Autor: José Juan Espino Morales
Ya hemos visto en colaboraciones anteriores los cetáceos que con más frecuencia podemos llegar a encontrarnos en nuestras travesías por el Mar Mediterráneo, así como los rasgos más característicos por los que podemos reconocerlos. Pero el Mare Nostrum también alberga otras sorpresas en forma de especies poco frecuentes, y que podemos tener la suerte de encontrar en nuestras aguas. La rareza de los cetáceos que vamos a ver aquí viene dada por un sencillo motivo: no son propias del Mediterráneo, y llegan a sus aguas a través del Estrecho de Gibraltar por diferentes causas (corrientes, desorientación, casualidad, predadores, etc.). Como siempre, acompañaremos la descripción del animal con imágenes reveladoras de su anatomía cuando emergen, que es el momento clave para reconocer el avistamiento desde una embarcación.
– Calderón gris (Grampus griseus): Mide entre 3-4 m. y pesa entre 400-600 kg. Vive en aguas profundas alejadas de la costa. Presenta un color gris por todo el cuerpo, aunque puede mostrar diferentes tonalidades y marcas blanquecinas debido a disputas entre ellos y marcas de cefalópodos (pulpos, calamares) de los que se alimenta regularmente. Cuerpo grueso y macizo, en el que apenas es visible el morro. Posee una aleta dorsal prominente (40 cm.) en mitad del lomo. Las aletas pectorales son largas y puntiagudas.
– Falsa orca (Pseudorca crassidens): Mide entre 4,3-6 m. y pesa entre 1,1-2,2 toneladas. Especie poco conocida y que a pesar de su nombre no tiene nada que ver con las orcas, salvo que ha sido vista atacando a cetáceos menores y pinnípedos (focas, leones marinos, etc.). La falsa orca posee un cuerpo largo y delgado y una cabeza alargada y redondeada. La aleta dorsal presenta una forma falcada y se sitúa en el centro del cuerpo, resultando pequeña para el tamaño del animal. La coloración es casi uniformemente negra, salvo algunas tonalidades de gris sobre la cabeza de algunos individuos y una mancha blanquecina en forma de “W” invertida entre las aletas pectorales. Estas aletas presentan un abultamiento en ángulo que asemeja un “codo”. Otra característica muy vistosa y singular es su formidable dentición.
– Marsopa común (Phocoena phocoena): Mide entre 1,4-2 m. y pesa entre 60-80 kg. Curiosamente estos animales pueden llegar al Mediterráneo procedentes tanto del Atlántico como del Mar Negro, ya que prefieren las aguas frías. Destaca un cuerpo rechoncho y macizo, aunque pequeño en comparación con el resto de cetáceos. Su coloración varía entre el gris oscuro y tonalidades azuladas, siendo su vientre más claro y pálido. La cabeza es redondeada, carente del pico que caracteriza a los delfines. La aleta dorsal es pequeña y triangular.
– Zifio de Cuvier (Ziphius cavirostris): Mide entre 6,4-9 m. y pesa entre 3-6,5 toneladas. Siente predilección por las aguas profundas y es difícil su avistamiento, aunque es una especie abundante en su área geográfica habitual. Su cuerpo es de forma alargada pero sólida y recia, pudiendo presentar una amplia gama de color, que varían desde un gris pizarra hasta un marrón oxidado; siendo muy común que esté surcado por numerosas cicatrices blancuzcas, causadas por lampreas y otros peces parásitos. Las cabezas de estos animales se van tornando blancas con la edad, especialmente en los machos; los cuales también se pueden identificar por el par de dientes que sobresalen de su mandíbula inferior. La aleta dorsal es muy pequeña y se sitúa en el tercio final del cuerpo. Las aletas pectorales también son muy pequeñas, ayudando a tener una imagen global de este cetáceo similar a un torpedo.
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