En la Península, durante la Edad Media, dos grandes fuerzas luchaban por adueñarse del territorio: un Islam fuerte y ampliamente asentado y unos reinos cristianos mas pequeños, situados al norte. No era sólo una guerra de religión, también era una batalla por un espacio estratégico asimilado como propio por ambas culturas, y a menudo significaba la vida o la muerte.

El mar rodeando la tierra en una ilustración del Beato 1
Aunque todos sabemos quien venció, hay documentos que atestiguan el ambiente que en esos momentos se vivía y que dan fe de cómo se veía el mundo. Los conocidos como beatos, textos ilustrados que explican el apocalipsis descrito por San Juan, realizados durante la Edad Media, son una fuente de primera mano y un patrimonio mundial único que no siempre es conocido, ni valorado como tal.

Lamina completa sobre el mar (Beato 1)
Esta semana vamos a analizar la visión del mundo marino ilustrándola con imágenes de dos ejemplares digitalizados de los textos de Beato de Liébana, los que dieron nombre a esta serie de documentos. Ambos están disponibles íntegros por cortesía de la Biblioteca Nacional de España.
Beato de Liébana
Beato vivió en el siglo VIII y fue presbítero del monasterio de San Martín de Turieno (que hoy conocemos como Santo Toribio de Liébana) en Santander (España). Era contemporáneo del gran Carlomagno. Aunque no existen muchos datos de su vida, tuvo que ser un personaje relevante en el resto de Europa porque autores como Alcuino de York lo citan en varias ocasiones. Beato es también uno de los escritores que incide en la presencia del apóstol Santiago en España, lo que tendría una enorme trascendencia a posteriori y abriría las puertas a la creación de la ruta jacobea.

Detalle de la primera lámina (Beato 1)
Escribió, entre otras obras, un Comentario al Apocalipsis de San Juan que se hizo muy popular en su tiempo. Fue copiado e iluminado repetidamente, y en la actualidad las copias que han sobrevivido son un impactante conjunto de códices medievales de enorme valor histórico y artístico.
Las ilustraciones
Las miniaturas que acompañan al texto son una de las más extraordinarias manifestaciones del arte occidental medieval, que sentaron las bases del arte románico.

Una de las primeras ilustraciones en las que aparece el agua (Beato 1)
Las ilustraciones muestran momentos caprichosamente compuestos por los artistas de la época, e incluyen temas que no siempre aparecen en el texto y con los que a menudo cuesta encontrar la vinculación.
Es posible que pasados los siglos nos cueste entenderlo, pero las imágenes se utilizaron a lo largo de toda la Edad Media para adoctrinar sobre una religión cuyos textos no podían ser entendidos por la mayoría de los fieles porque no sabían leer. En este concepto «pedagógico» entran también las imponentes vidrieras de las catedrales, las esculturas de los templos y la mayor parte de las manifestaciones artísticas religiosas.

Varios animales, entre ellos lo que podría ser una rana (Beato 2)
El expresionismo de las ilustraciones de los beatos se atribuye a la sinergia de influencias artísticas muy variadas del mundo tardorromano y bizantino, visigótico, carolingio, musulmán, especialmente de Al-Andalus, persas y coptos. La raíz está sin duda en el primitivo arte hispano, que se enriqueció con una serie de elementos europeos, asiáticos y norteafricanos que han convertido a los beatos en una muestra sin igual en el resto del mundo occidental.

Fuego y agua (Beato 2)
Aparecen escenas de monstruos, personas y ángeles del fin del mundo, con una perspectiva bidimensional que los aleja de la visión real, pero con un expresionismo que resulta tan magnético como dramático.
Los animales y monstruos se confunden. Las figuras se colocan de manera escalonada, resaltando los ojos y manos para intensificar la tensión espiritual. Los fondos son a menudo de gran intensidad cromática y se dividen en varias fajas de diferentes colores que suele representar diferentes espacios como cielo, tierra y mar.

Detalle de los peces (Beato 1)
«Este arte asocia familiaridad y distancia: parece ir en busca y encontrar la Eternidad, inmediata, sin perder un ápice de su trascendencia inaccesible y misteriosa» (Todolibroantiguo).
El mar medieval
En la Edad Media el mar siempre fue mirado con respeto y casi con temor reverencial. Realidad y superstición andaban a la par. Era un mundo desconocido, enorme e infranqueable, que a menudo se asimilaba con aspectos negativos, lúgubres y temibles. Traía la riqueza a través de la pesca y del comercio, pero también suponía la llegada de los odiados piratas y los horribles naufragios que truncaban vidas y fortunas.

Ángel actuando sobre el agua (Beato 2)
No era extraño que un hombre medieval que no había visto el mar sintiera pánico, y viera en él un mundo peligroso de criaturas desconocidas, donde el abismo y el infierno se hallaban cerca. Las ilustraciones de los beatos trasmiten ese concepto perfectamente.

Ilustración sobre el arca de Noé sin que aparezca ninguna nave.
En el medievo el mundo parecía estar formado por varios niveles, en cada uno de los cuales se refleja y se contiene el universo. Cada microcosmos se convierte así en la imagen del macrocosmos, y como si se dispusiera de espejos, las mismas imágenes se reflejan entre sí hasta el infinito. En este universo onírico el mar contiene idénticos seres que en la tierra, pero adaptados al medio: así podemos hallar elefantes, leones o caballos.

Los tres niveles
Todo ellos sin olvidar las criaturas propiamente acuáticas como sirenas, tritones o diablos de mar. Estos seres marinos apenas si aparecen en la iconografía de los beatos, aunque sí son objeto de estudio en obras como los bestiarios.
En síntesis, todo un mundo de fantasía en el que el mar representa a menudo temores ocultos, y en el que lo onírico y lo real se mezclan de manera característica, ofreciendo imágenes y documentos únicos.
Más información
Beato de Liébana: códice de Fernando I y Dña. Sancha (Beato 1)
Beati in Apocalipsin libri duodecim (Beato 2)
MOLINA, Ángel Luis. Los viajes por mar en la Edad Media. Cuadernos de Turismo, 2000, 5, p. 113-122.