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Archive for May 2012

Long John Silver, el pirata de «La lsla del Tesoro», la obra de Stevenson

«El código de los piratas» ¿Mito o realidad?

Por José A. Mármol Martínez y Manuel Muñoz Viñegla

Introducción

En la actualidad, debido a la influencia de la literatura y del cine, el llamado código-pirata es considerado como una serie de reglas de conducta comunes a todos los piratas. Es una especie de «código de honor» entre ladrones, supuestamente redactado por los piratas Bartholomew Roberts y Henry Morgan, siendo el primero el autor de la parte «teórica» del código y Morgan de la parte «práctica», debido a los duros castigos que imponía en sus expediciones.

Sin embargo, no existe tal cosa. En realidad no había un código único sino que cada capitán, cada capitán o barco, poseía su propias reglas, vistas éstas como una serie de normas para la convivencia y servicios, mientras que la implicación de Roberts y Morgan como autores del código universal mítico se debe a que fueron los primeros en redactar uno para su barco. A decir verdad, era algo más que unas simples normas de trabajo: se convirtió en la constitución del Estado que representaban el barco y su capitán.

El pirata

Antes de hablar del código, debemos saber qué tipo de gente componía estas bandas. ¿Quiénes eran y por qué motivo se convertían en piratas?.

Eran gentes con bajos recursos, así como delincuentes, vagabundos y desertores. Los «novatos» que se enrolaban en un barco pirata aprendían el oficio de manera empírica, bajo la tutela de algún maestro, que les enseñaba el manejo de la nave, de la artillería, las costumbres entre la tripulación, las rutas, los fenómenos climáticos, castigos crueles, leyes exóticas y el código del barco. Finalmente, se les asignaba también una parte del botín.

El célebre pirata Barbanegra

Muchos se hacían piratas por falta de recursos, o también porque su barco había sido asaltado: tenían que elegir entre hundirse con él o unirse a los piratas.

Los recién incorporados con el tiempo podían, o no, ascender en la jerarquía de la tripulación, dependiendo de que tuvieran ciertas capacidades tales como la astucia, el conocimiento y el espíritu, es decir, según era su nivel de adaptación al mundo que les rodeaba.

El pirata William Kidd (1645-1701)

Para mantener su prestigio, el capitán debía tener éxito en las expediciones. Si fracasaba era depuesto. Si ganaba muchos botines, pasados unos años se terminaba convirtiendo en una leyenda.

Para los piratas no había respeto alguno por ninguna bandera, ya que barco que veían, barco que asaltaban. El mejor momento para un pirata era volver a su guarida tras un golpe exitoso. Sin embargo, a pesar de sus códigos particulares, su comportamiento era igual que el de las restantes gentes del mar.

El código

Hay tres momentos clave en la historia de una expedición pirata. El primero era la búsqueda de una tripulación, de unos hombres dispuestos a dar la vida por la empresa. El segundo consistía en estipular el reparto del botín. Y el tercero, la redacción de la llamada «Charter Party» o «código de conducta» a bordo, el cual dio lugar al mito del código de los piratas. En esta etapa se buscan las naves, se embarca a la tripulación definitiva y se hace «oficial» la expedición. La «Charter Party» es promulgada por el capitán y aprobada por todos en el inicio de la aventura, lo que supone una puesta por escrito del código antes estipulado verbalmente. En dicha acta se definen los castigos, las acciones censurables y sus consecuencias.

Después de la búsqueda de la tripulación y de haber concluido un bosquejo de la «Chartie Partie» definitiva, se va gestando el código que reglamentará la vida en el barco y el comportamiento durante la aventura. En esta segunda reunión, se define lo más importante: la parte del botín que se llevará cada uno. Existen unas líneas comunes en todos los buques, como que no todos recibían la misma fracción. Así, la empresa era comunitaria y capitalista. El “capitalismo” se refleja en el reparto del botín, donde cada uno recibe en consonancia con lo que ha aportado.

Buena parte era para el capitán. Entre los gastos comunales los más recurrentes eran el sueldo del carpintero y del cirujano, a los que se les pagaba más porque tenían que sufragar los pertrechos y medicamentos de su bolsillo.

El resto del botín se repartía de la siguiente forma: media parte para los aprendices; una parte para la marinería; dos para el capitán (además de los otros beneficios que ya obtenía) y otras dos para el contramaestre. Si el capitán ponía el barco a la causa recibía otras cinco o seis partes adicionales.

Descendiendo a las cantidades, se estima que entre 100-150 pesos eran para el sueldo del carpintero, y 200-250 para el cirujano. Había también una especie de indemnización para los mutilados, que comprendía pagos según el miembro perdido: 600 pesos por un brazo derecho, 500 por la extremidad superior izquierda; 500 por la pierna derecha, 400 por la pierna izquierda y 100 por un ojo. A veces aumentaban las indemnizaciones como incentivo (como lo hizo Morgan para excitar el arrojo de su tripulación en el ataque a Panamá). En cuanto a las provisiones, que normalmente eran robadas, se llevaban a bordo y se repartían de manera igualitaria.

Una vez se redactaba el código, en el puente del barco cada tripulante lo juraba ante un vaso de ron y una Biblia (o crucifijo o hacha de abordaje, a falta de Biblia). Lo único imprescindible era el vaso de ron, firmando el documento con su nombre o con una cruz. Esta «Charter Party» era una especie de acta de la reunión donde se reflejaba su lugar y fecha, el nombre del barco, objetivos de la empresa y relación de fraternidad entre la tripulación, se establecía el reparto del botín y se proclamaba la obediencia a los jefes. A éste se pueden unir otros juramentos como luchar hasta morir, no ocultar ninguna parte del botín, entre otros.

Quebrantamiento del código

Antes de partir, el capitán leía en voz alta para toda la tripulación la «Charter Party». Quedaban todos advertidos ante el quebrantamiento del código. Como ya hemos dicho, no todos los códigos eran iguales, pero normalmente se consideraban delitos graves ocultar de parte del botín, el robo a los compañeros, hacer trampas en el juego, desertar en un momento importante, matar a un hermano o no tener las armas listas en el momento del abordaje. Otros menos graves podían ser fumar cuando estaba prohibido, pelear con un compañero o forzar a una mujer honesta.

Los delitos eran castigados por el contramaestre o por el capitán.

La Cofradía de los Hermanos de la Costa

Aunque lo más frecuente era que el capitán ejerciera la autoridad judicial en el barco, otras veces los delitos podían ser juzgados por la denominada justicia de Tortuga (o Jamaica) a cargo de la Cofradía de los Hermanos de la Costa, que era una asociación de filibusteros que buscaba garantizar el libre ejercicio independiente de la piratería por sus asociados, que estaba dirigido por un Consejo de Ancianos cuya misión era conservar la pureza del espíritu libertario y decidir la admisión de nuevos hermanos asociados. Esta Cofradía actuaba como una corporación pirata: poseía sus propios barcos y realizaba sus propias acciones delictivas.

Usualmente el homicida era arrojado al mar atado al cadáver de su víctima, mientras que otras veces se le dejaba en un islote rocoso para que se ahogase cuando subiera la marea. Si el delito no era muy grave, se le dejaba en territorio español con una botella de agua, algo de pólvora y un arma pequeña con municiones, dejándolo a su suerte («Marooning»). Otros castigos menores eran la privación de su parte del botín, el paso por la quilla, obligación de subir al palo mayor con mal tiempo y los latigazos (que no eran usuales). Para las rencillas entre miembros de la tripulación, se hacían duelos a sable o a pistola, comúnmente hasta que uno de ellos resultaba herido a pistola, normalmente a primera sangre.

En cuanto a los prisioneros que podrían coger en sus expediciones, el código no estipulaba ninguna conducta específica, aunque los capitanes recurrían a costumbres tradicionales basadas en la extorsión y la crueldad, tales como pedir rescates, tortura para que dijeran donde estaban sus tesoros (les cortaban la lengua si no confesaban) o castigos corporales como amputación de miembros.

Conclusiones

En conclusión, queda claro que la literatura y el cine han mitificado la realidad histórica.

Sin embargo, los códigos tampoco eran simples directrices que uno podría saltarse, sino que representaban una «constitución» si consideramos el barco como un Estado, al capitán como el jefe del mismo y los tripulantes como sus súbditos; concepción parecida a la expresada por Thomas Hobbes en su obra Leviatán, donde también los tripulantes tienen la facultad de deponer al jefe si consideran que no cumple con sus deberes según el código acordado.

En definitiva, el código era la búsqueda de un espacio en el que parecía primar la libertad absoluta, especialmente si lo comparamos con los parámetros de la sociedad que los había expulsado y condenado a una vida que, como el mar, tiene sus momentos de tensa calma, de mareas estruendosas y de infinita quietud y placer.

Texto basado en EXQUEMELIN, A. O. Piratas de América. Madrid: Ed. Dastin, 2002.

Más información

ABELLA, R. Los Halcones del Mar. Barcelona: Ed. Martínez Roca, 1999.

LUCENA SALMORAL, M. Piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros. Madrid: Ed. Síntesis, 2005.

PÉREZ VALENZUELA, P. Historias de Piratas. San José: Ed. Educa, 1977.

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Autor: Pedro Fondevila Silva

El Reglamento de 1728

Las Galeras como Cuerpo diferente a la Armada también fueron reorganizadas. El 12 de junio de 1728 se emitió una Real Orden con la denominación de «Reglamento que el Rey manda se observe para el Establecimiento y Régimen de su Escuadra de Galeras». Dentro del citado documento aparece otro “Reglamento para la formación del Batallón de Marina que ha de servir de guarnición para las Galeras…”.

Veamos los artículos relacionados con los granaderos:

    “Habiéndose considerado indispensable el que para el perfecto armamento de las Galeras haya Gente de Guerra que las guarnezca, se deberá formar un Cuerpo con el nombre de Batallón de las Galeras (más tarde tomó el nombre de Mediterráneo)…”

    “El referido batallón se compondrá del número de 770 hombres, en que solo se comprenderá Sargentos, Cabos, Tambores y Soldados.”

    “Cada granadero gozará 15 cuartos al día……Cada soldado ha de gozar 14 cuartos al día…”

    “El vestuario debe consistir en…, un sombrero (de tres picos)…, una birretina y una bolsa granadera con su hachuela”.

    “… y el de los granaderos (vestido), para diferenciarse de los soldados sencillos, tendrá tres ojales en cada manga puestos sobre el codo a la dragona, hechos del mismo galón (de oro), que cada uno fenecerá con un alamar de seda o lanilla fina roja, mezclada con un poco de hilo de oro”.

Si comparamos esta Real Orden con la de la Infantería de la Armada vemos que, aquí, el empleo de granadero tiene existencia diferenciada de la del soldado, que cobra más que éste, y que como distintivo, para distinguirse de los soldados sencillos, usaban tres ojales de oro en cada manga. Este último punto tiene una gran importancia, pues es el primer antecedente de las sardinetas de la Infantería de Marina.

Resta decir, aunque se detallará en el apartado correspondiente, que la uniformidad del batallón de galeras fue diferente al del resto de los batallones de Marina, pues en su uniforme predominaba el color rojo, que era el tono distintivo de las galeras, y, aunque sufrió alguna modificación a lo largo del tiempo, siempre mantuvo la diferencia de uniformidad hasta la disolución del Cuerpo de Galeras. La supresión de la Escuadra de Galeras se ordenó por la Real Orden de 28 de noviembre de 1748, en la cual, entre otras disposiciones, se mandaba:

    “A los Sargentos, Tambores, Pífanos, Cabos, Granaderos y Soldados se agregará a los Batallones de Marina para reemplazo de las faltas que tienen sus compañías.”

Así desapareció un Cuerpo y una infantería peculiar, pues, aunque en 1785 se restableció la Escuadra de Galeras (que no el Cuerpo), la infantería de guarnición fue de los Batallones de Marina.

Volvamos, ahora, sobre los soldados de los Batallones. Durante 50 años no se produce ninguna novedad en relación con los granaderos. Hay algunos cambios en la uniformidad y en las divisas de los sargentos y cabos, pero nada aparece sobre los granaderos, aunque la gorra granadera sigue apareciendo en las contratas de vestuario. En 1784 desaparece la bolsa granadera, y con ella la hachuela, comenzando a usarse la cartuchera; también se abandona el uso del frasco de pólvora por la generalización del cartucho.

En 1789 se produce el acontecimiento: ¡aparecen los granaderos!, por Real Orden de 25 de agosto de 1789 se dispone:

    “Ha resuelto el Rey que en cada Compañía de los Batallones de Marina, haya nombrados de plaza fija, un Cabo primero, otro segundo y diez y seis soldados, para servir de Granaderos en los casos que fuere necesario, debiendo llevar en la vuelta de la casaca, una granada abierta de estambre o lana amarilla, con un cordón de oro al canto para que los diferencie de los fusileros, y con el goce al mes de sesenta y siete reales de vellón el cabo primero, cincuenta y siete el cabo segundo, y cuarenta y ocho el granadero. Notíciolo a V.S. de real orden para su inteligencia, y la de esos Oficios Principales, y a fin de que se pase las correspondientes a los Intendentes de los otros Departamentos.

    Dios guarde a V.S. muchos años.
    Madrid veinte y cinco de agosto de mil setecientos ochenta y nueve. Valdés

    Sr. DN. Joaquín Gutiérrez de Rubalcaba
    Es copia de la original que para estos Oficios Principales de mi cargo de que Certifico.

    Isla de León cuatro de septiembre de mil setecientos ochenta y nueve.

    Firmado: Alejandro de Terán”

Como resumen de todo lo expuesto podemos concluir:

– Desde su creación hasta 1789 el Cuerpo de Batallones de Marina no tuvo plazas fijas de granaderos.

– Que, sin embargo, todos sus soldados están adiestrados como granaderos y que su vestuario, además de las prendas de soldado sencillo, contiene las correspondientes a los granaderos.

– Que la Infantería de Galeras contó, desde finales del siglo XVII, con granaderos, teniendo estos sueldo y divisas diferentes de las de los soldados. Las divisas fueron el primer antecedente de las sardinetas de Infantería de Marina.

– Que en 1789 se crean los granaderos en los Batallones de Marina, con sueldo y divisa propia, pero sin las sardinetas.

Llegados aquí el lector se preguntará: ¿cuando recibió las sardinetas la Infantería de Marina? El propósito del autor era tratar este tema en el apartado de uniformidad, explicando, así mismo, los motivos para que se haya pensado que los Batallones tuvieran granaderos antes del año citado. Pero es justo que no hagamos esperar al lector. Al finalizar la Guerra de la Independencia, se autorizó el uso de las sardinetas a todo el Cuerpo por Real Orden de 15 de octubre de 1815, que dice así:

    “Enterado el Rey Nuestro Señor, por el oficio de V.E. de 5 del corriente de que el Serenísimo Señor Infante Almirante General ha dado al Coronel del Primer Regimiento de Marina el galón de oro suficiente para poner divisa a los sargentos en el cuello y vueltas de la casaca, igualmente que en los morriones, con la prevención de que a la tropa se pusiese galones y sardinetas de estambre en las vueltas de la mangas, como usan los Batallones de Reales Guardias, se ha servido S.M. aprobar esta disposición de Su Alteza, y quiere que lo mismo se practique con los demás Regimientos y Batallones de Marina, haciéndose notorio en la Armada esta Declaración.”

Por estas fechas comienza el abandono, por parte del gobierno, de la Marina, lo que se traduce en una reducción de los efectivos y unidades de la Infantería de Marina, cuyos soldados iban harapientos y muertos de hambre por el retraso en sus pagas y en el socorro diario.

No obstante, por Real Orden de 13 de octubre de 1815 se da nueva uniformidad al Cuerpo, que ya había visto modificado su vestuario a la moda inglesa durante la guerra, adoptando, como prenda de cabeza, el chacó o morrión, con desaparición de la gorra de pelo; siguiendo el resto de las prendas la misma moda francesa. Los granaderos se distinguen de los cazadores y de los fusileros por el color rojo y amarillo de sus charreteras (sargentos) y hombreras (tropa), en las cuales figura una granada abierta de color amarillo, que también aparece en los faldones de la casaca.

En 1827 se va a producir una profunda variación orgánica al crearse la Brigada Real de Marina por Real Orden de 7 de enero. Esta Brigada se formaba con las tropas de la Infantería y de la Artillería de Marina, unión que, en realidad, encubría una reducción de efectivos.

Esta reforma se basaba en el principio de que, en la guerra naval del momento, el cañón era el arma principal, y que no tenía que existir ninguna incompatibilidad entre el uso del cañón y el del fusil, por lo cual, en la nueva organización, todos los componentes de la Brigada debían ser instruidos en ambas armas. La consecuencia inmediata de esta fusión fue la desaparición de los granaderos. Cuando por el Real Decreto de 22 de marzo de 1848 vuelve a crearse el Cuerpo de Infantería de Marina, con separación de infantes y artilleros, no aparecen los granaderos, por lo cual hay que considerar la fecha del 7 de enero de 1827 como la de la definitiva desaparición de los granaderos de la Infantería de Marina.

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