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Archive for junio 2020

Cuando los españoles descubrieron la existencia del continente americano y las grandes expediciones tuvieron su mayor apogeo, fueron miles las leyendas que surgieron en torno a nuevos territorios. Uno de ellas fue la existencia del estrecho de Anián.

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El estrecho de Anián en un mapa de Joan Martínez (1587). Fuente: Museo Naval de Madrid. Biblioteca Digital del Patrimonio Bibliográfico

El Estrecho de Juan de Fuca

Existía la creencia de que en el norte del Pacífico había un paso que daba entrada al Atlántico. Fueron muchos los navegantes que se adentraron en lo que se llamó la Alta California, y desde el siglo XVI bordearon la costa pacífica californiana en busca de una salida al Atlántico. Uno de los primeros fue Juan de Fuca, un navegante griego al servicio de la corona española, que fue en busca del llamado paso del noroeste.

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Detalle del estrecho de Juan de Fuca en una carta náutica española del siglo XVIII. Fuente BDH

El estrecho que lleva su nombre está a 48 grados al norte, pero todavía quedaba mucho por descubrir hasta llegar a un paso que uniera el Pacífico con otro mar, que no era el Atlántico.

Más intentos de encontrar el paso del Noroeste

El desconocimiento del Pacífico norte era general y absoluto, por lo que leyendas y mitos se mezclaban fácilmente con la realidad. En una carta que fray Andrés de Aguirre envió al arzobispo de México en 1583, se dice que:

«… no es de menos importancia proseguir el descubrimiento de aquella costa, de los 41º en adelante, para entender los secretos de ella, porque un angosto estrecho que llaman de Anián que según se tiene noticia es lo último descubierto de la costa de la China en cincuenta y dos grados de latitud» (Archivo General de Indias, México, 27).

Tras sus pasos fue Lorenzo Ferrer Maldonado a finales del siglo XVI. Afirmó, sin ningún argumento, que había llegado al estrecho de Anián a unos 60º al norte. Fue un embaucador que consiguió convencer a algunos eruditos, que creyeron su versión y en los siglos posteriores enviarían expediciones a esa zona. Del mismo estilo fantástico fue la aventura de Bartolomé de Fonte, que en 1640 dijo haber llegado sobre los 70 grados norte y haber hallado el estrecho. Contaba también que allí se había encontrado con un buque inglés que venía del Atlántico.

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Mapa del Ártico de Gerardus Mercator, edición de 1623, señalando el estrecho de Anian. Fuente: Gallica

Cartógrafos muy conocidos como Martínez, Ortelius, Mercator y Forlani incluyeron el estrecho en sus cartas. Incluso la Academia de Ciencias de París apostó por su existencia y por apoyar la versión de Ferrer Maldonado. Sobre el tema se publicaron varios libros que afirmaban la existencia del estrecho de Anián.

El estrecho de Anián señalado en un mapa de China del S. XVII. J. Hondius. Fuente: Gallica

La realidad, tal y como la entendemos hoy, es que hay un paso, mucho más arriba de lo que algunos afirmaban, pero no comunica el Pacífico con el Atlántico, sino con el Océano Ártico. Vitus Bering, un explorador danés al servicio del emperador ruso Pedro el Grande, cruzó este estrecho en 1728 y por eso lleva su nombre. En ese viaje, una parte de la tripulación murió de escorbuto. Se había demostrado que América y Asia no estaban unidas y que al Norte existía un estrecho corredor que separaba dos océanos, el Pacífico y el Ártico, como se puede ver en el mapa que se levantó con ocasión de esta expedición.

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El mapa que muestra el estrecho de Bering, todavía llamado de Anián. Fuente: Jefferys, 1776.

Curiosamente, antes de conocer los resultados de la expedición de Bering, muchos navegantes españoles, especialmente los oficiales de la Real Armada, tenían ya muy claro que allí no había ningún estrecho de Anián, pero las presiones del gobierno hicieron que se formara una expedición para buscar ese paso. Allí se dirigieron en 1792 las goletas Sutil y Mexicana, al mando de ilustres oficiales como Alcalá-Galiano y Cayetano Valdés, que pudieron corroborar, entre otros muchos asuntos, que en esas latitudes no existía el estrecho en cuestión.

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Vistas de costa levantadas desde las goletas Mexicana y Sutil, extraídas de las cartas de la expedición recogidas en la obra de Alcalá-Galiano, 1802. Fuente: BDH.

Si analizamos detenidamente estos relatos, es fácil entender que todos tenían su parte de razón, que había un estrecho, pero erraron en el lugar de localización y a la hora de afirmar los mares que conectaba. Toda una aventura, con muchos navegantes a la busca del paso del Noroeste, que en el siglo XVIII quedó claro que existía, aunque mucho más al Norte, en tierras polares.

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El estrecho de Bering. Fuente: Google Maps

Más información

ALCALÁ-GALIANO, Dionisio, et al. Relación del viage hecho por las goletas Sutil y Mexicana en el año de 1792 para reconocer el Estrecho de Fuca: con una introducción en que se da noticia de las expediciones executadas anteriormente por los españoles en busca del paso del noroeste de la América. Madrid: Imprenta Real, 1802.

JEFFERYS, Thomas. The Russian Discoveries, from the Map Published by the Imperial Academy of St. Petersburg. London, Printed for Robt. Sayer, Map & Printseller, Nº 53 Fleet Street. London, 1776.

LOSA CONTRERAS, Carmen. Miscelánea: Nota sobre «El ejército y la armada en el Noroeste de América: Nootka y su tiempo», de Leandro Martínez Peñas y Manuela Fernández (coord.). Revista de la Inquisición: (intolerancia y derechos humanos), 2013, 17, p. 271-274.

RODRÍGUEZ, Jimena. Mareantes mareados: El estrecho de Anián y las Naos a California. Romance Notes, 2015, 55,  4, p. 133-144.

SÁNCHEZ RAMOS, Valeriano. Lorenzo Ferrer de Maldonado (Berja, 1557-Madrid, 1626) y el paso del noroeste. El peculiar descubrimiento del mítico estrecho de Anián por las heladas aguas de Canadá y Alaska. Farua: Revista del Centro Virgitano de Estudios Históricos, 2013, 16, p. 65-92.

ZDENEK, Joseph W. La relación entre California y el Estrecho de Anián, según el cronista fray Antonio de la Ascensión. Revista de Occidente, 1974, n 132, p. 375-386.

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Los narvales, a pesar de que realmente existen, son animales acuáticos envueltos en magia y leyenda. El largo apéndice que sale de su cabeza les ha hecho protagonizar muchos relatos en los que se interpretaba su vida, origen y capacidades. Como viven en las aguas del Océano Ártico, no son muy conocidos, lo que ha dado lugar a que estas historias se distorsionen, muchas veces sin fundamento alguno.

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Un narval auténtico en el mar

Los inicios de la leyenda

El unicornio, ese animal quimérico empezó a ser conocido gracias a la imaginación de los trovadores durante la Edad Media. Previamente, un galeno griego del siglo IV a.C., que fue médico personal del rey persa Artajerjes II, había comenzado a escribir sobre él. Recogía rumores referidos al cuerno de un extraño animal que vivía en la India, del que se obtenían enormes beneficios para la salud (era afrodisíaco y curativo). Según contaba este autor, procedía de un caballo de gran envergadura con un solo cuerno en la cabeza. Esta defensa le permitía enfrentarse a los elefantes. Muy posiblemente se refería a los rinocerontes. Ya en el siglo I, Plinio el Viejo, un naturalista romano, recogía estas historias y denominó monocerote al animal, cuyo cuerno molido, al ser bebido, «preservaba de las enfermedades y de los venenos».

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Un dibujo del supuesto unicornio. Fuente

Durante la Edad Media en Europa no tenían constancia de la existencia de los cuernos de rinoceronte, pero gracias a los vikingos sí que se conocían los del narval, por lo que la asimilación fue sencilla (el apéndice del narval se creía que era el cuerno del rinoceronte indio). Además, se decía, entre otras cosas, que el unicornio podía purificar el agua envenenada por la serpiente.

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Unicornio en una marca de agua de papel medieval español . Fuente: Valls, 1978

Fuera del viejo continente también existían mitos y leyendas sobre este animal, como en Persia, India, China, en algunos lugares de África, así como en las mitologías americanas.

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Tapiz sobre «la dama y el unicornio»

La leyenda de su origen terrestre

Hay un relato fantástico que habla de estos animales, los sitúa primero en tierra y luego en el mar, tras una persecución:

Los narvales eran animales blancos que vivían en un bosque cercano al mar. Era fácil distinguirlos por su cuerno helicoidal al que se atribuían poderes mágicos. Eran muy huidizos y las personas apenas sabían nada de ellos, con excepción de los poderes mágicos del cuerno que portaban en la cabeza. Un rey ordenó atraparlos a todos para conseguir su magia. La mayoría fueron exterminados y los pocos que quedaron se lanzaron al mar por el acantilado. Desde entonces viven allí. (Sintetizado del texto de Cuevas 2019)

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Ilustración de un libro del siglo XVI en el que se dibuja el supuesto antepasado terrestre del narval (Paré, 1582)

Ésta sería, posiblemente, la explicación de cómo un animal que en las leyendas habitaba en la tierra, pasó a ser acuático.

El «cuerno» del narval

No es nada raro que la primera vez que se ve un narval, aunque sea en una ilustración, se piense que la protuberancia que le sale de la cabeza es un cuerno. Sin embargo, está demostrado que es un diente.

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Un narval (parte inferior izquierda) en la obra de O. Magnus. Fuente

Estos apéndices eran frecuentemente utilizados por los vikingos para el intercambio de mercancías. De hecho, parece que su nombre actual deriva del que ellos mismos le dieron. Su otra denominación, la científica (Monodon monoceros según Linnaeus, 1758) está basada en el que Plinio le dio al supuesto unicornio.

Uno de los primeros autores en nombrarlo, dibujarlo y describirlo fue Olaus Magnus en el sigo XVI. Hablaba del peligro que suponía para los marineros y para la navegación en las aguas del Ártico.

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Narval en el mapa del mar de O. Magnus.

Durante el Renacimiento los gabinetes de historia natural solían adquirir un diente de narval para sus colecciones. Estudiosos como Ole Worm (1588-1654) llegó a algunas conclusiones científicas importantes, demostrando, por ejemplo, que el mítico «cuerno del unicornio» pertenecía en realidad a un mamífero marino: el narval.

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Un apéndice de narval. Fuente: Valero

Benito Feijoo, ya en el siglo XVIII, le dedicó al narval el discurso XVIII en su obra Demonstracion critico-apologetica del theatro critico universal, Hace un repaso de los autores que han tratado el tema, y ya afirma que «el cuerno está como continuo del cráneo y encajado en la mandíbula». Aparte de su temprana afirmación del reconocimiento del diente, también aclara que el animal del que se habla vive en el agua «estos cuernos se hallan en las ondas (mar), no en las selvas», y añade «que los portugueses, que han viajado tanto, creen que el unicornio, si lo hay, es animal marino».

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El narval dibujado en la obra de BUFFON, G. Histoire naturelle, générale et particuliére. Cétacés. París, 1749-1804. Fuente: Gallica.

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Otra representación del siglo XVIII que diferenciaba el supuesto unicornio de mar del narval. Ransonnette, Nicolas. Illustrations de Superstitions orientales. Paris, 1785. Fuente: Gallica

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Dibujo del siglo XIX, mucho más realista. Greville, R. Illustrations de An Account of the Artic Regions with a history. Edinburgh, 1820. Fuente: Gallica

Para concluir

Este magnífico y único animal marino, cuyas ilustraciones hemos tratado de recoger en esta entrada, ha formado parte de las leyendas como el unicornio que cura las enfermedades, que libra de los venenos y que mejora la salud. En época medieval se identificó con la pureza y la valentía. Su apéndice se confundió con el cuerno del animal terrestre que parece que dio pie al mito: el rinoceronte. Durante siglos autores y navegantes han hablado sobre él. Hoy sabemos que se encuentra en las zonas polares y que su famoso «cuerno» es un diente, como ya aclaraba Feijoo en el siglo XVIII.

Más información

BRUEMMERF.  The Narwhal: Unicorn of the SeaShrewsburySwan Hill Press, 1993.

CUEVAS GUINTO, M.A. Textos «bizarros». 2019.

GREVILLE, Robert Kaye. Illustrations de An Account of the Artic Regions with a history. Edinburgh, 1820.

IMPEY, O. y MAC GREGOR, A. The origins of museums: The cabinet of curiosities in sixteenth ―and seventeenth― century Europe. Oxford, Clarendon, 1985.

PARÉ, Ambroise. Discours d’Ambroise Paré,… asçavoir, de la mumie, des venins, de la licorne et de la peste, avec une table des plus notables matières contenues esdits discours, 1582.

PLUSKOWSKI,  A. Narwhals or unicorns? Exotic Animals as material culture in medieval Europe. European Journal of Archaeology, 2004,  7 , 3, p.  291-313.

VALERO DE BERNABÉ, Luis y DE EUGENIO, Martín. El Unicornio en la Heráldica Española. (s.f.)

VALLS Y SUBIRÁ, Oriol. La historia del papel en España. Madrid: Empresa Nacional de Celulosa, 1978.

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Durante la Edad Media lo que hoy llamamos la «visión del mundo» era muy restringida. Las invasiones y la inseguridad que supusieron habían generado un miedo atroz a lo desconocido,  lo que sumado a la poca alfabetización y a los temores procedentes de las creencias religiosas, cerraron el horizonte de la mayoría de la población. Más allá del mar había un océano impenetrable, lleno de monstruos. También surgían precipicios gigantescos que era imposible salvar. Estas visiones eran muy comunes y están magníficamente recogidas en los beatos medievales.

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En el siglo VI un obispo español, San Isidoro, comenzó a dibujar el mundo conocido. La forma que eligió para hacerlo definió durante siglos las representaciones cartográficas en toda Europa y nos ha dejado los mapas conocidos por la forma que tenía, denominados «T en O», que tuvieron algunas variaciones durante todo el periodo medieval.

Los mapas «T en O»

Los mapas T en O (discarios, Orbis Terrarum) son cartogramas que se hicieron a partir del Orbis Terrarum romano, pero su origen medieval está claramente en las Etimologías de San Isidoro.

Mapa T en O de San Isidoro

El mundo, tal y como se concebía en esos momentos, era el ecumene y las aguas formaban el Océano, dos conceptos aparentemente simples, que la Teología terminó haciendo mucho más complejos. Intentaba reflejar en ellos los textos sagrados y buscaba metáforas con las que los cristianos pudieran identificar y comprender muchos de los fenómenos que les rodeaban. Eran la representación de la visión teocéntrica medieval.

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Discario con preciosos barcos recorriendo las aguas. Fuente: Proyecto Clio

En un primer momento estaban divididos en tres zonas (que forman la T), que se corresponden con las 3 masas continentales entonces conocidas, que aparecen rodeadas de agua (que dan forma a la O). Jerusalén se consideraba el centro del mundo, obedeciendo con ello a lo anunciado en las escrituras de Ezequiel. La parte oriental (donde estaban la ciudad santa y el paraíso) aparecían arriba, mientras que los otros continentes se desplazaban a la parte inferior.

Otro mapa T en O, que aparece en el Liber Floridus (S. XII)

Las aguas separan los continentes, que articulados según una forma de T, hacen alusión a la cruz. El mar Mediterráneo aparece entre Europa y África, en el eje vertical del dibujo. En el otro eje, dos ríos, el Nilo y Tanais (el Don actual) separaban Europa del continente asiático. Posteriormente fueron añadiéndose otros mares, como el Mar Negro (Ponto Euxino) y varios ríos. Solían aparecer también los nombres de los 3 hijos de Noé asociados a cada continente (Sem en Asia, Cam en África y Jafet en Europa).

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Mapa de T en O, contenido en La Fleur des Histoires (1459-1463). Fuente

Años más tarde fueron surgiendo variaciones como la forma cuatripartita, introduciendo un nuevo continente del que hablaba ya San Isidoro, delimitado por el mar Eritreo, que lo separaba de África.

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Representación de la visión cuatripartita según Woodward 1985

Aparte de esta visión plasmada en los Beatos, hubo una corriente que desarrolló la idea isidoriana de otra forma. Se dio sobre todo en Inglaterra y sus máximos exponentes son los mapas de Ebstorf y Hereford. No abandonan del todo la parte esférica, pero desarrollan elementos distintos. La última versión de esta forma de ver el mundo es el planisferio de Fra Mauro (siglo XV).

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El mapa del Salterio (siglo XIII). Fuente: British Library, Ms. 28681 fol-9r

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Mapa del Polycronicon de Higden. Fuente: British Library

La tierra no era plana

Woorward afirma que, al contrario de lo que podría pensarse inicialmente, la adopción de este esquema no implica necesariamente la asunción de la planicie de la tierra. Los grandes padres de la iglesia (San Agustín, Plinio o Macrobio) heredaron de la Antigüedad clásica la idea de la esfericidad del planeta. Esta visión no entraba en contradicción con la doctrina cristiana. La representación de la tierra en un esquema de T en O se debe, más bien a las dificultades técnicas de reproducción de una superficie esférica en un plano, superadas sólo hacia el siglo XV con el re-descubrimiento de la Geografía de Ptolomeo.

Este “ideograma geométrico” –la T dentro de la O– formó el centro de toda la producción cartográfica medieval, al menos hasta la aparición y el desarrollo de las cartas portulanas, portadoras de una visión radicalmente distinta. La cartografía medieval representaba, por lo tanto, una mezcla de imaginación, terror y creatividad única, algunas de cuyas obras hoy podemos contemplar digitalizadas.

Más información

ARIZA MORENO, Valentina. En torno a la cartografía medieval. Forma: revista d’estudis comparatius. Art, literatura, pensament, 2009.

Cartografía de la Alta Edad Media. Valdeperrillos, 2007

Caleidocarto. 2016.

GÓMEZ ARANDA, Mariano. Teorías astronómicas y astrológicas en el «Comentario de Abraham Ibn Ezra al libro del Eclesiastés». Sefarad, 1995, 55, 2, p. 257-272.

OLCINA CANTOS, Jorge y RICO AMORÓS, Antonio M. (ed.). Libro jubilar en Homenaje al Profesor Antonio Gil Olcina. Versión ampliada. Alicante: Universidad, 2016. 

WOODWARD, David. Reality, symbolism, time and space in medieval world maps. Annals of the Association of American Geographers, 1985, 75, 4, p. 510-521.

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Las islas suelen tener historias realmente interesantes y su situación geográfica las lleva a formar parte de acontecimientos importantes. Éste es el caso de una que ha actuado a modo de puente entre España y Francia durante la Edad Moderna. Es la isla de los Faisanes, un pequeño territorio situado en el río Bidasoa, que actualmente es un condominio que comparten ambos países. Ocupa un espacio de 114 por 25 m. y se encuentra en la frontera, de modo que una orilla es española y la otra es gala.

condominio

Aparte de ser el condominio más pequeño del mundo y de haber estado poblado desde la prehistoria, formó parte de grandes imperios e importantes reinos. Actualmente está administrado durante 6 meses por España (de febrero a julio) y otros 6 por Francia (de agosto a enero). Su nombre, por cierto, no se debe a que en ella hubieran vivido faisanes alguna vez, sino a que era conocida como isla de paso y de ahí se llegó, con los siglos y con las múltiples traducciones, a su actual denominación.

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La isla de los Faisanes en una pintura de J. Salis (siglo XX)

Aunque ha sido testigo de numerosos acontecimientos históricos, los que más se recuerdan son las firmas de varios tratados franco-españoles. El primero se ratificó en 1615, sellándose con la boda del rey francés Luis XIII y la princesa española Ana de Austria, hija de Felipe III. Paralelamente los hermanos de ambos (Isabel de Borbón y el futuro Felipe IV) también contrajeron matrimonio en este enclave.

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Ana de Austria, reina de Francia, pintada por Rubens. Museo del Louvre

Casi cincuenta años después allí se firmó la Paz de los Pirineos (1659). El tratado ponía fin a una etapa llena de hostilidades entre ambas naciones, iniciadas en 1620, cuando Francia entró en la Guerra de los Treinta Años, tras la victoria de las tropas españolas contra los rebeldes holandeses y los suecos en Nördlingen. Acabada esta guerra en 1648, ambos reinos prolongaron su lucha hasta la firma de la paz. Los representantes de Felipe IV y de Luis XIV (Luis de Haro y el cardenal Mazarino, respectivamente), reunidos en la isla de los Faisanes, debatieron durante meses los términos del acuerdo.

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Llegada de las comitivas española y francesa al pabellón de la isla de los Faisanes,  en un dibujo de Pedro de Villafranca. BNE Fuente

En este tratado también se acordó otra boda, esta vez entre el rey de Francia Luis XIV  y la infanta española María Teresa de Austria (ambos hijos de los contrayentes anteriores). Este segundo encuentro es el que se recoge en las ilustraciones.

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El pabellón del rey de España y la pasarela para llegar a la isla

La firma el tratado

Se hicieron varias representaciones del encuentro franco-español (Chavarría 2010). Aquí recogemos dos que ilustran este acuerdo de paz. En el primero se detallan muchos de los preparativos (que son la mayoría de las imágenes aquí incluidas) y en el segundo se representa, además, la comitiva real.

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Isla de los Faisanes, llamada aquí «de la Conferencia»,  por ser el centro de reunión franco-español para la firma de los tratados de paz. Obra de S.P. de Beaulieu. Fuente: Gallica

El autor del primero fue Sébastien Pontault de Beaulieu (1612-1674), un ingeniero, militar y dibujante francés. Recoge con enorme detalle la disposición de las tropas de ambos reinos, el camino a recorrer por los monarcas y dónde se debían situar para firmar el tratado.

Distribucion isla

Distribución de la isla durante la firma del tratado. Se puede apreciar la línea divisoria y a la izquierda un espacio común

Para la firma debían cruzar desde la orilla, por lo que para que fuera más fácil y no tuvieran que embarcar, se creó un pontón con barcas.

Ponton con barcas

Pontón con barcas

Entre las tropas dibujadas destaca la infantería española y los caballeros de Luis de Haro (sobrino del Duque de Olivares). Por parte francesa también aparecen los conocidos mosqueteros, aunque en el dibujo se les llama guardias de Mazarino. Éstos inspiraron al autor Alejandro Dumas, que escribió la famosa novela sobre «Los Tres Mosqueteros». La reina que aparece en dicha obra es Ana de Austria, la infanta española hija de Felipe III, que se había casado con Luis XIII, y a la que Dumas atribuye la relación amorosa con el Duque de Buckingham.

Mosqueteros de Mazarino

Los famosos mosqueteros

El autor del segundo dibujo fue Adam Perrelle, que trabajó con el primero. En su ilustración aparece el séquito desfilando por la pasarela creada para la firma de la paz.

Comitivas

Detalla del dibujo de A. Perrelle en el que aparecen dibujadas las comitivas pasando por el pontón.

Síntesis

Una pequeñísima isla que gracias a su situación estratégica ha sido teatro de operaciones diplomáticas, así como lugar de acuerdo de importante bodas entre la realeza de la casa de Austria española y la de Borbón francesa. Por ello ha quedado inmortalizada en diferentes representaciones, lo que nos permite apreciar importantes detalles de acontecimientos del siglo XVII, como la disposición de las tropas o la división establecida para la firma de la paz, así como poder ver dibujados a los famosos mosqueteros.

Nota: ambas ilustraciones se pueden encontrar en la Biblioteca Digital Hispánica. La primera está en un libro, acompañada de otras imágenes, con los textos y los asistentes al acto de la firma del tratado de paz: Les Plans, et Profils des principales Villes, et lieux considerables de la Principauté de Catalogne (p. 89 y ss). La segunda en la obra titulada L’Isle de la Conference: ou la Paix generalle a esté conclue entre la France et l’Espagne le 7 Novemb. 1659. El repositorio digital de la Biblioteca Nacional francesa tiene la primera ilustración (Plan de l’Isle des Faisans à présent…), aunque no se incluye el autor.

Más información

COLOMER, José Luis (ed.). Arte y diplomacia de la Monarquía Hispánica en el siglo XVII. Madrid: CEEH, 2003.

CHAVARRÍA MÚGICA, Fernando. La frontera ceremonial y la frontera real: el Tratado de los Pirineos y la reavivación del conflicto por el dominio del río Bidasoa (1659-1668). Del tractat dels Pirineus a l’Europa del segle XXI: un model en construcció?: actes del congrés; Barcelona-Perpinyà, 2010.

DE CÁRDENAS, Juan F. La misión de D. Antonio Pimentel… y el Cardenal Mazarino y D. Luis de Haro frente a frente en la isla de los Faisanes. Patronato de la Universidad de Deusto (s.f.).

GARCÍA PIQUER, Deborah. La paz en la emblemática y el arte en el contexto de la Paz de los Pirineos (1659). Imágenes nupciales y festivas. Fòrum de Recerca, 2016, 21, p. 119-136.

PANCORBO, Luis. La isla de los Faisanes. Viajar: la primera revista española de viajes, 2016, 445, p. 96.

SÁINZ, Luis Ignacio. La isla de los faisanes: Diego de Velázquez y Felipe IV,  Reflexiones sobre las representaciones políticasArgumentos, 2006, 19, 51, p. 147-167.

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La mayor parte de las armadas cuentan con un magnífico patrimonio construido por los mejores arquitectos del momento. A pesar de que suelen ser una muestra del esplendor y el buen hacer del pasado, en algunos países no son siempre identificados ni tratados como edificios históricos, mientras que en otros son apreciados como escenarios clave de la historia nacional.

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El edificio construido a principios del siglo XIX para albergar la Academia de Guardiamarinas de Cartagena. Hoy atiende «servicios generales» de la Armada y guarda la Biblioteca Naval

Una vez que finaliza su papel naval o marítimo, se debe dar paso a su revalorización, ya que este patrimonio se caracteriza por su diversidad de arquitectura e ingeniería. La «belleza de la utilidad» que ejemplifican muchos de los edificios navales históricos es, a la vez, expresiva del poder y el gusto del estado, y un desafío particular para la reutilización apropiada en términos físicos y económicos.

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Antiguo edificio de la Capitanía General de la Armada en San Fernando, hoy sede del Museo Naval

La existencia de leyes y prácticas de conservación pueden permitir, pero también inhibir, el desarrollo de nuevas actividades en el interior de estos inmuebles. En los mejores ejemplos de reutilización beneficiosa, la robustez inherente de los edificios navales se respeta e incluso se celebra, no borrando su larga historia, sino agregando nuevas capas de significado.

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Antiguo hospital de Marina de Cartagena, hoy transformado en uno de los edificios de la Universidad Politécnica

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Edificio de las antiguas Herrerías de la Armada. Desde el año 2005 convertido en Museo de la Construcción Naval, en Ferrol

En España hay múltiples ejemplos, asociados muchos de ellos a las antiguas capitanías generales de los departamentos marítimos de Cádiz, Cartagena y Ferrol, pero en otros lugares también edificios históricos han sido reutilizados para actividades culturales. La mayor parte de ellas están asociadas a su uso como sede de museos navales, universidades, asociaciones y fundaciones. Algunos ejemplos destacables son el de la Universidad Politécnica de Cartagena y el Museo Naval de la ciudad, cuyos magníficos edificios restaurados pueden verse en las imágenes inferiores. Esta rehabilitación, que además ha variado completamente el uso del espacio colindante y contribuido a dinamizar una zona deprimida, ha conseguido varios premios.

Fuera del ámbito de la Armada también hay varios ejemplos y uno de los más conocidos es el de las Atarazanas Reales de Barcelona, hoy convertidas en sede del Museo Marítimo. En el resto de Europa hay ejemplos, como la conversión del Royal Hospital de Greenwich para la docencia universitaria, nuevos usos para edificios navales alrededor del puerto de Portsmouth, las magníficas instalaciones de Arsenale en Venecia, la infraestructura sueca en Karlskrona y también el Royal Woolwich Arsenal, en el río Támesis, en Londres.

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Edificio de la Universidad de Greenwich (UK)

Más información

CÁNOVAS SÁNCHEZ, Bartolomé. Museo Naval de Ferrol: pasado, presente y futuro. Revista General de Marina, 2016,  270, 2, p. 229-247.

CLARK, C. Coming into the light: the rediscovery and reuse of naval heritage buildingsWIT Transactions on the Built Environment, 2005, 79.

CHACÓN BULNES, José Manuel. La Casa Negra: el Cuartel de Presidiarios y Esclavos de Cartagena. Cartagena: Universidad Politécnica, Servicio de Documentación, 2012.

MORENO VEGA, Alberto y SÁNCHEZ MUSTIELES, Diana. Los tinglados portuarios de Sevilla y Valencia, magníficos contenedores para nuevos usos. En III Jornadas Andaluzas de Patrimonio Industrial y de la Obra Pública: 23, 24 y 25 de octubre de 2014. Fundación Patrimonio Industrial de Andalucía, 2015. p. 61.

RODRÍGUEZ GARCÍA, José Benito. Rehabilitación de un edificio del s. XVIII en el Arsenal de Ferrol. 1993.

SCHUBERT, Dirk, et al. Transformación de zonas portuarias y costeras en desuso: experiencias, posibilidades y problemasCiudades: Revista del Instituto Universitario de Urbanística de la Universidad de Valladolid, 2004, 8, p. 15-36.

ZÁRATE MARTÍN, Manuel Antonio y GARCÍA FERRERO, Alejandro. Los museos, oferta consolidada para el turismo sostenible y la calidad del paisaje. Arbor, 2017, 193, 785, p. 401.

 

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