Por Marina Ortiz, Grado en Gestión de Información y Contenidos Digitales
En la década de 1930, en medio de la creciente tensión política y militar, el imperio de Japón emprendió la construcción de un gigante de acero que desafiaría todos los convencionalismos de la guerra naval. Este gigante fue el acorazado Yamato, una maravilla de la ingeniería de su época.
Con un tamaño que eclipsaba a cualquier otro buque de guerra y un armamento que era inigualable, no era solo un barco, sino un testimonio de la habilidad de sus creadores. La construcción de este coloso es un capítulo fascinante en la historia de la ingeniería naval, que demuestra el alcance del ingenio humano cuando se enfrenta a los desafíos provocados por los conflictos bélicos.
El diseño
El diseño corrió a cargo de Keiji Fukuda y su equipo de ingenieros de la Armada imperial japonesa. Se construyeron dos acorazados de esta clase, el Yamato y el Musashi, y un tercero, el Shinano, que fue convertido en portaaviones durante su construcción.
El Yamato contaba con una eslora de 263 metros, una manga de 38,9 metros y un desplazamiento total de 65.027 toneladas. Era el acorazado más grande jamás construido. Su diseño tenía un objetivo claro: proporcionar potencia y protección. Para lograr esto, los ingenieros japoneses implementaron una serie de características novedosas.
Una de las más distintivas del Yamato era su casco bulboso. Este diseño ayudaba a reducir la resistencia hidrodinámica, lo que le permitía alcanzar una velocidad máxima de 27 nudos, a pesar de su gran tamaño. Asimismo, también contaba con un sistema de aire acondicionado que se extendía por varias áreas del buque, aunque no llegaba a los alojamientos de la tripulación.
La coraza también era única. Su cinturón blindado tenía un grosor de unos 410 mm, lo que lo hacía prácticamente inmune a los proyectiles de la mayoría de los cañones navales de la época. Además, su cubierta blindada tenía múltiples capas, diseñadas para detonar proyectiles antes de que pudieran penetrar en el interior del buque.
Otra característica destacada era su sistema de propulsión. Contaba con cuatro conjuntos de turbinas de vapor, cada uno de ellos alimentado por una combinación de calderas de aceite y carbón, lo que le proporcionaba una potencia impresionante de navegación.
El Yamato, a pesar de su enorme tamaño y peso, tenía una sorprendente maniobrabilidad. Gracias a su sistema de doble timón y a su diseño hidrodinámico podía realizar giros y cambios de rumbo de manera eficiente, aunque el timón auxiliar delantero tuviese limitaciones en su capacidad para maniobrar el buque.
Armamento
El buque estaba equipado con nueve cañones de 460 mm, los más grandes jamás montados en un buque de guerra. Cada uno podía disparar proyectiles que pesaban más de una tonelada a una distancia máxima de 42 km. Además, llevaba numerosas piezas secundarias: doce cañones de 155 mm, veinticuatro de 127 mm y una gran cantidad de antiaéreos de menor calibre
Dada la potencia de su armamento principal, cualquier objeto montado sobre la cubierta podía sufrir daños cuando los cañones de 460 mm abrían fuego. Por esta razón todas las posiciones de artillería antiaérea estaban blindadas. Los hidroaviones de reconocimiento tenían su propio hangar cerrado
Construcción
Durante la construcción del Yamato, en 1937, el imperio japonés llevó a cabo medidas excepcionales para mantener el proyecto en secreto y evitar que cualquier detalle llegara a las potencias extranjeras. Los astilleros de Kure, donde se construyó, estaban cubiertos para ocultar la silueta del buque. También estaban rodeados por redes de camuflaje para evitar la visión desde el aire. Además, todos los trabajadores tenían estrictas órdenes de no revelar ningún detalle del proyecto. Incluso después de su botadura, las especificaciones exactas del Yamato se mantuvieron en secreto hasta el final de la II Guerra Mundial y algunas se han conocido tras encontrar el pecio.
Para acabar
El 8 de agosto de 1940, el Yamato fue finalmente botado, marcando el final de una de las construcciones de buques de guerra más impresionantes de la historia. Sin embargo, a pesar de su increíble poderío y su diseño innovador, tendría un destino trágico, sirviendo como un recordatorio de que incluso los gigantes más poderosos pueden caer.
El 7 de abril de 1945, en un intento desesperado por detener el avance de las fuerzas aliadas en Okinawa, el Yamato fue enviado en una misión de ataque. Sin embargo, fue interceptado por aviones y barcos enemigos. A pesar de su feroz resistencia, el acorazado fue alcanzado repetidamente por torpedos y bombardeado desde el aire. Finalmente, se hundió en aguas cercanas a la isla de Okinawa, llevándose consigo a la mayoría de su tripulación (unos 2000 hombres) y poniendo fin a la era de los acorazados como el centro del poder naval.
A principios del siglo XXI se abrió el Museo Yamato cerca del antiguo emplazamiento de Kure, que contiene una enorme réplica 1:10 del acorazado, que mide 26,3 m de largo.
Más Información
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