Autor: Pedro Fondevila Silva
La uniformidad de los granaderos
Ya se ha mencionado que, en 1685, el Rey Carlos II crea los granaderos en el ejército español. Esta innovación debió correr como la pólvora, ya que hacia finales de ese reinado conocemos la existencia de granaderos en la infantería de las galeras.
Con respecto a la uniformidad, en este reinado, con excepción de las Tropas de la Casa Real, el vestuario de las tropas no era un asunto al que se le prestase excesiva atención. Se habían hecho intentos de dotar de un cierto tipo de uniforme a los soldados, pero el cumplimento de la norma no era muy escrupuloso, por la rutinaria falta de recursos y por la resistencia de los soldados a abandonar los privilegios que se les concedían en las Leyes Suntuarias, las cuales les permitían vestir con lujos vedados a clases sociales de superior nivel económico.
Con todo, en 1693 se uniformaron los tercios a la moda francesa, adoptándose la casaca “redingote” o “justacorps”, la cual era larga y con grandes vueltas en las mangas, que dejaban descubierta la camisa en el antebrazo, largas solapas en los bordes delanteros, y con bolsillos laterales. Llevaban también chupa, camisa, corbata de bocadillo, medias (generalmente rojas), sombrero chambergo (a lo Schomberg) blanco, zapatos de vaqueta, “bredicú” o “biricú” para la espada de taza, y bandolera para las cargas de pólvora (los doce apóstoles).
El color de la casaca y el de la divisa (vueltas y solapas) diferentes para tercio permitía distinguirlos.
Los granaderos se diferenciaban de los soldados sencillos en que llevaban la bolsa granadera, y en que iban armados de fusil con bayoneta. En esta época los soldados dotados con armas de fuego (todavía manteníamos un tercio de la compañía armado de picas), arcabuces y mosquetes, utilizaban la cuerda- mecha como sistema de ignición de la pólvora, siendo escasísimos los fusiles (nombre quizá derivado del italiano focile: piedra de chispa, pedernal o sílex) que, más ligeros que los anteriores, inflamaban la carga con las chipas arrancadas al pedernal por la acción de la llave de fuego. De hecho, los fusiles no se generalizaron hasta el comienzo de la Guerra de Sucesión.
En esta vieja ilustración tenemos, de espaldas, un granadero (reconocible porque usa fusil) y un arcabucero (si fuese un mosquetero, el arma sería más gruesa, y el soldado llevaría en la otra mano la horquilla para apoyar el mosquete). Aunque la reconstrucción histórica tiene algunos errores, que iremos comentando, es útil para hacernos una idea de la uniformidad y de las armas de este período. Así podemos ver: los chambergos, de tonos blancos, adornados con una pluma roja; las cabezas de los soldados, con el cabello a lo “nazareno”, los grandes bigotes y la perilla o mosca; la corbata blanca, de lienzo de bocadillo; la casaca, con las solapas en la parte frontal y las mangas con sus vueltas (éstas algo desproporcionadas, pues las vueltas deberían ser mayores y arrancar desde el codo); los gregüescos amarillos y las medias rojas.
Por lo que concierne a la infantería de galeras, sabemos de la existencia de granaderos en sus filas, ero no conocemos ninguna disposición que nos indique cual podría ser el color de su vestuario. Es más, creemos que no tenían uniformidad determinada. Vestirían, eso sí, con un cierto estilo militar: chambergo, coleto de cuero, gregüescos, etc… Un cuadro, existente en el Museo Naval de Madrid, de esta época, nos muestra a la infantería de las galeras sin uniformidad precisa, y el hecho de que en 1708 se decidiese hacer casacas azules para toda la infantería de galeras, “de forma que todos vallan de un mismo color”, parecen confirmar esa suposición.
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