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Posts Tagged ‘Buenasboyas’

Esta semana nos adentramos de nuevo en el mundo de las galeras y en uno de los protagonistas menos conocidos de la fuerza humana de éstas. Entre los que remaban se encontraban los esclavos, los forzados y los buenasboyas. Estos últimos eran los remeros voluntarios alistados en las galeras, que cobraban por ello un salario. El término, junto o separado, tiene su origen en la palabra italiana «buona voglia».

Un autor de comienzos del siglo XX, Sevilla, los describe como “golfos de playa, ganapanes que iban a acogerse al derecho de asilo de que disfrutaban las galeras, para librarse de las persecuciones de las justicias por ciertos pecadillos veniales». A pesar de esto, solían ser los remeros de confianza, que a menudo también se ocupaban como mozos y criados de cámara. Podemos hacernos una idea de esta consideración leyendo lo que explica un fraile de la época «como galeote viejo, de quien están seguros, que es ya buena boya, le dejan salir como a soldado fuera del barco» (Fray Hernando de Santiago, Consideraciones sobre todos los Evangelios de los Domingos y Ferias de la qvaresma, publicado en Salamanca, I597).

Al final de la Edad Media eran los únicos que remaban de manera oficial, ya que en las Cortes de Teruel, en 1428, se ha encontrado que, para servir en galeras como remeros, la única opción era un acuerdo voluntario y emitido en acto público (Rodríguez, 1978). En la península itálica se conseguían buenasboyas a precios asequibles, especialmente en la costa del Adriático, pero en España, a partir del descubrimiento de América, los sueldos solicitados aumentaron a cantidades que la corona no podía pagar. Muchos de los posibles enrolados preferían viajar a América en lugar de trabajar como remeros, lo que supuso que su número decreciera alarmantemente.

Se trataba de un trabajo muy duro y arriesgado, por lo que apenas se encontraba quien quisiese ejercitarse en él de buena gana. Por eso suponían un pequeño porcentaje de los remeros (un 10% en las galeras de Nápoles en 1585 y un 20% en el siglo XVII en las de la orden de Malta). Casi todos aparecen en los Libros Generales de la Escuadra de Galeras de España, donde se anotaban su nombre, filiación, procedencia, edad y sus rasgos físicos.

A fines del siglo XVI se sabe que el sueldo de un buenaboya era de dos ducados mensuales, prácticamente lo mismo que tenía un proel (artillero). Sin embargo, su trabajo y riesgo eran mayores. Sin contar que con cierta frecuencia no se pagaban a tiempo las cantidades ofrecidas y el remero debía recurrir a la justicia para obtenerlas.

Un galeote transportando agua. Fuente

La introducción de la “pena utilitaria de galeras”, establecida en los primeros años del siglos XVI, enviando a los delincuentes que antes se ejecutaban o mutilaban a remar en estas embarcaciones, solucionó en buena medida la falta de hombres que bogaran (remaran). De esta manera, el grupo de remeros (entre los que también estaban los esclavos, pero no siempre reconocidos) se amplió con los forzados.

De forzados a buenasboyas

A los condenados que terminaban de cumplir la pena establecida por los tribunales, se les invitaba a seguir bogando como buenaboya, ofreciendo un pequeño sueldo y ración de cabo (mejor que la que tenían). A los que aceptaban se les llamaba buenasboyas galeotes. Su principal cometido era ser bogavantes (remeros más experimentados, que dirigían la boga), aunque a veces tenían que participar en los enfrentamientos bélicos de la nave.

De manera general conseguían mejor trato que los forzados y esclavos, desempeñando ciertos trabajos, además del servicio antes descrito, como alguaciles (para cargar agua), espalderes (los bogavantes principales) o proeles (el cuerpo de avanzada en los enfrentamientos bélicos). Sin embargo, llevarse bien con los responsables de la nave les supuso muchas veces tener serias peleas con los otros remeros y que desconfiaran de ellos.

Parte de una hoja de los libros de galeras de forzados. Es del margen izquierdo y se puede ver que aparece escrito que el forzado acepta convertirse en buenaboya (BªBª). Fuente

Los galeotes dormían, por lo general encadenados, en la banqueta o remiche, bajo sus bancos de boga, cubriéndose con un capote suministrado por las autoridades de la nave, mientras que los buenasboyas se acomodaban en la crujía y en la proa.

Banco de boga. Fuente

Más información

CASSAR, Carmel. The Order of St John and corsairing activities in the Mediterranean in the 16th and 17th centuries. BONO, S. Terzo Convegno Storico Internazionale: Corsari, schiavi, riscatti tra Liguria e Nord Africa nei secoli XVI e XVII, Ceriale, 2004, p. 73-116.

DE LAS HERAS SANTOS, José Luis. Los galeotes de los Austrias. Historial Social, 1990, 6, 127-140.

FAVARÒ, Valentina. La escuadra de galeras del regno di Sicilia. Costruzione, armamento, amministrazione (xvi) secoloMediterraneo in armi (secc. xv-xviii), 2007, p. 397-428.

LO BASSO, Luca. Uomini da remo: gestione delle galere e reclutamento dei galeotti nel Mediterraneo moderno: modelli a confronto. Tesis doctoral. Università Ca’ Foscari Venezia, 2003.

GILLET, Joseph E. Spanish» buenaboya». Romance Philology, 1949, 3, 2/3, p. 149-156.

PORTILLO STREMPEL, Andrés. Galeras, galeotes y gente de mar. Cuadernos del Rebalaje, 2016.

RODRÍGUEZ RAMOS, Luis. La pena de galeras en la España moderna. Anuario de derecho penal y ciencias penales, 1978, p. 259-276.

SEVILLA Y SOLANAS, Félix. Historia penitenciaria española (La Galera). Apuntes de archivo, Segovia: El Adelantado de Segovia, 1917.

VINCENT, Bernard. Les esclaves des galères napolitaines en 1585. In: MARCOS MARTÍN, A. Hacer historia desde Simancas. Homenaje a José Luis Rodríguez de Diego. Valladolid: Junta de Castilla y León, 2011, p. 837-845.

WETTINGER, Godfrey. The Galley-Convicts and Buonavoglia in Malta during the rule of the Order. Journal of the Faculty of Arts, 1965, 3 (1), p. 29-37.

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Durante el mes de agosto hacemos recopilaciones temáticas, basadas en las series de esta bitácora. La semana pasada vimos tipos de embarcaciones. Ahora vamos a conocer algunos de los personajes que las mandaron o que contribuyeron a que la navegación fuera exitosa, tanto en su faceta personal (nombres de marinos y navegantes famosos), como algunos de los cargos que desempañaban profesionalmente cuando iban a bordo.

Cargos profesionales

Se ha hecho hincapié en varios tipos de tareas que se llevaban a cabo en la mar, pero una de las más importantes era la de dirigir la nave. A lo largo del tiempo ésta ha tenido varias denominaciones (arraeces, cómitres, pilotos, entre otras), pero es que también ha ido variando según las responsabilidades y las culturas a las que pertenecían las dotaciones.

Los arraeces, voz que deriva del árabe hispano arráyis y éste del árabe clásico ra’īs, eran los patrones de los barcos, aunque también hace referencia al jefe de todas las faenas que se llevan a cabo en la almadraba. Fue un nombre más específico y menos usado a partir de finales de la Edad Media, aunque en algunas compilaciones legislativas modernas aparece y en los Libros de Galeras se usaba para denominar a los patrones de embarcaciones musulmanas que había sido apresados y castigados al remo.

Cómitres, término de origen italiano, que servía para denominar a quiénes dirigían la navegación en un buque, y también a veces a los capitanes. Se utilizó mucho en las embarcaciones de remos, pero luego perdió uso.

Caballeros embarcados. Fuente: Boodleian Library

El piloto era la persona que debía establecer las pautas de navegación del barco, procurando que éste llegase a su destino de la mejor manera posible, haciéndose valer de los conocimientos propios de la náutica: astronomía, navegación, cartografía, entre otros. Durante la Edad Moderna fue un oficio de gran importancia, puesto que un marino con conocimientos de pilotaje era una pieza fundamental en cualquier navegación, sobre todo si éste tenía una dilatada experiencia en una zona o derrotero específico. El Real Colegio Seminario de San Telmo de Sevilla (1681-1847) se fundó para dar respuesta a la imperiosa necesidad de pilotos y marineros de las flotas ultramarinas americanas. De los tres nombres es el más conocido y el que ofrece menos dudas para asignar su función.

Parte de la vestimenta de un piloto. Fuente

La dotación de una galera

La planta o dotación de las galeras españolas, la nave mediterránea por excelencia, se dividía en dos grupos: la gente de cabo y la de remo. En los primeros a su vez se podía diferenciar la gente de guerra, formada por los entretenidos, gentilhombres, aventureros y soldados, al frente de los cuales figuraba el capitán de la galera y, en segundo lugar, la gente de mar, constituida por los encargados de la maniobra (cómitres, consejeres, timoneros, marineros y proeles), por la maestranza (mestres d’aja, calafates, remolares y boteros), por los que encajan en lo que hoy llamaríamos servicios (patrón, barbero, capellán y alguacil) y por los artilleros y lombarderos que manejaban la artillería.

Artilleros de marina. Fuente

Con algunas variaciones, especialmente en los nombres, la dotación no cambió mucho a lo largo de los siglos.

La Matrícula de Mar

Durante el siglo XVIII la falta de tripulaciones competentes hizo que se pusiera en marcha un sistema de reclutamiento conocido como la Matrícula de Mar, con objeto de garantizar a los buques de la Armada una dotación. A diferencia de otros modelos, que se habían basados en levas, como el sueco o el inglés, que enrolaban a sus marineros mayoritariamente a la fuerza, la Matrícula perseguía hacerlo de una manera más justa, mediante una inscripción generalizada. Eso sí, el servicio también era obligatorio.

Marineros, pajes y grumetes

Los que estaban encargados de muchas de las labores manuales de la nave eran los marineros, pajes y grumetes. Aunque se considera que los dos últimos eran también marineros, en los barcos se generaba como una jerarquía, en la que el paje era el de menor rango y por encima estaba el grumete. Los marineros eran, por lo tanto, los que tenían mayor consideración dentro de esta tríada.

Los remeros

En las embarcaciones a remo, quienes siempre llevaban la peor parte eran los remeros. Aunque no sea muy conocido, había voluntarios, que remaban en las galeras a cambio de un sueldo, eran los buenasboyas. Los condenados «a galeras», eran los que habían recibido como castigo este duro trabajo. Podía ser por un número de años concreto o para toda la vida. A lo largo de la Historia han recibido múltiples denominaciones como gente de remo, galeotes o chusma.

Algunos capitanes y oficiales navales

Hemos dedicado entradas a diferentes patrones y a algunos oficiales famosos por sus hazañas. Cronológicamente el más antiguo es Ahmose, capitán de la flota del faraón, que vivió durante el siglo XIV a. C, en la época dorada del antiguo Egipto, en la XVIII dinastía (la de gobernantes como Tutankamón o su padre Akenatón, entre otros muchos).

Una de las paredes de la tumba de Ahmose. Fuente

Acabando la Edad Media, en Portugal hay una figura que destacó por su interés en patrocinar la navegación y los grandes viajes. Era un infante que perteneció a la orden de los Caballeros de Cristo, Enrique el Navegante.

En plena Edad Moderna muchos marinos destacaron por su valentía y buen hacer. Algunos de los más famosos, aparte de Cristóbal Colón, fueron los que dieron la vuelta al mundo por primera vez, Magallanes y Elcano. Otros como Sarmiento de Gamboa el intrépido navegante que descubrió las islas Salomón, cronista ilustrado de las Américas, que fue uno de los personajes mas atrayentes de la aventura hispana en el Nuevo Mundo, pero también de los más desconocidos.

Sarmiento de Gamboa inmortalizado en un sello

Durante el siglo XVIII, la política nacional española permitió y alentó el desarrollo de escuelas de formación de marinos que proporcionaron una de las élites profesionales y científicas más importantes de la Real Armada a lo largo de toda su historia. Entre estos marinos ilustrados, merece la pena destacar a Jorge Juan y a Antonio de Ulloa, pero también a Gabriel Ciscar. Algunos de estos oficiales estuvieron al servicio de la Armada hasta 64 años, como ocurrió con Marcelo Spínola.

Representación de Gabriel Ciscar en la Universidad de Zaragoza, en el salón de matemáticos ilustres. Fuente

Más de un siglo después, otra gloria naval al que todavía queda por reconocer fue el gran Isaac Peral.

Han sido muchos los hombres que han proporcionado con su trabajo y entrega grandes momentos en la historia de la navegación, la mayoría son anónimos, mientras que otros han pasado a la Historia, sus hazañas son conocidas y sus figuras admiradas. De cualquier forma, faltan estudios para sacar a la luz pública a esos otros que contribuyeron a la consecución de grandes logros y que hasta la fecha son ignorados. En ello estamos.

Nota: La dotación de los buques actuales puede consultarla aquí.

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Dado el interés que ha tenido la serie de entradas sobre el mundo de las galeras, abrimos otra nueva etapa en la que nuestro experto Pedro Fondevila Silva, además de redactar los textos, los acompaña de dibujos realizados por él o bajo su dirección, muchos hechos expresamente para que se pueda entender mejor la forma de vida en estas embarcaciones.

Introducción

El conocimiento de las galeras españolas, en sus seis siglos de historia (ss. XII al XVIII), plantea al lector interesado algunas dificultades, muchas de ellas motivadas por el desconocimiento de los términos empleados en la denominación de las partes del casco, aparejos y maniobras, y porque éstos apenas tienen equivalencia en los diccionarios náuticos actuales. También, a pesar de que han sido las embarcaciones mediterráneas por excelencia y que en esta materia España tuvo mucho que aportar, apenas hay estudios académicos y científicos que avancen en el tema, siendo la mayoría de índole divulgativa y basados en trabajos anteriores, careciendo con frecuencia de consulta y análisis de la documentación histórica de la época, que por cierto es bastante escasa. Por ello trataremos de presentar al lector unos esquemas de algunos aspectos, para que se vaya familiarizando con las galeras.

Remos y remeros

Hasta mediados del siglo XVI las galeras navegaban a tercerol, es decir, con tres remos por banco manejado, cada uno por un solo remero. Los tres remos eran de diferente tamaño, lo cual complicaba la logística de los de repuesto. Aún no había aparecido el corredor que une la espalda con la corulla, el cual serviría de pasillo y de lugar de asiento y de dormir (en la ballestera) a la gente de guerra. La galaverna (un refuerzo que lleva el remo) servía para proteger al remo del roce con el escálamo o tolete, al que estaba unido por un cabo llamado estrobo, y con su zapatilla.

La boga a tres remeros en cada banco exigía una buena coordinación de éstos entre sí, lo cual solamente se alcanza con mucha práctica. De hecho, durante el reinado de Carlos I no se consideraba a la chusma (gente de remo) veterana hasta que hubiesen estado bogando un año.

Remeros voluntarios

Aunque anteriormente a este periodo hubo algunos casos de tener remeros que eran esclavos, prisioneros de guerra o condenados, la mayoría eran voluntarios que bogaban por sueldo y comida durante un tiempo convenido, normalmente durante el período del “mare apertum” (del 15 de marzo al 15 de octubre de cada año). Cuando se invernaba (“mare clausum”) la chusma y la mayoría de la dotación desembarcaba y la galera se guardaba dentro de una atarazana o se amarraba en el estuario de un río, con algunos guardianes abordo.

A estos remeros voluntarios se les empezó a llamar buenasboyas, italianismo procedente de la voz “bonavòglia” o “buonavòglia”. Estos se ajustaban en Italia a precios asequibles, especialmente en la costa del Adriático, pero en España, a partir del descubrimiento de América, los sueldos solicitados por los buenasboyas aumentaron a cantidades imposibles de pagar. La introducción de la llamada “pena utilitaria de galeras”, enviando a estas embarcaciones, de por vida o por cierto tiempo, a los delincuentes que antes se ejecutaban o mutilaban, solucionó la falta de remeros, aunque tuvo algunos inconvenientes.

Una hoja del libro de galeras nº 14.

La normativa

Los tratadistas sobre los forzados a galeras toman la disposición de Carlos I, de 31 de enero de 1530, como el origen de esta pena. En realidad este documento sólo trata de extender a todos los reinos de España lo que era norma en Castilla (ya que desde el 7 de marzo de 1503 la Reina Católica impuso este castigo).

Hay que decir que el rey Fernando el Católico había publicado en 1492 en Aragón, un documento conocido como “Contra el corso”, por el cual se ordenaba desarmar todas las galeras y libertar a los galeotes, con la excepción de “moros, judíos y esclavos”. Esto supuso una mengua en la marina aragonesa, corregida más tarde por lo dispuesto por Carlos I.

También este rey dispuso que los piratas y corsarios apresados en combate naval y los capturados por los paisanos, cuando naufragaban embarcaciones corsarias en la costa española, fueran presas de la Corona, estableciendo un precio fijo, que se entregaba a los captores. Con estos “esclavos del Rey” y con los forzados se cubrió la chusma de las galeras, empezando a desaparecer los buenasboyas.

El espacio donde vivían y bogaban

La figura superior detalla las banquetas (o remiches), con sus cueros rellenos de estopa para amortiguar la culada de los remeros. El cuero se dejaba colgar por la parte de atrás del banco, para proteger del viento a estos, que dormían hacinados en las banquetas.

Había que encadenar en la bancada a los forzados y esclavos del rey. Para ello se afirmó una branca (cadena con ramales) sobre la banqueta. Cada remero estaba sujeto a un ramal por la calceta (grillete fijo al tobillo del pie más próximo a la banda en la cual bogaba).

Movimientos para bogar

En las galeras siempre se bogó de pie y mirando a la popa. Los movimientos del remero, partiendo de la posición de sentado en el banco, eran:

  • entra voz para incorporarse y empujar el remo,
  • monta subir el pie, contrario a la banda, sobre el banco o la contrapeña de enfrente, y
  • casca, dejarse caer con fuerza hacia atrás sobre el banco, tirando del remo sin flexionar los brazos y empujando con el pie.

En realidad la maniobra era un poco más complicada, pues hay que considerar el uso de la peaña y de la contrapeaña. Por otra parte, esa historia sobre que a la chusma se le metía un corcho en la boca para que no gritasen, es falsa, pues a las primeras paladas estarían agotados.

Galeote español. Obra de Christop Weiditz (1528/1529)

La vestimenta de los galeotes

La chusma bogaba completamente desnuda. En estas dos imágenes (superior e inferior) los galeotes aparecen con la “ropa del Rey”: el bonete, que debía ser colorado, la almilla, sin mangas, del mismo color, y el calzón, normalmente de anjeo. Los forzados o esclavos del Rey en la imagen portan barriles chatos para hacer la aguada, con los témpanos elípticos para poder estibarlos bajo la banqueta o remiche. Los dos galeotes bogan en la banda siniestra de la galera, pues llevan la calceta en el tobillo izquierdo. Podemos apreciar que habían introducido harapos entre la calceta y el tobillo para no llagar este.

Galeote español. Obra de Christop Weiditz (1528/1529)

Nota:

Rogamos a nuestros lectores que si hacen uso de la información y/o de las imágenes que aquí aparecen, por favor citen esta entrada. Añadimos la referencia bibliográfica, que se puede adaptar a los distintos sistemas de citación:

FONDEVILA SILVA, P. Los remeros de las galeras del S. XVI. Blog de la Cátedra de Historia y Patrimonio Naval. 2018. Disponible en: https://blogcatedranaval.com/2018/01/07/remeros-en-las-galeras-del-s-xvi/

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Autor del texto: Pedro Fondevila Silva

La planta o dotación de las galeras españolas se dividía en dos grupos: la gente de remo o chusma y la gente de cabo. En el siglo XVI ha desaparecido, prácticamente, el sistema medieval en el cual toda la gente de la embarcación, salvo excepciones puntuales, eran personas libres y combatientes. Así, en esa época, la palabra chusma, que designaba al conjunto de los remeros, no tenía el significado peyorativo que adquirió posteriormente. Por contra, la introducción del “sistema utilitario de penas”, que consistía en conmutar las penas graves (muerte, mutilación, destierro perpetuo u otras semejantes) por la condena a galeras al remo, va a diferenciar claramente la condición de los remeros del resto de la gente embarcada.

De esta manera, la gente de remo estaba formada por los condenados a galeras “al remo y sin sueldo”, forzados, y por los esclavos del rey, comprados por la Corona, donados por particulares, capturados en combate con embarcaciones enemigas o en cabalgadas en tierra. En esta categoría se incluían los remeros voluntarios, buenas boyas, que, sin embargo, cobraban sueldo y recibían ración de cabo. En la segunda mitad de este siglo, la proporción de buenas boyas, en relación con la de forzados y esclavos, cae radicalmente. No sucedía lo mismo en las escuadras españolas de Italia, donde el número de remeros voluntarios en esta época era apreciable. Probablemente, la razón era que los españoles sin recursos preferían emigrar a América, en vez de alistarse como buenas boyas.

remeros

La gente de cabo se dividía en gente de guerra, formada por los entretenidos, gentilhombres, aventureros y soldados, al frente de los cuales figuraba el capitán de la galera, y en gente de mar, constituida por los encargados de la maniobra de la galera (cómitres, consejeres, timoneros, marineros y proeles), por la maestranza (mestres d’aja, calafates, remolares y boteros), por los que podríamos encajar en lo que hoy llamaríamos servicios (patrón, barbero, capellán y alguacil), y por los artilleros y lombarderos que manejaban la artillería.

En relación a la gente de remo y debido al sistema de boga de las galeras, éstas llevaban 144 remeros hasta el año 1584, en que se aumenta el número a 170. La gente de cabo tuvo frecuentes oscilaciones a lo largo del siglo, sobre todo en el número de soldados, que podemos promediar en unos 30, si bien, cuando se intentaba una empresa de cierta consideración, se reforzaban éstos hasta llegar a unos 100 hombres. Con respeto a la gente de mar, siempre hubo desacuerdos entre la planta propuesta por los generales de galeras y las decisiones reales, si bien esa diferencia se centraba en el número, por ejemplo, de los marineros, y no en los tipos de especialistas necesarios para marinar la embarcación.

Viso 7 galeotas

Sobre los empleos de la galera, diremos que el Capitán tenía el mando militar de la misma y la responsabilidad de dirigir el combate. Ahora bien, en asuntos de navegación y maniobra, si bien tenía la última palabra, debía apoyarse en sus subordinados en la maniobra, los cómitres, y en la navegación, los consejeres.

El cómitre, con su ayudante el sotacómitre, dirigía la boga y el amarre de la galera, conducía el izar y el arriar las velas y el mudar de amura la entena, ordenaba fondear y zarpar (levar) el ferro (rezón), hacer y amainar la tienda, guiaba la maniobra de dar la banda (tumbar de costado) la galera para espalmarla (limpiarle los fondos y ensebarlos) y cualquier otro tipo de maniobra que fuese necesaria.

galeras en grau

Los consejeres eran pilotos prácticos de costa. Debían saber compasar (trazar el rumbo) en las cartas planas mediterráneas (trazadas por rumbo y distancia), reconocer la costa por sus accidentes, conocer los buenos surgideros (fondeaderos), sus recursos (leña y aguada), y las travesías (vientos cuya dirección entra por la boca del puerto) de ellos, conocer las corrientes, los vientos dominantes, los bajos o secanos y las hormigas (escollos), situarse por enfilaciones a la costa, vigilar el rumbo que llevaban los timoneros, y conocer, en caso de mal tiempo, los mejores y más cercanos refugios en la costa que proporcionasen abrigo del viento.

Los marineros, proeles y alieres ejecutaban las maniobras, si bien la fuerza para realizarlas la proporcionaba la chusma. Dentro de los marineros existía una categoría superior, los timoneros, que debían saber leer los rumbos en la aguja y entender la maniobra del timón para llevar en viento las velas.

Galera

Tratando ahora de la maestranza, el mestre d’axa (maestro de azuela) o carpintero de ribera tenía la obligación de reparar las roturas de las piezas de madera que formaban el casco o buco de la galera. El calafate rellenaba de estopa las juntas de las tablas del casco y las cubría de brea; dirigía el despalme, tapaba las vías de agua y los balazos, y tenía a su cargo las bombas de achique. El botero realizaba la estiba y reparación de la pipería o barrilamen (conjunto de todos los recipientes de madera empleados para almacenar líquidos). El remolar labraba, equilibraba y reparaba los remos, así como las astas y espigones de la galera.

El capellán se ocupaba del «gobierno espiritual» de la gente. El patrón en esta época era el encargado de los pertrechos de la galera, y el escribano actuaba de escribiente y llevaba la cuenta y razón de los gastos. El alguacil se encargaba de herrar y vigilar a la chusma y de dirigir los trabajos de los esclavos para hacer leña o la aguada. El barbero era el cirujano que curaba las heridas de la gente, teniendo la obligación de cuidar que se rapase a navaja a la chusma cada quince días, tarea que realizaba el barberote.

galeras2

Finalmente, los artilleros o lombarderos estaban encargados de almacenar la pólvora, cargar, apuntar y disparar los cañones. Hay que decir que la artillería principal de la galera, cañón de crujía, sacres y moyanas, situada a proa no podía ser orientada en el plano horizontal, por lo que había que apuntar con la galera, maniobrando con ésta para enfilar el blanco.

Sobre los términos específicos usados en este texto, su significado se puede consultar en FONDEVILA SILVA, P. Diccionario Español de la Lengua Franca Marinera Mediterránea. Murcia: Fundación Séneca, 2011.

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