La sirena de Zennor: el triunfo de un amor imposible en las profundidades (2ª parte) (Por primera vez en español). Por Garbo.
Accede a la primera parte de este relato
Esta leyenda ha dejado una profunda huella en la localidad de Zennor, de tal forma que en la propia iglesia hay un banco con una talla de madera con una sirena. En las ilustraciones que aquí aparecen, aparte de las impresionantes vistas, se pueden ver el templo, el banco y la sirena grabada.
- La leyenda (II)
Las escamas escurridizas y la cola de pez impedían a Morveren desplazarse con naturalidad. Sin embargo, consiguió alcanzar la iglesia, avanzando lentamente, y sujetándose a los árboles que encontraba a su paso. Aún así, llegó a tiempo para el himno final, mientras que los feligreses miraban con atención sus libros de cánticos. Al no tener ninguno de ellos ojos en la nuca, no pudieron ver a Morveren, pero ella sí los vio, y a Mathew también. Según Morveren, Mathew era tan hermoso como un ángel, y su voz reproducía los sonidos de un arpa celestial.
A partir de entonces, cada noche, Morveren se vestía y subía a la iglesia, a mirar y escuchar, permaneciendo unos minutos, y siempre se marchaba antes de sonar la última nota para tomar las olas de la marea alta. Y noche tras noche, mes tras mes, Mathew creció y su voz se hizo más grave y profunda. Así continuó durante más de un año, hasta aquella noche en la que Morveren permaneció más tiempo del habitual. Había oído a Mathew cantar un verso, luego otro, y empezar un tercero. Cada estribillo era más hermoso que el anterior, y Morveren no supo contenerse.
Fue sólo un suspiro, más suave que el susurro de una ola, pero fue suficiente para que Mathew la escuchase, por lo que miró a la parte trasera de la iglesia y la vio. A Morveren se le iluminaron los ojos, y la red, que se había deslizado de su cabeza, mostraba un cabello húmedo y brillante al descubierto. Mathew dejó de cantar, obnubilado por su mirada, por aquellos preciosos ojos que escondían el sufrimiento de un amor imposible. Fue un amor a primera vista.
En ese momento, Morveren se asustó. Mathew la había visto y su padre le había advertido de que no debía mirarla. Además, la iglesia era un lugar cálido y seco, mientras que las sirenas deben estar en lugares frescos y húmedos. Morveren sentía que se marchitaba, y salió por la puerta a toda prisa.
- – «¡Alto!» – gritó con valentía Mathew –. «¡Espera!» – dijo corriendo tras ella.
De repente, todo el pueblo volvió la mirada hacia atrás, asustado, mientras los libros de cánticos caían al suelo por el asombro que envolvía todos y cada uno de los rincones del templo.
Morveren salió disparada. Su vestido se enredó con una rama de árbol, y se habría caído si Mathew no la hubiese alcanzado y cogido en el acto.
- – «Quédate» – le rogó –. «Quienquiera que seáis, no te vayas».
Lágrimas, lágrimas de verdad, tan saladas como el mismo mar, se deslizaban por las mejillas de Morveren.
- – «No puedo quedarme. Soy una criatura del mar, y debo volver a donde pertenezco» – dijo llorando Morveren.
Mathew vio la punta de su cola de pez, que sobresalía por debajo del vestido. Pero eso no le importaba en absoluto.
- – «Entonces iré contigo. A tu lado es donde quiero estar. Allí es donde pertenezco» – dijo Mathew sin dudar ni un segundo.
Tomó a Morveren, y ella se le abalanzó sobre su cuello. Se apresuró a bajar por el camino con ella, hacia la orilla del mar, mientras toda la gente de la iglesia se percataba de ello.
- – «¡Mathew, detente!» – gritaban al unísono –. «¡Aguarda!».
- – «¡No!, ¡no, Mathew!» – gritó la madre de él.
Pero Mathew fue embrujado de amor por la sirena, y corrió más rápido con ella hacia el mar.
A continuación, los pescadores de Zennor se lanzaron a su persecución, junto con los demás y con la madre de Mathew. Pero Mathew fue más rápido y fuerte que ellos, dejándolos atrás, y Morveren fue más inteligente. Se arrancó las perlas y el coral de su vestido, y las arrojó en el camino. Los pescadores eran codiciosos, como los hombres de ahora, y se detuvieron para recogerlas. Sólo la madre de Mathew siguió corriendo tras ellos.
Pese a sus esfuerzos, la marea estaba bajando y la joven sirena no podía nadar en aquellas aguas tan poco profundas. No obstante, Mathew siguió adelante, tropezando con las grandes rocas que habían sido arrastradas por el temporal. Su madre, en el acto, viendo que su hijo estaba siendo conducido a una muerta segura, intentó dificultar sus movimientos agarrándolo de la camiseta de pescador que lucía. Mathew continuó avanzando sin importarle nada ni nadie, hasta que el mar subió a la altura de su cintura, y luego a la de sus hombros. Después, las aguas se cerraron sobre ambos, y su madre se quedó únicamente con una hebra de hilo en la mano, como un hilo de pescar sin cebo.
Años después, un capitán de un barco llegó a “Saint Ives” y contó que había anclado cerca de la cueva Pendower, y había visto una sirena que, según aseguró, le dijo: «Su ancla está bloqueando nuestra cueva y Mathew y nuestros hijos están atrapados dentro». Fue hacia el pueblo a avisar de lo que había visto, de la suerte de Mathew y talló el banco de la iglesia que evoca esta historia envuelta de misterio.
Nunca más Mathew y Morveren fueron vistos por la gente de Zennor. Se habían ido a vivir a la tierra de Llyr, en sus castillos de arena dorada, construidos muy por debajo de las aguas, en un mundo nuevo azul y verde.
Pero la gente de Zennor oye a Mathew. Él cantó a Morveren, tanto de día como de noche, canciones de amor y de cuna. También aprendió canciones que hablaban del mar. Su voz se tornaba suave y aguda si el día iba a ser bueno; por el contrario, profunda y baja si el mal tiempo acechaba sobre Llyr. A través de sus canciones y de su voz, los pescadores de Zennor sabían cuándo era seguro echarse a la mar, y cuando era prudente anclar y esperar en casa.
Hay algunos que todavía encuentran significado a las voces de las olas, y entienden los susurros del viento. Ellos dicen que Mathew canta para que lo escuchen, su voz permanece eterna en los parajes insólitos de Zennor, en las profundas aguas del mar Céltico. Un misterio aún sin resolver que sigue anclado en las raíces marineras de un pequeño pueblo, en las costumbres de una zona repleta de esplendor, donde un día el amor pudo más que la razón, y el mar se convirtió en el testigo fiel de una llama eterna que fulgura con el transcurso de los años.
- Video sobre la leyenda (en inglés)
Cada orilla del mar tiene algo que contar, los niños con sus silencios hablan un lenguaje pleno de miradas que cubren tales silencios.
Que inmensidad del océano llevaran dentro.
Los mayores en la tierra jugamos con pensamientos
ellos las dimensiones que los perdidos mayores
seguimos jugando contando-do cuentos de amores
perdidos con el viento.
Desgarramos las velas con los conocimientos
dando formas a leyendas plenas de sufrimientos
valores del bien y el mal.
Guerras y defensas
se terminan los días perdiendo la inmensa vida
con el bien y el mal.
Dejemos a los niños contar cuentos
su rey y el reinado, es la familia con su legado
grandes maestros perdidos por no escuchar
cuentos a contar de los niños a vivir
sencillos y limpios
.
De inventos imaginarios, los mayores en el mar o la mar
plenos de sufrimientos con valores muertos.
Ahora se que un bebe bebe la vida sin pensamiento
cuentos y leyendas fuera de sufrimientos
la vida es la mismidad de compartir vida
y no miedos ni muertes.
No mas pierdas las velas de la gran nave del el navegar
por la profunda mar o la mar.
ese cuerpo enkarnado.
Ahora y siempre la vida esta
generaciones que despierten el compartir tales bellezas
el vivir hasta amar a la muerte.
Lenguaje silencioso Don…
de no decir y Si sentir
La mismidad…
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