La sirena de Zennor: el triunfo de un amor imposible en las profundidades (Por primera vez en español)
Enviada por Garbo
1. Contextualización
Para facilitar el entendimiento de la leyenda que prosigue, debemos considerar la percepción que mantiene el folclore británico del término “sirena”. Concretamente, estos seres mitológicos son descritos de cuatro formas diferenciadas en decenas de relatos:
a) Un ser humano descubre casualmente a una sirena de extraordinaria belleza en la costa. Tras pedirle que nunca revele su secreto, él acepta sin dudarlo, pero su promesa no es cumplida, y las consecuencias desencadenadas por la sirena son fatales.
b) Una sirena se enamora ciegamente de un ser humano, atraída por su melodiosa y cálida voz. Olvidando que éste no puede respirar bajo el agua, lo arrastra hacia su gruta submarina para vivir juntos eternamente. Tras morir asfixiado, la sirena repara en el trágico error cometido.
c) Una sirena nada por ríos y lagos, buscando víctimas a las que ahogar. Cuando encuentra un ser humano, se manifiesta como una persona que ha sido fruto de un accidente y está a punto de hundirse. Así, consigue que alguien la socorra, y, en su intento, ahoga brutalmente a su salvador.
d) Una sirena protege a personas que están enfermas, dándoles consejos sobre cómo fabricar remedios caseros para recuperar la salud.
2. La leyenda
“[…]. En las orillas del mar, dos mundos se encuentran misteriosamente. Quienes vivimos en tierra casi nada sabemos de las maravillas de quienes habitan en las profundidades submarinas. Algo sabemos de las sirenas, por lo que nos cuentan los marinos que a veces las oyen.
Durante las tempestades, cuando la espesa neblina cubre los negros escollos, se dice que las sirenas cantan para atraer a los barcos a chocarse con las rocas, y así hacer víctimas de la muerte a los marineros. Si en alguna ocasión se ve alguna bella dama que en la orilla del mar baila sola o está escuchando música, hay que mirar el ruedo de su vestido para ver si esta húmedo. Esa es una señal inequívoca de que se trata de una sirena disfrazada. […].” (1).
A partir del siglo XVI, los relatos sobre tritones y sirenas proliferaron, y, a modo de curiosidad, la Iglesia los propulsaba para conseguir sus propios fines, captando a nuevos feligreses. Las sirenas eran incluidas en los bestiarios de la época, y había altorrelieves de ellas en numerosas iglesias y catedrales. Por ejemplo, en Zennor, una tradicional y encantadora aldea localizada en el Condado de Cornualles (en la costa norte de Inglaterra), hay un excelente altorrelieve de una sirena en uno de los bancos de la iglesia normanda de “Saint Senara”. Se cree que data de unos 600 años atrás, y evoca la desaparición misteriosa de un joven en manos de una sirena.
Concretamente, la aldea de Zennor se encuentra en la costa de barlovento del Condado de Cornualles. Las casas se disponen en las laderas, aparentando haber sido colgadas por el viento que se mece entre los parajes de ensueño, donde las olas bañan los salientes de los acantilados, en las calas. Solamente, unos pocos pescadores rutinariamente se hacen a la mar en sus barcos para autoabastecerse de alimentos, con los que mantener a sus familias. No obstante, en otros tiempos, el mar era la fuente de vida para los habitantes de Zennor, ya que les proporcionaba el pescado que precisaban, tanto para su alimentación como para la venta de pueblo en pueblo. Se tenía constancia de la hora gracias al flujo y reflujo de las mareas, y de los meses y años por los bancos de arenques. Las tormentas repentinas provocaban el naufragio de los barcos pequeros que salían del puerto de Zennor, ocasionando la pérdida de numerosos marinos, dentro de un mar furioso a consecuencia del temporal. Al final de la jornada, cuando el mar estaba en calma y todos los barcos habían atracado en la costa, con su cargamento de pescado en las bodegas, el pueblo de Zennor se dirigía a la antigua iglesia de “Saint Senara” en señal de agradecimiento por la suerte que había acompañado a los marineros en sus largas travesías por las aguas del mar Céltico. En la ceremonia religiosa, el coro cantaba, y, tras el himno de clausura, las familias se reunían en sus hogares.
Mathew Trewhella, hijo del guardián de la iglesia de “Saint Senara”, era un joven apuesto, de ojos azules y cabellos dorados, con una voz prodigiosa, que llegaba a ser la envidia de cualquier ser celestial. Al atardecer, entonaba el himno de clausura en solitario, resonando su voz con más fuerza que el repicar de aquellas vetustas campanas. Cada sonido, cada nota estaba llena de verdad, tiñendo de magia cada rincón, cada lugar de aquel hermoso pueblo de ensueño.
Una tarde, cuando los barcos permanecían amarrados en la costa y todas las familias estaban reunidas en la iglesia, algo se movió en el crepúsculo suavemente desde las profundidades del mar. Las olas se separaron sin ningún sonido, y emergió a la superficie una criatura marina que parecía ser una niña, si no llega a ser por su larga cola plateada y brillante de pez. Era Morveren, una de las hijas de Llyr, Rey de los Océanos. Desde una roca, la sirena peinaba lentamente sus largos cabellos, contemplando su reflejo en aquellas tranquilas aguas, mientras escuchaba los cánticos de Mathew y el rumor de las olas.
– «¿De dónde viene ese cántico tan hermoso que ha traído la brisa?» – se preguntaba Morveren.
Tras unos instantes, el viento cesó, y la canción de Mathew desapareció con él. El sol se estaba ocultando por el horizonte, y Morveren debía sumergirse en aquellas oscuras aguas del mar Céltico para regresar a su hogar.
Al día siguiente, sin poder olvidar lo que había escuchado la tarde anterior, decidió emerger de nuevo, pero esta vez no se quedó en la roca, como hacía de costumbre, sino que nadó cerca de la costa para oír mejor aquellos sonidos. Morveren, asombrada, pensó: «¿Qué pájaro cantará tan dulce?» La oscuridad había llegado, y sus ojos veían sombras. No podía permanecer más tiempo allí, ¡tenía que volver…!
Reiteradas veces, Morveren permanecía en la superficie, atraída por la dulce voz que la brisa le enviaba. Ella quería saber más, y, para ello, se detuvo en la orilla, donde los marineros habían desembarcado horas antes. Desde allí, podía ver la iglesia y escuchar la música que traspasaba sus antiguas puertas de piedra, que databan del siglo XIII. Sin embargo, no pudo acercarse más, ya que la marea estaba menguando. Ella sabía que debía volver para no quedar varada en la arena como un pez fuera del agua. Se sumergió bajo las olas, y se encaminó hacia la cueva oscura donde vivía junto a su padre, Llyr, sin confesarle nada de lo que había hecho. Llyr tenía cierta edad, la piel oscura y el cabello largo, enredado constantemente con las algas que brotaban del fondo marino. Él la conocía muy bien y, con sólo mirarla a los ojos, dedujo cuáles eran sus intenciones:
– «No» – afirmó Llyr con rotundidad, sacudiendo la cabeza de un lado a otro –. «Para oír es suficiente, hija mía. Ver es demasiado».
– «Tengo que ir, padre» – declaró Morveren –. «La música es magia».
– «No» – respondió Llyr –. «La música está hecha por el hombre, y sale de la boca de un hombre. Nosotros, la gente del mar, no caminamos sobre la tierra de los hombres».
Una lágrima, del tamaño de una perla, descendió por las sonrosadas mejillas de Morveren:
– «Entonces, deseo morirme a seguir viviendo de esta forma» – gimió Morveren.
En ese momento, Llyr suspiró, provocando un estruendo, tan sólo comparable con las olas gigantes que rompían contra las rocas del acantilado. No podía soportar que su hija tuviese en la mente aquellos trágicos pensamientos, y cedió ante su petición:
– «Ve, pues» – dijo al fin – «Ten mucho cuidado. Cúbrete la cola con un vestido, tal y como llevan sus mujeres, y, en silencio, desplázate por la tierra. Para acabar, recuerda siempre estas palabras que voy a decirte, querida hija: regresa con la marea alta, o nunca podrás volver».
– «¡Voy a tener cuidado, padre!» – gritó Morveren emocionada – «Nadie me hará caer en la trampa como si fuese un arenque».
Llyr le dio a Morveren un hermoso vestido de perlas incrustadas, corales, jades y otras piedras preciosas del fondo del océano. Se cubrió la cola con el mismo, y ocultó su pelo brillante con una red. Así, disfrazada, se dirigió rumbo a la iglesia, a la tierra de los hombres que tanto anhelaba por conocer.
[Traducción basada en: The Mermaid of Zennor. Cornish Myths and Legends. 04 de julio de 1997.]
Accede desde aquí a la segunda parte de este relato.
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Bibliografía citada
(1) BLYTHE, Richard. Bestias fabulosas. Ilustrado por Fiona French y Joanna Troughton. Bogotá: Voluntad, 1979. 61 p. ISBN 978-84-8270-416-6.
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Más información
(2) La villa de Zennor. Absolut Inglaterra: mantente informado de lo que ocurre en Inglaterra. 23 de septiembre de 2010.
(3) Zennor. ViaMichelin: viajes. 2011. Las atracciones turísticas, los restaurantes y circuitos de Zennor.
(4) Zennor. Wikipedia, the free encyclopedia. 31 de diciembre de 2011.
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Vídeo
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