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Archive for the ‘– Batallas navales’ Category

La historia naval de la primera mitad del siglo XX es muy distinta a la de épocas anteriores. Dos guerras mundiales protagonizaron un panorama que inicialmente se presentaba como halagüeño. Son múltiples los acontecimientos que tuvieron lugar en el período de entreguerras. Por ello vamos a ir explicando en sucesivas entradas algunos de los más impactantes, y no sólo porque en ellos se ganaran o perdieran batallas navales, sino porque el desarrollo de los hechos fue distinto y se sucedieron acciones relevantes dignas de ser conocidas fuera de los ámbitos bélicos.

SMS Moltke en Scapa Flow (B. Forbes Collection). Fuente

El fin de la flota alemana de la I Guerra Mundial

Esta semana dedicamos la entrada a tratar uno de los hechos más sorprendentes que tuvieron lugar durante la Primera Guerra Mundial (I GM). Sucedió en el puerto de Scapa Flow (Islas Orcadas, al norte de Gran Bretaña). Esta localidad era la base de la flota británica y tras firmarse el tratado de paz por el que Alemania perdía la guerra, se acordó que ésta entregaría toda sus buques de guerra.

Imagen de época de Scapa Flow en la que se pueden ver algunos de los buques alemanes. Fuente

Así, en las afueras del puerto estaban reunidos más de 70 buques alemanes, tripulados por una pequeña parte de la dotación habitual, a la espera de que los responsables de los países aliados decidieran su destino y cómo se iban a repartir entre los vencedores. Entre ellos había 10 acorazados, 13 cruceros y 44 destructores.

Localización de la flota alemana retenida en Scapa Flow. Fuente

Como esta decisión tardó en llegar, a la flota alemana allí reunida le dio tiempo a reaccionar, y ante la mirada atónita de los marinos ingleses, los tripulantes germanos decidieron hundir sus propios barcos para evitar que cayeran en manos de los que ellos consideraban sus enemigos. A la orden de «Párrafo once. Confirmar», el 21 de junio de 1919, fueron hundidos casi todos, aunque los británicos consiguieron salvar unos cuantos. No era la primera vez que un hecho así acontecía (ni tampoco la última), pero sí que fue la mayor pérdida de barcos en un solo día ocurrida hasta ese momento.

Situación de algunos de los buques más grandes de la flota alemana retenida en Scapa Flow. Fuente

Pero esta historia verídica no acaba aquí. Años después los restos de los buques fueron izados del fondo. Durante las décadas de 1920 y 1930, muchos de los barcos fueron rescatados por contratistas comerciales, posteriormente desguazados y vendidos como chatarra. Los siete barcos hundidos que quedaron están clasificados como monumentos o sitios arqueológicos de importancia nacional que reciben protección.

Material para submarinos de la II Guerra Mundial

Triste fin que tendría un diabólico uso cuando Hitler adquirió parte de esos restos para fundirlos y con ellos poder construir los famosos U-boats, los submarinos que volaron más barcos aliados que ninguna otra máquina de guerra. Uno de ellos, que se supone hecho con algunos de los restos de la flota alemana de la I GM, el U 47, entró en el puerto donde años atrás estuvo retenida la flota germana y hundió uno de los barcos británicos allí fondeados, el acorazado HMS Royal Oak, que además era uno de los pocos que había sobrevivido a la batalla de Jutlandia (I GM).

Más información

ÁLVAREZ, Jorge. Cómo Alemania hundió toda su flota al final de la I Guerra Mundial. La Brújula Verde, 2020.

HEATH, Kevin, et al. Scapa Flow Underwater Salvage Sites Survey: Phase 2 Report. 2019.

KONSTAM, Angus. Scapa Flow: The defences of Britain’s great fleet anchorage, 1914-45 [Fortress title 85]. Osprey Publishing 2009.

MARDER, Arthur. From the Dreadnought to Scapa Flow: Volume II: To The Eve of Jutland 1914-1916. Seaforth Publishing, 2014.

McCARTNEY, Innes. SCAPA 1919: The Archaeology of a Scuttled Fleet. Bloomsbury: Osprey. 2019.

MOLLÁ AYUSO, Luis. El tesoro de Scapa FlowRevista General de Marina, 2018, 274, 1, p. 17-29.

OXLEY, Ian. Scapa Flow and the protection and management of Scotland’s historic military shipwrecks. Antiquity, 2002, 76, 293, p. 862-868.

VAN DER VAT, Dan. The Grand Scuttle: The Sinking of the German Fleet at Scapa Flow in 1919. Edinburgh: Birlinn Limited, 2012.

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«Entretenidos» eran una parte de las personas armadas que servían en las embarcaciones del rey. Formaban parte del séquito de los capitanes generales en tierra y mar. Tenían un buen sueldo, que estaba entre los quince y cuarenta ducados al mes, que era una suma muy importante para la época (s. XVI). El entretenimiento era, en realidad, un paso previo hasta alcanzar la capitanía de un buque. Se trataba de un cargo al que accedían personas pertenecientes al estamento de los caballeros. Sin embargo, con el tiempo, no sólo se valoraron su posición social y círculo de amistades, sino también sus méritos y experiencia en el mar y en la guerra.

Los requisitos que se solicitaban eran juventud, valor y adaptación a la vida en el mar. También se suponía que iban a aprender mucho de la experiencia adquirida durante la navegación, ya que estaban cercanos a personas muy hábiles en esta materia. Solían ser siempre hijos o familiares muy allegados de personas destacadas en cargos públicos de relevancia. Los entretenimientos eran concedidos exclusivamente por el rey tras recibir las recomendaciones del capitán-general respecto del celo y la valentía del soldado peticionario, o en reconocimiento a los servicios prestados con anterioridad por su familia, como sucedió con Antonio de Oquendo.

Matacapitanes, uno de los cañones de la galera de D. Álvaro de Bazán

A lo largo del tiempo ha habido una serie de instrucciones y reglamentos para su identificación, atribución y regulación. Los entretenidos podían embarcar tanto en las galeras, para defender o atacar, en el Mediterráneo, como en los galeones de la Carrera de Indias, navegando por el Atlántico hasta el continente americano.

En el Océano Atlántico

Los entretenidos tuvieron que hacer frente a los problemas de piratería que tuvo la flota española durante todo el siglo XVI, y esta figura se empezó a regular en 1526, fecha en la que los mercantes iban ya escoltados por embarcaciones de guerra, con la «Armada de la guardia de la Carrera de Indias». Para que los oficiales adquirieran la práctica necesaria para poder ejercer sus labores de la manera más eficiente, se crearon primero las plazas de caballeros entretenidos y después las de capitanes entretenidos. A partir de 1563 se dotan dos plazas de aspirantes al mando de la Armada, también dentro de este tipo de puesto. Uno iba como agregado del general y otro del almirante. Inicialmente eran seis, y más tarde se aumentaron a ocho, quedando ya esta cantidad estable durante todo el siglo XVI. Estos ocho caballeros, por su condición social y por su situación al lado del alto mando, formaban parte integrante de las primeras planas, y como tales debían ser respetados y atendidos.

Dibujos que describen las partes y elementos del esmeril bastardo. Fuente: Elaboración propia a partir de la pieza original identificada.

El aumentar los galeones de la Armada de ocho a doce, por el asiento que celebró el consulado en 1627, se crean cuatro nuevas plazas, aunque con características diferentes a las ya establecidas. A los ocho caballeros previamente nombrados no se les exigía ninguna graduación, sin embargo estos nuevos debían ser elegidos entre soldados de servicios y experiencias de la navegación de la carrera de las Indias en quienes concurriese el grado de capitán, según Flores Moscoso (1981).

En el Mar Mediterráneo

Dos instrucciones de la Armada (1557 y1564) reglamentaron cómo debían ser las personas armadas que servían en las galeras, tales como los gentiles-hombres y los entretenidos. En la siguiente centuria las Ordenanzas de galeras de 1607 aluden a ellos de esta manera:

“Los entretenidos se han de proveer por cedulas mias y si hubiera vacantes me ha de avisar mi Capitan General de las dichas galeras nombrando dos o tres personas de las que sirven en ellas, que pareciesen mas a proposito, para que yo provea el entretenimiento en la persona que lo merezca y sea de servicio. Los entretenidos han de asistir de ordinario cada uno en su galera y para esta primera lista de Entretenidos, el Capitan General debe escoger los que le parezcan mas a proposito, y enviar una Relacion a mi Consejo de Guerra para que se les nombre. Y para evitar las diferencias, mando que de aquí adelante asistan y anden embarcados todo el tiempo que las dichas galeras navegaren a cualquier viaje, sea corto o largo, y que duerman en ellas mientras estuvieren armadas” (art, 17 y 18. Texto adaptado).

En estas Ordenanzas se asignaban un número concreto a cada tipo de galera: cuatro entretenidos a la Capitana, tres a la Patrona y dos a cada galera ordinaria.

Es muy probable que la profesionalización surgiera debido a la falta de hombres con experiencia en la mar. Y curiosamente existen testimonios de personas recién nombradas en este puesto que al poco de pisar una nave empezaban a pedir otro destino, porque no se adaptaban a ese tipo de vida.

Artillería de la corulla de una galera en la primera mitad del siglo XVI. Los tojinos de madera (en color naranja) clavados sobre el yugo de proa servían para evitar que el roce de las gúmenas amarradas a los ferros desgastasen el yugo. Fuente

Algunos «entretenidos» cuyas vidas han trascendido

Uno de ellos fue Antonio de Oquendo de Zandátegui, vasco nacido en 1577, que cuando cumplió dieciséis años logró plaza de entretenido en las galeras de Nápoles, con un sueldo de veinte escudos. Era un muchacho sin ninguna experiencia previa, pero con este nombramiento se reconocía la brillante trayectoria de su padre (que había sido general de la escuadra de Guipúzcoa). En 1632 pasó a la Armada de la Carrera de Indias.

Otro fue Juan de Fayos, del que sabemos que en 1593 fue nombrado entretenido de las Galeras de España, que tenían su invernadero en el Puerto de Santa María.

El Capitán Diego Escala lo fue en las Galeras de Nápoles (Capitulación y asiento de raciones de pan, Barcelona 1652).

Antonio Fernández de Rojas, canario nacido en 1671. De él sabemos que en 1703 era piloto mayor entretenido de la flota fondeada en Cavite. Su cargo se renovó a principios de 1705, hasta que en abril de ese año pasa a ser teniente de Gobernador y capitán general en la armada de galeras.

Más información

DÍAZ-TRECHUELO, María Lourdes. Antonio Fernández de Roxas y su» Topografía de la ciudad de Manila». Anuario de Estudios Americanos, 1958, XV, p. 225-271.

FONDEVILA SILVA, Pedro. La artillería de las galerasBlog de la Cátedra de Historia y Patrimonio Naval. 2018. 

GRACIA RIVAS, Manuel. Los Oquendo: historia y mito de una familia de marinos vascos. Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 6, 2009, p. 699-724.

FLORES MOSCOSO, Ángeles. Entretenidos en la armada de la carrera de las Indias en el siglo XVII. Anuario de Estudios Americanos, 1981, 38, p. 117-145.

DE MESA GALLEGO, Eduardo. Soldados de “naciones” para la armada del mar océano: las compañías irlandesas de los Tercios embarcados, 1604-1639. Ohm: Obradoiro de Historia Moderna, 2015, 24.

MARCHENA GIMÉNEZ, José Manuel. La vida y los hombres de las galeras de España (siglos XVI-XVII). Tesis Doctoral. Universidad Complutense de Madrid, 2010.

REBOLLAR BARRO, Manuel. El teatro breve de Francisco Antonio de Monteser: estudio y edición. Tesis doctoral Universidad Computense de Madrid, 2015.

RUIZ IBÁÑEZ, José Javier. La misión jesuita en Calais: entre espiritualidad militar y proyección imperial de la Monarquía Hispánica (1596-1598). En: ZÚÑIGA, Jean-Paul. Negociar la obediencia: autoridad y consentimiento en el mundo ibérico en la Edad Moderna. Edit. Comares, 2013, p. 113-129.

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Este espectáculo nació en los primeros tiempos del Imperio romano y consistía en la reproducción a escala reducida de las batallas navales más importantes de la Antigüedad. Había enfrentamientos a muerte como en la realidad. En algunas ocasiones, y ya en plena Edad Moderna, se han celebrado con motivo de algún hecho importante, como una boda real o de la alta nobleza.

Representación del siglo XVII de una naumaquia. Ilustración incluida en el libro Hieronymi Mercurialis … de 1673. Biblioteca Nacional de España. Fuente

Para llevarlos a cabo algunas veces se construían edificios (también conocidos como naumaquias) o se adaptaban algunos existentes, como los circos. Para su celebración se precisaba una depresión en el terreno y un curso de agua.

La primera naumaquia de la que tenemos noticia se debe a un historiador romano, Suetonio, y sabemos que tuvo lugar en el lago artificial que Julio César hizo preparar en el Campo de Marte, en el año 46 a.C. Se simuló el enfrentamiento entre tirios y egipcios, con unos 6.000 hombres en el campo.

Edificios del campo de Marte. Fuente

Sabemos, por el historiador Tácito, que Claudio también celebró una:

«Claudio mandó abrir y cortar un monte entre el lago Fucino y el río Liris, para que más gente pudiese ver la grandeza de aquella obra. Se preparó en el mismo lago una batalla naval, como hizo antes Augusto con bajeles más pequeños y en menor número. Claudio mandó preparar cien naves de tres y de cuatro órdenes de remos por banco, tripuladas con 19.000 hombres. Construyó en torno a las orillas del lago una calzada, como si fuera tierra firme y para quitar a los combatientes la esperanza de la huida puso gruesas estacas trabadas y reforzadas entre sí alrededor. El lago estaba ocupado por las dos armadas que debían de pelear, con las naves empavesadas y a punto de guerra; y una multitud innumerable llenó las riberas y cerros, como un teatro, de los pueblos más cercanos y otros de la ciudad misma» (Anales del Imperio Romano, libro XII, Tácito)

Otra naumaquia memorable fue la celebrada por Augusto, cerca del año 2 a.C. En aquella ocasión 3.000 hombres a bordo de birremes y trirremes reprodujeron la batalla de Salamina. Para llenar de agua todo el edificio construido al efecto hicieron falta unos quince días, llegó a lo largo de 33 kilómetros del acueducto Aqua Alsietina y procedía de los lagos Bracciano y Martignano. El estanque tenía una longitud de 556 metros y una anchura de 357 (Monumentum Ancyranum IV, 43-44, 2).

Detalle de la ilustración de 1673 en el que se puede ver una embarcación en el enfrentamiento naval. Fuente

Existen noticias de otros edificios erigidos para estas fiestas, como la naumaquia que había detrás de la actual iglesia de San Cosimato y de San Francisco de Ripa y el Giancicolo (Coarellli) o la construida por Calígula. Trajano, en el año 109, inauguró un edificio de más de 100 metros de ancho y de unos 3.000 de longitud, pero fue destruido y sus restos diseminados. La última naumaquia de la época antigua parece que fue la que levantó Domiciano en el Campo de Marte, aunque no está suficientemente demostrada su existencia.

Detalle de la ilustración de 1673, donde se aprecia cómo se iba llenado el circo con agua procedente de las tuberías. Fuente

Varias de las naumaquias más famosas se celebraron en el conocido Coliseo romano. En sus sótanos había conductos que recogían el agua para llenar el circo, y también tuberías que, tras la batalla, hacían que el agua fuera bajando paulatinamente hasta volver a dejar el terreno seco, para dar paso a las luchas de gladiadores.

Dibujo que representa una naumaquia en el Coliseo romano. Fuente

En otras ciudades del imperio romano existen evidencias de la celebración de naumaquias, tanto en la península Itálica como fuera de ella, como es el caso de Apamea (Siria), según Finlayson.

Naumaquias en la Edad Moderna

Ya en el siglo XVI se llevaron a cabo varias naumaquias en distintos lugares de Europa, todas vinculadas con fiestas o bodas de renombre. Una de las más conocidas fue la que se presentó como el evento final de un festival organizado en Florencia en 1589, en el palacio Pitti, para conmemorar la boda del Gran Duque Fernando de Toscana y la Gran Duquesa Cristina de Lorena, nieta de la reina francesa Catalina de Médicis (descrita por Shewring).

Una pintura de Scarabelli que muestra cómo pudo ser la Naumaquia de 1589 en el Palacio Pitti. Fuente: Shewring 2017

En España, el rey Felipe IV las organizaba en el estanque del Palacio del Buen Retiro. Durante los siglos XVII y XVIII eran conocidas las del río Turia, entre ellas la celebrada en 1755.

Otras se hicieron fuera de España. Una con motivo de la celebración de la boda de Víctor Amadeo I de Saboya, Príncipe de Piamonte y Marie Cristina de Borbón, princesa de Francia, en 1619 en los Alpes, en el lago de Mont-Cenis. También sabemos que hubo otra con motivo del matrimonio de Mª Adelaida de Saboya y Luis, duque de Borgoña en 1697, padres del futuro Luis XV de Francia. Y que el Duque de Orleans mandó construir una villa sólo para las naumaquias.

Dibujo del siglo XVIII de una naumaquia. Biblioteca Nacional de Francia. Fuente

Más información

ARENA, P. Gladiatori, carri e navi. Gli spettacoli nell’antica Roma. Rome: Carocci Editore, 2020.

ASTHON, N. G. The Naumachia near Amorgos in 322 B.CThe Annual of the British School at Athens, 1977, 72, p. 1–11.

BERLAN, Anne. Les premières naumachies romaines et le développement de la mystique impériale (46 av. J.-C.–52 ap. J.-C.)Hypotheses, 1998, 1, 1, p. 97-104.

FINLAYSON, Cynthia. New Excavations and a Reexamination of the Great Roman Theater at Apamea, Syria, Seasons 1–3 (2008–2010). American Journal of Archaeology, 2012, 116, 2, p. 277-319.

GARELLO, Francesca. Sport or showbiz? The naumachiae in the Flavian amphitheatre. Dio, 2000, 66, p. 3.

LlBERATl, A. Le Tibre et les Naumachies. En: Le Tibre, Paris, 1985, p. 228 y ss.

MÍNGUEZ, Víctor. La Naumaquia del Turia de 1755: un hito en el espectáculo barroco valenciano. Millars: geografia i història, 1988, p. 55-69.

SHEWRING, Margaret. Arbitrary Reality: Fact and Fantasy in the Florentine Naumachia, 1589. En Waterborne Pageants and Festivities in the Renaissance. Routledge, 2017, p. 169-202.

SHEWRING, Margaret. The Savoy Naumachia on the Lake Mont Cenis: A Site-specific Spectacle in the ‘Amphitheatre’of the Alps. En Waterborne Pageants and Festivities in the Renaissance. Routledge, 2017, p. 327-338.

TAYLOR, Rabun. Torrent or Trickle? The Aqua Alsietina, the Naumachia Augusti, and the TranstiberimAmerican Journal of Archaeology, 1997, 101, 3, p. 465–92.

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La «flota de piedra» surgió en plena guerra de Secesión en Estados Unidos (1861-65). Consistía en una flota de barcos, balleneros en su mayoría y ya bastante envejecidos, cargados con piedras y enviados hacia el sur por la armada unionista para bloquear el puerto de Charleston (Carolina del Sur). Lo hicieron pensando en cerrarles a los confederados la posibilidad de conseguir suministros por vía marítima.

Esta flota, adquirida previamente, se dividió para poder ocupar tanto la zona norte como la del sur. Por ello, una parte fue hundida frente a la actual «Isle of Palms» y la otra cerca de la isla Morris.

Contamos con varios testimonios de lo ocurrido, ya que un periódico, The Harper’s Weekly publicó las notas de uno de los marinos allí presentes. El capitán Davis mandó hundir 24 balleneros en el puerto de Charleston a partir del 19 de diciembre de 1861. Una segunda flota, compuesta por unos 20 barcos fue hundida en 1862, cerca de la isla Sullivan. La operación se llevó a cabo bajo la dirección del oficial Samuel F. DuPont. Uno de los generales confederados, R.E. Lee, calificó la medida como «una expresión abortada de la malicia y la venganza» del Norte.

Una vista de la ciudad de Charleston publicada en The Harper’s Weekly

Hemos extraído la información más sustancial de la descripción del testigo, adaptando parte de los textos para una mejor comprensión. Es un magnífico testimonio de como ocurrió todo:

«A las cuatro y media de la tarde del 19 de diciembre, con la marea casi llena, volvimos a cruzar la barra y pasamos una pinza hasta la barca Theodosia, de New London, que iba a ser la primera víctima, y ​​la remolcamos a través de la barra hasta el lado izquierdo del canal. Cuando la tuvimos en una buena posición, el capitán Stevens, a través de una trompeta parlante, ordenó al capitán que «soltara el cabo» para hundirla. La vieja corteza temblorosa avanzó lentamente hacia el lugar exacto que fijamos, luego golpeó el fondo y su ancla cayó por última vez en el agua. La cadena tintineó alegremente voceando su último recorrido y el viejo casco se instaló en su propia tumba«. 

Dibujo publicado en el Herald que representa el hundimiento de uno de los barcos de la flota de piedra

«En un momento, los botes balleneros bajaron y se colocaron al costado, y los oficiales y la tripulación se fueron alejando. No los esperamos, sino que salimos apresuradamente para remolcar a otro antes de que oscureciera. El primer barco tocó fondo cuando se puso el sol. ¡Pobre de mí! que una embarcación, gastada al servicio de su dueño, se vendiera y llegara a tan innoble fin«.

«El Rebecca Simms fue remolcado y anclado al otro lado del canal y el agua pronto llenó su bodega, y se hundió lenta y dignamente, meciéndose incómoda, sin duda, mientras el agua entraba, pero bajando con cada cuerda y cada palo en su lugar, como un valiente cae en la batalla, con su arnés puesto«.

Grabado que representa el puerto de Charleston en el siglo XIX

«El Capitán Davis pidió que se remolcaran y hundieran todos los barcos que pudieran después de que la luna se elevara lo suficiente como para que pudiéramos ver la luz. A las ocho en punto estábamos de nuevo en el trabajo. Remolcamos y hundimos cuatro más antes de que la marea hiciera imposible que los barcos cargados se colocaran en posición, y luego salimos corriendo nuevamente«.

Al día siguiente escribe de nuevo:

«Con frecuencia he oído acerca de los mástiles que pasan junto a la borda en los barcos en el mar en un vendaval de viento, pero nunca vi que se realizara la acción hasta hoy. Ciertamente vale la pena presenciarlo, donde no tiene el acompañamiento de un vendaval aullante, un mar salvaje de montaña y un barco gimiendo, goteando en cada articulación debajo de usted. En esas circunstancias, los mástiles cortados pueden proporcionar una sensación de alivio, pero nada de gratificación o placer«. 

Fuerte Walker o Welles, en Charleston. Fuente: The Harper’s Weekly

«La mayoría de los barcos hundidos se habían inclinado hacia un lado y los mástiles formaban un ángulo sobre sus costados. Los tirantes y obenques del lado de la intemperie fueron cortados por el hacha afilada del ballenero, y los mástiles altos, balanceándose por un instante, cayeron juntos con un fuerte estrépito, los palos se partieron como tubos quebradizos cerca de la cubierta y golpearon el agua como una avalancha, convirtiéndola en espuma y lanzando el rocío al aire. Durante una o dos horas, este estruendo se escuchó por todos lados, y uno tras otro los barcos se convirtieron en un mero casco sobre las aguas. Todos fueron desmantelados excepto el Robin Hood, que se salvó para otro propósito«.

Canales existentes antes de que se hundiera la flota de piedra a la entrada al puerto de Charleston. Fuente: The Harper’s Weekly

«La escena que se presentó en el puerto cuando se realizó el trabajo fue novedosa: había cascos desarmados, en todas las posiciones posibles, tendidos al otro lado del canal, unos a babor, otros a estribor. Algunos estaban bajo el agua a proa, otros a popa. El mar barrió a varios de ellos; otros se pararon sobre sus quillas y arrojaron agua por los costados, mientras las fuertes marejadas los levantaban y los dejaban caer pesadamente sobre la arena de nuevo«.

Para acabar

Muchos de sus antiguos ocupantes fueron los que allí hundieron sus naves. Lo hicieron voluntariamente, pero con mucha pena, ya que en ellas habían pasado años. No era el fin que hubieran querido para estas embarcaciones, pero allí acabaron, depositadas en las arenas del fondo del puerto, como testigos mudos de la llamada «flota de piedra».

Vista del puerto de Charleston en 1863. Fuente: Library of Congress

Lo que posteriormente ocurrió es que, a pesar del aparente bloqueo, muchos barcos sureños lograron saltárselo y pudieron navegar libremente para vender y comprar productos en países del Caribe, con objeto de abastecer su ciudad de origen. A pesar de este fallido intento, el norte terminó ganando la guerra y los Estados Unidos de América siguieron siendo un solo país.

Más información

Lista de barcos hundidos

MALLOY, Mary. The Old Sailor’s Lament: Recontextualizing Melville’s Reflections on the Sinking of» The Stone Fleet«. The New England Quarterly, 1991, 64, 4, p. 633-642.

SPIREK, James D. The Archaeology of Civil War Naval Operations in Charleston Harbor, 1861-1865. Legacy, 2012, 16, 2, p. 4.

SMITH, Steven D. Christopher Amer RetiresLegacy, 2012.

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En sus inicios Roma era un imperio terrestre, y sólo cuando el enfrentamiento con Cartago estuvo cerca empezó a pensar en construir una flota. En su incipiente desarrollo como potencia, tenía sus miras puestas en el dominio de la península itálica y de otros territorios continentales europeos, mientras que Cartago, que poseía una magnífica armada y destrezas heredadas de los antiguos fenicios, iba colonizando tierras africanas y algunas islas europeas. En estas últimas fue donde surgió la chispa del enfrentamiento a muerte en las denominadas guerras púnicas.

Situación de los dos imperios antes del primer enfrentamiento. Fuente

El punto de partida

Los dos contendientes, que libraron varias de las batallas más duras de la Antigüedad, inicialmente no eran enemigos. Sus intereses no coincidían. Eran como poderosos árbitros situados al norte y al sur del Mediterráneo, que se miraban pero no se odiaban. Sin embargo, sería ese poder y su influencia el que los llevaría a enfrentarse en las guerras púnicas. Visto desde el siglo XXI parece que estaban condenados a batallar sin descanso hasta que uno de ellos desapareciera.

Dibujo de Cartago realizado por Rocío Espín

Hasta ese momento el imperio romano había hecho uso de las capacidades marineras de pueblos aliados suyos o colonizados. Los griegos y los etruscos habían proporcionado naves y pilotos para el comercio durante muchos años, por lo que no se veía necesario contar con una flota propia. Esta situación inicial cambió cuando surgió la posibilidad de una guerra, porque era necesario trasladar tropas a las islas mediterráneas que estaban en poder de Cartago y también al continente africano.

Trirreme romana dibujada por Rafael Monleón

Los preparativos

Un historiador romano, Polibio, escribió que en pocos meses las autoridades romanas habían conseguido que se construyeran cientos de naves. Previamente se habían apropiado de un trirreme cartaginés y de él tomaron cuantas innovaciones les parecieron relevantes:

«Como el Erario no podía prestarles auxilio alguno para esta empresa… el celo y generosidad de los principales ciudadanos al bien público halló mayores recursos que los que necesitaba el logro. Cada particular, según sus facultades, o dos o tres juntos, se encargaron de equipar una nave de cinco órdenes, provista de todo, con sólo la condición de reintegrarse del gasto si a la expedición acompañaba la fortuna. Así se juntaron doscientas naves de cinco órdenes, para cuya construcción sirvió de modelo la embarcación incautada». (Historias de Polibio, libro I, tomo I. Fuente: Imperium).

Las primeras derrotas romanas

Sin embargo, se hizo tan rápido que ni dio tiempo a formar a los pilotos, ni a que las maderas se prepararan adecuadamente, por lo que a pesar de lo que las crónicas han transmitido, fue un desastre. El historiador romano escribía que los barcos estaban mal construidos y eran difíciles de maniobrar. Así, en el primer enfrentamiento el comandante romano quedó bloqueado en el interior del puerto de Lipari (una de las islas que hay en el mar Tirreno, al norte de Sicilia) y las tripulaciones se asustaron tanto que abandonaron la nave.

Roma reacciona

Pero sobre este resultado negativo reaccionaron rápidamente, mejorando condiciones, dejando secar las maderas el suficiente tiempo como para que las naves fueran mucho más sólidas, formaron a quienes las debían manejar y el éxito fue suyo.

Casco romano. Fuente

Las batallas decisivas fueron navales y la primera tuvo lugar en Eknomos (Sicilia), en el año 256 a.C. La flota romana estaba compuesta de más de 200 barcos, mientras que la cartaginesa contaba con unos 350 según cronistas, aunque posiblemente fueron menos. Sabemos que lucharon unos 150.000 hombres en ella y que fue la mayor batalla naval de la historia conocida hasta ese momento.

Rostrum romano (arma de ataque que estaba montada en la proa de las naves para embestir y hundir barcos enemigos). Fuente

En la última, la de las islas Égadas, en el año 241a-C., parece que las cifras eran similares, aunque un poco menores que la otra. No obstante varios historiadores hablan de que el mar estaba teñido de sangre, porque la batalla fue también una masacre, donde murieron miles de romanos y de cartagineses:

de este modo se concluyó la guerra que hubo entre romanos y cartagineses sobre la Sicilia, tras de haber durado sin interrupción veinticuatro años; guerra la más larga, más continuada y de mayor nombre de cuantas tenemos noticia; guerra en la que, sin contar otras expediciones y preparativos de los que anteriormente hemos hecho mención, se combatió una vez, unidas ambas escuadras, con más de quinientas naves de cinco órdenes, y otra con pocas menos de setecientas. Los romanos perdieron setecientas, contando las que perecieron en los naufragios; y los Cartagineses quinientas. A la vista de esto, los admiradores de las batallas navales y flotas de Antígono, Ptolomeo y Demetrio, al leer este pasaje, no les será posible mirar sin sorpresa la magnitud de estos hechos. (Historias de Polibio, libro I, tomo I. Fuente: Imperium).

Localización de las islas Égadas, muy cerca de Sicilia. Fuente

Algunos autores hablan de innovaciones como el Korax (o corvus romano) para aferrarse al buque enemigo, perforar su cubierta y permitir el abordaje. Era un mecanismo que manejaba una rampa oscilante, que en la punta llevaba un garfio o una lanza. Una vez que la nave enemiga estaba cerca, se movía hasta llegar a la cubierta y dejarlo enganchado en ella, con objeto de formar una pasarela, para que el ejército romano pudiera abordar la nave cartaginesa.

Tapiz que representa el enfrentamiento en tierra, con los famosos elefantes del ejército cartaginés. Fuente: Museo del Louvre, inv. OA 5394

Para concluir

El tesón que mostraron, la capacidad de analizar las derrotas y aprender de ellas, fue lo que convirtió a un pequeño grupo de hombres perdidos en medio de una península, en un gran imperio. De él se vanaglorian que proceden multitud de pueblos que en otros tiempos formaron parte de su enorme dominio.

Más información

AGUILAR CHANG, Víctor Manfredo. Galeras de guerra: Historia de los grandes combates navales (480 aC-1571 dC). Editorial Almuzara, 2020.

DIAZ SÁNCHEZ, Carlos. Breve historia de las batallas de la Antigüedad. Ediciones Nowtilus SL, 2018, p. 185 y ss.

MORALES SERRAT, Guillermo y MARTÍN LÓPEZ, Alejandro. La batalla de Actium: es posible un estudio técnico a partir de la iconografía?. La batalla de Actium: es posible un estudio técnico a partir de la iconografía?, 2015, p. 99-104.

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Las normas sobre cómo saludar en la mar eran muy estrictas durante la Edad Moderna. Estaba todo escrito, tanto entre las escuadras de la misma nación como con las otras. Sin embargo, había países que se autonombraron líderes del Mediterráneo y exigían ser saludados antes, ya fuera dentro de sus límites como fuera de ellos. Esta actitud causó muchos enfrentamientos, ya que ningún general estando dentro de lo que hoy serían sus aguas jurisdiccionales tenía que ser el primero en saludar a una extranjera, ya que los reglamentos nacionales así lo marcaban.

Óleo de Juan de Toledo que muestra la crudeza de un abordaje entre galeras en el Mediterráneo, en el segundo tercio del siglo XVII, cuando españoles, turcos y venecianos luchaban por la supremacía en el mar. Fuente

Esta semana vamos a contar lo que le sucedió a un capitán de la escuadra de España precisamente por negarse a ello. Ha quedado constancia por un escrito enviado al rey, recogido tanto por Sanz de Barutell como por Fernández Duro. El protagonista por parte hispana es el general Papachino, un marino napolitano al servicio del rey Carlos II.

El almirante Papachino

Parece que Honorato Bonifacio Papachino había nacido en Cerdeña (Italia), aunque no se puede precisar la fecha, y que murió en el Puerto de Santa María (Cádiz), en 1697. Posiblemente comenzó su vida de marino en la escuadra de galeras de Cerdeña, utilizada tanto para la seguridad de la isla como para vigilar a los corsarios argelinos, y que fuera ganando ascensos paulatinamente. El capitán general de la Armada del Mar Océano, duque de Veragua, almirante y adelantado mayor de Indias, a cuyas órdenes servía Papachino lo describía como «jefe de gran provecho». Participó en múltiples batallas por lo que el rey Carlos II le concedió el título de almirante honorario “por los muchos años que ha servido con diferentes plazas hasta la de capitán, y por los viajes, ocasiones y combates en que obró con valor y crédito de soldado y marinero”. En 1683, el Rey le concedió además la merced de 500 escudos de sobresueldo y el título de almirante real.

Firma de Papachino en su testamento

El enfrentamiento

En mayo de 1688 el almirante Papachino había salido de Nápoles con sólo dos buques, la capitana de Flandes y la fragata San Jerónimo, con orden de dirigirse con premura a Málaga por los recientes sucesos de Orán. Al llegar cerca de Altea (costa de Valencia), el 1 de junio, detuvo su navegación por vientos contrarios y tras emprender de nuevo la marcha, al día siguiente, avistó tres navíos. Al estar próximos pudieron ver que eran franceses. Se acercó una embarcación, cuyo patrón le dijo que el almirante Tourville, que mandaba la escuadra francesa, pedía que le saludase. Papachino se negó, pues tenía instrucciones de no hacerlo en aguas españolas, donde los buques extranjeros debían ser los que iniciaran el saludo al estandarte real de la escuadra española (capítulo 2 de la Cédula Real dada en Madrid a 26 de mayo de 1664 por Carlos II), retirándose la embarcación, haciendo una señal con la bandera.

Plano de una fragata del siglo XVII de 60 cañones. Fuente: AGI

Sin embargo, Tourville puso la proa hacia la nave de Papachino con tal violencia que las vergas de ambos bajeles se tocaron, y en esta posición empezó a hacer fuego y a arrojar granadas de mano. Ante la agresión, Papachino se vio obligado a hacer lo mismo con la mayor rapidez; y como la verga de su trinquete y la de cebadera se habían enredado con las del francés, estuvieron batiéndose más de media hora en esa situación. Enseguida se acercaron dos navíos franceses y entraron en el combate, que duró más de tres horas.

Hasta ese momento la fragata San Jerónimo había secundado muy bien a la capitana, pero habiendo cortado un proyectil la driza de la bandera, viéndola caer, su comandante creyó que se rendía aquélla y ella lo hizo también, dejando a la Capitana sola contra los tres navíos. Le partieron el palo mayor y, advirtiendo que al caer había inutilizado toda la artillería de una banda, atacaron por allí para obtener ventaja, si bien Papachino consiguió desembarazarse del estorbo y seguir el combate por ambas bandas.

Dos horas después se alejaron, dejando a la Capitana en tal estado que no quedaban palos, vergas, velas, ni siquiera guardines del timón. Entonces el almirante francés envió una embarcación con un oficial para decirle a Papachino que considerase el estado en que se encontraba, y que hacía ya dos horas que la San Jerónimo se había rendido. El napolitano preguntó qué quería decir eso, y contestó que insistía en el saludo. Reunió entonces a los oficiales para analizar la situación del buque y saber si eran de la opinión de que se continuara el combate, pero unánimemente manifestaron que el navío no estaba en condiciones de navegar; que ya había sólo en esta nave 120 bajas (que además irían en ascenso), y que no pudiéndolos auxiliar la fragata rendida, «quedaban como una boya, enteramente al descubierto, y que podrían tirar sobre ellos como se tira al blanco». Con este dictamen Papachino comunicó al oficial francés que saludaría forzado por la necesidad, pero haciendo constar que era contra su voluntad.

Al fin, considerando no haber otro remedio, tiró nueve cañonazos sin bala y le contestaron otros tantos, y volvió por tercera vez la embarcación gala a decirle, de parte de Tourville, que sentía mucho lo ocurrido, y que aunque su navío estaba en muy mal parado, sin embargo, si necesitaba alguna cosa, todo lo que él tenía estaba a su disposición. Respondió que no necesitaba nada y se marchó.

Una imagen del rey Carlos II

Papachino hizo lo que pudo para acercarse a tierra y lo consiguió en Benidorm, donde estuvo cuarenta horas, y de allí se dirigió al puerto de Alicante. Al día siguiente elevó al rey un informe detallado de todo lo ocurrido. Tourville, por su parte, también escribió al ministro de Marina francés, dando su versión de los hechos, en el que se refería a Papachino como «el héroe de España».

Una vez que el informe llegó a la corte, el Gobierno aprobó el proceder de Papachino, señalando el rey “haber quedado satisfecho del valor con que se portó en el combate, muy conforme con el que había mostrado en todas ocasiones”; en cambio, mandó someter a un Consejo de Guerra a Juan Amant Bli, comandante de la fragata que se había rendido.

Las cifras finales

En total, tras un recuento general, en la parte española hubo, entre heridos graves y fallecidos, unos 180, mientras que en la francesa parece que también rondaron los 200 hombres. Todo ésto ocurrió tan sólo porque el almirante francés pretendió, estando en aguas españolas, que Papachino lo saludara antes. Al negarse éste se inició una batalla que acabó con unos 400 hombres fuera de combate entre muertos y heridos.

Más información

FERNÁNDEZ DURO, C. Etiquetas y saludos. En: Disquisiciones náuticas. Madrid: Instituto de Historia y Cultura Naval, 1996.

GONZÁLEZ PAÑERO, J.A. et al. Catálogo de la colección de documentos de Sanz de Barutell que posee el Museo Naval (serie Simancas), Madrid: Museo Naval, 1999.

MADUEÑO GALÁN, José Mª. Honorato Bonifacio Papachino. Real Academia de la Historia (s.f.).

VARGAS PONCE, J. Catálogo de la colección de documentos de Vargas Ponce que posee el Museo Naval (serie segunda: numeración arábiga), vol. III, t. 6, doc. 17 (9).

Ceremonial marítimo actual. 1988.

Ejecución de los saludos en la mar. 2017.

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