Autor: Israel González Mercader, alumno del Máster en Historia y Patrimonio Naval
Síntesis. Una de las primeras rutas que se cartografiaron son las que rodean al Mare Nostrum. En esta representación se puede apreciar que el Mediterráneo no aparece como una barrera insalvable, sino que se ha integrado en las rutas terrestres. También destaca la forma abstracta de dibujar el territorio, que responde a la idea de representar las trayectos diarios que se recorrían en la Antigüedad.
La tabula de Peutinger
La “Tabla de Peutinger”, o Tabula Peutingeriana como es más conocida, es un itinerario ilustrado de las principales vías del Imperio romano. Lo más probable es que se realizara entre el 350 y el 359 d.C., pero hay cierta controversia al respecto. Abarca casi toda Europa, el norte de África y una parte importante de Asia.
Su nombre actual proviene de quién la publicó por primera vez en 1591, Konrad Peutinger, tras ser descubierta por el bibliotecario Conrad Celtes, probablemente en la magnífica Biblioteca Imperial de Maximiliano, y éste se la entregó a Peutinger, un comerciante. Sin embargo la copia más antigua que tenemos es del siglo XVIII, conservada en un pergamino de 12 hojas, de la que se perdió la primera, que era precisamente la que representaba Hispania. Mide más o menos 6 metros de largo y unos 34 centímetros de ancho. Actualmente se encuentra en la magnífica Biblioteca Nacional de Austria, depositada, no expuesta, por su alto grado de deterioro y su fragilidad.
La Tabula es itinerarium pictium, un género de carta que nació durante las campañas militares romanas ya en época republicana, y que generalmente se puede presentar en forma textual (scripta), lo que genera una especie de versión de los periplos pero en tierra (como es el caso del papiro de Andrómaco), o en forma gráfica (picta), como es el que nos ocupa. La Tabula tiene un largo recorrido histórico, o dicho de otra manera, es el fruto de modificaciones históricas superpuestas que se pueden atisbar en ella. Vemos todas las adaptaciones de un documento vivo, al que se le van sumando elementos, un documento que va desde la época Augustea, con su organización del cursus publicus (servicio de correos imperiales), su reorganización durante la dinastía de los Severos, las necesidades del mundo tardorromano del siglo IV, y las nuevas sinergias creadas con la estabilización política de la Europa del siglo VIII al XIII.
En cierta medida podemos ver aquí la continuidad entre el mundo de la Antigüedad Tardía y el Medievo, pues si bien las grandes vías y conexiones se perdieron en part que quedó su memoria, y las rutas más cortas siguieron vivas, lo que dejaba el camino preparado para que todas ellas renacieran en los siguientes siglos, ya fuese para guerrear, comerciar o peregrinar. Además, su presentación en 12 secciones cosidas, para ser enrolladas y desplegadas, denota que no era algo para ser expuesto, sino un elemento para ser utilizado durante los viajes; es decir, el soporte delata su utilidad.
La representación del territorio
La Tabula da una información preciosa sobre la concepción abstracta del mundo que les rodeaba y su traslado a una representación gráfica, pero no debemos entender esto como un desconocimiento de las dimensiones reales del Mundo Romano, sino más bien como una intencionalidad clara y concreta, para un uso específico del documento. Si nos detenemos a observarlo, y entendemos por y para qué se realizó esta obra, nos damos cuenta que su misión no era la de ser un representación geográfica exacta, ni siquiera aproximada. Su misión era reflejar un recorrido, casi visto a pie de calzada, señalando la ciudad que seguía a la siguiente durante/en el trayecto por una de estas calzadas, de ahí su extraña morfología.

Segmento VI, que es la parte correspondiente al sur de Italia. En ella se puede apreciar la forma de representar la península itálica (izquierda). También recoge las actuales Romania, Serbia, Montenegro, Macedonia, Bulgaria, Grecia, Libia, Mali y Niger
En principio no se puede afirmar que se trate de un documento militar, sino más bien civil, que pudiese servir a viajeros de distinto tipo, ya fuesen peregrinos, comerciantes, correos, o incluso la corte del emperador desplazándose de un centro a otro para ejercer y dejar sentir el poder imperial, solucionar problemas, o combatir rebeliones y conatos de invasión, estas últimas cuestiones relativamente frecuentes a mediados del siglo IV.
El mapa señala claramente los baños termales que se podían encontrar en los trayectos más importantes, muy necesarios por otra parte en la cotidianeidad romana, así como las tabernae, señalando algunas incluso con su nombre propio como es el caso de “La Hostería del Higo” o la “Taberna de Hércules”.
Las tres grandes ciudades
Otros detalles son el uso de colores para señalar distintos tipos de terreno, accidentes geográficos, las propias calzadas y el nombre de las ciudades. En esta cuestión se enmarcan las tres ciudades más destacadas en el mapa, todas ellas representadas por formas humanas, representando al emperador, vestido con la púrpura en Roma y Constantinopla, y sin ella en Antioquía. Ello denotan las distintas concepciones del poder imperial que iban implícitas en distintas zonas del Imperio, sin ser estas concepciones motivo de merma o distinción del poder unívoco del emperador, ya que en todas ellas se representa la lanza como símbolo de poder.
Todas estas ciudades, o dan al mar como es el caso de Constantinopla, o tienen una comunicación rápida e inmediata con él, como es el caso de Roma o Antioquía, y en ellas, desembocan varias rutas terrestres pero también marítimas, los casos de Roma y Constantinopla son bastante paradigmáticos, puede resultar más extraño o desconocido el de Antioquía, pero no podemos olvidar que era la puerta de entrada a Siria, Mesopotamia, la franja Sirio-Palestina y Egipto, así como uno de los 5 Patriarcados de la Iglesia de la época.
El Mare Nostrum
Podemos apreciar lo estrechos que parecen el Mediterráneo (vid arriba el segmento VI) y sus mares menores como el Adriático o el Mar Negro, que en la representación apenas si es una línea más que separa Europa de África. Es más, se puede incluso afirmar que el Mediterráneo es una calzada más, y en cierta medida así fue en este tiempo. Pues desde que Pompeyo limpió el Mare Nostrum de piratas en el siglo I d.C., éstos no volvieron a ser un problema grave hasta la caída definitiva del Imperio romano en Occidente en el siglo V.
A pesar de los problemas políticos internos que el Imperio sufre en el siglo III y el proceso de reafirmación del poder imperial que se estaba llevando a cabo en la etapa de la que data la Tabula, el Mediterráneo siguió siendo un mar pacífico, en el que sólo el medio ambiente representaba un problema. De ahí que se pueda afirmar que en esta etapa, y estando las rutas comerciales perfectamente conocidas y establecidas, el Mediterráneo sea una calzada más. Incluso se sabe que era la mejor opción y la más utilizada para el gran transporte interprovincial, pues era más barato y seguro transportar materias por mar que por las calzadas.
Además, el progresivo avance y dominio del Imperio hicieron que Roma fuera el centro del mundo, pero que poco a poco las rutas se diversificaran y que no todas fuesen a Roma, sino que se creara una red de vías marítimas por todo el Mediterráneo para unir zonas más secundarias del Imperio sin pasar por Roma. Esto no hace más que acentuarse desde el establecimiento de Constantinopla, y el desplazamiento del poder imperial fuera de Roma durante este siglo IV.
Cómo consultar la tabula
Este itinerario, que aparece dividido en segmentos, se puede consultar en línea en Euroatlas, y también pueden buscarse en él algunas de las antiguas ciudades romanas en el índice alfabético de topónimos.
Los segmentos también se pueden subdividir en otros más pequeños para poder apreciar los detalles «pinchando» con el ratón en las distintas zonas.
Una vez alcanzado el nivel máximo de detalle, «pinchando» de nuevo sobre la superficie, ésta se cambiará a tonos blancos y negros, y aparecerán señaladas las ciudades mas importantes del recorrido.
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