotauro, un monstruo marino, una especie de Minotauro de las profundidades. La reina, cuando estaba embarazada, fue a bañarse un día al mar y este monstruo marino la violó. La leyenda cuenta que el violador era un pariente de Neptuno.

Monstruo marino dibujado en el Código de Carlomagno. Fuente

La otra fuente es la Crónica de Fredegario del siglo VII, que sigue con la misma idea (III, cap. 9). Así, según nos cuenta, Meroveo tenía sangre real y también divina. Era un ser anfibio, de madre terrestre y medio-padre marino. Una de sus características era su inmensa fuerza, que parecía proceder de su cabellera y que generó una dinastía de “reyes melenudos”. Entre los pueblos semitas existía la costumbre de que la fuerza residía en los cabellos (Sansón es un buen ejemplo). Otra es que «llevaban una mancha de nacimiento que los distinguía de todos los demás hombres (…) y atestiguaba su sangre divina sobre el corazón o entre los omóplatos” (Baigent, 2016).

Meroveo y Childerico dibujados en una de las crónicas. Fuente

Para acabar

La legendaria historia de que la sangre real llegue a través del mar permite que se genere un mosaico de interpretaciones compuesto por registros históricos reales, literatura olvidada y mitos antiguos procedentes de múltiples pueblos. Sobre este relato han surgido muchos otros, que han dado lugar a poemas épicos, novela histórica, poesía y algunas interesantes películas.

Joyas con forma de abeja halladas en la tumba del rey merovingio Childerico, hijo de Meroveo. Fuente

Más información

BAIGENT, Michael; LEIGH, Richard & LINCOLN, Henry. L’Énigme sacrée (Tome 1). L’histoire de la France et de notre civilisation remise en question. Pygmalion, 2016. [El original es de 1988. En español hay varias ediciones, una de ellas publicada por Planeta Deagostini, 2005].

CALLIGARO, Thomas; KAZANSKI, Michel M. & PÉRIN, Patrick. The Grave of King Childeric I († 481/482). In: Royal Insignia of Late Antiquity from Mšec and Řevničov. Magnificent Finds from the Migration Period from Central Bohemia. Rakovnic: Muzeum T.G.V. Rakovnik, 2022, p. 72-79,

CHIFFLET, Jean-Jacques. Childerici I, Francorum regis, sive Thesaurus sepulchralis Tornaci Nerviorum effossus et commentario illustratus. Ex off. Plantiniana B. Moreti (Antverpiae), 1655.

DARWIN, Gregory. On Mermaids, Meroveus, and Mélusine: Reading the Irish Seal Woman and Mélusine as Origin Legend. Folklore, 2015, 126, 2, p. 123-124. p. 126.

DONÀ, Carlo. Meroveo, Basina e il mito dinastico dei Franchi. Rhesis. International Journal of Linguistics, Philology and Literature, 2014, 5, 2, p. 42-85.

HAWKES, Sonia. Merovingian renaissance. Antiquity, 1983, 57, 220, p. 131.

RIVERA QUINTANA, Juan Carlos. Breve historia de Carlomagno y el Sacro Imperio Romano Germánico: la desconocida historia de la Europa medieval y del emperador que la hizo renacer del oscurantismo y sentó las bases de la cultura de Occidente. Madrid: Ed. Nowtilus, 2009, p. 742-814.

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Estimados lectores, como ya hemos hecho en años anteriores, durante el mes de agosto no vamos a publicar nuevos contenidos, pero sí que se van a ofrecer semanalmente recopilaciones temáticas sobre las entradas ya publicadas. Este año, además, con la ayuda de dos colaboradores, en semanas sucesivas vamos a hacer accesible en inglés algunas de las entradas que más visitas han tenido a lo largo de estos once años de vida del blog. Así, esta semana está dedicada al tema de la legislación marítima, sobre el que anteriormente hemos escrito varios textos, que aquí compilamos, señalando los contenidos más importantes.

En este repaso acerca de las normas, leyes y tradiciones que se han publicado en el blog destacan varios textos de época antigua y medieval que han tenido una enorme trascendencia en la legislación actual, porque han sentado las bases de ciertos asuntos que desde hace siglos han preocupado a quienes se dedicaron a navegar por mares y océanos.

Un buque navegando en el portulano de Joan Martinez. Fuente

El derecho del mar comenzó a surgir en forma de texto escrito con los rodios, pero desde le primer momento se fueran gestando, al margen de los estados, una serie de normas que al final se hicieron consuetudinarias y arraigaron entre la comunidad de marineros, transportistas, patrones, cargadores y resto de personal marítimo. Esto no significa que en otras legislaciones no existieran alusiones directas a la navegación pero, como código dedicado al tema, el primero que conocemos es el establecido en Rodas.

La lex Rodia

Esta ley marítima data aproximadamente del siglo I a.C., y se terminó imponiendo como código en Bizancio cinco centurias después. Actualmente no tenemos el texto original escrito en Rodas, sino que lo que sabemos nos ha llegado por copias con adaptaciones posteriores de pueblos romanos y bizantinos.

Portada de la ley Rodia extraída de una antigua recopilación sobre Derecho Civil. Fuente: Gallica

El contenido de mayor interés está vinculado con el comercio, del que los rodios eran unos expertos y, en especial, lo referido a los daños sufridos en una embarcación en caso de que una tormenta ocasionara problemas con la carga que transportaba. La ley dictaba que si era necesario arrojar toda, o parte, de la mercancía al mar porque la nave estaba en serio peligro, el daño resultante (la “echazón”) debía repartirse entre los propietarios del barco y los dueños de las mercancías, en la proporción y medida del valor de los géneros.

Leyes de Olerón

Otro texto de enorme relevancia fue el código de Olerón. En la Edad Media se decidió documentar de manera más formal esta tradición y dejar evidencia escrita de ella, tanto para fijar su uso como para facilitar su conocimiento. Así, surgieron los roles de Olerón en el siglo XIII, con 24 capítulos que posteriormente irían ampliándose.

Una portada de las leyes de Olerón. Fuente

Este código normativo hace referencia al capitán, al que se denomina «juez en el mar», lo que le permitía que a la tercera orden de éste no cumplida, podía expulsar de la embarcación a quien no le hubiera obedecido. Contempla además asuntos tan importantes como los conocimientos que debían tener los pilotos («Todos los pilotos falsos y traicioneros serán condenados a sufrir la muerte más rigurosa e inmisericorde» dice el art. 25), y los obligaba a dar cuenta en caso de naufragio, así como a resarcir los bienes si tenían los medios, «y si no, pierden la cabeza» (arts. 23 y 24). Recoge igualmente parte de la ley rodia y trata acerca de la carga que transportaba el barco y de su posible pérdida.

Otro tema de especial relevancia eran los naufragios provocados, el castigo medieval establecido para los bandidos que no ayudaban en caso de peligro y que, por el contrario, los facilitaban (llamados los naufragadores). En el art. 39 de esta ley medieval se refiere un caso en el que los ribereños son llamados por unos pilotos para ayudarles a entrar en puerto y, en lugar de prestarle apoyo, hacen naufragar la nave. El castigo era obligarlos a meterse en el agua y sumergirlos hasta que estuvieran medio asfixiados. Luego se llevaban a tierra y se les lapidaba.

Pintura que representa un naufragio y cómo quedan las personas y los pertrechos. Fuente

Las Siete Partidas

Una extraordinaria fuente sobre el régimen y organización de la marina castellana incipiente es el corpus legislativo del rey Alfonso X conocido como las Siete Partidas, del siglo XIII. Aunque trata otros temas, hay apartados dedicados a la legislación marítima. Así, se encargó en un tiempo muy temprano de los puestos de mayor jerarquía como el de Almirante, al que en ese momento le seguían los cómitres (capitanes de las galeras), que ejercían cargos y atribuciones similares, pero limitadas a sus propias naves. Otra importante figura eran los pilotos (naocheros) y, por último, los marineros y sobresalientes (hombres de armas).

Según las Partidas, las naves debían estar provistas de todo género de armas ofensivas y defensivas, y pertrechadas con los géneros de consumo necesarios para salir a la mar.

Comercio en el puerto de Cartagena. Cántigas de Santa María de Alfonso X el Sabio. Fuente

Más información

ALONSO ROMERO, Fernando. Historias de naufragios en tres Finisterres europeos: Land’s End (Inglaterra), Dingle (Irlanda) y Finisterre (España)Cátedra Jorge Juan: ciclo de conferencias. FerrolServizo de Publicacións, 2001, p. 67-114.

DÜCTOR ROMERO, Laura. L’homme et la mer: le travail du matelot et le rôle du passager dans les naviresRevista Crítica de la Historia de las Relaciones Laborales y de la Política Social, 2014, 9, p. 153-157.

PORRAS ARBOLEDAS, Pedro Andrés. El derecho marítimo en el Cantábrico durante la Baja Edad Media: partidas y rôles D’Oléron. Instituto de Estudios Riojanos, 2005.

SÁNCHEZ-MORENO ELLART, Carlos. Lex RhodiaThe Encyclopedia of Ancient History. Edited by Roger S. Bagnall et al. Blackwell Publishing, 2013, p. 3970–3972.

SERNA VALLEJO, Margarita. Los Roles d’Oléron. El coutumier marítimo del Atlántico y del Báltico de época medieval y moderna. Santander: Centro de Estudios Montañeses, 2004.

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Hay veces que los diques sirven para facilitar el fondeo, para ampliar la zona marítima, pero otras se usan para cercar poblaciones e impedir que lleguen a ella provisiones, con lo cual quedan aisladas, a su suerte. Esto fue lo que le sucedió en una ciudad francesa, La Rochelle.

El momento histórico

Durante el siglo XVII, en el contexto de las guerras de religión europeas, en Francia había una ciudad importante, La Rochelle, donde la mayoría de sus habitantes eran protestantes (hugonotes). El católico rey francés Luis XIII no podía permitirlo, por lo que en 1628 mandó tropas encabezadas por un personaje muy famoso, el cardenal Richelieu, para tomarla. Era un ejército de unos 20.000 hombres.

La Rochelle en el atlas de Hogenberg y Braun (entre 1575 y 1650). Colonia. Fuente: Biblioteca Nacional de España

La ciudad

La Rochelle era una rica ciudad costera llena de comerciantes, cuyas murallas eran tan altas y estaban tan bien hechas que nunca había podido ser asaltada. Sus habitantes confiaban en esos baluartes, en las provisiones que tenían y en la promesa del rey inglés de apoyar a sus amigos protestantes. Al ser una urbe marítima era muy difícil acceder a ella y, además, el flanco que daba a tierra se había fortificado para evitar asaltos indeseados.

Imagen de las murallas de La Rochelle. Fuente

El asalto

Tras varios intentos de tomarla por tierra, el cardenal Richelieu y sus tropas pensaron que la forma de rendir la ciudad era aislándola del mar, por lo que construyeron un dique que impediría que desde el Océano llegaran refuerzos, provisiones o armas. Tardaron unos 4 meses en levantar un dique, que fue costeado por el propio Richelieu. En la Relacion verdadera de la reduccion de la ciudad de la Rochela… aparece descrito el asedio.

Dibujo del asedio de la ciudad. Fuente

Cuentan las crónicas que para hacer el dique, aparte de poner los pilotes en el fondo, sobre éstos se hundieron más de cincuenta barcos llenos de piedras, de tal forma que el muro fuera lo más compacto posible. Dejaron un paso pequeño y bien fortificado que servía para atacar a quiénes quisieran entrar o salir de la ciudad. Tras catorce meses de enfrentamiento con el poder central ésta se rindió. Sus habitantes pasaron de ser más de 25.000 a tan solo 5.000, ya que las penalidades del asedio fueron brutales.

Para concluir

Unos días después una fuerte tormenta destrozó parte del dique, de modo que si hubieran conseguido resistir un poco más el clima les habría dado un respiro. Si quiere ver algo más del patrimonio de esta ciudad le recomendamos la entrada Viaje a la Rochelle.

Parte de una hoja de la Relacion verdadera de la reduccion de la ciudad de la Rochela publicada en 1628. Fuente: Biblioteca Nacional de España

Más información

COGSWELL, Thomas. Prelude to Ré: the Anglo-French struggle over La Rochelle, 1624-1627. History, 1986, 71, 231, p. 1-21.

HANOTAUX, Gabriel. Histoire de Richelieu: le siège de La Rochelle II. Revue des Deux Mondes (1829-1971), 1932, p. 602-639.

NOSJEAN, Madeleine. Les enjeux politiques et religieux du siège de La Rochelle. Les gouvernants et l’opinion publique françaiseLittératures classiques, 1987, 9, 1, p. 151-165.

Relacion verdadera de la reduccion de la ciudad de la Rochela à la obediencia del vitorioso rey christianissimo de Francia Luis decimotercio deste nombre. Donde se refieren por mayor los insignes milagros que Dios ha obrado a fauor, y conservucion del reino de Francia desde los primeros principios de la fundacion de su monarquia. Madrid: por Iuan Delgado, 1628.

ROVERI, Alessandro. Richelieu: un cardinale tra guerre, diavoli e streghe. Guida Editori, 2003.

TROCMÉ, Etienne. Actualité du siège de La Rochelle (1627-1628). Bulletin de la Société de l’Histoire du Protestantisme Français, 1979, 125, p. 115-121.

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Hemos oído hablar de las hazañas de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, de cómo deslumbraron con su joven inteligencia a los sabios franceses, pero no conocemos hasta qué punto sus descubrimientos fueron importantes y cómo repercuten en la actualidad. Por eso recurrimos al trabajo de un catedrático de este ramo, Miguel Sevilla, para conocerlos.

La forma y dimensiones de la Tierra son factores que están muy implicados con la navegación, ya que facilitan el establecimiento de sistemas de referencia y la representación de puntos de la superficie.

Ya en la Antigüedad, el bibliotecario de Alejandría Eratóstenes (276-195 a.C.) determinó el radio terrestre, y lo calculó en unos 6267 Km. Posteriormente otros siguieron con estos trabajos hasta llegar a Newton, que concluyó que la Tierra no es una esfera, sino que es un elipsoide de revolución achatado por los polos del eje de rotación.

Giovanni Cassini

Más tarde astrónomos italianos como los Cassini concluyeron que el elipsoide terrestre debía ser alargado en el sentido del eje de rotación, lo contrario de lo obtenido por Newton.

Para intentar zanjar esta controversia, en el siglo XVIII, la Academia de Ciencias de París organizó dos expediciones, para medir la longitud de un grado de meridiano en dos lugares: uno en las proximidades del Polo (Laponia) y otro en el Ecuador (entonces en el Virreinato del Perú), y posteriormente comparar los resultados experimentales obtenidos por estas expediciones.

Poder llegar a esos dos lugares suponía solicitar permiso e invitar a las naciones en las que ambos territorios estaban integrados. Así, la realidad era que pretender hacer mediciones en el Ecuador suponía entrar en tierras coloniales españolas, por lo que la diplomacia entró en juego rápidamente y la Armada española fue llamada a participar, para lo que invitaban a dos “de su más hábiles oficiales”. Así una Real Orden (1734) ordenaba seleccionar a:

dos personas en quienes concurrieran no sólo las condiciones de buena educación, indispensables para conservar amistosa y recíproca correspondencia con los académicos franceses, sino la instrucción necesaria para poder ejecutar todas las observaciones y experiencias conducentes al objeto, de modo que el resultado fuese fruto de sus propios trabajos, con entera independencia de lo que hicieran los extranjeros.”

En un alarde de inteligencia, los responsables decidieron enviar a los dos guardiamarinas mejor preparados que tenían en la Academia, aunque eran muy jóvenes en comparación con la media de 30-40 años de los científicos franceses. Juan y Ulloa no tenían más que veintiuno y diecinueve años y carecían de graduación militar, por lo que se les ascendió directamente a tenientes de navío. Inicialmente esta situación provocó la burla y el desprecio de los expedicionarios galos, pero conforme iban pasando tiempo con ellos la relación fue de camaradería y de admiración. Estos lazos durarían toda la vida de los protagonistas y les abrirían las puertas de las más prestigiosas academias europeas del momento.

Portada del libro que escribieron

El arco del Ecuador

La expedición, que tuvo lugar entre 1734 a 1744 estuvo integrada, además de los citados Jorge Juan y Antonio de Ulloa, por prestigiosos académicos franceses como Louis Godin (1704-1760) (astrónomo), Charles Marie de La Condamine (1701-1774) (químico y geógrafo), Pierre Bouguer (1698-1758) (matemático) y otros expertos botánicos, cirujanos, ingenieros, agrimensores y dibujantes. Llegó al Virreinato del Perú, y se situó a 2 grados de latitud sur para hacer las mediciones.

Una ilustración del libro que escribieron en 1747

Como la longitud del grado resultó mayor en el Polo que en el Ecuador, se confirmaron las conclusiones a las que llegó Newton. Años más tarde, Jorge Juan y Antonio de Ulloa publicaron sus trabajos en el libro «Observaciones Astronómicas y Físicas hechas de orden de S.M. en los Reynos del Perú« (1748).

Desde entonces la Tierra se considera, en segunda aproximación, un «elipsoide de dos ejes, achatado por los polos del eje de rotación». Ésta es otra aportación más de los oficiales de la Real Armada ilustrada del siglo XVIII español.

Más información

Jorge Juan y la Ciencia ilustrada. Madrid: Ministerio de Defensa, 2017.

Jorge Juan Santacilia. Revista Canelobre, 2006, 51.

SEVILLA DE LERMA, Miguel J. La Geodesia, de Jorge Juan a nuestros días. Jornadas sobre Jorge Juan y la Ciencia Española. Madrid: Publicación de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 2009, p. 57-76.

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