Los paquebotes eran embarcaciones dedicadas al transporte de la correspondencia. También solían llevar pasajeros y otro tipo de carga, como caudales. El nombre deriva de la voz francesa paquebot y de la inglesa packet boat, muy utilizadas durante el siglo XVIII.

En España, habitualmente el término se usaba para referirse a una embarcación similar a un bergantín de dos palos con vela redonda. La fórmula requerida para hacer llegar a América las cartas desde la Península, y viceversa, debía unir rapidez, seguridad y capacidad, para la que las fragatas eran muy adecuadas y, de hecho, se usaron con mucha frecuencia. Realmente el correo fue transportado también en corbetas, goletas y saetías, entre otras.
Así, en 1764 se establece por primera vez un correo de mar periódico entre España y las Indias. Mensualmente salía un navío con todas las cartas dirigidas a Ultramar (América), desde el puerto de A Coruña hasta La Habana, y también el viaje de vuelta. El paquebote Cortés inauguró en noviembre de ese año la travesía de los correos marítimos. El capitán era Álvaro de Castro y el piloto Domingo de Velasco, a los que auxiliaban 16 hombres de tripulación. Aparte, iban embarcadas las personas designadas para ocuparse de las nuevas administraciones de Correos.

En 1767 la fragata-correo El Príncipe inaugura la línea de Buenos Aires. Con la Real Ordenanza del Correo Marítimo (1777) se reguló más este servicio, por lo que a principio de cada mes salían con destino a Nueva España, y los días quince de los meses de febrero, abril, junio, agosto, octubre y diciembre se dirigían hacia Buenos Aires y Perú.
En España, cuando las salidas de correo a América comenzaron a ser habituales, el estado se planteó construir paquebotes para ello, y para la «fábrica» de estos recurren a los astilleros del norte de España. Bilbao suministra inicialmente hasta ocho, que terminaron recibiendo nombres vinculados con los primeros españoles que llegaron al continente americano, tales como Colón, Cortes, Magallanes y Pizarro. Otras denominaciones hacían alusión a lugares geográficos (Alcudia, Cantabria, Tenerife, Tucumán), a la familia real (Infanta, Princesa, Rey) u otros (Águila, Diana o Diligencia).
Tenían como santo protector al apóstol Santiago, cuya festividad se celebra el 25 de julio.

Al contrario que otros servicios, las naves eran de propiedad estatal, lo que suponía un importante ahorro de tiempo en llevar a cabo las contrataciones. Estaban clasificadas como embarcaciones de guerra, por lo que llevaban insignias oficiales y armamento.

Distintivos
Inicialmente llevaban el lienzo blanco característico, que pronto, en 1785, se cambió por la conocida bandera actual con tres franjas horizontales en dos colores: rojo, amarillo y, de nuevo, rojo.

Dotación y armamento
En 1767 estaba legislado que un paquebote necesitaba como mínimo 24 hombres, aunque en la Carrera de Indias hubo variaciones. Los que iban a La Habana llevaban entre 20 y 38 personas en su dotación, mientras que los que se dirigían a Buenos Aires-Montevideo contaban con mayor número, que oscilaba entre los 28 y 46 hombres.
Aunque estaban menos artillados que los buques de guerra, iban con protección, dada la carga que portaban. Habitualmente debían llevar 2 cañones y 12 fusiles, según la normativa. En periodos bélicos llegaron a embarcar hasta 12 artilleros, como los que llevaba la fragata Cantabria en 1796.
Un hito importante en la historia del correo marítimo fue la incorporación de éste a la Real Armada en 1802. Sin embargo, la disposición ordenaba que a pesar de que las embarcaciones estaban a cargo del Secretario de Marina, sería el Secretario de Estado quien llevara la gestión del despacho de las expediciones.
Para acabar
El servicio de correos a Ultramar fue tremendamente inseguro hasta el establecimiento de la línea regular en 1764 y las posteriores adiciones. El nuevo sistema incrementó mucho la rapidez, seguridad y capacidad en la distribución de la correspondencia indiana. Aunque las fragatas se utilizaron con bastante frecuencia, el paquebote era el tipo de buque que recogió las bondades del sistema, hasta el extremo de que casi tres siglos después usamos el nombre para designar a una nave que transporta la correspondencia.
Más información
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