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Archive for the ‘– Historias que nos han contado’ Category

Les informamos que el plazo para realizar la pre-inscripción en el curso de la Universidad de Murcia sobre Patrimonio Marítimo, patrocinado por la Unión Europea, está abierto y acaba el día 10 de enero. Para pre-inscribirse sólo debe entrar en la aplicación CASIOPEA y rellenar los campos solicitados. Se puede encontrar más información en la barra lateral de este blog o en la web Maritimum.

Aprovechamos estas fechas cercanas al día de Reyes para ofrecer un relato marítimo que fácilmente puede considerarse un cuento, para trasladar también a los más pequeños ese interés por el pasado que compartimos.

En un museo ruso se halló, a principios del siglo XX, un texto egipcio de enorme interés, que había pasado desapercibido hasta ese momento. Relata lo acaecido a un marinero que perdió su embarcación y a su tripulación cumpliendo una misión oficial. Está lleno de historias fantásticas que son identificables con algunos mitos de hace miles de años, pero lo más interesante es que especifica hechos vinculados con la navegación que son de mucho interés, a pesar de que la historiografía tradicional apenas los ha tenido en cuenta.

Nave hallada en la tumba de un sacerdote en Saqqara (2018). Fuente: Europa Press

En el pasado, un marinero egipcio de la época faraónica tuvo que navegar por alta mar para cumplir una misión y su nave naufragó. Consiguió salvarse y llegó a una isla mágica. El texto relata el viaje, el naufragio, los acontecimientos vividos en la isla perdida y su vuelta al puerto desde el que partió.

La salida

La embarcación utilizada era bastante grande y, según lo que se cuenta, era adecuada para la navegación marítima. Tenía más de 62 metros de eslora por unos 21 de manga y contaba con una tripulación de ciento veinte hombres, que eran de los mejores de reino, capaces de prever la climatología más adversa: «ellos observaban el cielo y la costa, eran más valientes que leones, predecían un vendaval antes de que llegara y una tormenta antes de que se formase».

Barco egipcio del época faraónica en una pintura mural de la época

En aquellos momentos la navegación por el mar Rojo era, según el relato, el medio más empleado para llegar hasta Punt. Actualmente sabemos que se partía del valle del Nilo y se embarcaba en el puerto marítimo a través de Mersa Gawasis.

Localización del puerto de Mersa Gawasis. Fuente: Lucarini, 2020

El destino

El faraón mandó la nave a Bia, un topónimo impreciso que hace referencia a tierras ricas en minerales y piedras para construir edificios. Se suele identificar con el Sinaí y también se relaciona directamente con Punt (que pudo localizarse en diversas zonas como Sudán, Norte de Etiopía, Eritrea, Sureste de Arabia o Yemen).

La tormenta y el naufragio

Ya en alta mar aconteció una fuerte tormenta, se levantó el viento y padecieron olas de más de cuatro metros. En poco tiempo el barco se hundió, el narrador se dio un golpe con el palo mayor, se agarró a un madero y las olas lo arrastraron a la playa de una isla. Cuando despertó se dio cuenta de que todos sus compañeros habían perecido. Pasó tres días solo, durante los que se hizo una pequeña choza para dormir. Cuando fue a buscar algo de comida halló uvas, todo tipo de verduras y frutas, higos de sicomoro maduros y verdes, pepinos «como si hubieran sido cultivados», peces y patos. Buscó leña y con ella encendió una hoguera.

Al poco tiempo oyó un ruido enorme, que atribuyó a las olas del mar chocando contra la costa, y notó temblores, hasta que se dio cuenta de que se acercaba una serpiente de unos 15 metros, que llevaba una barba de más de dos, su cuerpo estaba recubierto de oro y sus cejas de lapislázuli.

Dibujo de una nave egipcia obtenida de una pintura mural. S. XVI a.C. Fuente

Al principio la serpiente parecía amenazadora, pero tras escuchar al náufrago se calmó e incluso quiso consolarlo. Le profetizó que tras cuatros meses llegaría un barco a la isla que lo llevaría a su tierra. Y según narra la historia, así ocurrió. La serpiente terminó diciéndole que era el rey de Punt y le ofreció muchos regalos para su soberano, tales como monos, incienso y resinas. A cambio sólo le pidió que hablara bien de ella.

Breve análisis

El vocabulario que emplea el texto es asequible y la sintaxis relativamente sencilla, lo que hace que se denomine cuento y también suele ser el primer texto literario con el que se enfrentan los estudiantes de la lengua egipcia clásica. Y esta sea posiblemente la razón por la que desde el mundo científico se le ha prestado tanta atención a este relato, aunque apenas a la faceta marítima que ofrece.

La observación del cielo y el reconocimiento de la línea costera del mar, la descripción de las cualidades destacadas en la tripulación, las medidas tan concretas de la nave, así como hacer referencia a olas de más de cuatro metros de altura son circunstancias propias del medio marino, lo que nos hace suponer que el autor era navegante o conocía de cerca cómo eran las circunstancias que lo rodeaban.

Para acabar

El documento puede fecharse durante la dinastía XII (siglo XIX a.C.). Fue redescubierto en el Museo de San Petersburgo por W. Golénischeff, a principios del siglo XX, aunque actualmente se encuentra en Moscú. Se le denomina «San Petersburgo 1115», pero es más conocido como el «papiro Golénischeff».

Este contenido del texto está muy vinculado con la expedición que siglos después llevaría a cabo una mujer faraón, Hatshepsut, de la que existen pinturas murales bastante detalladas, en las que se pueden apreciar los productos que consiguieron y también rasgos característicos de los habitantes de regiones extranjeras. Sin embargo, esa es otra historia que pronto abordaremos.

Más información

BAINES, J. Interpreting the Story of the Shipwrecked Sailor. Journal of Egyptian Archaeology, 1990, 76, p. 55-72.

BARD, Kathryn A. & FATTOVICH, Rodolfo. Spatial use of the Twelfth Dynasty harbor at Mersa/Wadi Gawasis for the seafaring expeditions to PuntJournal of Ancient Egyptian Interconnections, 2010, vol. 2, no 3, p. 1-13.

BLACKMAN, A.M. Middle Egyptian Stories. Bibliotheca Aegyptiaca II, Bruselas 1932, p. 41-48.

GALÁN ALLUÉ, José Manuel. Cuatro viajes en la literatura del Antiguo Egipto. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2000.

GOLÉNISCHEFF, W. Le conte du naufragé. Bibliothèque d’Étude II, El Cairo, 1912.

GOLÉNISCHEFF, W. Les papyrus hiératiques nos. 1115, 1116A et 1116B de l’Ermitage impérial à St-Petersbourg. San Petersburgo 1916, lám. 1-8.

LOPRIENO, A. The Sign of Literature in the Shipwrecked Sailor. In VERHOEVEN, U. & GRAEFE, E. (eds.). Religion und Philosophie im Alten Ägypten. Lovaina 1991, p. 29-46. Orientalia Lovaniensia Analecta 39.

LUCARINI, Giulio; BARCA, Donatella & MANZO, Andrea. The provenance of obsidian artefacts from the Middle Kingdom harbour of Mersa/Wadi Gawasis, Egypt, and its implications for Red Sea trade routes in the 2nd millennium BC. Quaternary International, 2020, 555, p. 85-95.

MANUELIAN, Peter der. Interpreting ‘The Shipwrecked Sailor’. In GAMER-WALLERT, I. & HELCK, W. (eds.). Gegengabe. Festschrift für Emma Brunner-Traut. Tübingen 1992, p. 223-233.

ZAKI, Hesham Ezz Eldin. Some Commentaries on Encountering the Snake in Tale of the Shipwrecked SailorJournal of Faculty of Tourism and Hotels-University of Sadat City, 2018, 2, 2.

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En el mundo antiguo existían profundas diferencias entre sus habitantes. Por ejemplo, en el Egipto faraónico sólo los sacerdotes podían entrar en ciertos lugares de los templos. Entre los antiguos griegos también se daban estas desigualdades y sólo los que eran ciudadanos podían votar. Las mujeres helenas no disfrutaban de ese derecho, además tenían vetado el paso a ciertos lugares sagrados como los templos de Heracles (el Hércules romano). Sin embargo, en uno de esos templos, situado en Asia Menor (la actual Turquía) sí que se les permitía pasar, pero sólo a las que eran tracias, que en su mayoría fueron esclavas. Existe una historia que cuenta el motivo de esta excepción. La cuenta Pausanias (un geógrafo y viajero del siglo II que había nacido en esas tierras) y aunque no sabemos si es cierta, vamos a conocer a las protagonistas de esta historia, los lugares en los que pudo suceder y el texto original que lo narra.

El dios Heracles

Los griegos identificaban a Heracles con Melkart (forma fenicia del dios Baal) por los atributos que le caracterizaban. Melkart era, según Herodoto, el dios de los marinos. Los habitantes de Tiro (antigua Fenicia, hoy en el Líbano) lo consideraban el guía de sus viajes marítimos y exploraciones.

Localización de Tracia. Fuente

Tracia

Tracia históricamente se extendía desde Macedonia hasta el mar Negro y desde el mar Egeo hasta el río Danubio. Estaba habitada por numerosas tribus guerreras que no absorbieron la cultura griega y que formaban pequeños reinos separados. Sus habitantes solían ser reclutados como mercenarios para el ejército heleno. La zona poseía innumerables recursos de oro y plata, por lo que los griegos los sometieron ya durante el siglo VII a.C. Un fragmento del poeta griego Jenófanes describe a los tracios como personas de ojos azules y pelo rojo:

… Los hombres hacen dioses a su propia imagen… los de los tracios tienen los ojos azules y el pelo rojo (o rubio según otros traductores). 

Textos de Jenófanes

Según ésto muchas de las mujeres tracias que emigraron a Eritras, serían fácilmente identificables por su físico distintivo.

A la izquierda se pueden ver mujeres tracias dibujadas en una tumba del s. IV a.C. Fuente

Eritrea

Eritrea (o Eritras), la urbe que levantó un templo en honor de este dios marino fue una de las 12 ciudades de la Liga Jónica. Estaba situada en la costa turca del mar Egeo y eran de cultura griega a pesar de estar al otro lado del mar Egeo.

El texto original

Extraemos (y adaptamos) parte del texto que narra cómo llegó esta imagen a Eritrea y explica el motivo por el que se permitía el acceso a las mujeres tracias:

«Disfrutarías también en el Heracleo que está en Eritras. La imagen del dios apareció en una balsa de madera y partió desde Tiro (en Fenicia)».

«Cuando llegó la balsa al mar junio dicen que ancló en un promontorio situado en el centro entre el puerto de Eritras y la isla de Quíos. Los de Eritras hicieron un gran esfuerzo y no menos los de Quíos, afanándose unos y otros para llevar la imagen a su ciudad. Finalmente, un eritreo que vivía del mar y de la pesca y que había perdido su vista por causa de una enfermedad, cuyo nombre era Formión, tuvo la visión en sueños de que era necesario que las mujeres de los eritreos se cortasen el pelo y que los hombres después de trenzar una cuerda con los cabellos llevasen la balsa hacia ellos. Las mujeres de los ciudadanos no quisieron de ninguna manera cortar su pelo para hacer realidad el sueño. Pero todas las mujeres de raza tracia que eran esclavas y las que siendo libres vivían allí se ofrecieron para cortarse los cabellos, y de este modo los eritreos arrastraron la balsa. Por eso la entrada al Heracleo sólo está permitida a las mujeres tracias y la cuerda hecha con sus cabellos la conservan los del lugar todavía en mi tiempo, y estos mismos dicen que el pescador recuperó la vista y vio el resto de su vida».
(Pausanias. Descripción Grecia, libro VII, Acaya).

Otra representación de las mujeres tracias recogida en El Heraldo de Aragón

Para acabar

A pesar de que muchas películas dibujen un mundo antiguo idealizado, la realidad era otra muy distinta. Existía una profunda diferencia entre los ciudadanos griegos y los que no lo eran, dentro de aquéllos entre ricos y pobres, así como entre hombres y mujeres.

La sibila de Eritrea dibujada por Miguel Ángel en la capilla Sixtina

Más información

HARRIS DIEZ, Ronald. El paisaje de los dioses: los santuarios griegos de la época clásica y su entorno naturalAisthesis, 2011, 49, p. 67-83.

Pausanias. Description de la Grèce. s.f.

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En esta entrada nos centramos en el viaje que un embajador español, Ruy González de Clavijo, acometió a principios del siglo XV (entre 1403 y 1406) hasta las fronteras de Samarcanda, en misión real para hablar con el sultán Tamerlán, un gran caudillo mongol. En esos momentos a los reyes cristianos les parecía que el gran sultán podía ser el único capaz de detener el avance turco en Europa. Unos años antes, una embajada previa dirigida por Paio Gómez de Sotomayor había abierto las puertas a una posible alianza.

Ilustración alusiva al viaje de Clavijo, en el Observatorio de la ciudad de Samarcanda. Fuente

El relato de González de Clavijo habla de las conquistas del sultán, describe las posesiones que logra reunir (desde el norte de la India hasta el Cáucaso, incluyendo toda Mesopotamia) y que administra desde Samarcanda (hoy en el actual Uzbequitán)  Aquí nos centramos en su viaje por mar, que fue casi la mitad del camino recorrido.

Derrotero del viaje de Clavijo a principios del siglo XV. Fuente

Como se puede ver en el mapa, tuvieron que utilizar la ruta marítima desde Cádiz hasta Trebisonda (en la frontera noreste de Turquía) así como el viaje de retorno. Sin embargo, los distintos cambios de embarcaciones, unidos a tormentas (especialmente cruentas en las costas italianas y turcas, así como en el Mar Negro), mala mar, vientos contrarios y toda una serie de amenazas, como una epidemia de peste, estuvieron a punto de arruinarles el viaje. Sin embargo, finalmente consiguieron llegar a la corte de Tamerlán y luego regresar con noticias de éste para el rey hispano.

La embajada

Aunque se tratara de una embajada real mandada por Enrique III, rey de Castilla y de León, no contaban sus miembros con ninguna embarcación oficial, sino que tuvieron que procurarse los medios de transporte necesarios a lo largo de su periplo. El texto de Clavijo describe tres tipos diferentes de naves: carraca, nao y galeota.

El 21 de mayo de 1403 salió del Puerto de Santa María (Cádiz) para recorrer unos 9000 kilómetros, con una pequeña comitiva de unas 20 personas. Contaba entre ellos con la ayuda de Mohamad Al Qazl, embajador del sultán. También es posible que utilizara cartografía de la época, como el portulano de Cresques. Del puerto partieron en dos carracas, una para el viaje y otra como escolta inicial.

El portulano de A. Cresques, s. XIV, que representa el Mediterráneo. Fuente: Gallica

El viaje por mar

Bordearon toda la costa española, deteniéndose cuando los factores climáticos impedía la navegación. Al cabo de unas cinco semanas ya había alcanzado la costa italiana, en el puerto de Gaeta, donde el mal tiempo les retuvo unas dos semanas. Cerca de Amalfi, una de las antiguas repúblicas marítimas más conocidas, estuvieron a punto de naufragar:

 “…vieron caer del cielo dos ramos como de humo, que llegaron hasta el mar, y el agua subió por ellos tan aína, y tan recio con gran ruido, que las nubes hinchó de agua, y oscureció y nubló el cielo, y arredráronse con la carraca cuanto pudieron, ca decían que si aquellos ramos acertaran a tomar a la carraca, que la podrían anegar”.

Tormentas, olas de calor, nieblas y vientos huracanados

No sería éste el último de los muchos sucesos que pondrían en serio peligro la vida de esta embajada. Cerca de Lipari sufrieron otra tormenta, en la que perdieron las velas y se rompió el timón de la nave, aunque con la ayuda de un piloto de Mesina lograron llegar a puerto. En las islas griegas una ola de calor en el verano de 1403 dificultó aún más la navegación. Al pasar cerca de la costa turca el peligro aumentó, unido a vientos contrarios y calma chicha, por lo que tuvieron que emplear dos semanas en recorrer la distancia que separa Kos de Chíos, unos 200 km. Partieron de la isla de Chíos a medianoche, llegando al amanecer a la altura de Psara. Esa noche el viento rompió las velas, desencadenándose después una gran tormenta que les arrastró hasta las inmediaciones de la costa turca, decidiendo entonces ir hasta la isla de Lesbos (Mitilene) para arreglar las velas.

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Una parte del trayecto por las islas del mar Egeo, entre Grecia y Turquía

A la semana siguiente parten hacia el Estrecho de Dardanelos. El viento contrario, sin embargo, les retuvo en aquella posición más de una semana. Ese día se enteraron de que se había declarado la peste en uno de sus puertos de destino, Galípoli. Tras muchos sufrimiento consiguieron llegar hasta allí, donde pudieron ver más de cuarenta galeras y naos, propiedad de los turcos, de lo que dejaron constancia.

Constantinopla y el mar Negro

Días después llegaron a Constantinopla, donde fueron recibidos por el emperador Manuel II, quien les proporcionó una galeota veneciana con la que llegar a Trebisonda. Tuvieron que esperar hasta el 14 de noviembre para hacerse de nuevo a la mar.

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En esta zona marítima tuvo lugar uno de los episodios más dramáticos que hubo de vivir la delegación castellana en sus tres años de periplo. Una vez iniciada la navegación, se levantó un gran temporal que hizo naufragar la galeota y por si eso fuera poco apareció una carraca contra la que pensaron que iban a chocar, aunque al final no fue así. Todos creyeron que iban a morir:

 “y las olas del mar hacían tan altas, que quebraban y entraban por el un borde, y salían por el otro, y la galeota trabajaba mucho y hacía mucha agua, y en poca de hora, tal como la gente, que los más no hacían ya de sí cuenta, salvo esperar la merced de nuestro benditísimo Señor Dios”.

Afortunadamente nadie murió y pudieron salvar sus pertenencias, aunque se quedaron sin la nave. No pudieron retomar la navegación hasta el mes de marzo, y lo hicieron a bordo de una galeota de 19 bancos. Para alcanzar la ciudad de Trebisonda tardaron casi otras tres semanas, pues las persistentes nieblas y las grandes olas retrasaron constantemente la navegación. A partir de ese momento el itinerario fue terrestre.

Trevisonda

Antiguo dibujo de la ciudad de Trebisonda

La expedición llega a Samarcanda

Desde Trebisonda hasta su llegada a Samarcanda, la velocidad habitual de los desplazamientos para cualquier comitiva se consideraba que era de unos 20 o 30 kilómetros diarios. Tardaron meses en llegar a la capital y días en que el gran Tamerlán los recibiera.

Timur16

El gran Tamerlán

A pesar de que los embajadores tuvieron una buenísima acogida, la muerte del sultán les obligó a volver a su tierra natal cuanto antes. Así, el 21 de noviembre de 1404 están ya de regreso, desandando el camino realizado el verano anterior, aunque modificando parcialmente el trazado de la ruta.

Samarcanda

El viaje de vuelta por mar

Casi un mes más les llevó la travesía hasta Constantinopla, desde donde pusieron rumbo a Génova, a bordo de dos carracas. En febrero de 1406 llegaron a Sanlúcar de Barrameda. A pesar de tanta desventura y los casi tres años de itinerario, los embajadores castellanos pudieron rematar la misión diplomática en marzo de 1406, informando a su rey.

Un viaje más propio de una novela que de la vida real, pero que sin embargo aconteció y sobre el que uno de sus protagonistas escribió un libro. Toda una experiencia marítima.

Más información

GONZÁLEZ DE CLAVIJO, Ruy. Historia del gran Tamorlan e itinerario y enarracion del viage, y relacion de la embaxada que Ruy Gonçalez de Clavijo le hizo, por mandado del muy poderoso señor rey Don Henrique el Tercero de Castilla. Y un breve discurso. En Sevilla : encasa [sic] de Andrea Pescioni, 1582. Hay otras ediciones posteriores, como la publicada en Madrid, en 1782.

LÓPEZ ESTRADA, Francisco. Ruy González de Clavijo. La embajada a Tamorlán. Relato del viaje hasta Samarcanda y regreso (1403-1406)Arbor, 2005, 180, 711/712, p. 515-535.

VILLALBA RUIZ DE TOLEDO, Francisco Javier. Fatigas y contratiempos del viaje en los albores del siglo XV: el relato de Ruy González de ClavijoISIMU (Revista sobre Oriente Próximo y Egipto en la Antigüedad), 2017, 18.

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Todos los años nos planteamos formas distintas de celebrar el día del libro. Esta vez hemos decidido rememorar a uno de nuestros escritores contemporáneos más universales, que además recibió el premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez.

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El vínculo de este representante del realismo mágico con el mar aparece a lo largo de sus obras, es inequívoco, le genera pasión. Por ello recogemos aquí algunos de los párrafos de temática marítima que escribió en una de sus obras maestras, Cien años de soledad, explicando y contextualizando cuándo y cómo aparecen. No vamos a hacer crítica literaria, sólo queremos que nuestros lectores se deleiten con la lectura de algunos de sus textos. Pero por si quieren llegar más lejos, añadimos varias webs que sí la contienen, situando la novela inmortal «entre las crónicas de navegantes y la novela de aventuras«, hablando del «mundo fantástico y violento de Cien años de Soledad«, el «bestiario fantástico«, que lo consideran «un texto lúdico con implicaciones muy serias«.

Breve síntesis de la novela

En un lugar imaginario, Macondo, se desarrollan una serie de acontecimientos que rodean a la familia Buendía a lo largo de varias generaciones. La novela se inicia con el éxodo de un grupo de personas y su establecimiento en el pueblo, ocupándose posteriormente de su desarrollo económico, político y social hasta la decadencia. El fundador es el primer Buendía que aparece en la novela y posteriormente irán naciendo sus descendientes.

El galeón español

Al principio, cuando se narra la exploración que José Arcadio Buendía y sus vecinos hicieron buscando un lugar donde establecerse cerca del mar, se habla sobre cómo se orientaban.

«Siempre pendiente de la brújula, siguió guiando a sus hombres hacia el norte invisible, hasta que lograron salir de la región encantada. «Lo importante es no perder la orientación», decía el coronel».

Cuando oscureció, colgaron las hamacas y se pusieron a dormir. Al día siguiente,

«cuando despertaron, ya con el sol en lo alto, se quedaron pasmados de fascinación:  Frente a ellos, rodeado de helechos y palmeras, blanco y polvoriento en la silenciosa luz de la mañana, estaba un enorme galeón español. Ligeramente volteado a estribor, de su arboladura intacta colgaban las piltrafas escuálidas del velamen, entre jarcias adornadas de orquídeas. El casco, cubierto con una tersa coraza de rémora petrificada y musgo tierno, estaba firmemente enclavado en un suelo de piedras. Toda la estructura parecía ocupar un ámbito propio, un espacio de soledad y de olvido, vedado a los vicios del tiempo y a las costumbres de los pájaros. En el interior, que los expedicionarios exploraron con un fervor sigiloso, no había nada más que un apretado bosque de flores».

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«El hallazgo del galeón, indicio de la proximidad del mar, quebrantó el ímpetu de José Arcadio Buendía. Consideraba como una burla de su travieso destino haber buscado el mar sin encontrarlo, al precio de sacrificios y penalidades sin cuento, y haberlo encontrado entonces sin buscarlo, atravesado en su camino como un obstáculo insalvable».

La transmisión de la experiencia vivida con la visión del galeón

Muchos años después, uno de sus hijos, el coronel Aureliano Buendía, volvió a atravesar la región,

«cuando era ya una ruta regular del correo, y lo único que encontró de la nave fue el costillar carbonizado en un campo de amapolas. Sólo entonces convencido de que aquella historia no había sido un engendro de la imaginación de su padre, se preguntó cómo había podido el galeón adentrarse hasta ese punto en tierra firme. Pero José Arcadio Buendía no se planteó esa inquietud cuando encontró el mar, al cabo de otros cuatro días de viaje, a doce kilómetros de distancia del galeón. Sus sueños terminaban frente a ese mar color de ceniza, espumoso y sucio, que no merecía los riesgos y sacrificios de su aventura.
-¡Carajo! -gritó-. Macondo está rodeado de agua por todas partes».

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El marinero

Otro de los hijos del fundador de Macondo es un aventurero llamado también José Arcadio. Había huido de su casa familiar con unos gitanos que llegaron al pueblo, y años más tarde reaparece de forma misteriosa, cuando ya era un auténtico gigante, con una fuerza impresionante, completamente tatuado y con los hábitos de un marinero.

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García Márquez relata así su vuelta a Macondo:

«Llegaba un hombre descomunal. Sus espaldas cuadradas apenas si cabían por las puertas. Tenía una medallita de la Virgen de los Remedios colgada en el cuello de bisonte, los brazos y el pecho completamente bordados de tatuajes crípticos, y en la muñeca derecha la apretada esclava de cobre de los niños en cruz. […] Era José Arcadio […]. Hablaba el español cruzado con jerga de marineros. Le preguntaron dónde había estado, y contestó: “Por ahí” […]. Le había dado sesenta y cinco veces la vuelta al mundo, enrolado en una tripulación de marineros apátridas […] no tenía un milímetro del cuerpo sin tatuar, por el frente y por la espalda, y desde el cuello hasta los dedos de los pies […]».

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Velero Rembrandt Van Rijn. Fuente

Se narra magistralmente la imagen que tenemos de esos grandes hombres que han recorrido el mundo hoy, o en cualquier tiempo pasado:

«En las escasas ocasiones en que Úrsula (su madre) logró sentarlo a la mesa, dio muestras de una simpatía radiante, sobre todo cuando contaba sus aventuras en países remotos. Había naufragado y permanecido dos semanas a la deriva en el mar del Japón, alimentándose con el cuerpo de un compañero que sucumbió a la insolación, cuya carne salada y vuelta a salar y cocinada al sol tenía un sabor granuloso y dulce. En un mediodía radiante del Golfo de Bengala su barco había vencido un dragón de mar en cuyo vientre encontraron el casco, las hebillas y las armas de un cruzado. Había visto en el Caribe el fantasma de la nave corsaria de Víctor Hughes, con el velamen desgarrado por los vientos de la muerte, la arboladura carcomida por las cucarachas de mar, y equivocado para siempre el rumbo de la Guadalupe».

En síntesis

Es una obra maestra de la literatura universal, traducida ya a 40 idiomas distintos, que fascina por igual a críticos, estudiosos y lectores, y esta fascinación se basa en que la obra traspasa su ámbito geográfico más inmediato, para adentrarse en el espacio de los valores universales: unos más pesarosos que otros como la soledad, la muerte y el desamor, y otros más positivos como la solidaridad, la constancia, la inteligencia y la fidelidad (Molina 2001). Entre ellos, los marinos, los barcos, la idea del mar, sus bestias y fantasmas, flotan como un universo paralelo en todo el texto.

Más información

Cien años de soledad. Entre las crónicas de navegantes y la novela de aventuras. Dossier de la revista Cuadernos Hispanoamericanos, mayo 2017.

MOLINA, L. Análisis descriptivo de la traducción de los culturemas árabe-español. Tesis doctoral, Universitat Autònoma de Barcelona, 2001.

NORIEGA, A. Una app para leer «Cien años de soledad». Códice Informativo, 2014.

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La Biblia no nos proporciona suficientes datos para poder averiguar el tipo de nave que puso a salvo a Noé, a su familia y al resto de las parejas de animales que en ella embarcaron, pero adentrándonos en las culturas del creciente fértil (la antigua Mesopotamia) es posible, a través de algunos de los textos que se han conservado, conocer de qué tipo pudo ser la famosísima arca de Noé.

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Representación del arca en la Miscelánea de Trevelyon, 1608

La tablilla que lleva todos los datos

Como en un cuento sacado de las mil y una noches, hace ya muchos años fue un soldado británico apellidado Simons, aficionado a comprar antigüedades en los mercadillos del oriente próximo, donde estaba destinado, quien encontró la tablilla que hoy nos puede ayudar a conocer qué tipo de barco podía ser el arca. Lejos de saber su importancia la guardó y tras su muerte la heredó su hijo, que en 1985 se dirigió al Museo Británico para conocer si ésta y otras piezas que había coleccionado su padre tenían alguna importancia.

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El arca en un dibujo francés del S. XVII

Afortunadamente se entrevistó con un conservador, I. Finkel, cuyo máximo interés profesional era la escritura cuneiforme, en la que estaba escrita la tablilla que él portaba. Finkel se dio cuenta enseguida de la importancia del hallazgo.

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La tablilla Simons, que contiene la historia de un profeta que recibió la orden de construir una nave para salvar del diluvio la vida en la tierra.

Era una tablilla de pocos centímetros que contenía un texto de gran relevancia: la epopeya de Atrajansis (en otras tablillas se llamaba Gilgamesh), que recibió el encargo divino de construir una nave y embarcar en ella una pareja de animales de todas las especies, ya que se avecinaba un potente diluvio que inundaría la tierra.

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Dibujo del S. XVII sobre la construcción del arca. Fuente: BDH.

La relevancia de la tablilla Simons está en que en ella se recogen formas y materiales que se debían utilizar para la construcción de la nave, que en otras no aparecen, con lo cual se convierte en una excelente fuente de información. No deja de ser curioso que una pequeña tabla de estas características, fuera en otro tiempo un soporte donde los niños aprendían la escritura cuneiforme babilónica, y que gracias a ella tengamos noticias de esa época.

La nave

Según la tablilla, la embarcación debía ser parecida a un coracle (también conocido como gufa o kufa), similar a los que todavía existen en Basora (Irak) o en la India.

Coracles actuales en el río Cauvery (o Kavery), en la India

Tras el hallazgo, Finkel, con ayuda de otros expertos como Vidoni y Vasmer, se propusieron en 2013 construir una nave similar. Para llevar a cabo la réplica del arca los investigadores se desplazaron a Kerala (en la India), donde existe una fuerte tradición de construcción de estas embarcaciones a la manera tradicional.

Localización de la región de Kerala, en el suroeste de la India

Aunque las gufas suelen tener entre 3 y 4 metros de diámetro, la que se  construyó para emular la del arca era de 12 metros. Supuso partir de 60 cuadernas, con un gasto de unas 17 toneladas de madera. No contaba con una quilla que le proporcionara estabilidad, pues al ser redonda no era posible. Para unir las cuadernas se utilizaron, como aparece en la tablilla, cuerdas y juncos, que se iban enrollando en espiral, y luego, para impermeabilizar, se usó betún (unas 9 tm.).

Al no tener quilla, su traslado al mar era complicado, por lo que se construyó una plataforma para poder desplazarla hasta el agua. Un fallo de ésta fue una de las causas, junto con un problema en la impermeabilización, las que hicieron que en un primer momento la gufa se llenara de agua. Tras achicarla se mantuvo estable, demostrando que este tipo de embarcación podía haber sido la de la famosa arca de Noé.

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Réplica del arca reconstruida a partir de una tablilla babilónica

De esta manera, si nos atenemos a lo que la tablilla Simons contiene, el arca pudo ser un barco redondo, similar a las actuales gufas, aunque bastante más grande.

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Las leyendas sobre el Preste Juan, un supuesto rey que tenía sus dominios en el oriente, se difundieron rápidamente durante toda la Edad Media en el occidente cristiano. Le dedicamos una entrada porque curiosamente el reino del Preste Juan aparece en portulanos y cartas náuticas, que son un tipo de documentos sobre los que la Cátedra de Historia y Patrimonio Naval tiene abierta una de sus líneas de investigación. También porque este mito es una impresionante mezcla de tradiciones antiguas y medievales, cuyo resultado final, a pesar de ser una fantasía, es de un enorme interés.

Una imagen en un libro portugués

Una imagen de este rey de leyenda en un libro portugués del S. XVI

Vamos a ver la descripción de este reino, cuya existencia no se ha podido demostrar jamás, a pesar de que corrieron por Europa supuestas epístolas escritas por el preste y dirigidas a monarcas y papas, y de que muchos aventureros dijeron haberlo visto y visitado.

El reino del Preste Juan: su localización

La leyenda sitúa al Preste en varios lugares del oriente antiguo, aunque los mas conocidos son en Asía y en África. Incluso hay quienes lo localizaron en el continente americano después del siglo XV.

S. XVIII Fuente: Gallica

El reino del Preste Juan, según un mapa del siglo XVIII. Fuente: Gallica

Asia

Dependiendo del texto, este reino se asimilaba con el imperio tártaro (mongoles). Realmente en esa corte había un grupo de cristianos nestorianos, pero era minoritario.

Posiblemente el error viniera porque durante el siglo XIII el emperador mongol Gengis Kan luchó contra los musulmanes y los derrotó, lo que, en tiempo de cruzadas, pudiera haber facilitado una identificación de éste con un gran monarca cristiano en los confines del mundo entonces conocido.

África

La leyenda decía que era un rey cristiano en la Gran India. Por ello, a principios del siglo XV los portugueses continuaron buscándole, pero no en la India, sino en su camino hacia ella, es decir, en Etiopía.

Este reino africano, importante desde la prehistoria, situado en una zona de especial interés por la tradición cristiana milenaria que posee, era el lugar idóneo para situar el posible reino del Preste Juan.

Islario general de todas las islas del mundo es la obra más importante del cosmógrafo sevillano Alonso de Santa Cruz

El supuesto reino del Preste situado en Etiopía, tal y como aparece en el Islario general de todas las islas del mundo, obra del cosmógrafo sevillano Alonso de Santa Cruz

De hecho, el texto dice que el infante Pedro de Portugal había vivido allí en Etiopía, con el Preste Juan, tres meses. Sintetizamos y seleccionamos partes del texto en las que se explica quiénes eran y cómo vivían, por el interés intrínseco que posee.

El reino del Preste Juan según el infante Pedro de Portugal

Parece que el texto no fue escrito por este noble portugués, sino por un español, Gómez de Santisteban, conocedor de los libros de viajes medievales (Mejía, p. 216-17).

a) La descripción de la ciudad

La ciudad donde tenía su sede el Preste Juan se llamaba Albes. Sobre ella dice:

«Es la más populosa, la más rica, y fortalecida que hay en aquella parte del mundo, tiene de circunferencia más de doce leguas, en su castillo tiene mas de ciento cincuenta torreones bien fortificados. En cada uno de ellos hay mas de mil hombres de guarnición, todos con barba larga, mostrando su luto en señal de haber perdido la tierra de Promisión».

Escudois heráldicos d elos reinos dle Preste Juan, según el Armorial de Conrad Grunenberg

Escudos heráldicos atribuidos a los reinos del Preste Juan, según el Armorial de Conrad Grunenberg (siglo XV), entre los que se encuentra una sirena

b) El palacio

«Una vez entrado en la ciudad nos dijeron que para llegar al palacio era necesario ocupar medio día sin dejar de andar. Un vez que llegamos pudimos ver que tenía ocho torres tan hermosas y brillantes que no se pudiera mirar sin recibir impresión (…) Tenía una guardia de seiscientos hombres de caballería e infantería, lujosamente vestidos y bien armados».

Dibujo d ela corte dle Preste Juan en el armorial de Conrad Grunenberg

Dibujo de la corte del Preste Juan en el Armorial de Conrad Grunenberg (siglo XV)

Una vez que pudieron entrar en el palacio como emisarios del rey de León, vieron «que debajo de un magnífico dosel estaba sentado el Preste Juan, con su esposa al lado, y un hijo que tenía el título de emperador de las provincias Galdras».

c) La iglesia

«Vimos cosas muy maravillosas. Los sacerdotes son casados en aquella tierra, pero cuando quedan viudos no pueden volver a casarse (…) y por quebrantar este precepto tienen irremisible pena de muerte».

«Poco antes de venirnos, mandó el Preste a dos sacerdotes que nos mostraran el cuerpo de Santo Tomás (…) que está colocado en el altar mayor (…) La víspera del día del santo le ponen en la mano un sarmiento seco, el cual se reverdece al instante, echa hojas y tres racimos de uva».

d) La sucesión al trono

La dignidad de Preste no es hereditaria: se reúnen en la ciudad todos los obispos o abades del reino, y en solemne procesión se dirigen a la iglesia de Santo Tomás, y «ruegan al santo designe al que debe ser el nuevo gobernante».

Más blasones de los reinos del Preste Juan

Más blasones de los supuestos reinos del Preste Juan, entre ellos podemos ver a la izquierda de la imagen el escudo de Etiopía, descrito en el texto como «las Indias».

e) El resto del reino

Pidió el infante licencia para pasar a otra parte del reino, y el Preste les aconsejó que se pararan antes de llegar a una provincia «habitada por gentes tan idiotas que tienen por costumbre los hijos comerse a los padres cuando éstos llegan a una edad avanzada».

La comitiva del infante de Portugal «tomó el camino del desierto del Paraíso. Luego de estar durante trescientas veinte leguas sin ver habitante alguno», llegaron a «unas altísimas montañas, vimos al pie de ellas algunas poblaciones circunvaladas por cuatro ríos que se denominan Tigris, Eúfrates, Guión y Fisón, los cuales salen del Paraíso Terrenal».

Los ríos Tigris y Eufrates. Fuente

Los ríos Tigris y Eufrates a los que el texto del infante Pedro dice que llegaron. Los otros dos ríos se citan en la Biblia, pero actualmente no hay rastro de ellos. Fuente

Tomamos un texto en el que el propio Preste, siempre según el infante portugués, explica sus dominios:

«tengo bajo mi autoridad 64 reyes, me obedecen 12 arzobispos, 20 obispos y 4 patriarcas. El dominio de mis tierras se extiende a diez mil leguas cuadradas, en las que tengo dos provincias muy importantes llamadas India mayor e India menor, en las que se crían mucha variedad de animales y aves de tan grandes fuerzas que sin perder el vuelo arrebatan del suelo las reses y se las llevan al nido. Con los dromedarios, elefantes, camellos y unicornios, se labran los campos y hacen las labores que necesitamos».

f) Los habitantes mas fantásticos

«Tengo en mis territorios unos habitantes que no tienen mas que un ojo en la frente, cuando muere alguno se  lo comen entre sus parientes». En otra provincia «con una clase de gentes que tienen los pies redondos. En otro tengo una generación cuyas gentes son de la alzada de una vara, pero son muy belicosos. En otra provincia hay unos cerros muy elevados, en los que se cría gente que de cintura para arriba son hombres y de cintura para abajo son caballos».

Epílogo

En síntesis, un fantástico y onírico reino, que parece descrito por un infante de Portugal que afirmaba haber recorrido el mundo y estar alojado en la tierra del Preste. Magia y leyenda alimentando la mente de los habitantes del Medievo y de parte del Renacimiento, en una mezcla casi increíble de mitos antiguos, creencias religiosas y supersticiones.

Más información

El texto completo del relato del infante Pedro de Portugal. Un análisis de las primeras ediciones puede encontrarse aquí.

SANTIESTEBAN, G. de. Historia del infante D Pedro de Portugal el cual anduvo las siete partidas del mundo. Barcelona: Imprenta de los herederos de la viuda Pla, 1842.

VILLALBA RUIZ DE TOLEDO, F.J. y NOVOA PORTELA, F. Los mitos medievales en la obra de John Mandeville. ISIMU, 2016, vol. 9.

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